Conflicto acontecido entre los campesinos dependientes catalanes, los payeses,
en contra de la servidumbre feudal que los adscribía a la tierra que
ocupaban. Debido a dicha vinculación, en el caso de que deseasen
abandonarla debían pagar una cuota elevadísima a su señor feudal,
llamada en latín redimentia y en catalán remença. Payeses
de Remença eran, pues, aquellos campesinos vinculados que, entre la
mitad del siglo XIV y finales del XV, hicieron suyo el lema "el tiempo de la servidumbre ya ha pasado", rebelándose contra sus señores feudales y contra los Malos Usos..
La prosperidad agrícola catalana y los Malos Usos
Entre los siglos XIII y XIV Cataluña vivió una época de bonanza
económica a todos los niveles, incluido el agrario. Como prueba del
interés con que los preceptores del gobierno medieval tomaron la
reglamentación del campo, todas las relaciones sociales organizadas en
torno a explotaciones campesinas quedaron perfectamente legalizadas a
través de la institucionalización de la servidumbre. En el siglo XIII la
reglamentación tuvo dos momentos de especial importancia: las cortes de
Cervera (1202) y las de Barcelona (1283). A lo largo de casi un siglo,
los contratos de servidumbre fueron comúnmente aceptados, tanto por
señores como por siervos, en pos de una estabilidad contractual que
beneficiase a las rentas señoriales y a los trabajadores del campo. Y,
de hecho, así sucedió, puesto que el nivel económico de todas las partes
en cuestión no hizo sino experimentar continuas alzas a lo largo de la
decimotercera centuria.
Sin embargo, en los contratos de
servidumbre, el vasallo quedaba totalmente adscrito a la tierra que
ocupaba, debiendo pagar por abandonarla un canon estipulado por el
señor. Este no era sino uno de los seis Malos Usos o Ius Maletractandi,
potestades del señor sobre su siervo que no habían sido valoradas en
demasía por la prosperidad económica del momento pero que, en un futuro
no muy lejano, no dejarían de ser una inagotable fuente de problemas.
Además de la ya citada redimentia o remença, el resto de Malos Usos (que no eran privativos del reino de Aragón) eran los siguientes:
Cugutia- Potestad del señor feudal para castigar al adulterio
femenino. La pena impuesta solía ser el pago de la mitad de los bienes
de la campesina adúltera.
Arsina- Cantidad al libre arbitrio del señor que se imponía como
multa a las negligencias del siervo en el trabajo agrícola.
Generalmente, se solía imponer su pago en caso de deterioro de la tierra
o, muy frecuente en la época, del incendio de bosques o cultivos.
Intestia- Capacidad de los señores para exonerar la propiedad de
un tercio o de la mitad de los bienes que un siervo fallecido no había
incluido en su testamento. La gran mayoría de siervos moría sin testar,
por lo que este Uso sirvió para enajenar gran parte de su ya de por sí mísero patrimonio.
Ferma de Spolii- Era la obligación del vasallo de entregar parte
de la dote que la mujer aportaba al contrato de esponsales. Ello
significaba la imposibilidad para los siervos de contraer matrimonio si
no pagaban una cierta cantidad de dinero.
Exorquia- Uno de los más dolorosos y que también era conocido en algunas partes de la península con el nombre de mañería.
Se trataba de que todas las pertenencias, muebles e inmuebles, del
siervo que moría sin tener sucesores directos pasaban a ser propiedad
del señor.
Todo este entramado jurídico a favor de los señores
apenas importaba en tiempos de bonanza económica, pero mostraría su
fatalidad para los siervos en los tiempos de crisis, crisis que no tardó
mucho en llegar.
La ruptura de la estabilidad social: hambrunas, guerras y epidemias
Los primeros indicios de crisis comenzaron en el año 1333 (denominado en las fuentes como lo mal any primer) debido a una de las hambrunas
(períodos de escasez y carestía) más fuertes de toda la Edad Media,
motivada porque el exceso de lluvias echó a perder las cosechas. En los
años finales de la década siguiente, en especial entre 1348 y 1350,
Cataluña fue asolada por la temida Peste Negra,
epidemia que conoció diversos rebrotes en los períodos 1362-1363 y
1371-1381, apareciendo cada diez años y convirtiéndose, de ese modo, en
un pandemia que no dejó a los campos catalanes recuperar su antiguo
nivel. Cataluña y Navarra fueron, sin duda, las zonas peninsulares más
afectadas por la enfermedad, causante de un desolador panorama que
muestran las simples cifras: en el caso concreto de Cataluña, pasó de
430.000 habitantes en 1365 a 350.000 en 1378; incluso en 1497 la cifra
descendió aún más, 278.000. [Datos de Elliot, J.H. (1996), op. cit., p. 39].
Por si ello fuese poco, entre 1356 y 1365 estalló la guerra entre los reinos de Aragón y de Castilla, llamada Guerra de los dos Pedros por encontrarse al frente de cada reino, respectivamente, Pedro I el Ceremonioso y Pedro I el Justiciero.
