Con este nombre se conoce a una serie de
disputas acontecidas en el ámbito del reino de Aragón, concretamente en
el principado de Cataluña, entre partidarios de dos diferentes modos de
entender la política y la economía agrupados en gabellas ("partidos"): buscaires y bigaires. Busca significa, en catalán, "mota", en contraposición a Biga,
que significa "viga". Así, el conflicto entre la "mota" y la "viga",
entre "los pequeños" y "los grandes", ha de ser entendido en el contexto
de la crisis de la monarquía aragonesa en el siglo XV y el declive
comercial del Mediterráneo ocurrido en la misma época.
El reino de Aragón había sufrido una espectacular expansión de
sus dominios territoriales por el Mediterráneo en los siglos XIII y XIV:
el monarca Jaime I
había logrado la conquista de las islas Baleares (1229) y el vecino
reino de Valencia (1233), proporcionando al reino las bases portuarias
desde donde instalar un floreciente y próspero entramado comercial por
todo el Mare Nostrum. Este hecho se vio incrementado tras el desembarco en Sicilia de Pedro III quien, ayudado por las milicias almogávares de Roger de Flory las victorias navales de Roger de Lauria,se
hizo con el poder de Sicilia y pasó a ocupar un lugar preponderante
también en la Italia del Sur. Debido a ello, las ciudades del
Mediterráneo se llenaron de comerciantes catalanes, lo que provocó un
espectacular crecimiento económico del reino de Aragón durante la Plena
Edad Media.
Sin embargo, hacia los primeros años del siglo XV la situación sufrió un cambio radical. En primer lugar, la muerte de Martín I sin descendencia había aupado al trono, merced al Compromiso de Caspe (1412), a Fernando de Antequera,
miembro de una rama colateral de los Trastámara castellanos. Este hecho
provocó cierta tirantez entre el tradicional poder de las asambleas del
reino aragonés (Cortes, Generalitat, Diputació, etc.) y el no
menos tradicional autoritarismo del linaje castellano. Pese a que, una
vez pasados los primeros resquemores, la situación pareció
estabilizarse, la economía aragonesa (esencialmente agraria) recibió un
duro golpe con la propagación de la Peste Negra
en 1348. Las consecuencias de la epidemia fueron especialmente
dramáticas en la zona del interior y en Cataluña, donde la población
quedó rebajada a algo menos de la mitad existente con anterioridad a la
pandemia.
Por si ello fuera poco, la conquista de Constantinopla
por el imperio otomano (1453) cerró las puertas del próspero negocio de
las especias a los comerciantes europeos, además de que la presencia de
musulmanes en el Mediterráneo hacía peligrar cada vez más los convoyes
marítimos comerciales. Todas estas circunstancias crearon el caldo de
cultivo para las disensiones internas de Cataluña.
La configuración de buscaires y bigaires
Las medidas propuestas por la corona para intentar solucionar la
cuestión se basaron en prácticas proteccionistas dirigidas a favorecer
los productos del país, entre las que se incluían el préstamo de
embarcaciones de la Diputació a los mercaderes, la creación de
seguros marítimos contra el riesgo de pérdidas comerciales y todo un
largo etcétera de intentos que buscaban la reactivación no sólo del
comercio sino también de la industria y la agricultura barcelonesa. Sin
embargo, estas reformas contaron siempre con la protesta de un grupo de
hacendados comerciantes barceloneses, a los que se empezó a llamar bigaires.
