viernes, 19 de agosto de 2016

GENGIS KAN....EL TEMIBLE MONGOL



Nombre con el que se conoció al célebre guerrero y conquistador mongol cuyo verdadero nombre era Temudjin, nacido en el año 1167 (en el año 1162 según los anales chinos de la época), en las proximidades del río Onón, en el lago Baikal (actualmente en Rusia), y muerto el 18 de agosto de 1227 ante la ciudad china de Ningxia, en plena campaña por la conquista del Imperio chino.
Hijo de Yesugei, jefe de la tribu mongol de los kiutes, asentada en el suroeste del lago Baikal, y de la favorita de éste Oelon-Eke ('Madre Nube'), Gengis Kan fue capaz de aglutinar en torno suyo a las numerosas tribus nómadas mongolas que habitaban las estepas del Asia Central y crear uno de los más grandes imperios territoriales registrados a lo largo de la historia, con el que pudo lanzar un impresionante ataque contra el mundo civilizado, en especial contra el Imperio chino, secular enemigo de tártaros y mongoles. Kan demostró poseer unas excelentes dotes militares y grandes cualidades como organizador, con las que fue capaz de extender su Imperio desde el Tibet hasta los confines de la taiga siberiana y desde las inmediaciones del Danubio hasta la península coreana.
Nada más cumplir los nueve años de edad, su padre, según era costumbre entre los pueblos mongoles, le llevó consigo en una larga travesía para buscarle una esposa adecuada, a la que encontraron en una tribu lindante con la gran muralla china, la de los Chingiratos, de nombre Burte y que le dio posteriormente los cuatro hijos que heredaron el Imperio mongol. Hasta la edad de trece años, el joven Temudjin no tuvo oportunidad de demostrar el temple del que siempre hizo gala; a esa edad parecía un hombre adulto por su gran estatura y vigor, capaz de cabalgar un día entero a caballo y de disparar con precisión el arco, disciplinas ambas en las que los mongoles sobresalieron por encima de los restantes pueblos vecinos. Parece ser que ese mismo año su padre fue envenenado por los tártaros (según relata la anónima obra Historia secreta de los mongoles, escrita aproximadamente hacia 1240), tras de lo cual el joven Temudjin se mostró dispuesto a sucederle como jefe de la tribu, petición que los lugartenientes de su difunto padre no aceptaron bajo ningún concepto, por lo que se negaron a prestar obediencia a una mujer y a un adolescente. Aún así, éstos, temerosos de que el hijo de Yesugei pudiera hacerse con el poder de la tribu, decidieron hacerle prisionero junto con toda su familia y entregárselo al jefe de la tribu mongola de los tai-eschutos, Tartugai, quien le condujo a su campamento amordazado por un pesado yugo de madera al cuello y vendado por las muñecas para ser vendido como esclavo a la menor ocasión que se presentase. Temudjin pudo liberarse una noche, para lo que tuvo que derribar a su guardián, al que aplastó el cráneo con el yugo, para ocultarse en el cauce seco de un arroyo del que no salió hasta el amanecer. Después de convencer a un cazador errante para que le liberase del yugo y le ocultase por un tiempo prudente, Temudjin pudo regresar a su campamento y reunir a algunos grupos de mongoles que aun permanecían leales a su padre y a él, con los que juró emprender a partir de ese momento una lucha sin cuartel contra todos sus enemigos, en venganza por el asesinato de su padre y las tribulaciones que tuvo que soportar.

