Después
de la derrota definitiva de Napoleón, los monarcas absolutos del
continente europeo buscaron regresar a la etapa anterior a la Revolución
francesa, lo que significó la supresión de las medidas sociales,
políticas y económicas dictadas por los ideales revolucionarios del
siglo XVIII, principalmente las referentes a las constituciones y al
postulado de la soberanía nacional, para dar paso otra vez al poder
ilimitado de los reyes, devolver a la nobleza y al clero sus
privilegios, reconstruir el mapa de Europa que había sido desfigurado
por las conquistas y anexiones ocasionadas por la guerra, y replantear
la vida internacional con base en un sistema de seguridad conjunta y
equilibrada que no permitiera más revoluciones ni intentos de cualquier
país por lograr la hegemonía continental.El conjunto de estas medidas
conocido con el nombre de Restauración, fue un ideario que afectó a la
mayoría de los países europeos durante más de 20 años y cuyos principios
fueron aprobados en el Congreso de Viena.
Estos principios que trataron de
implantar por la fuerza y con dificultades, no lograron erradicar los
ideales de la Revolución francesa ni frenar los cambios ocasionados por
la Revolución Industrial, ya que habían impregnado profundamente la
mente y forma de vida de gran parte de la población europea.
Principalmente la burguesía no aceptó la vuelta al Antiguo Régimen y en
muchos países seguían manteniendo sus reivindicaciones liberales,
basadas en el constitucionalismo y la soberanía nacional, en la igualdad
de todos los ciudadanos ante la ley, y en la división del Estado en
tres poderes independientes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Así, el enfrentamiento de estas dos
posturas, la monarquista y la liberal, aunado a la arbitraria división
geopolítica de los Estados europeos y la imposición de gobernantes sobre
distintos pueblos, ocasionó el resurgimiento de movimientos
nacionalistas con tendencias independentistas o unificadoras que, junto
con el auge del liberalismo con sus diferentes tendencias moderada y
democrática, llevó a Europa a una nueva etapa revolucionaria, la cual
comenzó en 1820 y fue adquiriendo más fuerza en los movimientos de 1830 y
1848.
La Restauración
Después de la derrota definitiva de
Napoleón, los monarcas absolutos del continente europeo buscaron
regresar a la etapa anterior a la Revolución francesa, lo que significó
la supresión de las medidas sociales, políticas y económicas dictadas
por los ideales revolucionarios del siglo XVIII, principalmente las
referentes a las constituciones y al postulado de la soberanía nacional,
para dar paso otra vez al poder ilimitado de los reyes, devolver a la
nobleza y al clero sus privilegios, reconstruir el mapa de Europa que
había sido desfigurado por las conquistas y anexiones ocasionadas por la
guerra, y replantear la vida internacional con base en un sistema de
seguridad conjunta y equilibrada que no permitiera más revoluciones ni
intentos de cualquier país por lograr la hegemonía continental.
El conjunto de estas medidas conocido
con el nombre de Restauración, fue un ideario que afectó a la mayoría de
los países europeos durante más de 20 años y cuyos principios fueron
aprobados en el Congreso de Viena.
El Congreso de Viena
Después de todos los trastornos causados
por las guerras napoleónicas, los principales monarcas de Europa se
reunieron en Viena bajo la dirección de las potencias vencedoras:
Austria, Gran Bretaña, Prusia y Rusia, donde se celebró un Congreso para
liquidar los innumerables
problemas internacionales. Estuvieron en
el Congreso soberanos reinantes y representantes plenipotenciarios de
príncipes o Estados desposeídos que reclamaban la restitución de sus
dominios.
El Congreso se inauguró en octubre de
1814, y entre fiestas y recepciones duró hasta el 8 de junio de 1815,
cuando se firmó el acta final. Además del zar Alejandro I de Rusia, los
personajes más importantes fueron el canciller austriaco Metternich y el
ministro de Asuntos Exteriores francés Talleyrand.
Metternich
Talleyrand
Alejandro I
Durante las reuniones del Congreso, hubo
largas discusiones sobre diferentes temas, entre ellos dos aspectos
fueron los más relevantes:
- Establecer los principios teóricos que rigieron el periodo de la Restauración.
- Reorganizar el mapa de Europa.
