Batalla de Mejido
A la muerte de la reina Hatshepsut en
el año 1.468 AC, el joven faraón Tutmosis III ocupa el trono. Los
reinos fronterizos con Mitanni, se alían con Mitanni para
independizarse. La ciudad de Megido y su príncipe iba a convertirse en
el líder de la rebelión al frente de ciento cincuenta gobernantes.
Juntaron el mayor ejército conocido hasta la fecha en este territorio y
establecieron su base de operaciones en la ciudad de Megido, dada su
gran importancia estratégica porque era lugar de paso de las rutas
comerciales que iban tanto a Egipto como a Mitanni. Se estima que esta
alianza contaba entre 15.000 y 20.000 hombres, así como 1.000 carros de
guerra.
En
mayo de 1.457 AC, Tutmosis III reúne un ejército de más de 20.000
hombres, y unos 1.000 carros, posiblemente simular al de Ramses II en
Kadesh, entre los que se encontraban el cuerpo de elite del ejército
egipcio, los nubios especialistas en el uso del arco compuesto del que
por primera vez se tiene referencia escrita de su uso. Esta fuerza se
reúne en la fortaleza de Tjaru. El faraón decide no esperar a que el
príncipe de Kadesh y su ejército avanzasen hacia Egipto, sino
adelantarse y atacarles en su propio terreno, asediando Megido, que se
encuentra a trescientos kilómetros. Llegar hasta allí suponía atravesar
los desiertos del Sinaí y de Gaza así que era necesario llevar
suficientes provisiones de agua y comida, más de catorce toneladas de
grano y veinticinco mil toneladas de agua que eran cargados en carros de
transporte posiblemente tirados por bueyes y el agua en tinajas de
barro selladas para evitar que se derramara por el camino.
La
marcha del ejército de Tutmosis se realiza por el conocido como el
Camino de Horus, que comunicaba Egipto con Asia, y les conduciría hasta
Gaza. En apenas diez días el ejército recorre 250 kilómetros, más de 25
kilómetros al día, pero el cansancio y el calor van ralentizando la
marcha del ejército que tardará tres semanas en llegar hasta Yehem, al
noroeste del Mar Muerto, cerca de la costa mediterránea y la última
parada antes de llegar a Megido.
Los
egipcios acampan allí y Tutmosis III se reúne con sus oficiales para
decidir el camino a seguir, dos de ellos, el del norte y el del sur,
permiten un acceso fácil a Megido pero son más largos , mientras que el
tercero recorre el paso de Aruna (Wadi Ara), más corto y rápido que los
otros pero mucho más peligroso, ya que tendrían que atravesar un paso
estrecho donde el ejército egipcio estaría obligado a caminar casi en
fila india y sería una fácil presa para una emboscada desde las alturas.
Por supuesto tendría que desmontar los carros y llevarlo a lomos de los
caballos.
Contra la opinión de sus oficiales Tutmosis III elige el paso de Aruna (Wadi Ara) desechando las otras dos alternativas, ya que lo que pretende es llegar cuanto antes a Megido y tomar al enemigo por sorpresa. Los generales tratan de disuadir al faraón, creen que lleva al ejército a su perdición.
Contra la opinión de sus oficiales Tutmosis III elige el paso de Aruna (Wadi Ara) desechando las otras dos alternativas, ya que lo que pretende es llegar cuanto antes a Megido y tomar al enemigo por sorpresa. Los generales tratan de disuadir al faraón, creen que lleva al ejército a su perdición.
El ejército
egipcio se mete por el estrecho paso, en fila india es decir un soldado
detrás de otro. Se tardaría todo un día para cubrir todo el valle.
Cuando ya la vanguardia asomara por el otro extremo del desfiladero,
retaguardia aun ni siquiera habría entrado en él. Sobre el medio día
emergieron las primeras tropas del Faraón por el angosto desfiladero y
fueron formando un cerco para proteger a las que continuaban saliendo.
Se tardaron siete horas en pasar todo el ejército por el angosto valle.
Esa noche los egipcios acamparon al sur de Megido, separados de la
ciudad por el río Kina.
Los rebeldes
colocaron dos bloques de infantería rebelde se apostaron cerca de
Yokneam y Taanakh, situadas al este y al oeste de Megido, mientras que
los carros cananeos se escondían en la llanura de Esdralón, alrededor de
la ciudad. El plan de los rebeldes era permitir que los egipcios
atacasen a su infantería, para fingir así una retirada y obligar a los
egipcios a romper sus filas y exponer sus flancos a un ataque por
sorpresa de los carros de guerra.
La sorpresa que se llevaron los cananeos fue tremenda. Ellos que esperaban desde hacía días a que aparecieran por Taanach o Yokneam, lugares elegidos como el más propicios para rodear el macizo y permitir el paso de carros, ellos habrían preparado el terreno y elegido donde poner sus fuerzas para tener ventaja sobre los egipcios, pero no vigilaron el paso de Aruna, en vez de atacar a los egipcios mientras acababan de cruzar el paso, decidieron replegarse a toda prisa hacia Megido para interponerse entre la ciudad y el faraón.
