La palabra catalana peça (pieza) y su diminutivo peçeta
(piececita) tienen un origen muy remoto. Parece que en siglo XV se
utilizaba el diminutivo para denominar a pequeñas monedas de plata. En
el siglo XVIII, el archiduque Carlos de Austria, pretendiente del trono
español, utilizó Cataluña como centro de sus operaciones militares
durante la Guerra de Sucesión (1701- 1714) y allí acuñó una gran
cantidad de monedas de dos reales de plata a las que se llamó peçetas.
2 reales de Barcelona de Carlos, archiduque de Austria
Estas monedas circularon posteriormente por el mercado castellano
durante más de cincuenta años, llegando a popularizarse el vocablo
peseta escrito tal como se pronunciaba en Cataluña. El Diccionario de
Autoridades de 1737 define la palabra peseta como “pieza redonda que
vale dos reales de plata”.
Las primeras monedas con el nombre oficial de peseta fueron acuñadas por
José Bonaparte durante la Guerra de la Independencia en 1808. Este
monarca emitió monedas en Barcelona, Sevilla y Madrid, pero el nombre de
peseta sólo lo llevaron las batidas en Barcelona por valor de 1, 2´5, 5
y 20 pesetas.
Peseta de José I de Barcelona 1811
2,5 pesetas de Barcelona de José I 1814
5 pesetas de Barcelona 1811 de José I
20 pesetas de José I de Barcelona 1812
En 1.808 se acuñó en Gerona una moneda con la denominación duro, caso excepcional en la numismática española.
Duro de Gerona 1808
Durante el reinado de Isabel II, se acuñaron monedas de peseta para pagar a los soldados isabelinos que defendían derechos reales frente a los carlistas. Se llamó popularmente “peseteros” a las tropas pagadas con esa moneda.
Peseta de Isabel II de Cataluña 1837
En 1.865 se creó la Unión Monetaria Latina con la participación de
Francia, Suiza, Italia y Bélgica, además de España, para unificar las
características de sus sistemas monetarios.
GOBIERNO PROVISIONAL
La economía española de mediados del siglo XIX continuaba padeciendo los
males endémicos consuetudinarios. En España, nunca se hizo una
revolución que alterara las estructuras agrarias, tal como la acontecida
en Francia a partir de 1789, y, por tanto, continuaba siendo un país
eminentemente agrícola con una abrumadora mayoría de población campesina
y un régimen latifundista, que se mantuvo intacto pese a los esfuerzos
de Mendizábal para alterar la situación, mediante las desamortizaciones.
La consolidación de la aristocracia y la alta burguesía como grandes
propietarios determinó la aparición de un proletariado rural que, sin
derechos ni recursos, constituyó la base de las revueltas campesinas que
se produjeron desde mediada la centuria. De igual modo, el artesanado
tendió hacia la proletarización al desaparecer los gremios y comenzar el
proceso de industrialización.
Avanzada la década de los sesentas se presentó una grave crisis agrícola
en medio de un proceso expansivo de todos los sectores económicos, que
fue frenado, además, por las convulsiones de los sectores financiero y
comercial. El descontento del proletariado era compartido por los
ahorradores que veían disminuir el valor de sus depósitos, por los
banqueros que se sentían amenazados por la quiebra, por los comerciantes
e industriales que intuían la inminente paralización de sus negocios y
por los propietarios que veían depreciados sus bienes raíces. Estos
factores fueron determinantes para el estallido revolucionario de la
Gloriosa (1868).
La situación económica al estallar la revolución era muy precaria. El
ministro de Hacienda del Gobierno Provisional, Laureano Figuerola,
denunció el déficit de la Hacienda Pública y la tendencia a
incrementarse por la elevación de los gastos tras el triunfo
revolucionario, haciendo la situación cada vez más difícil. Para él, la
causa principal del estado de la economía eran los obstáculos que,
durante el período isabelino, habían puesto la política proteccionista
al desarrollo industrial y comercial. Al objeto de resolver la
situación, Figuerola tomó dos medidas que consideró imprescindibles:
Decretar la reforma del sistema monetario poniendo orden en la caótica circulación de la moneda.
Marcar como objetivo la nivelación del presupuesto de forma gradual
eliminando todos los tributos que supusieran una dificultad para la
libertad del comercio y libre circulación de mercancías. Para ello
recurrió al crédito exterior, con el resultado de elevar la deuda
externa de forma cuantiosa.
La reforma del sistema monetario español declaraba una nueva moneda
como base del mismo, naciendo así oficialmente la Peseta. (Decreto
Figuerola, Ministro de Hacienda, 19-10-1868)
La moneda adoptó la normativa del sistema métrico decimal y se dividía
en cien céntimos fijándose su valor en 0,290 gramos de oro fino.
Se acuñaron piezas de 10, 5, 2 y 1 céntimos. La moneda de 50 céntimos
de 1.868 se llamó media peseta o dos reales y la de cinco pesetas, un
duro, denominaciones que perduraron hasta su desaparición. Las monedas
de 10 y 5 céntimos pronto recibieron la denominación popular de perra
gorda y perra chica debido a que el grabador de la Casa de la Moneda,
Luis Plañiol, dibujó para el reverso un león que representaba
alegóricamente el Imperio Español, pero éste se encontraba ya casi
extinguido y el pueblo hablaba despectivamente de la figura diciendo que
más que un león parecía una perra. Por extensión, continuaron
denominándose así las monedas de aluminio de igual valor acuñadas
durante la dictadura de Franco.
La primera emisión de las nuevas monedas realizada por el Gobierno
Provisional no llevaba la inscripción España. Rápidamente se subsanó la
omisión, pero ya había monedas circulando con la inscripción Gobierno
Provisional.