Principios teóricos de La Restauración
Las grandes potencias definieron en el
ámbito de la teoría política los principios para definir el verdadero
orden que debía prevalecer en Europa frente a los excesos y desviaciones
producidas por la etapa revolucionaria de finales del siglo XVIII y
principios del XIX. Estos principios fueron:
Legitimidad: Sólo tenían derecho a estar
en el poder aquellos a los que Dios había elegido por su herencia real,
por lo que no importaba si eL gobernante no fuera de La misma
nacionalidad que sus súbditos. Esta legitimidad monárquica llevó de
regreso al trono a las dinastías reinantes antes de 1789 especialmente a
tos Borbones en Francia.
Absolutismo: Al obtener el. monarca su
poder de Dios, no debía ser frenado por ninguna Constitución ni el
principio de soberanía nacional.
Equilibrio: Fue un principio de
inspiración británica que impedía la expansión de una potencia a costa
de otros Estados, con la finalidad de evitar conflictos en Europa.
Intervensionismo: Las potencias se
comprometían a intervenir en aquellos territorios que, perteneciendo a
otra potencia, surgieran movimientos populares que pusieran en peligro
los otros principios señalados. Esto condujo a un sistema de alianzas y
la realización de congresos.
Congresos: Fueron foros donde se
discutieron las formas de resolver los conflictos internacionales y
evitar que se empleara el recurso de la guerra para resolver disputas
entre naciones. Éste fue un principio que tuvo una enorme repercusión en
la diplomacia internacional.
Asistieron al Congreso quince miembros
de las familias reales, doscientos príncipes y doscientos dieciséis
representantes de misiones oficiales. Durante su celebración se
realizaron numerosos festejos, recepciones, bailes, conciertos y
banquetes, creando un ambiente frívolo en el que se desarrollaron
intrigas políticas y de espionaje.
Los representantes de las pequeñas
potencias solo conocieron esta faceta del Congreso, porque las
decisiones importantes eran tomadas por exclusivamente por Gran Bretaña,
Austria, Rusia y Prusia. Francia pudo influir gracias a la habilidad
política de su representante Talleyrand.
El nuevo mapa de Europa
En el aspecto geográfico, las potencias
centraron su atención en conformar Estados nacionales más fuertes, con
un territorio más extenso y de mayor volumen demográfico, para prevenir
cualquier intento expansionista como el que habían experimentado con
Francia, que tratara de dominar otra vez Europa.
El mapa continental europeo fue
reconstruido como un gran rompecabezas que benefició particularmente a
los países antinapoleónicos:
Austria y Rusia se configuraron como las
grandes potencias continentales, al lado de Gran Bretaña que consolidó
su expansión oceánica, y Prusia que, aun con su territorio dividido,
aumentó su poder en la zona del mar Báltico y dentro de la Confederación
Germánica recién formada.
Otros aspectos relevantes del mapa
geopolítico de 1815 fueron la formación de una barrera para mantener el
control de Francia y la creación de naciones artificiales mediante la
unión de pueblos diferentes, como por ejemplo los belgas con Holanda, lo
cual terminó drásticamente con sus expectativas nacionalistas.
Gran Bretaña
Fue la primera beneficiaria, ya que se
le reconoció su rango de primera potencia marítima al asegurar su
hegemonía sobre el mar Mediterráneo, mediante el dominio de las
posiciones de Malta, las islas Jónicas y Gibraltar, así como de otras
bases fuera de Europa, como El Cabo y Ceilán para controlar la ruta de
la India y el refuerzo de sus posesiones en las Antillas, para favorecer
el comercio americano.
Austria
Logró concentrar su poder en el norte de
La Península Itálica al obtener el reino Lombardo-Veneto e imponer
príncipes austriacos en los tronos de los ducados de Parma, Módena y
Toscana; también consiguió una salida al mar Mediterráneo al
iricorporarsé las provincias llíricas. Con las posesiones en Alemania
garantizó la intervención de su emperador en tos asuntos de la recién
creada Confederación Germánica.
Prusia
Quedó dividida y formó parte de la
Confederación Germánica. Recuperó la orilla izquierda del Rin con la
anexión de Renania, una zona fronteriza con Francia.
Confederación Germánica
Quedó formada por 39 Estados, de los cuales Prusia y Austria fueron los más poderosos
Rusia
Obtuvo Finlandia antigua posesión sueca, Besarabia y una gran parte de Polonia
Suecia
Perdió Finlandia, pero fue compensada con Noruega. Lo anterior para evitar que Dinamarca controlara tos accesos al mar Báltico.
Francia
Redujeron su territorio y se estableció
una barrera con Estados tapón en torno a ella: aL norte el Reino Unido
de Los Países Bajos con la incorporación de Bélgica a Holanda; al este
con la anexión de Renania a Prusia y la Confederación Suiza, y al sur el
reino Piamonte-Cerdeña.
