El primer Maestre (que no Gran Maestre), Hugo de Payns, nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1080. Con una sólida educación cristiana y un habil manejo de las armas, sintió desde muy joven la misma vocación de monje que de soldado.
Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de haber cumplido los veinte años, enrolado quizá entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano de Felipe I, Rey de Francia.Es durante dicha cruzada de desbordante fe, cuanto el joven Hugo se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, no tardó en encontrar otros ocho compañeros que participaran de su ideal y concepción de la vida.
Es significativo señalar la donación por el Rey Balduino II de Jerusalén como sede para la nueva orden, y de ahí su denominación, de la mezquita blanca de al-Aqsa, del Monte del Templo. Creo necesario indicar que en la época, se identificaba dicha mezquita como el emplazamiento exacto del Templo de Salomón (hoy se sabe que era mucho mayor, y que la mezquita ocupa solamente el atrio de dicho templo), y por ello no es facilmente explicable como a una recién fundada "policía de caminos" tal era la función principal de los Templarios en sus comienzos, se le fuera donado semejante emplazamiento, donde cabían sobradamente varios millares de caballeros, teniendo en cuenta que solo eran nueve hombres.
Un hecho que también contiene una cierta dosis de misterio, es que estos primeros caballeros no admitieron a nadie más en la recién creada orden, durante los nueve primeros años de existencia. Algunas especulaciones relacionan esta decisión con una excavación secreta que llevaban a cabo en los sótanos del Templo, donde pudieron haber buscado el Arca de la Alianza, tarea de la cual solo unos pocos elegidos habrían tenido conocimiento.
Así pues, parece ser que durante los primeros nueve años, los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que proteger a los peregrinos, sobre todo en el peligroso camino del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén. Sin embargo, a pesar de su valor y abnegado servicio, no consta que participaran en las campañas de los reyes del nuevo reino cristiano desde el fin de la Primera Cruzada, lo que refuerza la hipótesis anteriormente citada y defendida por algunos historiadores, que les tendría ocupados durante largo tiempo. De todas formas, esto sería entrar en el terreno de la mera suposición.
Un siglo más tarde, el historiador Jacques de Vitry, describe de esta extraordinaria manera lo que fue el origen del Temple.
"Ciertos caballeros,consagrados al servicio de Dios , renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caballería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nueve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos seculares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles."
En 1127, el Maestre Hugo de Payns, una vez obtenida la aprobación de los Templarios por el Patriarca de Jerusalén, preparó un viaje a Roma con el fin de obtener una definitiva aprobación pontificia, y que de ese modo el Temple se convirtiera en Orden militar de pleno derecho. Balduino II, regente de Jerusalén, escribió al entonces Abad de Claraval, Bernardo, para que favoreciese al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.
San Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de la Orden monacal del Císter en Francia, era a sus veinticinco años una personalidad espiritualmente arrolladora, activísimo trabajador, que funda numerosos monasterios, escribe a reyes, papas, obispos y monjes, redacta tratados de teología, está siempre en oración y batallando a los enemigos de la fe romana. Tenía además, dos pariente próximos entre los nueve fundadores del Temple (Hugo de Payns y Andrés de Montbard, que era su tío), por lo que parece probable que tuviese ya noticias de la fundación de la nueva agrupación de monjes-soldados. Así pues, como esta nueva Orden colmaba su propia idea de sacralización de la milicia, recibió con todo entusiasmo la carta del rey Balduino y se convirtió en el principal valedor del Temple.
Por el momento, los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo fue gestionar a favor de su pariente Hugo de Payns y los cuatro templarios que le acompañaban, una acogida positiva y cordial por parte del Papa Honorio II, a quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma. De acuerdo con la propuesta de Bernardo, en la primavera de 1228, se celebró un concilio extraordinario en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: dos arzobispos, diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de otros personajes eclesiásticos, todo ello bajo la presidencia de un legado papal, el cardenal Mateo de Albano.
La decisión de San Bernardo fue la de adaptar al Temple la dura Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden militar organizó su vida monacal. Los Templarios, en cuanto monjes en sentido pleno, debían pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de contribuir a la conquista y conservación de Tierra Santa, para lo cual, si fuera necesario, darían gustosos la vida.
El abad Bernardo, que de una manera u otra estaba vinculado a la mayoría de los asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, y luego supo responder con prontitud a todas las preguntas que le fueron formuladas. El Concilio de Troyes, tras varias semanas de interrogatorios y deliberaciones, aprobó a la Orden del Temple con entusiasmo, como una especie de institucionalización de la Cruzada. De esta manera quedó establecida "oficialmente" la Orden del Temple. El concilio pidió a los nobles y a los príncipes que ayudasen a la nueva fundación y encargó a Bernardo de Claraval que redactase para una Regla original para los Templarios.