20 céntimos de plata Madrid 1869
50 céntimos de plata Madrid 1869
50 céntimos – media peseta – de Madrid 1870
Peseta de plata Madrid 1869
2 pesetas Madrid 1869
Céntimo de cobre Barcelona 1870
2 céntimos de cobre Barcelona 1870
5 céntimos de cobre Barcelona 1870
10 céntimos de cobre Barcelona 1870
Peseta de plata Madrid 1870
Además de las perras, otra moneda tuvo una definición popular que ha
perdurado más que la propia moneda. Son los duros llamados del “tío
sentao” emitidos por el Gobierno Provisional en cuyo anverso aparece la
figura de una matrona, Hispania, recostada sobre la Península con la
cabeza en los Pirineos y los pies en el estrecho de Gibraltar. Eran
monedas de plata muy queridas por el valor del metal (plata de ley de
900 milésimas cuando la ley normal era de 835 milésimas) y su diseño
estaba inspirado en el áureo del emperador Adriano.
Duro – 5 pesetas – 1870
Áureo de Adriano (134-138)
Anverso: La leyenda HADRIANVS – AVG COS III P P en torno al busto del emperador.
Reverso: La leyenda HISPANIA sobre la figura de la diosa del mismo
nombre que sostiene una rama en su mano derecha y descansa el brazo
izquierdo echado hacia atrás sobre una roca. Frente a ella, un conejo.
100 pesetas de oro Madrid 1870
AMADEO ILa emisión de moneda bajo Amadeo I fue muy reducida quizá debido a lo efímero de su reinado.
5 pesetas de Amadeo I Madrid 1871
25 pesetas de oro 1871 Madrid
100 pesetas de oro de Amadeo I Madrid 1871
Durante la Primera República circularon las mismas monedas que en el
período del Gobierno Provisional, si bien se emitieron algunas locales
durante la insurrección federal. La sublevación fue rápidamente
controlada excepto en Cartagena, que se proclamó cantón independiente en
1873. La Junta de Salvación Pública del Cantón de Cartagena requisó
metales preciosos y joyas al objeto de fundirlos y acuñar monedas que
llevaban la leyenda “Cartagena sitiada por los centralistas”.
2 pesetas “cantonales” de Cartagena 1873
10 reales “cantonales” de Cartagena 1873
5 pesetas “cantonales” de Cartagena 1873
Carlos María de Borbón y Austria asumió el liderazgo de los
Carlistas y se proclamó rey con el nombre de Carlos VII. Entre 1874 y
1876 emitió moneda desde Oñate, donde estableció su Real Casa de la
Moneda, con la leyenda “Carlos VII Rey de las Españas – Dios, Patria y
Rey”.
Estas monedas circularon al mismo tiempo que las legales ya que al
pueblo sólo le interesaba el valor de la plata que contenía cada moneda.
Posteriormente se exilió y emitió moneda desde Bruselas.
5 pesetas de Carlos VII Oñate 1874
5 céntimos de Carlos VII de Oñate 1875
10 céntimos de Carlos VII de Oñate 1875
50 céntimos de Carlos VII de Bruselas 1876
RESTAURACIÓN
En 1875 se realiza la Restauración de la monarquía y sus primeros
gobiernos se marcaron como objetivo inmediato reducir la deuda pública,
cada vez más elevada desde que estalló la revolución a causa de la
guerra carlista y de los problemas cubanos. El contexto internacional
era depresivo, pero no impidió que la estabilidad política conseguida
con la Restauración, facilitara la entrada de capital extranjero para
activar la minería, aunque continuara, de alguna manera, la limitación
en el comercio al combinarse acuerdos bilaterales con una cierta
protección arancelaria.
ALFONSO XII
En 1876 jura la Constitución el rey Alfonso XII y se acuñan monedas con
su figura. Cuando aparecieron las que el busto llevaba barba y bigote,
el pueblo creyó que a causa de ello las monedas tenían mayor cantidad de
plata y quien podía hacerlo comenzó a acapararlas. Estas monedas eran
conocidas popularmente como “las de patillas”.
5 céntimos de cobre 1877
5 céntimos de cobre 1879
10 céntimos de cobre de 1877 (ensayo)
10 céntimos de cobre de Barcelona 1878
10 céntimos de cobre 1879
50 céntimos de plata Barcelona 1880
50 céntimos de plata 1881
Peseta de plata 1876
Peseta de plata 1882
Peseta de plata 1885
2 pesetas de plata 1882
2 pesetas de plata 1883
2 pesetas de plata 1884
5 pesetas de plata 1876
5 pesetas de plata 1877
5 pesetas de plata 1882
5 pesetas de plata 1884
10 pesetas de oro 1878
25 pesetas de oro 1878
25 pesetas de oro 1882
25 pesetas de oro 1883
MONEDAS DE FILIPINAS
10 centavos de peso de plata 1885
20 centavos de peso de plata 1884
50 centavos de peso de plata 1880
50 centavos de peso de plata 1885
4 pesos de oro de Manila 1881
Un peso resellado de 1887 (última moneda española de Filipinas)
LA REGENCIA Y ALFONSO XIII
Al iniciarse la Regencia de María Cristina, en 1885, una grave crisis
económica azotaba el mundo con la excepción de Alemania. El país teutón
había consolidado un fuerte mercado interior gracias a la Unión
Aduanera, a un sistema ferroviario unificado, a una política
proteccionista, a la creación de un banco central y al nacimiento de una
potente banca privada. Al propio tiempo se iban formando asociaciones
empresariales en distintas actividades para coordinar los esfuerzos
productivos en vez de practicar la competencia desleal. A partir de 1883
se ponen en marchan los seguros sociales obligatorios y, así, amparado
por una legislación social muy avanzada para su tiempo, el sistema
productivo crecía poderosamente inmune a las crisis económicas. A ello
había que añadir la unión política que otorgó estabilidad al sistema y
permitió un fuerte proceso expansivo en todos los órdenes de
actividades.