Sin entrar en los detalles bélicos del conflicto, el hecho fue que gran
parte del pequeño campesinado catalán se arruinó al solicitar
empréstitos para pagar sus deudas, hecho que fue aprovechado por los
grandes campesinos (los seniores grassos) para enriquecer notablemente su patrimonio con los mansos despoblados (masòs rònecs),
bien por culpa de la Peste o bien por el endeudamiento de sus antiguos
ocupantes. Debido a ello, en el conflicto de los payeses de remença
se encuentra la paradoja de la lucha común de todos los campesinos por
la abolición de la servidumbre, aunque no tuviesen las mismas razones
ideológicas: el campesinado pobre luchaba por sobrevivir y el
campesinado rico para que se reconociesen sus explotaciones y pudiese
gozar de una situación similar a la de los señores terratenientes.
Primeros enfrentamientos e intervención monárquica
Los señores feudales reaccionaron contra la irritabilidad de los
payeses de manera directa: prohibieron las reuniones de campesinos y,
para intentar aumentar sus baldías arcas, utilizaron hasta la profusión
los Malos Usos, todo ello con el apoyo tácito de una monarquía débil que necesitaba de las tropas señoriales para vencer a los castellanos.
Ante tal situación, los campesinos se organizaron en masa y comenzaron los asaltos a las posesiones señoriales: en 1353 los payeses
de Vic destrozaron los archivos del dominio señorial dependiente del
monasterio de Ripoll, inaugurando una larguísima temporada de conflictos
entre los agentes de recaudación fiscal de los señores feudales. Entre
los años 1380 y 1390 hubo episodios similares en Barcelona, Lleida,
Balaguer, Perpiñán o Girona; especialmente destacado fue el de 1391,
denominado como Gran Progrom por su alto componente antisemita:
en épocas de escasez, la riqueza de la minoría judía era envidiada hasta
tal punto que no hubo un motín de los remenças sin asalto a las posesiones hebreas.
La gravedad de los acontecimientos obligó a la intervención de la propia monarquía. Así, Martín el Humano
(1396-1410) y, más concretamente, su mujer, María de Luna, hicieron
caso de las propuestas de algunos juristas de la corte que les
aconsejaron prudencia con el caso de los remenças. La propia reina envió una misiva al papa aviñonés Benedicto XIII
con la intención de que extendiese las indulgencias necesarias para
acabar con la deshonra de la servidumbre. De manera paralela, Martín el
Humano apoyó las asambleas de campesinos con el fin de, a la vez que
solucionaba el tema social, acceder a los subsidios que los campesinos
ricos podían proporcionarle para recuperar los señoríos de realengo
perdidos tras la guerra con Castilla. Sin embargo, la esperanza se
difuminó pronto, tras la muerte del monarca aragonés y la entrada,
gracias al Compromiso de Caspe (1412), de la dinastía Trastámara castellana en Aragón con Fernando de Antequera (1412-1416) y su sucesor, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458). La ambigüedad de la monarquía a la hora del problema campesino era exasperante: sólo apoyó a los remenças
cuando no pudieron obtener los subsidios necesarios para su política de
expansión italiana de la nobleza; en caso contrario, el sistema se
perpetuó para siempre, pese a los denodados esfuerzos de varias
personalidades del reino entre las que merece ser destacada, de nuevo,
otra mujer: María de Castilla, esposa de Alfonso V.
El período
comprendido entre 1430 y 1448 estuvo marcado por cierta calma tensa,
puesto que varios emisarios reales recorrieron las comarcas de los
campesinos para elaborar un informe sobre la situación real de la
servidumbre, a la vez que protegieron sus asociaciones, cuya
legalización sancionaron las Cortes en 1448. El triunfo de las demandas remenças
parecía cercano cuando en 1449 el tribunal de rey aceptó una demanda
judicial, presentada por estos, contra los abusos señoriales, y mucho
más cuando Alfonso V, gracias a los buenos consejos de la reina María,
decretó la suspensión provisional de los Malos Usos y de la remença como contrato de servidumbre mediante la llamada Sentencia Interlocutoria (1455).
De la Guerra Civil a la derrota de los Remenças (1462-1485)
La definitiva sanción de la Sentencia Interlocutoria quedó perdida para siempre cuando la reina María fue sustituida como regente del reino por Galcerán de Requesens, jefe del partido de la Busca barcelonés y hombre de buenas intenciones, pero que era odiado por la nobleza al ser un segundón y por la facción oligárquica que ocupaba el Consell de Cent, la Biga.
La
monarquía había aceptado las reivindicaciones campesinas tras la
promesa de obtener una renta de 100.000 florines en compensación por la
abolición de las servidumbre. Tanto la Generalitat (al servicio de la Biga)
como las Cortes (monopolizadas por los señores nobiliarios y
eclesiásticos) se mostraron tan escandalizados que se negaron a conceder
otros 400.000 florines que el rey pretendía. La lucha política comenzó a
ser exhaustiva, asamblea por asamblea, consejo por consejo, barrio por
barrio...hasta que, con la muerte de Alfonso V (1458), la elección de su
hermano Juan I,
el rey de Navarra, se encendió la mecha del conflicto civil. La rígida
intransigencia de este monarca provocó, en primer lugar, un
enfrentamiento civil en Navarra al sublevarse su hijo, Carlos de Viana, con la ayuda de varios partidarios.