Una vez que tuvo asegurada la fidelidad de sus escasas tropas, Temudjin logró la alianza de Toghrul Kan, jefe de la tribu mongola más poderosas del momento, los keraitas, en la que había un gran número de cristianos nestorianos y musulmanes. La alianza militar fue sancionada y sellada con el matrimonio entre Temudjin y una de las hijas del jefe, llamada Bordu (acto que Gengis Kan repetiría bastantes veces a lo largo de su trayectoria conquistadora, precisamente para consolidar todas las alianzas y pactos que iba firmando con el resto de tribus). Toghrul Kan puso a disposición de Temudjin un importante contingente de tropas que le permitió iniciar las campañas que le llevarían hasta la conquista absoluta de toda Mongolia. La primera tribu que atacó fue la de los mekeitas, a la que literalmente pasó a cuchillo sin mostrar el más mínimo gesto de piedad. Los pocos sobrevivientes que quedaron de la carnicería fueron vendidos como esclavos. Tras esta primera victoria tan resonante, la fama de Temudjin se disparó como la espuma. Atraídos por su fama de guerrero, muchos hombres acudieron a su cuartel para alistarse bajo su mando directo y aceptar su disciplina, muy exigente pero justa. El cuartel general de Temudjin no dejó de crecer en número, lo cual le llevó a forjar proyectos de conquista mucho más ambiciosos, como el de hacer la guerra a su gran enemigo Tartugai, al que había jurado matar con sus propias manos. Así pues, en el año 1188, Temudjin logró reunir un ejército de unos 13.000 mongoles dispuestos a todo por su líder, compuesto de jinetes y arqueros muy bien entrenados, con los que se enfrentó a un poderoso contingente de 30.000 soldados reunidos por Tartugai, al que infringió una severa derrota, lo que supuso un modo de batallar al que pronto hubo de acostumbrarse: luchar siempre con enemigos muy superiores en número y vencerles. Gracias a esta victoria, Temudjin pudo regresar por fin a su lugar de origen para establecer allí la residencia oficial de su naciente imperio y obligar a todas las tribus que anteriormente le habían abandonado después de la muerte de su padre a reconocerle como único jefe legítimo.
Con un ejército de aguerridos mongoles cada vez más numerosos, el siguiente objetivo de Temudjin fue la conquista de los territorios del sur, ocupados por pueblos nómadas tártaros, a los que derrotó, uno tras otro, en el año 1202. El emperador chino, enemigo acérrimo de los tártaros, concedió a Temudjin el título de Tschao-churi (jefe absoluto de los territorios fronterizos). Gracias a sus buenas relaciones con el emperador chino y a su alianza con Toghrul Kan, Temudjin acabó asumiendo en la práctica todo el poder absoluto sobre Mongolia. En el año 1203, Temudjin decidió deshacerse de su antiguo y valioso aliado Toghrul Kan, puesto que entre ambos líderes empezaron a surgir las lógicas diferencias y envidias por la asunción del poder. Temudjin atacó por sorpresa a la tribu de los keraitas con el apoyo de varias tribus del este, a la que también derrotó y expulsó de las tierras, para seguir, al año siguiente, una campaña victoriosa contra la tribu de los naimacos, en la Mongolia occidental. Así, en el año 1206, Temudjin se pudo considerar dueño y señor de la Alta Mongolia, al reunir en su persona todas las características de un jefe guerrero y conquistador: despiadado y cruel con sus enemigos o con quien osara desobedecerle, pragmático a la hora de deshacerse de todo aquel que pudiera hacerle sombra, favorable a una rígida disciplina militar, excelente estratega y mejor conductor de tropas, inasequible al desaliento, con una fortaleza física sobrenatural y con una personalidad arrolladora que hacía que fuera temido por propios y extraños, y que contribuyó a ensalzar aún más su fama.


Ese mismo año, en el transcurso de una asamblea de todas las tribus mongolas, Temudjin expuso la idea de nombrar un kan supremo capaz de reunir todas las fuerzas nómadas dispersas y lanzarlas a la conquista de ciudades fabulosas, de llanuras salpicadas de prósperas casas de labranza y de puertos marítimos riquísimos. Por supuesto, tal persona no podía ser otra que el propio Temudjin, único capaz de llevar a cabo con éxito unos planes tan ambiciosos. Temudjin fue nombrado Gran Kan (emperador de emperadores), con el nombre de Gengis, y fue coronado junto con su primera esposa Burte y los cuatro hijos varones habidos en el matrimonio: Yuri, Yagatay, Ogodai y Tuli, a los que se les nombró los únicos descendientes del gran jefe con derecho a heredar el título de Gran Kan.
Dueño absoluto de toda Mongolia, Gengis Kan se dispuso a crear su gran obra: la creación de un enorme imperio, ensamblado a la perfección, y la creación de una auténtica maquinaria de guerra dispuesta a arrollar a todos los ejércitos que le salieran al paso. Para ello, Gengis Kan impuso una severa jerarquía en el mosaico de tribus y territorios que se hallaban bajo su dominio, para lo que reinó de acuerdo a leyes fijas, a un rígido código mongol conocido con el nombre de Yasa, por el que se rigieron todas las instituciones civiles y militares que creó. Gengis Kan levantó un verdadero estado armado, en el que cada hombre, tanto en tiempos de paz como de guerra, estaba movilizado desde los quince años hasta los setenta. Las mujeres también fueron incluidas en la organización del estado armado mongol con su trabajo en la producción de alimentos y en la confección de todo tipo de material bélico para las tropas, a las que además concedió una serie de derechos desconocidos en otros países orientales supuestamente más avanzados que el mongol, como el derecho de la propiedad. Por último, Gengis Kan fue capaz de inculcar en la mente de sus guerreros nómadas la idea de Estado o Nación. La finalidad de la construcción de dicho andamiaje social, político y militar no era otro que lograr el sueño de cualquier jefe mongol de la época: apoderarse del fabuloso Imperio de China, detrás de la Gran Muralla.