Pronto los dirigentes de la política económica española, y en especial
Cánovas, se preguntaron si el patrón alemán podría practicarse en
España. Ese modelo se asimiló enseguida iniciándose así la andadura
hacia la autarquía económica, en donde pronto surgieron cárteles como La
Unión Española de Explosivos, y se adoptaron medidas de política social
que intentaban seguir el ejemplo alemán. En 1883 se creó la Comisión de
Reformas Sociales. En 1900, Dato inició lo que más adelante se
conocería como Seguridad Social. Raimundo Fernández Villaverde abordó,
en 1900, una reforma fiscal que supuso un alivio en el sector público y
que expresó la aversión hacia el déficit. Echegaray, en 1906, anunció
el abandono del recurso al déficit público, proporcionando una
influencia positiva a la actividad económica, como se puso de manifiesto
en el crecimiento de la banca privada, convertida en banca mixta, que
insufló un fuerte apoyo al proceso de industrialización.
En 1883 se abandonó la idea de ajustarse al Patrón Oro y en 1900, el
Banco de España actuó como banco de bancos. La desmonetización del oro
implicó la circulación de una moneda fiduciaria que facilitaba el
desarrollo empresarial, aunque, como contrapartida, los españoles no
podían saber con seguridad el valor del dinero que poseían. (Olariaga)
Sin embargo, lo que en Alemania significó un círculo virtuoso en el que
la riqueza creó más riqueza, en España no obtuvo el mismo éxito. Se
alcanzó un cierto crecimiento debido a la aportación de capital de los
empresarios cubanos, obligados a adquirir productos de la metrópoli a un
precio superior al del mercado internacional, a la exportación de
minerales y a la entrada de capital extranjero, principalmente de la
Iglesia francesa huyendo de la legislación anticlerical del país vecino.
Este crecimiento, sin embargo, fue reducido porque la industria y el
transporte dependían del carbón asturiano, cuyos costes de extracción
colocaban su precio muy por encima del inglés. Durante este período,
pues, existía una fuerza expansiva basada en la exportación y en la
llegada de capital exterior frente a una contractiva que se componía de
una energía muy cara y unos aranceles y normas intervencionistas que
estrangulaban el funcionamiento del mercado interior. Si a ello se añade
el incremento demográfico, y una tendencia cada vez mayor hacia la
urbanización, con una escasa oferta de viviendas, nos encontramos con un
hacinamiento en alojamientos insalubres que generaró unas consecuencias
sanitarias lamentables y sirvió de exacerbación al radicalismo social
que hasta ahora sólo existía en los latifundios.
Por otra parte, la crisis ferroviaria incidía en la agravación del
panorama socioeconómico. La deficiente gestión provocaba cuantiosas
pérdidas en la explotación y, como la suspensión del servicio hubiera
sido catastrófica para todos los sectores, no quedaba más remedio que
subvencionar a las compañías. Ello generaba un malestar polémico porque
detraía fondos de los que debían percibir otros sectores vitales para
el desarrollo como la educación, la sanidad o la red de carreteras.
La imitación, burda en muchos casos, del modelo alemán provocaba
tensiones y empezaron a surgir voces regeneracionistas pidiendo la
eliminación de un régimen oligárquico que mantenía a España adormecida
bajo una situación de aparente bienestar. (Durán y Ventosa)
Antonio Maura, en 1907, intentó romper la dinámica proclamando la
necesidad de iniciar una revolución desde el Gobierno. Este mensaje
atrajo a grandes masas de clases medias, facilitando la búsqueda de una
profunda transformación del modelo económico implantando durante la
Regencia.
Maura quería lograr la paz social con un mensaje basado en la justicia y
no en la búsqueda de adhesiones en el mundo obrero. Con esta actitud,
que caló en las masas, logró un persistente desarrollo entre 1906 y 1909
utilizando las líneas básicas de la política económica de la Regencia,
pero acentuándolas para cumplir su intención de realizar la revolución
desde el Gobierno. No obstante, pese al progreso alcanzado en el trienio
maurista, si se contemplan las cifras macroeconómicas entre 1898 y
1913, se observa que el crecimiento fue muy lento y además estuvo sujeto
a tensiones inflacionistas de gran calado. La tasa media anual de
incremento de PIB al coste de los factores era de 1,42% y en la renta
familiar neta disponible un 1,11%. La divergencia respecto a los países
de nuestro entorno aumentó.
Al ser apartado Maura de la jefatura del partido conservador por las
maniobras de Alfonso XIII y asesinado Canalejas, no se pudo concluir el
modelo económico que puso en marcha Cánovas, ni tampoco formular una
política económica alternativa como pretendía el presidente asesinado.
El intervencionismo de la política económica se acentuaba con Cambó,
reforzando aún más el corporativismo que impregnaba la economía española
y, a ello, quizá contribuyeron las carencias subsecuentes a la Primera
Guerra Mundial. Esta mezcla de corporativismo, creación de cárteles e
intervencionismo comenzaba a definir las características de la futura
empresa pública española.
Cambó abordó en 1922 el Arancel que llevó su nombre porque consideraba
que todo el sistema económico español podría arruinarse si no existía
una fuerte protección arancelaria frente a los riesgos de la posguerra.
El sistema proteccionista de Cambó constituyó lo que en la Sociedad de
Naciones llamaban “muralla china arancelaria española”.
En el ámbito monetario, a partir de 1876 las monedas de plata eran
las de curso legal obligatorio forzando la desaparición monetaria del
oro. El valor de la plata se había ido devaluando de tal modo que las
monedas con un valor facial de cinco pesetas valían sólo dos, por lo que
con cada duro acuñado, el Estado ganaba tres pesetas. Esto despertó la
picaresca y los poseedores de metal vieron la oportunidad de ganar
dinero. Fue el caso de los llamados “duros sevillanos”, que, aunque
poseyendo idéntico diseño y valor que los de curso legal, eran falsos
porque su acuñación no era oficial. Su nombre popular se debía a que, al
parecer, comenzaron a emitirse en Sevilla. No obstante, su fabricación y
uso se extendió de tal forma que durante el reinado de Alfonso XIII
hubo que cambiarlos por duros de curso legal para poder retirarlos de la
circulación.
Como las monedas ya no valían el equivalente al metal que llevaban, se
generalizó el uso de billetes y la acuñación de monedas en metales menos
valiosos.
