Rey de Macedonia desde el año 336 a.C., año en que murió asesinado su padre Filipo II, Alejandro III fue educado por Leónidas y más tarde por Aristóteles.
Vida de Alejandro
Nació en Macedonia en la ciudad de Pella (actual Grecia), en el 356 a.C., hijo de Filipo II, rey de Macedonia y de Olimpia,
hija del rey de Epiro Neoptolomeo. Recibió una esmerada educación a
cargo en un primer momento de Leónidas y posteriormente del filósofo
Aristóteles, en el 345, que ejerció una notable influencia sobre
Alejandro.
Desde muy temprana edad mostró gran interés por el Imperio Persa y su funcionamiento, así como por la invasión de los persas sobre Macedonia. Del mismo modo, le interesaron las leyendas de Baco, que la mitología convierte en conquistador de la India. Ferviente lector de Homero, encontró en Aquiles su modelo que debía imitar. Se cuenta que era capaz de recitar de memoria la Ilíada y la Odisea. Según la leyenda, consiguió domar al caballo Bucéfalo, que nadie había podido montar con anterioridad.
A partir de los 16 años desempeñó el gobierno de Macedonia, mientras su padre sitiaba Bizancio. Tomó parte por primera vez en una contienda en la victoriosa batalla de Queronea (338 a.C.) contra los medas. Poco después se enfrentó a su padre debido a que éste repudió a Olimpia para casarse con Cleopatra, sobrina de Atalo, noble macedonio. Alejandro se puso de parte de su madre y, tras protagonizar un enfrentamiento con Atalo en el banquete de bodas de su padre, se exilió a Epiro junto con Olimpia. No regresó hasta la muerte de su padre, asesinado por Pausanias.
Cuando se convirtió en rey en el 336 a.C., se encontró con un buen número de problemas, por un lado los nobles macedonios querían recuperar los privilegios que su padre les había quitado. Para ganarse su fidelidad, les eximió de tributos y les dio los más altos cargos de su ejército. Por otro, Atalo, que se encontraba al mando de un ejército en Asia, intentó deponer a Alejandro y dar la corona al recién nacido hijo de Cleopatra. Grecia se sublevó al saber de la muerte de Filipo, dirigidos por Demóstenes. También hubo sublevaciones en Ambracia y los tebanos atacaron Cadmea. Al mismo tiempo los tracios, tribalos, getas e ilirios preparaban la invasión de Macedonia, convencidos por los griegos. Para poner remedio a todo esto, mandó asesinar a Atalo, a continuación se puso al frente del ejército y se dirigió rápidamente a Grecia. Las ciudades griegas no esperaban una reacción tan fulminante y, por tanto, no estaban preparadas, por lo que tuvieron que rendirse a Alejandro. En su corte eliminó a todos aquellos que se le oponían.
Desde muy temprana edad mostró gran interés por el Imperio Persa y su funcionamiento, así como por la invasión de los persas sobre Macedonia. Del mismo modo, le interesaron las leyendas de Baco, que la mitología convierte en conquistador de la India. Ferviente lector de Homero, encontró en Aquiles su modelo que debía imitar. Se cuenta que era capaz de recitar de memoria la Ilíada y la Odisea. Según la leyenda, consiguió domar al caballo Bucéfalo, que nadie había podido montar con anterioridad.
A partir de los 16 años desempeñó el gobierno de Macedonia, mientras su padre sitiaba Bizancio. Tomó parte por primera vez en una contienda en la victoriosa batalla de Queronea (338 a.C.) contra los medas. Poco después se enfrentó a su padre debido a que éste repudió a Olimpia para casarse con Cleopatra, sobrina de Atalo, noble macedonio. Alejandro se puso de parte de su madre y, tras protagonizar un enfrentamiento con Atalo en el banquete de bodas de su padre, se exilió a Epiro junto con Olimpia. No regresó hasta la muerte de su padre, asesinado por Pausanias.
Cuando se convirtió en rey en el 336 a.C., se encontró con un buen número de problemas, por un lado los nobles macedonios querían recuperar los privilegios que su padre les había quitado. Para ganarse su fidelidad, les eximió de tributos y les dio los más altos cargos de su ejército. Por otro, Atalo, que se encontraba al mando de un ejército en Asia, intentó deponer a Alejandro y dar la corona al recién nacido hijo de Cleopatra. Grecia se sublevó al saber de la muerte de Filipo, dirigidos por Demóstenes. También hubo sublevaciones en Ambracia y los tebanos atacaron Cadmea. Al mismo tiempo los tracios, tribalos, getas e ilirios preparaban la invasión de Macedonia, convencidos por los griegos. Para poner remedio a todo esto, mandó asesinar a Atalo, a continuación se puso al frente del ejército y se dirigió rápidamente a Grecia. Las ciudades griegas no esperaban una reacción tan fulminante y, por tanto, no estaban preparadas, por lo que tuvieron que rendirse a Alejandro. En su corte eliminó a todos aquellos que se le oponían.
Pacificados sus dominios, convocó la Asamblea de la Liga de Corinto en el 335, la cual aprobó la guerra contra los persas, tal como su padre la había proyectado, y eligió a Alejandro como estratego y comandante supremo de los helenos. Tras el nombramiento regresó a Macedonia para preparar la guerra y allí tuvo que hacer frente a los tracios, tribalos e ilirios. Llegó con sus armas victoriosas hasta el río Danubio, en tanto que en Grecia, especialmente en Tebas, se creyó que Alejandro había muerto en combate, por lo que el pueblo se levantó en armas; sin embargo, Alejandro regresó antes de que se desmintiera la noticia de su muerte. Tebas fue sitiada, saqueada y destruida en el 335 y sus habitantes fueron reducidos a la esclavitud; los demás estados griegos se sometieron y alcanzaron su indulgencia.
