Campaña en la que Napoleón Bonaparte derrotó a los mamelucos de Egipto, cerca de las Pirámides, en 1798.
Esta batalla formó parte de la operación de ofensiva preparada
por Napoleón contra los ingleses, a los que atacó indirectamente en el
Mediterráneo. En primer lugar ocupó Malta, para luego desembarcar en
Alejandría; después se produjo la Batalla de las Pirámides, que le permitió llegar hasta El Cairo.
Todos asociamos las pirámides de Giza con el Antiguo Egipto
de los faraones y La Biblia. Nos fascina lo enigmático de una cultura
que se desarrolló hace más de 5.000 años, libró mil batallas y firmó
otros tantos acuerdos de paz con sus pueblos vecinos, llegó al cénit de
su desarrollo con la construcción de estos colosos de Giza, y después se
fue apagando progresivamente y cediendo a la fuerza emergente de otras
culturas. Para cuando Alejandro Magno entró en Egipto, poco o nada quedaba ya de una cultura tan original como misteriosa, rematadamente diferente a sus vecinas.
Sin embargo, hay otros eventos e historias fascinantes que las impertérritas pirámides
han contemplado a lo largo de tantos siglos de existencia, y una de
ellas fue la batalla que se desarrolló en sus inmediaciones por el
control de Egipto a finales del siglo XVIII, entre el ejército de Napoleón Bonaparte y la casta de los Mamelucos.
La expedición militar de Napoleón a Egipto, en 1798, fue un punto de
inflexión en la Historia por varias razones. Culturalmente, abrió
Oriente a Occidente, después de varios siglos de ignorarse mutuamente.
Oriente llevaba siglos somnoliento en contraste con un Occidente
hiperactivo, justo lo contrario que había sucedido en el periodo de las
Cruzadas en donde una Europa prácticamente paralizada por la religión y
la oscuridad de la Edad Media se las veía con un Oriente de luces y en
agresiva expansión.
Los historiadores militares han señalado la Batalla de las Pirámides
como el choque que estableció la superioridad armamentística y de
táctica militar occidentales sobre las orientales, aunque una semana
antes Bonaparte ya había luchado una batalla trascendental con los
Mamelucos en una villa al norte de El Cairo, y allí fue donde pudo
detectar las características y debilidades de su oponente antes de
asestar el golpe final.
A mediados del verano de 1798,Napoleón se encontraba en el
norte de África, pero ¿por qué? Se trataba de un cúmulo de varios
factores. De una parte, tenía el objetivo de bloquear la ruta comercial
que más rédito económico proporcionaba a Inglaterra, gran enemiga de
Francia de la época: la ruta con la India. También pretendía establecer
un colonialismo francés inexistente hasta entonces en la región, e
incluso se llevó a 167 de los mejores científicos y eruditos de Francia,
especialistas en varias ramas del saber, para que estudiaran la cultura
del Antiguo Egipto.
Otra razón de mucho peso, esta vez pretendida por el Directorio
(gobierno francés post Revolución Francesa), fue sin duda la de alejar
de París
a un joven pero ya poderoso general Napoleón, victorioso en las
campañas italianas con Austria, que ya apuntaba la máximas ambiciones.
Se dice que Bonaparte idealizaba a Alejandro Magno, como tantos otros
en la Historia, y que quizá hubo una componente de emulación en la
invasión de Egipto. En 332 AC Alejandro era recibido en Egipto como
liberador de los persas; contaba con 24 años de edad. Napoleón, con 28,
quizá podía alcanzar a Alejandro Magno si se daba prisa, y conquistar
Egipto, Jerusalem y Siria. Incluso podría llegar a Constantinopla y la
India, una vez establecida una fuerte base en Egipto. Napoleón había
escrito previamente al Directorio exponiendo que Francia podía dominar
el Mediterráneo con poca oposición por parte del decadente Imperio
Otomano: “ocupemos Egipto, y tendríamos una ruta directa a la India”.
Pero para ocupar Egipto había que vencer a la casta que lo gobernaba desde hacía siglos: los Mamelucos.
Se trataba de una clase guerrera que vivía en tierras egipcias con
grandes lujos e independencia del Imperio Otomano, desde el siglo XIII,
antes incluso de la existencia del propio imperio. Mameluco significa
“hombre comprado” en árabe, y de hecho, estos hombres eran comprados de
niños a familias cristianas en varias partes de Asia (básicamente el
Cáucaso) para ser educados como musulmanes. Se les entrenó durante
siglos como guerreros del Imperio Otomano, de los más feroces y
cualificados. En el siglo XVIII seguían disfrutando de una autonomía
casi completa del imperio. No pagaban tributos, y seguían una política
totalmente independiente. Para cuando llegó Napoleón con su ejército de
30.000 franceses, los mamelucos no eran más de 10.000.
Los Mamelucos tenían dos gobernantes en aquella época: Ibrahim Bey y Mourad Bey,
el primero asentado en El Cairo, el segundo en Giza. Ambos eran jefes
poco impresionables por las fuerzas francesas, ya que a pesar de la fama
que las precedía ellos daban toda la importancia en una batalla a la
caballería, y no era precisamente de lo que los franceses estaban más
sobrados en Egipto.