En 1885 moría Alfonso XII sin conocer a su hijo, quien nacería meses más
tarde. Alfonso XIII fue proclamado rey desde su nacimiento y su madre,
María Cristina, ocupó la Regencia. La Regente ordenó que se emitiera
moneda con la efigie del rey niño. Como era un bebé, el pueblo terminó
designando esta moneda con el apelativo de “el pelón”.
5 Pesetas de plata 1888
Peseta de 1889
5 pesetas 1890
20 pesetas de oro 1890
Peseta de plata 1891
50 céntimos de plata 1892
50 céntimos de plata 1892
2 pesetas de plata 1892
2 pesetas de plata 1893
Cuando el rey fue creciendo se sustituyó la efigie y las monedas eran conocidas como “las del bucles”.
5 pesetas de plata 1892
20 pesetas de oro 1892
Peseta de plata 1893
50 céntimos de plata 1894
2 pesetas de plata 1894
5 pesetas de plata 1895
2 pesetas de plata 1898
100 pesetas de oro 1897
5 pesetas de plata 1898
Peseta de plata 1899
5 pesetas de plata 1899
20 pesetas de oro 1899
50 céntimos de plata 1900
Peseta de plata 1900
A partir de 1903 el apelativo de las monedas fue “las del cadete”.
Peseta de 1903
2 céntimos de cobre 1904
50 céntimos de plata 1904
Peseta de plata 1904
20 pesetas de oro 1904
2 pesetas de plata 1905
Céntimo de cobre 1906
50 céntimos de plata 1910
Céntimo de cobre 1911
2 céntimos de cobre 1911
DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA
Primo de Rivera continuó la política de intervención, aunque aceptando
la idea regeneracionista de que el sector público debía satisfacer las
demandas sociales del pueblo. Para ello era precisa una reforma fiscal,
pero al fracasar en sus intentos, se convirtió en un esclavo del déficit
público. La Dictadura consiguió una etapa de paz social, situación que
durante la Restauración no había existido, que pudo aprovechar el
sector productivo.
El resultado fue de siete años de continuo y, en algunas ocasiones
fuerte,, desarrollo económico con unas cifras de incremento del PIB a
precios del mercado de, según Julio Alcaide, 5,93% en 1925 o 7,08% en
1927.
Este crecimiento era posible en un contexto mundial expansivo, pero
cuando el signo internacional cambió y Argüelles intentó frenar la caída
de la cotización de la peseta con restricciones a la demanda interna
para adecuar los precios interiores a los internacionales, la etapa de
expansión de la Dictadura terminó.
El impacto en España de la crisis mundial originada tras la quiebra de
la Bolsa de Nueva York en 1929 fue menor que en otros países debido a
los rasgos característicos de la economía española de la época. Al ser
un país mediterráneo, periférico, tradicionalmente aislado y aún poco
industrializado no podía verse afectado de la misma forma que otros
países más industrializados como Alemania.
La crisis no afectó de la misma forma a todos los sectores económicos.
La peor parte la sufrieron los productos agrícolas o industriales de
exportación como la naranja valenciana o el hierro vasco. Sin embargo la
industria química no se vio afectada y la textil se vio beneficiada por
la mejora de la demanda interna de sus productos.
Tras la caída del Directorio, tanto el Gobierno de Berenguer como el de
Aznar mostraron sus intenciones de liberalizar la economía privada,
suprimiendo trabas y entorpecimientos que impedían su despegue. Más de
veinte organismos corporativos creados durante la Dictadura fueron
desmantelados, pero, pese a ello, el entramado corporativo e
intervencionista de épocas anteriores estaba intacto al advenimiento de
la República.
A partir de 1.925 se acuñaron monedas de veinticinco céntimos en níquel.
Eran llamadas “la caraba” porque llevaba una carabela navegando con las
velas al viento. Estas monedas podían confundirse, por el tamaño, con
las de dos pesetas de plata por lo que hubo que sustituirlas por otras
con un taladro en el centro. El taladro tuvo éxito y perduró hasta la
emisión de la moneda de 25 pesetas de Juan Carlos I.
25 céntimos de níquel Alfonso XIII
1925
Hasta 1926 figuraba en el anverso de las monedas el busto del rey con
15 años de edad. En este año se encargó el diseño de un busto acorde
con la edad del monarca, pero sólo pudieron hacerse pruebas y la llegada
de la II república impidió su circulación.
50 céntimos de plata 1926
25 céntimos de níquel 1927
Peseta de plata 1929
5 céntimos de cobre 1929
5 céntimos de cobre 1929
MONEDAS DE PUERTO RICO
Peso – 5 pesetas – de plata 1895
5 centavos de peso de plata 1896
10 centavos de peso de plata 1896
40 centavos de peso plata 1896
SEGUNDA REPÚBLICA
Las perspectivas económicas se deterioraron a partir de Abril de 1931 al establecerse la República.
El régimen republicano continuó con el corporativismo de épocas
anteriores creando más organismos corporativos que los que habían
desaparecido durante el gobierno de Berenguer. El resultado fue un
mercado interno estructurado en torno al sindicalismo y corporativismo.
Si a esto se añade la vigencia del Arancel Cambó de 1922 y la
instauración de un sistema de cupos durante el primer año de la
República, quedaba plenamente justificado el estrangulamiento de la
economía.
Fue un período muy agitado políticamente, al que se unió una grave
crisis económica que elevó, en forma cuantiosa, la tasa de paro con la
subsiguiente sensación de crisis social, que tuvo manifestaciones
virulentas como la revuelta asturiana de 1934.
En este contexto político-social, el PIB a precios de mercado apenas
crece un total de poco más del 5%, dato que demuestra que el modelo
económico republicano tampoco sirvió para resolver las cosas.
Quizá se pueda encontrar alguna justificación si se tiene en cuenta que
durante la etapa mencionada hubo doce ministros de Hacienda, algunos,
como el socialista Indalecio Prieto, con una manifiesta incapacidad para
el cargo. La única idea que poseía Prieto era la nivelación
presupuestaria en una época en la que Keynes recomendaba una fuerte
inversión pública como medida reactivadora de la economía.