Después de asegurar las fronteras de su reino macedonio, dejándolo al cuidado de su amigo Antípatro, cruzó el Helesponto al mando de un ejército compuesto en su mayoría por macedonios, pero en el que había contingentes de todos los pueblos conquistados en ese momento por Alejandro, con él derrotó a los sátrapas persas de Asia Menor junto al río Gránico en el 334. La batalla fue terrible para los persas que tuvieron importantes bajas, ya que su ejército se desmoronó ante el organizado ataque de Alejandro, al que sólo el general Memnon consiguió resistir, pero de nada sirvió pues todo el ejército fue destruido. Liberó Sarde y las ciudades griegas de Asia; tomó Mileto, donde falleció Memnon, y Halicarnaso. Después cruzó Licia, Panfilia y Frigia (donde cumplió la profecía del "Nudo Gordiano", partiéndolo en dos con su espada). En todos los territorios conquistados situaba a oficiales macedonios como gobernadores con el título de sátrapas.
En el verano del 333 las fuerzas macedonias sufrieron diversos reveses en los que perdieron Quíos y Mitilene. Estos reveses se debieron a la prematura disolución de la flota jónica, que regresó a Grecia, dejando al ejército sin posibilidad de retirarse.
Se enfrentó al ejército persa comandado por el propio Darío III en la batalla de Isos en el año 333 a. C. La victoria de Alejandro fue completa y el rey persa huyó hacia el este con todas sus fuerzas, dejando en manos de Alejandro el tesoro real, así como a su madre, Sisigambia, su esposa Estatira y sus hijos, a los que Alejandro respetó la vida. Darío ofreció grandes riquezas y títulos a Alejandro a cambio de que detuviese sus avances, pero éste los rechazó. La zona occidental del imperio persa (Fenicia, Palestina, Egipto), se le entregó sin ofrecer resistencia entre el 332 y el 331. En Egipto, fue designado hijo del dios Amónen el oasis de Siwa; allí, fundó varias ciudades, entre ellas Alejandría, y estimuló la construcción de obras públicas como el Faro en el delta del Nilo, que construyó en el 285 uno de sus generales, Ptolomeo. Asegurado su dominio sobre estas regiones del Mediterráneo, estaba en condiciones de emprender la conquista de Oriente.
En el año 331 a.C. se dirigió hacia Mesopotamia, donde Darío III había reunido un gran ejército. En la batalla de Gaugamela nuevamente Alejandro derrotó al rey persa, utilizando la táctica de la línea oblicua que ya había empleado en Gránico e Isos; Darío huyó a Ecbatana; Babilonia y Susa se entregaron. Alejandro le persiguió y después de cruzar las Puertas Cáspicas conquistó Persépolis, antigua capital del Imperio Persa, donde encontró un sustancioso botín e incendió el palacio real en compensación por la destrucción que los persas habían causado en Grecia en el 480. Se adentró en Persia conquistando Media y Partia. El asesinato del rey persa por Bessos (330 a.C.) permitió a Alejandro considerarse sucesor de dicho monarca; como tal, sometió a las satrapías orientales disidentes y, al mismo tiempo, capturó a los asesinos de Darío, con el fin de evitar que constituyesen reinos independientes. En el 329 conquistó el Irán oriental, donde capturó y ejecutó a Bessos. Durante tres años continuó sus conquistas por el territorio persa, lo que le llevó de Hircania hasta Drangiana, Bactriana y Sogdiana, donde se casó con Roxana,hija de un príncipe local, en el 328; durante estos años Alejandro sufrió un proceso de orientalización que provocó el disgusto y el abandono de algunos de sus compañeros macedonios.
La progresiva identificación de Alejandro con los elementos persas se manifestó no sólo en el origen oriental de las tropas reclutadas y en el nombramiento de sátrapas para el gobierno de las regiones conquistadas, sino también en su propia vida personal: su matrimonio según el rito iranio, el uso de los atributos (sello, tiara y ceremonial) reales persas y, lo que fue más grave, el exigir a los macedonios que le saludaran postrándose ante él según el gesto de adoración que los persas realizaban ante sus reyes. Esta "crisis asiática" radicalizó la represión de Alejandro entre los miembros de su séquito que criticaban las nuevas costumbres adquiridas. Mandó ejecutar a Filotas, a Parmenio, y a Calístenes, sobrino de Aristóteles, tras la conjura de los pajes del 327; así mismo ejecutó al mismo Clito, su hermano de leche, que le había salvado la vida en la batalla de Gránico; se dice que a éste lo ejecutó con sus propias manos.
En el año 327 a.C. inició su expedición contra la India, con el fin de alcanzar los supuestos confines meridional y oriental de las tierras habitadas y satisfacer su proyecto de dominio universal, así como para aplacar los ánimos de su descontento ejército, el cual veía cómo los orientales tenían más peso dentro de sus filas. En su progresión hacia Oriente derrotó al rey indio Poros en Hidaspes; su sumisión hizo que Alejandro le devolviera el reino y lo considerara como un vasallo. Se abrió camino hasta la desembocadura del río Indo, pero allí tuvo que preparar el regreso debido a un motín de las tropas que se negaban a seguirle hasta el Ganges; era el otoño del año 326. En poco más de ocho años las conquistas de Alejandro ocupaban un inmenso territorio que unía el Mediterráneo con la India y Egipto con Grecia. Para el regreso desde la India tuvo que construir una flota fuertemente armada, mandada por Niarcos, mientras Alejandro y Crátero, al frente de susejércitos, se desplazaron por tierra en dirección a Persépolis. En el trayecto Alejandro fundó varias ciudades (Nicea y Bucéfala -esta última en honor de su caballo Bucéfalo-). En Susa, en el año 324 a.C., se casó con Estatira, hija de Darío, y con Parysatis, hija de Oco, sin repudiar a su primera esposa Roxana, hecho que incitó a los generales y soldados macedonios a contraer matrimonio con mujeres asiáticas.