El partido de la Biga
estaba formado por la mayoría de ciudadanos y mercaderes de productos
de lujo que se habían enriquecido con el auge comercial del siglo
anterior. Naturalmente, los burgueses y mercaderes enriquecidos habían
conseguido para sus familias un reconocimiento paralelo que los
equiparaba con la nobleza existente. Así pues, sus descendientes del
siglo XV se encontraban más cómodos en el código de caballería que en
complicadas transacciones lucrativas, más cómodos viviendo de las rentas
que invirtiendo los beneficios en nuevas operaciones, más ocupados en
la construcción de castillos y mansiones que en buques y, en definitiva,
más concentrados en acceder a los mecanismos del poder que en emprender
costosas e inseguras empresas comerciales. Aproximadamente desde 1430,
los miembros de la Biga compartían representación en las Cortes
con miembros de la nobleza y del clero, con lo que pasaron a ocupar la
dirección de una política contraria a la intervención de otros
mercaderes en los asuntos de gobierno, a la liberación de los
campesinos, cuestión especialmente espinosa en el asunto de los Payeses de Remençay
a mantener sus propios privilegios y derechos que acabaron conformando
una cerradísima oligarquía barcelonesa. La sociedad urbana se estableció
en tres estamentos, tal y como propugnaba la famosa obra de Françesc Eiximenis, El regimènt de la res pública, escrita hacia finales del siglo XIV y que resultaba el soporte ideológico de los tres estamentos del poder.
En el partido contrario, la Busca,
se agrupaban los miembros de un cuarto estamento sin representación en
el poder: menestrales, pequeños comerciantes y artesanos burgueses que
veían cómo el gobierno municipal de Barcelona, en particular su asamblea
general (el Consell de Cent), ignoraba todas y cadas una de sus
propuestas que, aunque sirvieran a sus intereses particulares, también
serían beneficiosas para el conjunto de la sociedad. Los buscaires contaban con el apoyo del batlle general de Cataluña, Galcerán de Requesens, un miembro de la nobleza segundona
que no dudó en intentar utilizar su nombramiento para pasar a las más
altas cúspides del poder barcelonés. Sin embargo, a pesar de que
defendía su propia posición, Requesens tomó parte activa en varias
decisiones provechosas para reactivar la economía catalana, en especial
la emancipación de payeses de Remença, que pasaron a convertirse en una cantera inagotable para surtir de miembros el partido de la Busca.
Los inicios de la pugna (1448-1462)
En el año 1449 los buscaires presentaron una solicitud formal ante el rey de Aragón, Alfonso V, para asumir la representación sindical de sus intereses ante el Consell.
El monarca, que durante todo el conflicto mostró una ambigua e
interesada posición preocupándose sólo del dinero que podía ganar para
sus intervenciones militares en Italia, accedió bajo los auspicios de
Requesens, su hombre de confianza en Barcelona, pese al recelo que
mostraba con los buscaires tras el levantamiento de Mallorca (1448). La aprobación del Sindicat dels tres estamènts
en 1450 significó el triunfo de los reformistas catalanes en contra de
la oligarquía municipal. Requesens pasó entonces a presidir una asamblea
ejecutiva que asumió plenos poderes en el gobierno de la ciudad. Las
reformas que llevaban solicitando desde treinta años antes pasaron a ser
estipuladas en aquel momento, especialmente la devaluación monetaria,
la reducción de impuestos y el saneamiento de las arcas municipales
mediante un mayor número de transacciones comerciales. Naturalmente,
todo ello iba en contra de la Biga, grupo que se había convertido
en rentista y al que una devaluación monetaria le supondría unas
pérdidas económicas incalculables.
Los enfrentamientos comenzaron con ocasión de la asamblea de Consell
celebrada el 17 de noviembre de 1453. Requesens había sido nombrado
regente del reino en sustitución de la reina María de Castilla,
aumentando la ira de los bigaires contra el dirigente buscaire.
Pero nada pudieron, pues el discurso de éste partido en la asamblea,
obra del mercader Raimon Cuerau, despertó la reacción popular en
Barcelona, donde la mayoría de sus habitantes pasaron a mostrar su apoyo
a la Busca manifestándose a su favor en la Lonja del puerto.
Este hecho derivó en algunos altercados ciudadanos, entre aquellos que
esperaban que la nueva dirección municipal mejorase su condición de vida
y entre aquellos que opinaban de los buscaires que "sería igual poner machos cabríos como hombres de condición tan vil". [Citado en Salrach et alii, p.21].