Además del intervencionismo se adoptaron otras medidas entre las que destacan:
a) La ley de Términos Municipales promulgada para obligar a los
patronos a contratar trabajadores del propio término municipal evitando
con ello que pudieran recurrir a jornaleros de otros términos para
romper las huelgas.
b) Obligación de cultivar todas las tierras bajo amenaza de confiscación.
c) Prohibición a los propietarios de rescindir el contrato de arrendamiento a los campesinos.
d) Importación de trigo tirando la producción interna.
Estas medidas no dejaron satisfecho a nadie contribuyendo a la
radicalización de las fuerzas económicas, políticas y sindicales
haciendo imposible que durante el período republicano hubiese un
despegue económico importante y todo quedó en un leve incremento del PIB
y un gravísimo aumento del desempleo.
Sin embargo, el problema económico no fue de por sí el factor
desencadenante de la caída de la República sino que contribuyó a ello
junto con los problemas políticos y sociales.
La República no fue corte drástico del modelo económico que existía
desde el último cuarto del siglo XIX, sino una especie de puente entre
dos dictaduras.
Las primeras acuñaciones en la Segunda República datan de 1933 y
1934 cuando aparecieron las monedas de una peseta y de veinticinco
céntimos.
Peseta de plata 1933
25 céntimos de cuproníquel Madrid 1934 (anverso incuso)
25 céntimos de cuproníquel 1934
LA GUERRA CIVIL
El estallido de la Guerra Civil no hace más que agudizar los problemas de la economía española.
Existían dos ejércitos bien pertrechados de un armamento que había que
pagar. El bando republicano recurrió a las reservas de metales
preciosos mientras que el nacional jugó mejor sus bazas en el extranjero
para aprovisionarse. Los nacionales tenían mejor cartel en el mundo
económico exterior que los republicanos como demuestra que la cotización
de la peseta del Gobierno de Burgos era superior a la de la República.
Por otra parte, en la zona nacional se acentuó el régimen implantado
desde Cánovas con una idea económica basada en el anticapitalismo, el
corporativismo, el nacionalismo económico, la industrialización y la
aceptación política de que éste debía ser el programa económico del
partido único del nuevo régimen.
En la zona republicana se intentó sustituir el capitalismo por un
sistema económico nuevo basado en el modelo soviético, pero los
planteamientos de Largo Caballero de establecer un control obrero del
sistema productivo nunca llegaron a implantarse.
Al estallar, en 1936, la Guerra Civil y, ante el asedio de las tropas
sublevadas a Madrid, el Gobierno de la República y las autoridades de
la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre se trasladaron a Valencia.
Para la emisión de moneda se construyó una fábrica, “Factoría C”, en
Castellón, donde, en 1937, se instalaron el personal y la maquinaría de
la fábrica de Madrid. En Marzo del mismo año se inició la acuñación. En
Abril de 1938 llegaron a Vinaroz las tropas nacionales provocando el
traslado de la fábrica a Aspe (Alicante), que permaneció funcionando
hasta finalizar la Guerra. En Castellón se acuñaron monedas de 5 y 50
céntimos y 1 peseta con fecha de 1937, y monedas de 5, 10 y 25 céntimos
con fecha de 1938. En Aspe se siguieron acuñando las monedas de 25
céntimos.
En 1937 apareció en el anverso de las monedas una cabeza femenina tocada con un gorro frigio.
5 céntimos de hierro 1937
5 céntimos de hierro Castellón 1937
10 céntimos de cobre 1937
25 céntimos de cobre 1937
50 céntimos de cobre Castellón 1937
50 céntimos de cobre 1937 (anverso y reverso incusos) La peseta dejó de llevar a la vieja matrona romana y pasó a acoger a una cabeza de mujer con el pelo suelto. Al ser amarillo el metal, el pueblo, una vez más, acuñó una denominación que haría historia: “La rubia”.
Peseta de latón 1937
Peseta de latón 1937 de Castellón
5 céntimos de hierro de Castellón 1938
10 céntimos de hierro de Castellón 1938
25 céntimos de Castellón y Aspe 1938
La escasez de moneda oficial obligó a diversas entidades territoriales a realizar emisiones locales, en especial de moneda fraccionaria. Estas monedas, emitidas en 1937, fueron retiradas de la circulación en 1938.
2 pesetas de Asturias y León 1937
Peseta Consejo de Asturias y León 1937
50 céntimos Consejo de Asturias y León 1937
Peseta de 1937 de plata Euskadi
2 pesetas de plata Euskadi 1937
15 céntimos de hierro Olot 1937
10 céntimos de hierro Olot 1937
25 céntimos del Consejo Municipal de Ibi 1937
50 céntimos de Nules
50 céntimos del Consejo de Santander, Palencia y Burgos 1937
2 pesetas de latón del Ayuntamiento de Arahal 1937
Peseta de latón del Ayuntamiento de Arahal 1937
25 céntimos de Lora del Río
10 céntimos de Cazalla de la Sierra 1938
La Guerra civil hizo que los metales como la plata o el cobre
escasearan y fueran requisadas. Así que fue necesario recurrir a otro
tipo de materiales para emitir moneda, llegando a utilizarse el cartón.
En 1.938, por medio de un decreto, se autorizó la circulación de discos
rígidos de cartón con el escudo de la República en el anverso y un sello
de correos en el reverso. Este tipo conocido como moneda-sello se
fabricó en Aspe. Los valores fueron diversos, pero sólo los de 5, 10, 15
y 25 céntimos eran autorizados por el Decreto del Gobierno de la
República del 24-2-1938.
50 céntimos de cartón
25 céntimos de cartón
15 céntimos de cartón
10 céntimos de cartón
5 céntimos de cartón
FRANQUISMO
Al término de la Guerra Civil, el bando vencedor tuvo que hacer frente
no sólo a las dificultades derivadas de la propia contienda, sino
también a las que se ocasionaron con el casi inmediato comienzo de la
Segunda Guerra Mundial. Aunque no de una forma directa, también se
participó en el conflicto internacional con la lucha interna contra los
guerrilleros del maquis, el envío de la División Azul para hacer frente
al comunismo, las movilizaciones para evitar posibles invasiones en
Canarias, territorios africanos de Marruecos y en la Guinea Ecuatorial.