Península Itálica
Quedó dividida en siete Estados: al
norte los reinos de Piamonte – Lombardía-Veneto; al centro tos ducados
de Parma, Módena y Toscana, y Los Estados Pontificios; al sur, el reino
de Dos Sicilias que devolvieron a los Borbones de Francia.}
Este trabajo de reorganización
geopolítica provocó una serie de problemas que mantuvieron un clima de
fuerte tensión en la vida de los europeos durante la mayor parte del
siglo XIX, entre ellos:
Rivalidades cada vez más acentuadas entre las potencias.
Sometimiento de algunos pueblos como: Irlanda a Inglaterra, Bélgica a
Holanda, Noruega a Suecia, y Polonia a Austria, Prusia y en su mayor parte
a Rusia, sin tomar en cuenta sus
intereses y características étnicas y culturales. Esta situación impulsó
el desarrollo del sentimiento nacionalista.
Conformación plurinacional de dos imperios:
– Austriaco, donde convivían alemanes, italianos, checos, croatas, eslovenos, y húngaros, entre otros.
– Otomano, integrado por turcos, griegos, búlgaros, servios y albaneses, entre otros.
- División política de los territorios de los pueblos italiano y alemán, los cuales serían las semillas de los futuros movimientos nacionalistas con carácter de unificación.
El acta definitiva del Congreso fue
acompañada de otros decretos como los que garantizaban la neutralidad de
Suiza y la libre navegación de los ríos de Europa. Los aliados,
satisfechos de su labor en los aspectos político y geográfico,
establecieron el compromiso de reunirse periódicamente para decidir las
medidas necesarias para mantener la paz europea, en caso de que las
corrientes revolucionarias volvieran a alterar a Francia y amenazaran la
paz de los demás Estados.
En conclusión, el Congreso de Viena fue
la primera conferencia de paz moderna; un intento no sólo de resolver
todas las cuestiones pendientes en el continente europeo, sino también
de preservar la paz sobre una base permanente. Sus procedimientos
fijaron la pauta de las futuras conferencias internacionales, que
todavía en la actualidad se conservan como medio para establecer
acuerdos entre las naciones.
Los monarcas se habían asustado
ante el violento proceso que había amenazado su poder absoluto. La
Revolución se había mostrado como un enemigo para todos ellos y las
ideas e intereses sociales que la impulsaron seguían latentes. En
consecuencia, mediante los acuerdos entre los Estados vencedores y las
resoluciones del Congreso de Viena intentaron consolidar un orden basado
en dos principios fundamentales: el equilibrio entre las principales
potencias y la legitimidad como sustento común del orden interno e
internacional. El primero era un principio práctico y comprensible:
ninguna de las grandes potencias debía ser una amenaza para las otras.
El segundo era más aleatorio y manipulable: las potencias reconocerían
como legítimos a los gobiernos sobrevivientes del orden antiguo,
constituidos por la herencia dinástica, a aquellos que no derivaran de
un hecho revolucionario.
La Santa Alianza
Las reuniones del Congreso de Viena
fueron interrumpidas por el regreso de Napoleón a Francia y su Imperio
de los Cien Días, y se reanudaron hasta la derrota definitiva de éste en
Waterloo. Fue entonces, en el contexto de la Segunda Paz de París, en
noviembre de 1815, y antes de que se disolviese el Congreso de Viena,
que el zar Alejandro 1 realizó una propuesta particular, crear una Santa
Alianza para prevenirse de otra amenaza revolucionaria. Ésta fue
pensada como una fuerza solidaria de intervención integrada por tropas
de Austria, Prusia y Rusia, con el compromiso de:
- Mantener el orden absolutista en Europa.
- Defender de los principios cristianos.
- Reprimir por medio de la intervención armada, los movimientos liberales y revolucionarios que en cualquier país podían alterar la situación política de la Restauración.
La Santa Alianza fue un acuerdo que principalmente llevó a la práctica el ministro austriaco Metternich.
Otro pacto fue la Cuádruple Alianza, que
firmaron Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra para vigilar a Francia,
durante veinte años, y sostener en el poder al rey francés de la casa de
los Borbones, Luis XVIII.
Con estas alianzas, se concretó un
sistema de relaciones internacionales que resultó eficaz, al basarse en
la llamada “práctica de los Congresos”, mismos que llevaron a cabo
periódicamente para vigilar que se respetaran los intereses comunes de
la Europa de la Restauración. Durante los Congresos que se desarrollaron
entre 1818 y 1822, las discusiones giraron en torno a las medidas a
emprender ante las inquietudes y desórdenes de tipo liberal o
nacionalista que surgieron y fueron extendiéndose rápidamente.