Sin embargo, Alejandro comprobó que el desorden y la corrupción se habían generalizado durante su ausencia en los primeros territorios conquistados, por lo que se vio obligado a aplicar medidas correctoras, que a su vez provocaron motines entre los veteranos griegos que le habían seguido desde el inicio de las campañas. La sublevación de los veteranos licenciados en la ciudad de Opis en el año 324 desencadenó una serie de medidas destinadas a crear una nueva estructuración del imperio en Babilonia mediante la unión de persas y macedonios: a los persas se les admitió en el ejército en igualdad de derechos con los griegos; en las satrapías creadas se llevó a cabo una estricta separación de los poderes civiles y militares; secentralizaron las finanzas y se creó una moneda única, acuñada en plata.
La muerte en Ecbatana de Hefestión, su gran amigo, en el 324 impresionó terriblemente a Alejandro...después de aquello, redobló sus intentos por unir Oriente y Occidente, para lo que intentó implantar la cultura griega por todo su imperio; fomentó el comercio basado en las rutas marítimas, con tal fin fundó numerosas ciudades portuarias y llevó a cabo el dragado de ríos y puertos para permitir el tránsito de los barcos mercantes. Proyectó facilitar las comunicaciones con la lejana India, conquistar las costas mediterráneas y levantar edificios y monumentos a lo largo de todo el imperio.
Todas esta medidas fueron la base para hacer del imperio de Alejandro una extensa área de intercambio económico y cultural, en la que la lengua y la cultura griega aportarían a las peculiaridades regionales la sabiduría del mundo clásico. Paralelamente, Alejandro seguía alimentando otros grandes proyectos, ahora hacia el mar Caspio y Arabia. Pero pronto, el 13 de junio del año 323 a.C., toda su gloria y proyectos de dominio universal se vieron cercenados al morir en Babilonia, víctima del paludismo, a los 33 años de edad y tras trece de reinado.
Alejandro Magno es considerado la máxima figura política de la Antigüedad, gran estratega militar (el primero de todos, en opinión de Aníbal, según se recoge en la leyenda de este último personaje) y creador de una obra de gran trascendencia cultural: la aparición de un mundo nuevo, el helenístico, donde la cultura clásica se vio enriquecida con las aportaciones orientales. Sin embargo, la helenización de Asia nunca llegó a ser tan profunda como se pretendió debido a la rápida disolución de la obra de Alejandro. Efectivamente, nada más morir el rey macedonio sus generales entraron en guerra unos con otros para dirigir el imperio, lo que acabó provocando la división del mismo. En un principio Antípatro se quedó con Macedonia y Grecia; Antígono con Frigia y Lidia; Ptolomeo con Egipto; y Lisímaco con Tracia; Pérdicas se supone que fue nombrado por el propio Alejandro como regente del Imperio pero su autoridad nunca fue respetada. Se mantuvo la ficción de unidad hasta el 306, fecha en la que los generales se declararon soberanos de sus respectivos territorios. Pese a este primer reparto las guerras no se detuvieron hasta el 280 a.C., puesto que las alianzas entre ellos cambiaban frecuentemente. Al final de este periodo sobrevivieron tres grandes reinos: Macedonia con Antígono, Asia anterior con los seléucidas y Egipto con Ptolomeo.
ALEJANDRO MAGNO
Devoran el mundo las fauces del conquistador
acomete esgrimiendo sus garras de leopardo,
decidido arco dispara rojizo dardo,
y avanza encendiendo el desmedido fragor.
Fuertes reinos los sobrecoge negro estupor
la orgullosa Tiro siente pesado fardo,
que derriba las almenas fragantes de nardo;
hundiendo el arpa de su melodioso rumor.
A su paso caen abatidos despiadados jaguares
y llora al contemplar òrbitas estelares,
muy lejos del alcance de la marcial canciòn...
Veloz cruza la Historia el leopardo alado
bajo el sol parecìa felino impulsado,
por un vertiginoso motor de implosiòn...
acomete esgrimiendo sus garras de leopardo,
decidido arco dispara rojizo dardo,
y avanza encendiendo el desmedido fragor.
Fuertes reinos los sobrecoge negro estupor
la orgullosa Tiro siente pesado fardo,
que derriba las almenas fragantes de nardo;
hundiendo el arpa de su melodioso rumor.
A su paso caen abatidos despiadados jaguares
y llora al contemplar òrbitas estelares,
muy lejos del alcance de la marcial canciòn...
Veloz cruza la Historia el leopardo alado
bajo el sol parecìa felino impulsado,
por un vertiginoso motor de implosiòn...
Leyenda de Alejandro
Alejandro
el Grande murió poco antes de cumplir los 33 años, como Cristo, con
quien se asoció de algún modo al responder ambos al tópico del puer-senex
(Alejandro era tan sabio como fuerte desde la más tierna infancia).
Legendario es también su famoso caballo, Bucéfalo, resultado del cruce
de dromedario y elefante, según el Libro de Alexandre español. La figura de Alejandro está a la cabeza del ciclo de la materia de Roma (como lo está Carlomagno para la materia de Francia y Arturo para la materia de Bretaña).