A la caída de la producción y reducción del PIB hay que añadir la
notable alteración a la baja de la demografía con más de un millón de
personas de diferencial respecto a la posible situación si no hubiera
existido el conflicto bélico.
En este contexto y con una situación política y económica muy
compleja, se inició, en 1939, un laborioso proceso de reconstrucción en
el que se pueden establecer cuatro etapas.
La primera, entre 1939 y 1945, se caracterizó por la existencia de una
economía de guerra motivada por el estallido de la Segunda Guerra
Mundial. Durante este período el índice de producción industrial es
negativo por lo que se puede hablar de una auténtica recesión.
La segunda comprende el período que va entre la finalización de la
Guerra y el inicio de la Guerra Fría (1947). Es una época en la que
existió un brutal aislamiento y una cruenta lucha guerrillera que
dificultaron de gran manera los intentos de reconstrucción. Sin embargo,
fue a partir de entonces cuando el índice de producción industrial
arrojó valores positivos, aunque en una cuantía muy inferior a la de los
países del entorno, ensanchándose enormemente el diferencial en cuanto a
ritmo de crecimiento y producción real por habitante.
La tercera se desarrolló desde 1947 a 1953. En ella se inició el
Primer Plan de Estabilización, tratando de realizar un considerable
esfuerzo productivo, al haber desaparecido parte de la presión
internacional. Se adoptó el tradicional modelo autárquico con un
importante intervencionismo. Sin embargo, fue en esta etapa cuando
comenzaron a sentarse las bases del cambio que iba a producirse en
España. Desde el comienzo de la Guerra Fría, Estados Unidos fue
modificando su actitud condenatoria hacia el régimen español al
constatar, de manera inequívoca, la política española de oposición
radical al comunismo. En 1953 se firmaron los acuerdos de cooperación
entre ambos Estados con lo que España daba por finalizada una etapa de
más de 80 años de neutralidad y se alineaba con el bloque occidental.
La cuarta etapa se extendió entre 1953 y 1959 y, con la ayuda económica
norteamericana, significó un notable esfuerzo de desarrollo y una
transformación en las estructuras económicas sustituyendo parte de la
industrialización por la importación de productos manufacturados y
bienes de equipo. El comportamiento de la economía española en este
período se asemejó al de los países europeos, en especial a los
mediterráneos, y los índices de producción industrial alcanzan cuotas
espectaculares con crecimientos de más de un 7% quinquenal. Sin
embargo, este crecimiento estaba mediatizado por un proceso de “stop
& go” en el que los intentos aperturistas se veían frenados por
recelos y cautelas intervencionistas.
En 1959, al finalizar este período y, pese a las grandes dificultades
que existieron, puede decirse que se produjeron avances importantes en
el crecimiento del PIB en cuya base se encontraban:
El impulso exterior materializado en una elevación de las exportaciones,
en la consecución de ayuda financiara a base de créditos procedentes
principalmente de USA y en el espectacular incremento del turismo
gracias a la labor aperturista de los ministros del ramo.
Intervención de la iniciativa privada una vez superada la concepción
utópica de la Falange reconducida por Raimundo Fernández Cuesta, con la
actuación vertebradora de la banca privada, reconvertida en mixta, que
impulsó en gran medida el proceso de industrialización.
El tercer impulso llegó con creación de grupos industriales estratégicos
que, si bien algunos desaparecieron a partir del Segundo Plan de
Desarrollo, otros se reconvirtieron según las necesidades del momento
perviviendo en las actuales Repsol, Endesa, CASA, y en otras que son
propiedad total o en parte de empresas extranjeras como SEAT o Aceralia.
El marqués de Suances y Otero Navascués fueron grandes impulsores del
proceso.
Estos motores impulsaron la economía, pero al actuar en el marco de una
política económica de marcada tendencia intervencionista, en la que
predominaban los criterios técnicos sobre los económicos, necesariamente
tenían que fracasar, porque, además, se enfrentaban a un reducido
mercado interior, por la menguada capacidad del poder adquisitivo, que
impedía el aprovechamiento de las economías de escala generadas al ser
incapaz de absorber la oferta creciente de productos. El
intervencionismo estableció un sistema de protección frente a la
competencia externa, dificultando el comercio internacional y no
aprovechando la especialización exterior obteniendo como resultado unas
industrias poco competitivas, y escasamente rentables, al ser su
producción de muy baja calidad y con unos costes de explotación muy
elevados.
La divergencia económica respecto a los países del entorno se acentuaba y
para superar la situación, y converger hacia ellos, era necesario
realizar una profunda reforma estructural, que fue precisamente lo que
se inició en 1959 con el Segundo Plan de Desarrollo. Pero esa
transformación radical exigía un hondo cambio ideológico, en relación
con la economía, capaz de provocar una auténtica revolución en la
estructura económica.
La apertura al exterior facilitada por el Plan de Estabilización de
1959, demostró la extraordinaria capacidad de la economía española para
asimilar las condiciones favorables del mercado internacional, logrando
alcanzar un incremento muy importante en la productividad, que
anteriormente estaba desaprovechado. Así comenzó el proceso de
acercamiento a las economías desarrolladas de nuestro entorno.
En la transformación del proceso productivo intervinieron diversos factores:
La existencia de productos energéticos y materias primas relativamente baratos.
El sector exterior expansivo que permitió aprovisionarse de la
tecnología y bienes de equipo necesarios para impulsar el desarrollo, y
obligó a aceptar las reglas de la competencia, con el consiguiente
incremento de la competitividad.
El proceso de apertura amplía las posibilidades de financiación externa
con las inversiones y la entrada de turismo de los países cercanos con
un elevado nivel de renta.
La existencia de una base industrial, aunque atrasada, y la
disponibilidad de una abundante mano de obra constituyeron una buena
plataforma de despegue.