Se
alzó el campamento hacia las siete de la tarde. Se ordenó a los
soldados que se preparen para la batalla que tendrá lugar al día
siguiente por la mañana. Sin embargo, el ataque tuvo lugar algunos días
más tarde, posiblemente para dar tiempo para que sus fuerzas descansasen
después de la caminata.
El 15 de
mayo, por fin el faraón con su ejército cruza el rio Kina y despliega
en tres grupos situados al oeste de la ciudad de forma cóncava y el
mismo al centro de la línea de combate, dirigiendo la batalla.
Los dos ejércitos entran en combate, los egipcios con su joven faraón al frente, a bordo de su carro de combate de oro que dirige la parte central del frente mientras que su ejército adopta una forma cóncava que se extiende por los laterales hacia el enemigo amenazando con rodearle. La estrategia del faraón y el empuje de los egipcios impulsados por su líder vencen la resistencia de los hombres de Kadesh que rompen la formación y se retiran desordenadamente hacia Megido. Si los hombres de Tutmosis hubieran continuado el ataque la batalla habría acabado allí mismo con la toma de la ciudad, pero, en lugar de eso, se detuvieron para saquear el campamento rebelde y los cuerpos rebeldes dado que era la única manera para un soldado raso de enriquecerse, perdiendo la ocasión de aprovechar el desorden de los rebeldes para capturarles, dando tiempo a estos para replegarse hacia la ciudad. El faraón enfureció al ver aquella escena, pero ya no se podía hacer nada, al margen de degradar a los generales que no habían sido capaces de controlar a sus hombres.
Los dos ejércitos entran en combate, los egipcios con su joven faraón al frente, a bordo de su carro de combate de oro que dirige la parte central del frente mientras que su ejército adopta una forma cóncava que se extiende por los laterales hacia el enemigo amenazando con rodearle. La estrategia del faraón y el empuje de los egipcios impulsados por su líder vencen la resistencia de los hombres de Kadesh que rompen la formación y se retiran desordenadamente hacia Megido. Si los hombres de Tutmosis hubieran continuado el ataque la batalla habría acabado allí mismo con la toma de la ciudad, pero, en lugar de eso, se detuvieron para saquear el campamento rebelde y los cuerpos rebeldes dado que era la única manera para un soldado raso de enriquecerse, perdiendo la ocasión de aprovechar el desorden de los rebeldes para capturarles, dando tiempo a estos para replegarse hacia la ciudad. El faraón enfureció al ver aquella escena, pero ya no se podía hacer nada, al margen de degradar a los generales que no habían sido capaces de controlar a sus hombres.
Posiblemente
el ala norte del faraón rompió la formación de los cananeos, y estos al
ver amenazada su retira, se produjo una desbandada. La información
histórica sobre la batalla da la impresión de una derrota absurda ya que
los carros, la infantería y los arqueros de Tutmosis masacraron a las
tropas rebeldes que huían en desbandada. Por su parte, los habitantes de
la ciudad temían tanto a los egipcios que cerraron las puertas a los
que se retiraban y en su desesperación, los soldados cananeos tuvieron
que ser izados.
Ya
no quedaba más remedio que rendir a Megido por medio de un asedio, un
largo asedio que se prolongaría durante siete meses y que Tutmosis III
no está dispuesto a abandonar hasta vencer la resistencia de sus
habitantes, pues como él mismo decía, tomar la ciudad “equivale a tomar
mil ciudades” ya que en su interior se encuentran la mayoría de los
príncipes de Siria y Palestina y lograr su rendición significaría
aceptar el dominio de Egipto sobre ellos. Finalmente, después de siete
meses de asedio, acosados por el hambre la ciudad no tuvo más remedio
que entregarse y el príncipe de Kadesh se inclinó ante el faraón,
reconociéndole como su señor.
El escriba Tjeneni puede ser considerado el primer corresponsal de
guerra, relataría el botín logrado en esta victoria que luego quedaría
grabado hasta nuestros días en los muros del Templo de Karnak “340
prisioneros vivos y 83 manos. 2.041 yeguas, 191 potros, 6 sementales. Un
carro trabajado en oro, su vara de oro, de este vil enemigo; un hermoso
carro trabajado en oro del príncipe de Megido, 892 carros de su
miserable ejército; en total, 924 carros. Una hermosa armadura de bronce
perteneciente al príncipe de Megido, 200 armaduras de su vil ejército,
502 arcos, 7 varas de madera del enemigo, trabajadas en plata. Además
1.929 cabezas de ganado grandes, 2.000 de ganado pequeño, 20.500
ovejas”. Los egipcios tenían costumbre de cortar una de las manos de los
muertos enemigos como forma de contabilizar los muertos en combate.
Como detalle irónico, les dejó los asnos para que pudieran volver a sus
tierras.
Los hijos de los gobernantes son llevados a Egipto como rehenes, que serían ejecutados si estos se alzan de nuevo.
Sobre las bajas del faraón no quedó referencia documental.
En el espacio de 12 años, tuvo que conquistar dos veces de nuevo la ciudad de Megido.
http://arrecaballo.es/edad-antigua/carros-de-guerra/batalla-de-megido/
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