Escritores de su séquito, como Calístenes de Olinto y Onesícrito de
Astipalea hubieron de dar a su relato laudatorio una temprana pátina
constituida por la superposición de elementos maravillosos y
fantásticos; esta dosis hubo de intensificarse por medio de sus
continuadores, de los que poseemos una larga nómina en época clásica (de
seguro, la voluntad de Ptolomeo y sus sucesores de enaltecer su
dinastía hubo de estar en la base de algunos de estos relatos).
De la Antigüedad al Medievo
La cumbre de la leyenda de Alejandro en el Medievo es el Roman d'Alexandre, cuyo orto es imposible de entender si no se persigue antes su evolución desde la época helenística. Lejos quedan los supuestos autores contemporáneos, como Calístenes de Olinto, hijo de una sobrina de Aristóteles y compañero de expedición del emperador macedonio; sobre él, nada más queda que un puñado de fragmentos, pero la calidad de su relato, en que Alejandro aparece endiosado, facilitó que se le adjudicase la llamada Novela de Alejandro, que no es sino el relato conocido hoy como Pseudo-Calístenes. También contemporáneo de Alejandro fue Cares de Mitilene, autor de una Historia de Alejandro, del que se conoce algún fragmento indirecto (a través de Ateneo). Otros autores primitivos fueron Efipo de Calcidia, que escribió Sobre el funeral de Alejandro, Onesícrito de Astipalea o Egina, Nearco de Creta, Clitarco de Alejandría o Aristóbulo de Casandrea, cuyas obras son conocidas también por medio de simples fragmentos y siempre a través de autores posteriores. De todos los autores antiguos, el principal es sin duda Tolomeo o Ptolomeo, hombre de confianza de Alejandro y su principal heredero.Los historiadores que versan sobre la leyenda de Alejandro dentro de lo que hoy se considera segunda generación (correspondiente al siglo I a. C.) tienen su punto de partida en Diodoro Sículo, quien dedicó el libro XVII de su Biblioteca Histórica a Alejandro. Mucho más importantes serán las consecuencias de que Plutarco dedique al héroe su obra Sobre la fortuna o virtud de Alejandro y, más tarde, su exitosa Vida de Alejandro; no obstante, los helenistas siguen considerando a Arriano de Nicomedia como el informante principal para todo lo relativo a la figura de Alejandro. En estos y otros autores, se saca partido de documentos supuestamente redactados cerca del propio Alejandro, como son las Efemérides reales y un buen puñado de cartas, muchas de las cuales son claramente espurias, aunque gozaron de gran fama a lo largo del tiempo.
La historiografía latina sobre Alejandro arranca con Quinto Curcio y su Historia, redactada en las medianías del siglo I d. C.; en él, se perciben de forma diáfana algunos de los rasgos que serán potenciados por los autores tardo-clásicos y medievales, como el talante dramático o los rasgos exóticos de la narración. A las andanzas del héroe macedonio se llegó también gracias al Epitoma que Justino (que floreció a comienzos del siglo III) preparó sobre la Universalis Historia de Trogo Pompeyo. A este material, se sumaría el Pseudo-Calístenes, con lo que al público medieval le llegó perfectamente elaborada la leyenda del gran emperador macedonio.
De Pseudo-Calístenes al Libro de Alexandre
En el siglo III, de acuerdo con la mayor parte de la crítica, un
alejandrino, al que conocemos como Pseudo-Calístenes, escribió su
fabulosa historia sobre Alejandro el Grande, que partió de una biografía
y una serie de cartas dispuestas a modo de novela epistolar (es una
época de decadencia, adecuada para la novela, con un marcado gusto por
lo mítico y lo fabuloso). Esta obra fue traducida en el siglo IV al
latín por un tal Julio Valerio (es la titulada Res gestae Alexandri Macedonis); a su vez, el texto latino fue abreviado en el siglo IX y, así, se constituyó en Epítome.
A finales del siglo XI o comienzos del siglo XII, este último libro fue
el que utilizó un trovador del sudeste de Francia llamado Albéric de
Pisançon, quien escribió un poema del que sólo nos quedan los 105
primeros versos, escritos en quince laisses de octosílabos monorrimos en dialecto franco-provenzal.
Después, un poeta del Poiteu utilizó este último texto para construir 77 tiradas de versos de diez sílabas. A su vez, éste fue continuado por dos poemas: uno de Alejandro de París, Eustaquio y Lambert le Tort de Châteaudun, hasta llegar a 20.000 versos dodecasílabos (alejandrinos). El conjunto ha recibido el nombre de Roman d'Alexandre, obra que consta de cuatro ramas (branches) principales (recopiladas ca. 1170-1180). Recordemos que entre 1178 y 1182 se escribe el poema épico latino Alexandreis, obra de Gautier de Chatillon, en el que se encuentra el otro sólido pilar del Libro de Alexandre español.
Las cuatro branches son las siguientes: 1) Narra la niñez del héroe y sus primeras conquistas en decasílabos. 2) La versión de Eustaquio recoge la razzia de Alejandro en Gaza. 3) Es la más extensa y está basada en Lambert le Tort; va desde la derrota de Darío hasta la trama para envenenar a Alejandro. 4) Obra de un tal Alejandro de París o de Bernay y de Pierre de Saint-Cloud, en ella se cuenta la muerte del héroe, sus funerales y la partición de su imperio. Alejandro de París parece haber dado al texto su forma definitiva, con la refundición de los poemas citados y con otros materiales hasta constituir una obra con un total de 16.000 alejandrinos dispuesta en su orden cronológico.