Y, por fin, el profundo deseo de la población española de integrarse en
las sociedades desarrolladas del continente fue el acicate más poderoso
para afrontar con éxito el enorme esfuerzo que necesitaba el proceso de
desarrollo.
A partir de 1960 se inició el despegue de la economía española con la
incorporación a los mercados internacionales. Para lograrlo se adoptaron
las siguientes medidas:
Se aplicaron las normas del Fondo Monetario Internacional haciendo
convertible la moneda y fijando un cambio de 60 pesetas por dólar.
El Gobierno se comprometió a liberalizar progresivamente las importaciones procedentes de los países de la OECE.
Desaparecieron gradualmente las restricciones para adquirir participación extranjera en empresas españolas.
La consecuencia inmediata fue un fortísimo desarrollo entre 1960 y 1974
que sólo sería superado por Grecia y Japón entre los países de la OCDE.
LA MONEDA DE FRANCO
Un año antes de acabar la guerra, el bando nacional decidió encargar a
una fábrica austriaca la fabricación de monedas de 25 céntimos con
taladro central. Estaban hechas de níquel y tuvieron mucho éxito hasta
que en 1.951 se recogieron, por la subida de precio del metal en los
mercados internacionales.
50 céntimos de níquel Viena 1937
10 céntimos de Burgos 1938 Terminada ya la contienda civil se emiten, entre 1940 y 1953, monedas de 5 y 10 céntimos cuyo diseño, en el anverso, recuerda las emisiones monetarias ibéricas anteriores a la romanización, con un jinete empuñando una lanza sobre un caballo al galope.
5 céntimos de aluminio 1940
10 céntimos de Madrid 1941
10 céntimos de aluminio 1953
En 1.944 se acuña la moneda de peseta llamada “del uno” que no tenían ninguna inscripción del nuevo Estado salvo el escudo nacional en el reverso.
Peseta de cobre 1944
En 1947 comienza a utilizarse el busto de Franco en las monedas.
Peseta de cobre 1947
50 céntimos de níquel 1949
La moneda de cinco pesetas de finales de los años cuarenta era de níquel y de un tamaño considerable. Su vida fue efímera ya que ese metal se hizo demasiado valioso y en algunas industrias se fundían las monedas para niquelar piezas de algunos automóviles.
5 pesetas de níquel 1949
La moneda de 2,5 pesetas de 1953 fue conocida como “el puchades” en referencia al jugador del fútbol del Valencia de apellido Puchades, porque la moneda era “un medio duro rubio” al igual que el jugador.
2,5 pesetas de cobre 1953
Ya en 1.957 se usó un grabado de Mariano Benlliure del busto de Franco para el diseño de todas las monedas. Las de cinco, veinticinco y cincuenta pesetas tenían un reverso muy moderno para la época ya que presentaban el escudo de España sobre un águila en actitud de despegue.
5 pesetas de cuproníquel 1957
25 pesetas de cuproníquel 1957
50 pesetas de cuproníquel 1957
10 céntimos de aluminio 1959
Peseta de cobre 1963
50 céntimos de cuproníquel 1963
En 1.966 se renovó el grabado de Franco por uno más acorde con su edad y se mantuvo hasta su muerte. También se produjo otra novedad: volvía la plata a las monedas de 100 pesetas, aunque se retiraron de la circulación en 1.970 por el aumento en el precio del metal y el acaparamiento del pueblo.
50 céntimos de aluminio 1966
Peseta de bronce 1966
100 pesetas de plata 1966
JUAN CARLOS I
La crisis del petróleo de 1974 frenó bruscamente el proceso de 15 años
consecutivos de desarrollo. Los sucesivos Gobiernos hasta 1977 querían
creer que la crisis era pasajera, pero en realidad ninguno se atrevía a
implantar las duras medidas de ajuste necesarias para paliar la
situación y así, cada año que pasaba iba incrementándose el
endeudamiento exterior hasta casi llegar a un 20% del PIB en los
primeros años de la década siguiente. Esta situación confirmaba que la
economía española se encontraba integrada en la internacional y recibía
de ella tanto los impulsos como los retrocesos.
La incorporación de España a la Unión Europea en 1986 tuvo como
consecuencia inmediata una enorme rebaja en la protección exterior, la
obligación de competir con las economías occidentales para poder
subsistir, la restricción a los Gobiernos para aplicar sus propias
recetas de política económica y la incorporación a un sistema económico
esencialmente dinámico, que obligaba a una permanente actualización del
sistema productivo.
Tras una primera etapa expansiva con una política monetaria restrictiva
y, por tanto, con unos elevados tipos de interés, con un tipo de cambio
de la peseta sobrevalorado respecto al marco alemán, que terminó con un
considerable déficit público, se inició en 1996 un período cuyo objetivo
principal era integrar la economía española en la zona del euro.
Se puede resumir que entre la economía española en la que nació la
peseta como moneda nacional y la economía de la España en la que ha
nacido el euro existe un auténtico abismo. El PIB de finales de la
centuria es nueve veces mayor que el del comienzo de siglo XX y ha
llegado a ser la octava potencia industrial del mundo. La economía
volcada hacia el interior ha pasado a ser una economía comunitaria y
está en condiciones de hacer frente a los grandes retos que exige la
globalización. La reforma del sistema fiscal alumbrada en los Pactos de
la Moncloa, la extensión del Estado de bienestar y el marco adecuado de
las relaciones laborales han facilitado que en los próximos años la
renta “per cápita” española alcance la media comunitaria. La población
activa sigue creciendo, pero no tanto por el crecimiento demográfico
interno sino por la inmigración, con lo que está en buenas condiciones
para aceptar los retos del futuro, aunque de una forma inmediata se
sufran tensiones inflacionistas derivadas del aumento cada vez más
agudizado de los precios de la energía.
MONEDAS DE JUAN CARLOS I
En 1.975 se acuñaron unas nuevas monedas con la figura de Juan Carlos I,
aunque siguieron circulando las de la época anterior. El diseño de las
nuevas emisiones perduró hasta 1980 cuando se modificó para conmemorar
el Mundial de fútbol celebrado en España en 1982.
