Término procedente del italiano carbonari
(los carboneros). El carbonarismo fue una sociedad secreta de origen
italiano, de claro corte masónico y de tendencia política liberal. Fue
fundada en la ciudad de Nápoles, en el año 1815, con el objetivo
político de lograr la unidad nacional y de derrocar a los gobiernos
establecidos por el Congreso de Viena de 1815, por el que Italia quedó
dividida en varios estados y áreas de influencia diferentes. Esta
sociedad secreta se extendió posteriormente por Francia, durante el
período de la restauración, y por España, particularmente como protesta
al reinado absolutista de Fernando VII. En España, los carbonarios se
reunían clandestinamente en la famosa "Fontana de Oro" de Madrid. El
nombre de carbonari se remonta a la Italia medieval, cuando los
conspiradores güelfos, para poder escapar de la estrecha vigilancia de
los gibelinos, se reunían en los bosques más profundos, es decir, en las
cabañas de los carboneros.
Bajo el dominio del ejército de Napoleón,
Italia tuvo que seguir las directrices marcadas por Francia. Las
diferentes repúblicas que cubrían la península recibieron constituciones
inspiradas en el modelo francés. Desde el año 1804, la Italia
Septentrional pasó a estar sometida bajo la soberanía directa de
Napoleón, quien delegó la regencia en la persona de Eugenio de Beauharnais. La Toscana y el Lacio fueron incorporados directamente al Imperio francés, mientras que el reino de Nápoles fue adjudicado a José Bonaparte y luego al mariscal Murat.
En
el año 1814, el Imperio francés empezó a derrumbarse rápidamente. Los
austríacos penetraron con facilidad en las posesiones defendidas por
Eugenio de Beauharnais, anexionándose con prontitud dichos territorios.
Por una parte Murat, viéndose en una posición muy débil, intentó dar un
giro en su política, enfrentándose a las tropas francesas. Su objetivo
era el de apoyarse en los nacionalistas y así contrarrestar las cada vez
más importantes presiones y reivindicaciones del rey Fernando,
pretendiente a la corona napolitana. El rey Fernando se sirvió de los
carbonarios para derrocar a Murat y también para oponerse a la
pretendida restauración monárquica que se estableció en el Congreso de
Viena, una vez que Napoleón cayó definitivamente derrotado. Lo cierto es
que el provenir de Italia ya no dependía de los italianos, sino de los
vencedores de Napoleón: Inglaterra, Austria y Rusia.
El Congreso
de Viena (1814-1815) fue celebrado por los países europeos vencedores de
Napoleón. Dicho Congreso, dominado por el primer ministro austríaco, Metternich,
se impuso como tareas fundamentales la vuelta al status territorial
anterior al año 1789, año de la Revolución francesa, y la lucha contra
cualquier brote revolucionario que surgiera en el continente. Esto
último se logró con la creación de la Santa Alianza (Inglaterra,
Austria y Rusia) que garantizaba la intervención de las potencias
vencedoras en aquellos países donde fuera necesario reprimir cualquier
foco revolucionario que amenazara el status quo impuesto, como por
ejemplo sucedió en el año 1823 cuando el rey español, Fernando VII, se ayudó de los 100.000 hijos de San Luis para recuperar el trono perdido.
Metternich,
desde su papel de árbitro supremo de la nueva Europa, reorganizó el
mapa político de Italia. Los monarcas expulsados fueron repuestos en sus
tronos, a excepción de la Lombardía y el Veneto, regiones que pasaron a
ser administradas directamente por Austria. El resto de la península
italiana se repartió entre: dos reinos, Cerdeña y Dos Sicilias; cuatro
ducados, Parma, Módena, Lucca y Toscana; y los Estados Pontificios,
regidos por el Papa. Austria controlaba, no sólo el norte de Italia,
sino también los cuatro ducados. El Papa, temeroso de los movimientos
liberales, era un acólito de la política austríaca. Por su parte, los
reinos de Cerdeña y Dos Sicilias también estaban atrapados por la
influencia de la corte de Viena y por los intereses británicos. Estos
monarcas intentaron contentar a todos los sectores de sus reinos,
adoptando medidas liberales con actuaciones de claro corte autoritario;
se mantuvo el Código Civil napoleónico, monumento del liberalismo, pero
se devolvió la influencia a la Iglesia y a la nobleza terrateniente,
montándose convincentes aparatos policíacos bajo la dirección de los
austríacos. Esta nueva situación encontró oposición en reducidos
sectores de la sociedad italiana, y concretamente entre los sectores
patriotas y liberales. Unos veían frustradas sus viejas aspiraciones
unionistas, y los otros contemplaban con desagrado el nuevo ascenso del
absolutismo. Precisamente, de entre estos sectores desengañados, fue de
donde se nutrió principalmente el movimiento de los carbonarios.