Es importantísimo retener que, a lo largo del período en que surgieron las refundiciones citadas, se añadieron nuevos materiales: enseguida, se recuperó a Quinto Curcio (más tarde, exitosísimo en época incunable, en latín o traducido) y, junto a él, la Historia de praeliis medieval, obra del siglo X del Arcipreste León de Nápoles que constituye la base de la difusión de la leyenda en el Medievo; a su lado, hay que situar a Justino (o, lo que es lo mismo, a Trogo Pompeyo), Pablo Orosio y diversos textos apócrifos, entre los que hay que citar el viaje de Alejandro al Paraíso, la carta de Aristóteles a Alejandro, la carta de Alejandro a Aristóteles sobre las maravillas de la India, la carta del Preste Juan, el Liber monstruorum, etc. Todo este material 'exótico' pesó sobremanera en una leyenda verdaderamente recargada de mirabilia desde sus orígenes.
De ese modo, el Roman se muestra como un roman de aventuras con decorado oriental (que dejará una huella clara en tantos relatos novelescos del Medievo europeo); además, Alejandro es, de algún modo, la encarnación de todas las virtudes caballerescas, lo que invita a leer la obra como un compendio de hazañas bélicas. Sin embargo, su constitución a modo de enciclopedia hará algo distinto de la obra, especialmente en el caso del Libro de Alexandre español. Tal como la conocemos, es "un eslabón intermedio entre historia, épica, biografía y leyenda, por un lado, y novela por otro", como ha señalado Carlos García Gual; sin embargo, por su tema, ajeno a Francia, no es propiamente un texto épico o heroico.
Como sucede en el caso de la vida de Cristo o las de héroes épicos como Carlomagno, Guillaume d'Orange o el Cid, tenemos no pocas obras que continúan el ciclo: las dos Vengement Alixandre, en que se venga su muerte (siglo XII); la Prise de Defur (siglo XIII), con 1654 alejandrinos en que se cuentan las peripecias amorosas del héroe, y el Voyage d'Alexandre au paradis terrestre. Entre otras obras, hay que citar los Voeux du Paon de Jacques de Longuyon (siglo XIV), que alguna vez fueron traducidos al castellano y leídos por don Iñigo López de Mendoza, nuestro célebre Marqués de Santillana (de hecho, se citan en su Prohemio e carta).
Después, un poeta del Poiteu utilizó este último texto para construir 77 tiradas de versos de diez sílabas. A su vez, éste fue continuado por dos poemas: uno de Alejandro de París, Eustaquio y Lambert le Tort de Châteaudun, hasta llegar a 20.000 versos dodecasílabos (alejandrinos). El conjunto ha recibido el nombre de Roman d'Alexandre, obra que consta de cuatro ramas (branches) principales (recopiladas ca. 1170-1180). Recordemos que entre 1178 y 1182 se escribe el poema épico latino Alexandreis, obra de Gautier de Chatillon, en el que se encuentra el otro sólido pilar del Libro de Alexandre español.
Las cuatro branches son las siguientes: 1) Narra la niñez del héroe y sus primeras conquistas en decasílabos. 2) La versión de Eustaquio recoge la razzia de Alejandro en Gaza. 3) Es la más extensa y está basada en Lambert le Tort; va desde la derrota de Darío hasta la trama para envenenar a Alejandro. 4) Obra de un tal Alejandro de París o de Bernay y de Pierre de Saint-Cloud, en ella se cuenta la muerte del héroe, sus funerales y la partición de su imperio. Alejandro de París parece haber dado al texto su forma definitiva, con la refundición de los poemas citados y con otros materiales hasta constituir una obra con un total de 16.000 alejandrinos dispuesta en su orden cronológico.
Es importantísimo retener que, a lo largo del período en que surgieron las refundiciones citadas, se añadieron nuevos materiales: enseguida, se recuperó a Quinto Curcio (más tarde, exitosísimo en época incunable, en latín o traducido) y, junto a él, la Historia de praeliis medieval, obra del siglo X del Arcipreste León de Nápoles que constituye la base de la difusión de la leyenda en el Medievo; a su lado, hay que situar a Justino (o, lo que es lo mismo, a Trogo Pompeyo), Pablo Orosio y diversos textos apócrifos, entre los que hay que citar el viaje de Alejandro al Paraíso, la carta de Aristóteles a Alejandro, la carta de Alejandro a Aristóteles sobre las maravillas de la India, la carta del Preste Juan, el Liber monstruorum, etc. Todo este material 'exótico' pesó sobremanera en una leyenda verdaderamente recargada de mirabilia desde sus orígenes.
De ese modo, el Roman se muestra como un roman de aventuras con decorado oriental (que dejará una huella clara en tantos relatos novelescos del Medievo europeo); además, Alejandro es, de algún modo, la encarnación de todas las virtudes caballerescas, lo que invita a leer la obra como un compendio de hazañas bélicas. Sin embargo, su constitución a modo de enciclopedia hará algo distinto de la obra, especialmente en el caso del Libro de Alexandre español. Tal como la conocemos, es "un eslabón intermedio entre historia, épica, biografía y leyenda, por un lado, y novela por otro", como ha señalado Carlos García Gual; sin embargo, por su tema, ajeno a Francia, no es propiamente un texto épico o heroico.
Como sucede en el caso de la vida de Cristo o las de héroes épicos como Carlomagno, Guillaume d'Orange o el Cid, tenemos no pocas obras que continúan el ciclo: las dos Vengement Alixandre, en que se venga su muerte (siglo XII); la Prise de Defur (siglo XIII), con 1654 alejandrinos en que se cuentan las peripecias amorosas del héroe, y el Voyage d'Alexandre au paradis terrestre. Entre otras obras, hay que citar los Voeux du Paon de Jacques de Longuyon (siglo XIV), que alguna vez fueron traducidos al castellano y leídos por don Iñigo López de Mendoza, nuestro célebre Marqués de Santillana (de hecho, se citan en su Prohemio e carta).
Diógenes de Sínope fue el filósofo griego más famoso de la secta cínica.