Mientras Napoleón marchaba con su ejército de Alejandría a El Cairo,
después de conquistar la primera, se encontró con las fuerzas mamelucas a
15 km de las pirámides y a sólo 4 km de El Cairo. Las pirámides se
veían pues a lo lejos, en toda su majestuosidad. Bonaparte, que sabía
muy bien de las artes de la propaganda, se cuidó mucho de asociar la
batalla con las pirámides milenarias y les hizo referencia en su famoso
discurso de inicio de la batalla: “¡Adelante soldados! Recordad que desde lo alto de las pirámides, cuarenta siglos os contemplan”.
La batalla que se desencadenó no fue nada igualada: por un lado,
25.000 tropas francesas repartidas en 5 divisiones, perfectamente
alineadas en escuadrones rectangulares, con la caballería en el centro y
los cañones en la periferia, y con una potencia de fuego irresistible.
Por el otro, la caballería mameluca de Murad Bey, 6.000 jinetes,
apoyados por unos 15.000 infantes de muy inferior calidad. Armados con
sables y lanzas, de los cuales eran maestros en su uso, apenas disponían
de armas de fuego.
La caballería mameluca se lanzó a la carga contra las huestes
francesas, pero fue parada en seco por toneladas de acero, disparadas
con gran sincronía por los escuadrones de Napoleón. En pocas horas
murieron más de 3.000 jinetes mamelucos, y el resto del ejército huyó
junto con su jefe hacia el Alto Egipto. Ibrahim Bey huyó a Siria para
reorganizar la resistencia, pero todo estaba perdido. Tras 700 años de
dominio, los mamelucos entregaban Egipto.
El desenlace de la conquista de Egipto no fue ni mucho menos el
esperado por Napoleón, ya que pocos días después de la Batalla de las
Pirámides perdió prácticamente toda su flota a manos del almirante
Nelsón, con lo que el ejército francés quedaba incomunicado en África.
Posteriormente, Napoleón tuvo que abandonar Egipto dado que la política
se estaba complicando mucho en París, y su ejército no tuvo más remedio
que rendirse en pocos meses al inglés, que lo repatrió a Francia a
cambio.
No obstante, la misión científica francesa fue un éxito sin
precedentes, y fue la única compensación por las vidas y material
perdido en las tierras de Egipto. La Descripción de Egipto, un
fabuloso trabajo compuesto por 24 volúmenes repletos de descripciones de
las ruinas de los templos faraónicos, bellísimas ilustraciones de
prácticamente todos los aspectos de la vida en Egipto (antiguedades,
edad moderna e historia natural etc.) han maravillado a generaciones
desde entonces y fueron la base de la Egiptología que todavía hace furor
en el mundo.
En la actualidad estas descripciones tienen un fabuloso valor ya que en menos de 200 años desde su publicación, muchos de los templos descritos han desaparecido, ya sea bajo las aguas de la presa de Asuán o bajo el pillaje, guerras, o poco respeto de la población del momento en relación a sus antepasados, que no conocen y muchas veces rechazan.
Además, un destacamento francés descubrió la famosa Piedra Rosetta, confiscada después por el ejército inglés y expuesta en el Museo Británico desde 1802, clave para descifrar los jeroglíficos egipcios que llevaban más de 1.400 años sin nadie que los supiese leer.
Tras la célebre Batalla de las pirámides, algunos oficiales visitaron
la Gran Pirámide e incluso subieron a su cima (la cima desde la que la
que cuarenta siglos los contemplaban). Napoleón prefirió descansar a la
sombra, pero no estuvo inactivo.
Cuando los oficiales bajaron y se reunieron con él, les explicó que
había estado calculando la cantidad de piedra que formaba la pirámide.
Había suficiente, dijo, para construir un muro de piedra de 3 metros de
alto y 0,3 metros de grosor alrededor de toda Francia.
El grupo debió de quedarse perplejo, porque el matemático Monge, que estaba entre ellos, hizo su propia estimación, que confirmó la de Napoleón.
Otro hecho histórico poco conocido es sin duda el relativo a la noche que pasó Napoleón en solitario en el interior de la llamada “Cámara del Rey” de la pirámide de Keops (Khufu en egipcio). El hecho está suficientemente documentado históricamente. ¿Qué ocurrió la noche del 12 de agosto de 1799, por cierto, sólo a 3 días de cumplir 30 años? Napoleón sabía que tanto Alejandro Magno como Julio César habían pasado una noche en la pirámide de Keops… Probablemente, el gran corso estaba buscando su sitio en la Historia.
Cuentan los cronistas que a la mañana siguiente el general salió de
las entrañas de la pirámide de Khufu demacrado y mudo. No queriendo
contar nada de lo sucedido allí dentro. Nadie, ni su fiel Kebler, ni
ningún otro general, supo jamás qué ocurrió aquella noche, pues Napoleón
no quiso que le tomaran por loco.
Camara del Rey de la Piramide de Keops
http://www.3viajes.com/napoleon-en-egipto-la-batalla-de-las-piramides/
http://www.enciclonet.com/articulo/piramides-batalla-de-las/
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