De esta forma se ensayó por primera vez
un sistema de ordenación internacional, con base en el acuerdo de las
potencias, el cual, modificado, ha llegado hasta nuestros días. Un
sistema basado en el principio de que los problemas que afecten
mundialmente serían analizados y las soluciones decididas en forma
colectiva por los países más poderosos.
Las potencias de la Restauración
El nuevo orden fue definido por cinco potencias, cuatro de ellas vencedoras de
Napoleón: Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia, y la misma Francia integrada
en esta alianza internacional por las acciones diplomáticas de su ministro de Asuntos Exteriores, Telleyrand.
Entre las potencias persistieron
profundas diferencias en cuanto a los modelos políticos que
representaban y a los proyectos internacionales que tenían. Entre ellos
se distinguieron tres:
- Parlamentario inglés: El monarca estaba limitado por una cámara representativa.
- Absolutista ruso y austriaco: El monarca no tenía ninguna limitación.
- Carta Otorgada francés: El monarca se auto limitó voluntariamente en el ejercicio de sus funciones, sin abdicar a la plenitud de su soberanía divina. Fue un régimen que pretendió combinar los dos modelos anteriores al mantener el poder real sin debilitarlo y aceptar la consulta a la nación, mediante convocatorias electorales restringidas a los ciudadanos que pudieran pagar las rentas establecidas para ser considerados como candidatos a las Cámaras o como votantes.
En suma la Restauración no fue integral
ya que algunos soberanos se vieron obligados a conceder Constituciones,
que aunque confirmaban la soberanía real, ésta quedaba limitada a la
ley. Además por su eficiencia se mantuvo la administración napoleónica y
tampoco fue posible suprimir algunas transformaciones jurídicas, y
sociales como la igualdad ante la ley y los impuestos universales con
lo que no permitió el regreso de los privilegios de los nobles.
PRINCIPIOS DE LA RESTAURACIÓN EUROPEA:
Las grandes potencias definieron en el
ámbito de la teoría política los principios para definir el verdadero
orden que debía prevalecer en Europa frente a los excesos y desviaciones
producidas por la etapa revolucionaria de finales del siglo XVIII y
principios del XIX.
Estos principios fueron:
Legitimidad: Sólo tenían derecho a estar en el poder
aquellos a los que Dios había elegido por su herencia real, por lo que
no importaba si el gobernante no fuera de la misma nacionalidad que sus
súbditos. Esta legitimidad monárquica llevó de regreso al trono a las
dinastías reinantes antes de 1789, especialmente a los Borbones en
Francia.
Intervensionismo: Las potencias se comprometían a
intervenir en aquellos territorios que, perteneciendo a otra potencia,
surgieran movimientos populares que pusieran en peligro los otros
principios señalados. Esto condujo a un sistema de alianzas y;, la
realización de congresos.
Absolutismo: Al obtener el monarca su poder de Dios, no debía! ser frenado por ninguna Constitución ni el principió de soberanía nacional.
Equilibrio: Fue un
principio de inspiración británica que impedía la expansión de una
potencia a costa de otros Estados, con la finalidad de evitar conflictos
en Europa.
Congresos
Fueron foros donde se discutieron las formas de resolver los conflictos internacionales y evitar que se empleara el recurso de la guerra para resolver disputas entre naciones. Éste fue un principio que tuvo una enorme repercusión en la diplomacia internacional.
Fueron foros donde se discutieron las formas de resolver los conflictos internacionales y evitar que se empleara el recurso de la guerra para resolver disputas entre naciones. Éste fue un principio que tuvo una enorme repercusión en la diplomacia internacional.
Los
vencedores de Napoleón decidieron la suerte de numerosos territorios
europeos en el llamado Congreso de Viena (septiembre 1814-junio 1815).
El Congreso se desarrolló en una atmósfera de fiestas suntuosas y en
presencia de los principales soberanos de Europa. Las cuestiones
diplomáticas fueron tratadas de manera secreta por los ministros de las
grandes potencias: Castlereagh por Gran Bretaña, Nesselrode por Rusia,
Hendenberg por Prusia y Metternich por Austria. A pesar de la derrota,
Francia también estuvo representada por el ministro Talleyrand. El
protagonismo de Metternich en la política internacional de esta época
hizo que el período histórico que va de 1814 a 1839 fuese calificado
como «la era Metternich». En el grabado se puede observar cómo los
diferentes monarcas se reparten los territorios europeos.
http://historiaybiografias.com/congreso_viena/
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