En el año 1211, Gengis Kan reunió a todas sus fuerzas en el cuartel general ubicado en la ciudad de Karakorun ('la ciudad de las arenas negras'), en pleno desierto del Gobi, a fin de iniciar la marcha contra el Imperio chino. Aprovechándose de que el país se hallaba inmerso en una guerra civil, dirigió su poderoso ejército contra la China del norte, gobernada por la dinastía Kin (1122-1234), y no se detuvo hasta alcanzar la península de Shandog. La campaña china acabó en 1215, tras la conquista de Yenking (actual Pekín). Gengis Kan, como era característico en él, dejó en manos de su general Muqali la dominación sistemática del territorio, labor que finalizó con éxito en el año 1218, con el dominio total de toda la península coreana.
En el año 1216, Gengis Kan se vio obligado a regresar a Mongolia para sofocar varios intentos de rebelión por parte de tribus disidentes, las cuales se habían refugiado en los confines fronterizos occidentales, junto a tribus de origen turco. En el año 1219, en venganza por el asesinato de caravaneros mongoles, envió un auténtico rodillo mongol contra el gran Imperio musulmán de Karhezm, gobernado por el sultán Muhammad, el cual englobaba los actuales países de Irán, Irak y gran parte del Turkestán occidental. Gengis Kan no tuvo piedad, y arrasó literalmente las florecientes ciudades de Bujara y Samarkanda, hazaña que le confirió fama de espantosa ferocidad que el gran general supo aprovechar para conquistar nuevos territorios sin apenas entrar en batalla. Desde el Turkestán dirigió a sus tropas en dirección al norte de la actual India y Pakistán, y se apoderó de las ciudades de Peshawar y Lahore en 1219. Antes de regresar a Mongolia para preparar el definitivo ataque contra el Imperio chino, se dirigió a Azerbaiyán en 1220 y penetró en la Rusia meridional, desde donde atravesó el curso del río Dnieper, bordeó todo el mar de Azov y llegó hasta territorio búlgaro. Asimismo, dejó en todos estos territorios a sus generales e hijos, encargados de hacer extender el Imperio mongol hacia el interior de Rusia y de Europa oriental. Mientras tanto, las fuerzas mongoles que había dejado en la campaña contra el Imperio turco de Karhezm, habían logrado someter todo el Jurasán y penetrado en los territorios de Afganistán, Gazni, Harat y Merv.