Véase Agramonteses y Beamonteses.
Por
si ello fuese poco, al detener a Carlos de Viana en 1460, Juan I de
Navarra (ahora también Juan II de Aragón) violó las Constituciones de
Cataluña, por lo que la Generalitat, bajo los auspicios de la Biga y la nobleza, liberó al prisionero y obligó al rey a claudicar en la capitulación de Vilafranca (1461). Carlos de Viana fue elegido lugarteniente gracias a la negociación de su madrastra, Juana Enríquez, mientras que su hermano menor, Fernando
(futuro Rey Católico), quedaba como sucesor de una pseudomonarquía cuyo
poder descansaba en los estamentos oligárquicos del reino.
Al ver los remenças
definitivamente perdida su causa, pasaron a organizarse militarmente al
mando de un campesino gerundense llamado Françesc Verntallat. Sin
embargo, los campesinos se dividieron al atentar contra la monarquía,
pues la mayoría de ellos estaban convencidos de que ésta era su único
adalid fiable. El conflicto pasó a un segundo plano debido a que la
entrada de Francia en la caótica situación del reino aragonés,
anexionándose el Rosellón y la Cerdaña, dio origen a la Guerra Civil
Catalana (1462-1472). Malos tiempos para reivindicaciones campesinas.
Una vez firmada la capitulación de Pedralbes
(1472), Juan II recuperó el poder de Aragón, pero el daño causado a la
economía y a los campos catalanes había sido deplorable. El movimiento remença
se había dividido con la guerra, pues unos habían luchado a favor de
Juan II y otros en contra. Por si fuera poco, durante la guerra no se
habían pagado los diezmos, censos y demás tributos señoriales, y ahora
los señores exigían el cobro de los atrasos. En las Cortes de 1481 (ya
con Fernando el Católico como rey de Aragón), los terratenientes
consiguieron que se volviese a aprobar la servidumbre plena, incluidos
los Ius Malectractandi. La lucha armada no se hizo esperar: los remenças,
acaudillados por Pere Joan Sala, derrotaron a las tropas nobiliarias en
Granollers antes de ser brutalmente ajusticiados tras el intento (1485)
de tomar Barcelona, donde (ahora sí) nobleza, clase mercantil e
instituciones varias, ofrecieron una modélica colaboración.
La Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486)
Plenamente identificada con el papel de moderador y protector
que Fernando el Católico quería desempeñar entre unas y otras facciones,
la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) conformó una solución
de compromiso en la que ambas partes se mostraron sumamente
insatisfechas. Aunque desde la emisión del dictado de Fernando en el
monasterio de Guadalupe (Extremadura) las luchas cesaron y los campos
volvieron a ser trabajados con ansia, lo cierto es que, tras la
abolición formal de la servidumbre, de la remença y del resto de Ius Maletractandi, los campesinos tuvieron que pagar un canon estipulado de 60 sueldos por manso en usufructo (es decir, una remença
general), además de varias y diversas multas por daños cometidos en la
guerra. También quedaron abolidos los maltratos y abusos señoriales,
salvo que el señor contara con los requisitos legales que auspiciaban la
justicia de su aplicación (nada difíciles de encontrar). A cambio, se
mantenían los dominios jurisdiccionales y las prestaciones personales.
Los únicos realmente favorecidos fueron (además de, como es natural, los
señores nobiliarios) los campesinos hacendados, los seniores grassos, que obtuvieron el pleno reconocimiento a todas las ocupaciones de masós rònecs que habían hecho desde finales del XV, dispensa reconocida dos años más tarde.
Como última conclusión del conflicto, sólo una pregunta: la Sentencia de 1486 otorgó el status jurídico de "libres" a los campesinos remenças, pero ¿abolió realmente la servidumbre feudal y revitalizó los campos catalanes ?.
Bibliografía
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BATLLE, C. La crisis social y económica de Barcelona a mediados del siglo XV. (Universidad de Barcelona, II vols, CSIC: 1973).
-
ELLIOT, J. H. La España Imperial. 1469-1716. (Madrid: 1963. Reed. Círculo de Lectores, 1996).
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MARTÍN, J. L. La Península en la Edad Media. (Barcelona, Teide: 1993).
-
SALRACH, J. M. et alii. Los payeses de remensa. (Madrid, Cuadernos de Historia 16, nº 93: 1986).
- SOBREQUÉS VIDAL, S. & SOBREQUÉS CALLICÓ, J. La guerra civil catalana del sigle XV. Estudis sobre la crisi social i econòmica de la Baixa Edat Mitjana. (Barcelona, II vols: 1973).
- http://www.enciclonet.com/articulo/revuelta-de-los-payeses-de-remenca/
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