Con
la caída y muerte del mariscal Murat, en el año 1815, Fernando I se
esforzó en recuperar para su régimen a los colaboradores de Murat. Pero
este intento resultó en vano, pues pronto se entendieron los liberales y
los muratistas. La oposición al absolutismo del monarca se plasmó en
las sociedades secretas, sobre todo en el carbonarismo. Como ya se ha
dicho, este movimiento nació al servicio de la causa fernandina, pero
luego, en vista del giro absolutista de este rey, se convirtió en una
fuerza contraria a la Restauración.
La organización de los
carbonarios era muy compleja, como correspondía a su forma de actuar y a
su modelo masónico. Los carbonarios se dividían en maestros y aprendices. Tenía una organización jerarquizada y escalonada: veinte carbonarios formaban una venta, dirigida ésta por tres luces; los cabecillas de veinte ventas formaban una venta madre, la cual celebraba sus reuniones y sesiones en las denominadas chozas; y los delegados de las diferentes ventas madre formaban la venta alta o Suprema.
Los carbonarios, para identificarse entre ellos, utilizaban signos
convenidos y sólo conocidos por ellos. A su vez, los novicios tenían que
pasar por durísimas pruebas y realizar solemnes juramentos de fidelidad
antes de ser admitidos.
Aunque la sociedad nació bajo la
precariedad cuantitativa e ideológica, paulatinamente se fueron
infiltrando en las unidades militares y en los elementos más importantes
de la burguesía italiana. Pronto, la sociedad tuvo seguidores en toda
Italia, especialmente en Nápoles, el Piamonte y en los Estados
Pontificios.
No obstante, la organización tuvo tres defectos
importantes que hizo que fuera diluyéndose con el transcurso de los
años. En primer lugar, tenía un marcado elitismo político de corte
burgués. En segundo lugar, y en clara interrelación con el primer
elemento, poseían una grave inconcreción de su programa, que les impedía
conectar con las masas populares y hacerlas partícipes de su acción
revolucionaria. Y en tercer lugar, carecían de un auténtico enunciado
nacionalista, a diferencia de Phillipe Buonarrotti y los posteriores
revolucionarios, como Manzini, Garibaldi y el conde de Cavour,
quienes sí tenían clara su idea nacionalista y homogénea. Los
carbonarios no tenían una idea muy clara de Italia como nación,
defendían a veces una monarquía republicana, u otras un simple estado
federal. Fue por eso que fracasaron en las revueltas de 1820 en Nápoles,
de 1821 en el Piamonte y toda una serie de pequeños movimientos
revolucionarios de 1831; todos ellos aplastados totalmente por las
tropas austríacas, que eran los gendarmes del status quo italiano.
Finalmente, el movimiento carbonario acabó siendo absorbido por el
movimiento de la Joven Italia, liderado por Manzini, alimentando el
llamado Risorgimento que desembocó, al cabo de cuatro décadas, en la unificación de Italia.
Bibliografía
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DUROSELLE, J.B: Europa, de 1815 a nuestros días. Vida política y relaciones internacionales, Barcelona, 1978.
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HOBSBAWN, E.J: Las revoluciones burguesas (2 volúmenes), Madrid, 1964.
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SYGMANN, Y: 1848. Las revoluciones románticas y democráticas de Europa, Madrid, 1977.
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ORSI, P: Historia de Italia, Barcelona, 1960.
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