Vivió en el siglo IV antes de Cristo. Fue una figura muy interesante y
controvertida. Vivía como un mendigo, tenía unas necesidades mínimas,
era sincero con los poderosos hasta la impertinencia. Se le atribuyen
muchas anécdotas, recogidas en diferentes fuentes, muy especialmente en
la obra Vidas de filósofos ilustres, escrita por su tocayo Diógenes Laercio en el siglo III d.C.
La anécdota más curiosa y famosa de entre las atribuidas al filósofo se refiere a su encuentro con el emperador Alejandro Magno. Se cuenta que, estando Diógenes en Corinto, dormía en un tonel o tinaja. Una vez llegó a la ciudad Alejandro, con su aparatoso ejército. Toda la población de Corinto fue a recibir al emperador, pero Diógenes era absolutamente indiferente al boato del rey, y se quedó sesteando ante su tonel. Entonces fue el propio Alejandro Magno quien, conocedor de la fama del filósofo, buscó a Diógenes. Le ofreció obsequiarle con los dones que el filósofo le solicitara. Pero Diógenes sólo le pidió una cosa: que el emperador se apartara, para que no le tapara el sol. El episodio es narrado o aludido en numerosas fuentes antiguas grecolatinas, incluyendo a Cicerón (Tusculanae Disputationes 5.32), Valerio Máximo (4.3.ext.4) y Plutarco (Vida de Alejandro 14). He aquí el relato más completo de los tres, el de Plutarco, en traducción castellana:
En esta antología se recoge el poema “Las dos grandezas” de Campoamor (perteneciente al grupo de poemas Doloras). Este poema relata por extenso la anécdota citada:
El siguiente cuadro fue pintado por el pintor italiano Sebastiano Ricci (1659-1734):
La anécdota más curiosa y famosa de entre las atribuidas al filósofo se refiere a su encuentro con el emperador Alejandro Magno. Se cuenta que, estando Diógenes en Corinto, dormía en un tonel o tinaja. Una vez llegó a la ciudad Alejandro, con su aparatoso ejército. Toda la población de Corinto fue a recibir al emperador, pero Diógenes era absolutamente indiferente al boato del rey, y se quedó sesteando ante su tonel. Entonces fue el propio Alejandro Magno quien, conocedor de la fama del filósofo, buscó a Diógenes. Le ofreció obsequiarle con los dones que el filósofo le solicitara. Pero Diógenes sólo le pidió una cosa: que el emperador se apartara, para que no le tapara el sol. El episodio es narrado o aludido en numerosas fuentes antiguas grecolatinas, incluyendo a Cicerón (Tusculanae Disputationes 5.32), Valerio Máximo (4.3.ext.4) y Plutarco (Vida de Alejandro 14). He aquí el relato más completo de los tres, el de Plutarco, en traducción castellana:
Congregados los griegos en el Istmo, decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabién, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sínope, que residía en Corinto. Mas éste ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en el barrio llamado Craneto; y así hubo de pasar Alejandro a verle. Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro. Saludóle éste, y preguntándole enseguida si se le ofrecía alguna cosa, "muy poco —le respondió—; que te quites del sol". Dícese que Alejandro con aquella especie de menosprecio quedó tan admirado de semejante elevación y grandeza de ánimo, que, cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo: "Pues yo a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes".
En esta antología se recoge el poema “Las dos grandezas” de Campoamor (perteneciente al grupo de poemas Doloras). Este poema relata por extenso la anécdota citada:
Las dos grandezasEl motivo del encuentro entre Diógenes y Alejandro fue objeto igualmente de variadas representaciones iconográficas, ya desde la Antigüedad. El siguiente bajorrelieve en mármol es de época antigua, si bien su mitad derecha (incluyendo la figura de Alejandro) fue restaurada en el siglo XVIII:
Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están.
–Yo soy Alejandro el rey.
–Y yo Diógenes el can.
–Vengo a hacerte más honrada
tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí? – Yo, nada;
que no me quites el sol.
–Mi poder... –Es asombroso,
pero a mí nada me asombra.
–Yo puedo hacerte dichoso.
–Lo sé, no haciéndome sombra.
–Tendrás riquezas sin tasa,
un palacio y un dosel.
–¿Y para qué quiero casa
más grande que este tonel?
– Mantos reales gastarás
de oro y seda. –¡Nada, nada!
¿No ves que me abriga más
esta capa remendada?
–Ricos manjares devoro.
–Yo con pan duro me allano.
–Bebo el Chipre en copas de oro.
–Yo bebo el agua en la mano.
–¿Mandaré cuanto tú mandes?
–¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y a unas miserias tan grandes
las llamáis dichas humanas?
– Mi poder a cuantos gimen,
va con gloria a socorrer.
–¡La gloria! capa del crimen;
crimen sin capa ¡el poder!
– Toda la tierra, iracundo,
tengo postrada ante mí.
–¿Y eres el dueño del mundo,
no siendo dueño de ti?
– Yo sé que, del orbe dueño,
seré del mundo el dichoso.
– Yo sé que tu último sueño
será tu primer reposo.
–Yo impongo a mi arbitrio leyes.
–¿Tanto de injusto blasonas?
–Llevo vencidos cien reyes.
–¡Buen bandido de coronas!
–Vivir podré aborrecido,
mas no moriré olvidado.
–Viviré desconocido,
mas nunca moriré odiado.
–¡Adiós! pues romper no puedo
de tu cinismo el crisol.
–¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!–
Y al partir, con mutuo agravio,
uno altivo, otro implacable,
–¡Miserable! dice el sabio;
y el rey dice: –¡Miserable!
El siguiente cuadro fue pintado por el pintor italiano Sebastiano Ricci (1659-1734):
El enigma de las ultimas palabras...