50 céntimos de aluminio 1975
Peseta de cobre 1975
5 pesetas de cuproníquel 1975
25 pesetas de cuproníquel 1975
50 pesetas de cuproníquel 1975
100 pesetas de cuproníquel 1795
CONMEMORATIVAS DEL MUNDIAL 82
50 céntimos de aluminio 1980
Peseta de cobre 1980
5 pesetas de cuproníquel 1980
25 pesetas de cuproníquel 1980
50 pesetas de cuproníquel 1980
100 pesetas de cuproníquel 1980
En 1982 hubo un nuevo diseño que perduró hasta 1989 y también se acuñaron monedas de 2 pesetas, aunque sólo hubo dos emisiones 82 y 84, y de 10 pesetas
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1982
Peseta de aluminio 1983
2 pesetas de aluminio 1984
Peseta de aluminio 1985
5 pesetas de cuproníquel de 1984
10 pesetas cuproníquel 1983
25 pesetas de níquel 1983
50 pesetas de níquel 1980
50 pesetas de níquel 1983
200 pesetas de cuproníquel 1986
En 1989 se redujo el diámetro de la peseta de aluminio, pasando de 21 a 14 mm. Este nuevo formato se mantuvo hasta 1999 cuando dejaron de acuñarse.
1 peseta de aluminio 14 mm diámetro
La moneda de cinco pesetas también modificó su diámetro (17,5 mm), su diseño y su composición (cobre, aluminio y níquel)
5 pesetas con el nuevo diseño emitida entre 1989 y 2001
Otra novedad es la aparición de monedas de 500 pesetas con los bustos del rey y la reina en el anverso.
500 pesetas cuproníquel 1989
En la década de los noventa se acuñaron monedas conmemorativas de efemérides, personajes célebres y de las autonomías políticas rompiendo así la tradición de que en el anverso apareciera la efigie de la persona gobernante. De esta forma aparecieron, en determinadas monedas, motivos referentes a Comunidades Autónomas, personajes célebres y manifestaciones culturales y artísticas.
200 pesetas cuproníquel 1990 Cibeles. Madrid capital europea de la cultura
200 pesetas cuproníquel 1991 La Cibeles. Madrid capital europea de la cultura
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 conmemorativa de los Juegos Olímpicos con la figura del rey.
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 con el emblema de los Juegos Olímpicos
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 conmemorativa de la Expo 92 de Sevilla con la Torre del Oro
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 con La Giralda de Sevilla
50 pesetas de cuproníquel 1992 La Sagrada Familia
50 pesetas de cuproníquel 1992 La Pedrera Barcelona
50 pesetas de cuproníquel 1995 de Expo 92 con el busto del rey
50 pesetas de cuproníquel 1995 de Expo 92 La Cartuja
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992
200 pesetas cuproníquel 1992 Oso y madroño. Madrid capital europea de la cultura
200 pesetas de cuproníquel 1992 Portador de antorcha (Juegos Olímpicos de Barcelona 92)
5 pesetas 1993 conmemorativas Año Jacobeo
10 pesetas de cuproníquel 1993 (92-98-99-2000)
10 pesetas de cuproníquel 1993 en homenaje a Juan Miró
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1993 País Vasco
50 pesetas de cuproníquel 1993 Extremadura (Puente de Alcántara)
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1993 Camino de Santiago
200 pesetas cuproníquel 1993 Juan Luis Vives
5 pesetas 1994 Aragón (Puerta del Carmen)
10 pesetas de cuproníquel 1994 en homenaje a Pablo Sarasate
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1994 Canarias
50 pesetas de cuproníquel 1994 La Colegiata (Santillana del Mar)
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1994 Museo del Prado
200 pesetas cuproníquel 1994 Las Meninas
5 pesetas 1995 Asturias (Hórreo)
10 pesetas de cuproníquel 1995 en homenaje a Francisco de Quevedo
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1995 Castilla-León
50 pesetas de cuproníquel 1995 Madrid (Puerta de Alcalá)
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1995 FAO
200 pesetas cuproníquel 1995 San Mauricio y la Legión Tebana (Martirio de san Mauricio)
500 pesetas cuproníquel 1995
5 pesetas 1996 La Rioja
10 pesetas de cuproníquel 1996 en homenaje a Emilia Pardo Bazán
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1996 Castilla-La Mancha
50 pesetas de cuproníquel 1996 Felipe V
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1996 Biblioteca Nacional (Madrid)
200 pesetas cuproníquel 1996 Idilio
5 pesetas 1997 Islas Baleares (Menorca)
10 pesetas de cuproníquel 1997 en homenaje a Séneca
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1997 Melilla (Palacio de la Asamblea)
50 pesetas de cuproníquel 1997 Juan de Herrera (El Escorial)
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1997 Teatro Real Madrid
200 pesetas cuproníquel 1997 Jacinto Benavente
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1998 Ceuta
50 pesetas de cuproníquel 1998 Juan Carlos I
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1998 Juan Carlos I
200 pesetas cuproníquel 1998
5 pesetas 1999 Murcia (Fachada de la huerta de las bombas)
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1999 Navarra (Castillo de Olite)
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1999 Año Internacional de las personas mayores
200 pesetas cuproníquel 1999
25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 2000 (busto del rey)
100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 2001 última emisión Hispania
Además, en la década de los noventa, se emitieron monedas de 2000 pesetas de plata que, si bien eran de curso legal, estaban destinadas a coleccionistas.
2000 pesetas de plata 1994 Banco de España
2000 pesetas de plata 1995 Palacio Real
2000 pesetas de plata 1996 La Maja vestida
2000 pesetas de plata 1997 Don Quijote
2000 pesetas de plata 1998 Felipe II
2000 pesetas de plata 1999 Año Jacobeo
2000 pesetas de plata 2000 Carlos V
2000 pesetas de plata 2001 Hispania (Última emisión de la peseta)
https://historiadelasmonedas.wordpress.com/moneda-moderna/la-historia-de-la-peseta/
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