La política del Consell
comenzó con la esperada fuerza renovadora: entre 1454 y 1458 declararon
una serie de ordenanzas proteccionistas sobre la industria textil y
sobre la construcción naval, así como la más temida medida por los bigaires, como fue la devaluación del croat de plata en un 40 %. Debido a ello, la oposición, agrupada alrededor de la Generalitat,
no cejó en el empeño de destruir a Requesens, para lo cual enviaron
constantes quejas al monarca y a las Cortes de los malos servicios que
el batlle catalán estaba prestando al país. Tras los violentos
enfrentamientos acontecidos entre miembros de uno y otro partido a la
entrada de las delegaciones urbanas de la Cortes de 1458, Requesens fue
cesado de su cargo, siendo sustituido por el hermano de Alfonso V, Juan I de Navarra (el futuro rey de Aragón). Con la llegada del nuevo regente, el triunfo de la Biga quedó minimizado, pues el monarca navarro, autoritario y absolutista como todos los reyes, utilizó a la Busca como medio de controlar a la oligarquía que, en despecho, apoyó la rebeldía de Carlos de Viana contra su rígido padre.
La capitulación de Vilafranca y la derrota de la Busca (1461)
Tras la destitución de Requesens los buscaires se
dividieron en dos facciones: una moderada, que pretendía establecer las
reformas poco a poco, y una radical, partidaria de dar un vuelco al
sistema establecido. Como es obvio, la diferencia entre los partidarios
de una u otra opción era, precisamente, de tipo económico: aquellos con
más nivel estaban siendo continuamente presionados por la Biga
para pasar a sus filas, mientras que los radicales veían cómo la
oportunidad de la reforma se les escapaba por momentos. Además, el apoyo
popular a la política del Consell se habían enfriado notablemente, puesto que, pasados los primeros momentos de euforia, la oposición de las Cortes y de la Generalitat a las reformas del Consell habían hecho que cundiese la desilusión entre las clases más desfavorecidas del Principado de Barcelona.
Unas
y otras cuestiones iban a ser decisivas en la rebelión catalana del año
1461. Tras haber dictado Juan II en las Cortes de Lleida la prisión de
su rebelde hijo (1460), la Generalitat aprovechó la ocasión para
levantar un ejército contra el rey legítimo, acusado de violar las leyes
elementales del Principado. Rebelde o no, el hecho era que Carlos de
Viana era también el legítimo heredero del trono aragonés, por lo que la
Biga encontró una magnífica ocasión no sólo de deslegitimar al odioso rey, sino de acabar de una vez por todas con el poder de la Busca. La simpatía que el príncipe rebelde halló entre los estamentos populares provocó el apoyo masivo al ejército de la Biga, mientras que la Busca, perdida entre discrepancias internas, se colocó al lado del que había sido su valedor.
Juan II, cansado de polémicas, aceptó, mediante la capitulación de Vilafranca
(1461), el destierro que le impuso las Cortes de Aragón y el
mantenimiento de la autoridad regia mediante la regencia de Carlos de
Viana, quedando el hermano de éste, Fernando de Aragón, como sucesor a
la regencia. Por lo que respecta a la Busca, se decretaba la
prisión para Galcerán de Requesens y el ajusticiamiento de los
principales cabecillas del movimiento. El triunfo de la Biga fue total, ya que no sólo se deshizo del partido contrario (la Busca
desapareció por completo en los años siguientes, sobre todo tras la
Guerra Civil), y se colocó a la cabeza de un reino que carecía de rey,
pasando a gobernar con absoluta impunidad hasta que el violento
conflicto civil que asoló Aragón entre 1462 y 1472 restauró la monarquía
de facto en la persona de Fernando el Católico.
Bibliografía
-
BATLLE, C. La crisis social y económica de Barcelona a mediados del siglo XV. (Universidad de Barcelona, II vols, CSIC: 1973).
-
MARTÍN, J. L. La Península en la Edad Media. (Barcelona, Teide: 1993).
-
SALRACH, J. M. et alii. Los payeses de remensa. (Madrid, Cuadernos de Historia 16, nº 93: 1986).
-
SOBREQUÉS VIDAL, S. & SOBREQUÉS CALLICÓ, J. La guerra civil catalana del sigle XV. Estudis sobre la crisi social i econòmica de la Baixa Edat Mitjana. (Barcelona, II vols: 1973).
http://www.enciclonet.com/articulo/conflicto-de-la-busca-y-la-biga/
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