El Concilio de Troyes fue un concilio de la Iglesia Católica, que se convocó en la ciudad francesa de Troyes el 13 de enero de 1128, con el principal objeto de reconocer oficialmente a la Orden del Temple.
En el otoño de 1127, Hugo de Payns pretendió que fuera reconocida la orden que había fundado, la cual atravesaba una crisis de crecimiento, deseando favorecer su extensión en el Occidente cristiano.
Partió para Roma con cinco compañeros (entre ellos Godofredo de Saint-Omer) a fin de solicitar del papa Honorio II un reconocimiento oficial.
Para que les resulte más fácil que el Papa convoque el concilio, El rey Balduino de Jerusalén envía un mensaje a Bernardo de Claraval, quien tenía una buena relación con el Santo Padre, solicitándole que favoreciera al primer Gran Maestre de la Orden ante la iglesia. Antes estas peticiones la del Rey Balduino por un lado, la de Bernardo de Claraval y la propia de Hugo de Payns, el Papa aceptó convocar un concilio en Troyes que debatiera el asunto.
En dicho concilio estuvieron presentes: el cardenal Mateo de Albano, que preside el concilio como legado del Papa; el arzobispo de Reims y el de Sens con sus obispos sufragáneos; diez obispos en total; Siete abades cistercienses de las abadías de Vézelay, Cîteaux, Clairvaux (que en este caso era San Bernardo de Claraval), Pontigny, Troisfontaines y Molesmes y hasta el propio Abad principal del Cister, Esteban Harding; y algunos personajes laicos entre los que destacan Teobaldo II de Champaña, conde de Campaña; André de Baudemont, el senescal de Champaña, el conde de Nevers y una gran cantidad de clérigos Cistercienses, los cuales impulsaron las ideas reformistas y sin su presencia, que fue altamente positiva, igual no se hubiera podido aprobar su Regla de vida.
Hugo de Payns relató en este concilio los humildes comienzos de su obra, que en ese momento sólo contaba con nueve caballeros, y puso de manifiesto la urgente necesidad de crear una milicia capaz de proteger a los cruzados y, sobre todo, a los peregrinos a Tierra Santa, y solicitó que el concilio deliberara sobre la constitución que habría que dar a dicha Orden. Gracias a esta exposición y sobre todo a las muchas influencias con las que contaba Bernardo de Claraval, a pesar de que hubo muchas discusiones, el hecho de saber exponer con mucho acierto las ideas principales y los primeros actos realizados por los Caballeros Templarios, y también saber responder a todas las preguntas que le hicieron, hizo que al final después de varias semanas de deliberaciones, la Orden de los Caballeros Templarios fuera aprobada oficialmente, y nombrado su primer Gran Maestre de la Orden:Hugo de Payns. Asi mismo se solicito ayuda y colaboración para esta nueva Orden de todos los nobles y príncipes que estuvieron presentes en el concilio.
Se encargó a San Bernardo, abad de Claraval, y a un clérigo llamado Jean Michel la redacción de una regla durante la sesión, que fue leída y aprobada por los miembros del concilio.
La regla del Temple es, pues, una regla cisterciense, que contiene grandes analogías con la regla de Cîteaux; no podía ser de otra forma, ya que su inspirador había sido San Bernardo de Claraval. Los Caballeros Templarios, como monjes de pleno derecho, debieron pronunciar los votos de pobreza, castidad y de obediencia, añadiéndoseles un cuarto voto, por el cual se comprometían a la conquista y la conservación de Tierra Santa, llegando a dar la vida si fuese necesario.
También se les impuso el manto blanco como prenda oficial y más tarde el Papa Eugenio III les agregó una cruz de Malta, alrededor de 1147.
La Orden del Temple fue creada y dotada de la regla del «monje soldado»: sencillez, pobreza, castidad y oración. La Orden tuvo varios nombres: la “milicia de los Pobres Caballeros de Cristo”, los “Caballeros de la Ciudad Santa”, los “Caballeros del Templo de Salomón de Jerusalén”, la “Santa Milicia jerosolimitana del Templo de Salomón”. Con el tiempo el nombre más común fue el de “Templarios”.
https://lostemplariosysuepoca.wordpress.com/2012/10/19/1128-reconocimiento-de-la-orden-concilio-de-troyes/
http://platea.pntic.mec.es/~rmartini/origenes.htm
http://platea.pntic.mec.es/~rmartini/origenes.htm
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