Alejandro III de Macedonia murió joven, pero vivió deprisa. En solo 13 años de campañas militares, levantó uno de los mayores imperios en la historia de la humanidad: afianzó su poder en Grecia, conquistó el imperio Persa y se hizo con un dominio que se extendía por Egipto, Anatolia, Oriente Próximo, Asia Central
y se detenía a las puertas de la India. Y paraba ahí no por falta de
ganas, sino de aliento y de recursos. En su afán por avanzar más allá de
lo que los generales de su padre Filipo II
–quienes se encargaron de suplir su inexperiencia militar– hubieran
jamás previsto, Alejandro descuidó garantizar la continuidad de su
imperio si él fallecía. Pese a que solía exponer su vida en el combate
con frecuencia, y a que sus enemigos crecían a su espalda, se estimaba
todavía demasiado joven como para pensar en su sucesión. Su inesperada
muerte, un mes antes de cumplir los 33 años, y sus consecuencias le iban a demostrar que nunca se es lo bastante joven para nada. Ni para conquistar imperios, ni para blindar tu testamento cuando tienes tanto que perder.
¿Sospechosos de planificar la muerte de Filipo II? El Rey Persa, los atenienses, los nobles macedonios, Olimpia –madre de Alejandro– e incluso el propio Alejandro. Ni siquiera hoy en día los historiadores han dado con una respuesta definitiva, lo único concluyente es que Alejandro Magno y su madre Olimpia fueron los principales beneficiados de su fallecimiento.
Recientemente, su posición en la corte se había visto comprometida por
el matrimonio de Filipo con la hija de un noble macedonio. La inmediata
sucesión real colocó al hijo de Olimpia en el trono y a sus enemigos
políticos les condenó a correr la suerte del Rey: la segunda mujer de Filipo, el hijo pequeño de ambos y el padre de la esposa fueron fulminantemente asesinados.
La mayor parte de las lecciones en la vida de Alejandro de Macedonia, que fundó 70 ciudades (50 con su nombre)
en su viaje a las profundidades de Asia, las tuvo que aprender sobre la
marcha. Educado por Aristóteles para pensar como un griego pero luchar
como un «bárbaro», Alejandro recibió responsabilidades políticas desde su adolescencia.
En 340 a. C, su padre lo asoció a tareas de gobierno nombrándolo
regente y, dos años después, en 338 a. C. le puso al frente de la
caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año. A los 20 años vio cómo su padre, Filipo II de Macedonia, era asesinado por uno de sus guardias personales cuando ultimaba los preparativos de una campaña contra el Imperio Persa. Acaso fue esa la lección que no quiso aprender de la experiencia de su padre: atar los asuntos por lo que pudiera deparar.
Alejandro fue el gran beneficiado de la muerte de su padre...
El más célebre Rey de Macedonia completó el sueño inacabado de su padre y, quizá, lo arrastró más lejos de lo que éste hubiera imaginado.
Para ello se valió de los viejos generales de padre, responsables de
que Macedonia fuera la principal fuerza militar de Grecia. Entre estos
destacaba Antípatro, que fue designado por Alejandro para custodiar Grecia en su ausencia; Éumenes de Cardia, secretario de Filipo II y hombre de confianza de Alejandro; Parmenión, el principal general durante las grandes batallas contra el Imperio persa; y Clito el Negro, que también estuvo presente en las primeras fases de la campaña.
Por su parte, Alejandro se hizo acompañar de hombres de
confianza de su misma generación. Así destacaron por su importancia en
las fechas próximas al fallecimiento del gran conquistador: Hefestión, amigo de la infancia de Alejandro; Crátero, el que más veló por la familia del conquistador a su muerte; Ptolomeo, fundador de la dinastía que reinó en Egipto hasta la llegada de los romanos; Seleuco, el fundador del Imperio Selucida, Pérdica, comandante de la caballería macedonia; y Lisímaco.
La extraña muerte del candidato perfecto...
Llevada al límite la expansión de su imperio, el ejército de Alejandro regresó de su inacabada incursión en la India para poner en orden los asuntos del imperio en torno al año 326 a. C. Tras enterarse de que muchos de sus sátrapas y delegados militares habían abusado de sus poderes en su ausencia,
Alejandro ejecutó a varios de ellos. Fue entonces, con estas demoras,
cuando entre las filas macedonias empezó a extenderse el temor a que el
joven conquistador no tuviera la menor intención de regresar a Europa,
incumpliendo sus recientes promesas. El general macedonio creyó que
pagando los salarios que se adeudaba a sus soldados y enviando a los más veteranos de vuelta a Macedonia bajo el mando de Crátero
bastaría para rebajar el clima de tensión y desconfianza. Sin embargo,
las tropas interpretaron estas decisiones como un desagravio y se amotinaron en la ciudad de Opis.
Se quejaban los soldados de que Alejandro hubiera adoptado las costumbres y forma de vestir de los persas,
así como de la introducción de oficiales y soldados persas en las
unidades macedonias. El motín terminó con la ejecución de los cabecillas
del motín, pero con un perdón general a las tropas.
En este contexto de desconfianza, al acercarse el otoño de 324 a. C. Alejandro y sus generales se acuartelaron en la ciudad de Ecbatana para pasar el invierno. El hombre más cercano al macedonio Hefestión, enfermó durante los juegos que se celebraron en la corte y murió una semana después. Según relatan las crónicas de su viaje, Alejandro se volvió loco de dolor, se hizo afeitar la cabeza, canceló todos los festejos y, bajo el relato del historiador Arriano de Nicomedia, crucificó al médico que había atendido a Hefestión.
Rápidamente, Alejandro partió para Babilonia con el cadáver de su amigo, donde celebró fabulosos juegos funerales en su recuerdo y preparó un gran mausoleo. Por supuesto, el envenenamiento está entre las opciones más posibles,
puesto que la corte macedonia había demostrado (y lo seguiría haciendo)
la facilidad de recurrir a la muerte de los rivales políticos. No en
vano, estudios posteriores, sin ser capaz de descartar la intervención de algún veneno, se inclinan a fue víctima de una fiebre tifoidea.
Alejandro perdía así a su aliado más fiable, quizás el único de sus generales con la personalidad y arrojo requeridos para continuar su legado, y no hacia mucho había extraviado a otro de los grandes pilares de sus conquistas: Parmenión, el veterano general heredado de tiempos de su padre. Después de descubrir que Filotas, hijo de Parmenión, estaba implicado en una conspiración para acabar con su vida, Alejandro ordenó su ejecución. Y aunque Parmenión no estaba enterado de los planes de su hijo, fue también asesinado en el año 330 a.C siguiendo la regla no escrita de matar a todos los parientes varones del culpable.
Ciertamente, es probable que solo eliminando al veterano general, que
había perdido a su primogénito y único hijo vivo (pues los otros dos
habían perecido), podía evitar las represarías de un hombre que
controlaba la retaguardia de los ejércitos macedonios.
Sin el consejo de su general más veterano y todavía
colérico por la muerte de su amigo Hefestión, Alejandro cayó enfermo el 2
de junio del 323 a. C. durante un banquete en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Tras una noche de borrachera, en la que bebió grandes cantidades de vino,
la salud del emperador se deterioró en pocos días. Durante casi dos
semanas, Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio
generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos.
El 13 de junio, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los
33 años de edad, falleció el dueño de medio planeta sin dejar un
heredero.
El enigma: «Al más fuerte» o «A Crátero»...
Alejandro no dejó instrucciones escritas sobre su sucesión y, aunque lo hubiera hecho, el poder quedó tan fragmentado entre sus generales que hubiera sido imposible cumplir su voluntad póstuma. Así y todo, las últimas palabras del general a los hombres que se congregaban en su lecho de muerte, entre ellos Pérdica –comandante de la caballería macedonia–, pudieron haber arrojado legitimidad a su sucesor. «¿Cuál es tu testamento? ¿A quién se lo dejas?»,
a lo que respondió según proclamaron los presentes: «Al más fuerte».
Los investigadores, sin embargo, se detienen en que la palabra
«Krat'eroi» («al más fuerte») guarda gran similitud con «Krater'oi» («a Crátero»). Esto es posible porque la pronunciación griega difiere sólo por la posición de la sílaba acentuada.
Así, la mayoría de los historiadores afirman que si Alejandro hubiera tenido la intención de elegir a uno de sus generales sin lugar a dudas hubiera elegido a Crátero porque era el comandante de la parte más grande e influyente del ejército, la infantería, porque había demostrado ser un excelente estratega, y porque siempre fue el más cercano al general, solo superado por el ya fallecido Hefestión.
Sin embargo, Crátero no estaba presente en el lecho de
muerte y no guardaba ambiciones de ocupar el puesto de Alejandro. No así
el resto de generales que, en las siguientes décadas, se repartieron
los territorios del imperio en la llamada Guerra de los Diádocos (o los Sucesores). Y aunque Seleuco fue el que más cerca estuvo de conseguirlo, ninguno fue capaz de unir todas las piezas conquistadas por Alejandro. Por el contrario, tres dinastías se perpetuaron en los restos del Imperio macedonio: la fundada por Ptolomeo en Egipto, la que estableció Antígono y su hijo en Grecia, y la que Seleuco sembró en el corazón de Asia hasta su destrucción por los romanos siglos después.
La mayoría de los generales de Alejandro perecieron durante el conflicto, entre ellos Crátero en una batalla contra Éumenes
(el antiguo secretario de Filipo II en Asia Menor), y muchos de los
territorios conquistados se perdieron. Pero si hubo un grupo
especialmente perjudicado por la ambigüedad en las palabras del
conquistador macedonio ese fue el que formaba su familia. El primer damnificado fue el único hermano vivo del macedonio. Filipo Arrideo era
hijo ilegítimo de Filipo II de Macedonia y de una bailarina de Tesalia.
Su hermano no le había asesinado como era costumbre (para reducir las
intrigas palaciegas) porque tenía mermadas sus capacidades mentales y se
le consideraba una reencarnación de la diosa Gaia. En el 317 a. C., el Rey Filipo III Arrideo y su esposa Eurídice fueron mandados asesinar por Olimpia de Epiro.
La madre de Alejandro Magno, que a su vez sería asesinada por influencia de Casandro –el hijo de Antípatro–, buscaba con la muerte de su hijastro despejar el camino al único hijo legítimo del conquistador. Alejandro había muerto sin saber que su esposa Roxana estaba embarazada de un varón, Alejandro IV, cuya tutela fue disputada encarnizadamente por los sucesores. Pese a todos los esfuerzos, Casandro preparó su muerte y el de su madre en 309 a. C. El otro hijo del conquistador, Heracles, resultado de su relación extramatrimonial con Barsine –hija del sátrapa Artabazo II de Frigia– también fue liquidado a manos de un diádoco antes de que alcanzara la mayoría de edad.
¿De qué murió Alejandro Magno?
http://www.abc.es/cultura/20150206/abci-alejandro-magno-ultimas-palabras-201502051733.html
http://www.enciclonet.com/articulo/alejandro-magno/
http://www.tradicionclasica.blogspot.com.es/2007/03/no-me-tapis-el-sol.html
http://espanol.agonia.net/index.php/poetry/1746699/Alejandro__Magno
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