En el transcurso del invierno de 1226, emprendió la marcha hacia el este contra el reino chino de Tangut, al mando de un impresionante ejército de mongoles dispuestos a todo, paso previo para la conquista total de toda la China. La campaña se desarrolló de un modo favorable, como siempre, y sus tropas arrasaron a todos los contingentes que le iban saliendo al paso. Sin embargo, en un determinado momento, cuando todo hacía prever la inminente caída del reino chino, Gengis Kan ordenó parar la marcha. El gran jefe mongol, que siempre había gozado de una salud de hierro, a veces tenida por sobrenatural, advirtió por puro instinto la proximidad de su muerte. Antes de producirse ésta había ya resuelto el problema de su sucesión, para lo que dividió los vastos territorios de su Imperio entre sus cuatro hijos: al primogénito Yuri le correspondieron las estepas del Aral y del Caspio (muerto antes que su padre, sus territorios los heredó su hijo Batu); para Yagatay fue la región entre Samarkanda y Tufán; al tercero, Ogodai, le correspondió la región situada al este del lago Baikal; mientras que al cuarto, Tuli, le cedió todos los territorios originarias de la familia, cerca del río Onón. Antes de que expirase en el lecho de su tienda de campaña, tuvo tiempo de explicar con detalle a su hijo Ogodai los planes de conquista para los próximos días, e hizo prometer a sus tres hijos que no divulgarían la noticia de su muerte hasta que todo el grueso de las tropas no hubieran llegado a su destino con todos sus jefes preparados para el ataque.
Dos años más tarde, en 1229, la gran asamblea mongola nombró a Ogodai Gran Kan mongol. A pesar de que el rodillo mongol siguió aplastando pueblos y naciones enteras por donde pasaba durante gran parte del siglo XIII, el poder mongol fue diluyéndose a medida que se iba produciendo su dispersión en numerosos kanatos independientes, gobernados por los descendientes de Gengis Kan y enfrentados entre sí, lo que contribuyó a su propio desgaste y su posterior desaparición. De todos los descendientes que tuvo Gengis Kan, tan sólo sus nietos Batu Kan y Khubilai Kan pudieron mínimamente situarse a la altura política-militar de la que gozó Gengis Kan.
http://www.enciclonet.com/articulo/gengis-kan/

jueves, 18 de agosto de 2016

NESTORIO EL HERESIARCA Y EL NESTORIANISMO





Nestorio, que dio su nombre a la herejía nestoriana, nació en Germanicia en Siria Eufratense y murió en la Tebaida, Egipto cerca del año 451. Vivía como sacerdote y monje en el monasterio de Euprepio cerca de las murallas, cuando fue elegido por el emperador Teodosio II como patriarca de Constantinopla, para suceder a Sisinio. Era famoso por su elocuencia, y la popularidad de la memoria de San Juan Crisóstomo entre la gente de la ciudad imperial pudo haber influido para que el emperador eligiera a otro sacerdote de Antioquía como obispo de la corte. Fue consagrado en abril de 428 y parece que dejó una excelente impresión.
No perdió tiempo en mostrar su celo contra los herejes. A los pocos días de su consagración mandó a derrumbar una capilla arriana, y persuadió a Teodosio que emitiera un severo edicto contra la herejía al mes siguiente. Confiscó las iglesias macedonias en el Helesponto, y tomó medidas contra los cuartodecimanos (N. del T.: los que celebraban la Pascua en la luna de marzo, aunque no cayese domingo) que quedaban en Asia Menor. También atacó a los novacianos a pesar de la buena reputación de su obispo. Sin embargo, no expulsó a los refugiados pelagianos de Occidente, por no estar bien informado de su condena diez años antes. Le escribió dos veces al Papa Celestino pidiendo información sobre el tema. No recibió contestación, pero Mario Mercator, un discípulo de San Agustín, publicó una memoria sobre el asunto en Constantinopla, y la presentó al emperador, que debidamente proscribió a los herejes. 

A finales de 428 o a más tardar a principios de 429, Nestorio predicó el primero de sus famosos sermones contra la palabra Theotokos, y detalló su doctrina antioquena sobre la Encarnación. El primero en levantar la voz contra él fue Eusebio, un laico, después obispo de Dorileo y acusador de Eutiques. Dos sacerdotes de la ciudad, Felipe y Proclo ambos candidatos fracasados al patriarcado, predicaban contra Nestorio. Felipe, conocido como Sidetes, por Sides, su lugar de nacimiento, autor de una historia larga y discursiva, hoy perdida, acusó al patriarca de herejía. Proclo (que le sucedería más tarde en la candidatura) predicó un florido pero perfectamente ortodoxo sermón, existente, al que Nestorio respondió en un discurso improvisado que también se conserva.
Todo esto causó, naturalmente, gran conmoción en Constantinopla, sobre todo entre el clero, que no estaba bien dispuesto hacia los forasteros de Antioquía. San Celestino condenó inmediatamente la doctrina. Nestorio había acordado con el emperador en 430 la reunión de un concilio. Ahora intentó acelerarlo y se emitieron las convocatorias a los patriarcas y metropolitanos, antes de que la sentencia del Papa, entregada a través de San Cirilo de Alejandría, se hubiera comunicado a Nestorio . Nestorio fue condenado y el emperador, tras mucho retraso y vacilación, la ratificó y fue confirmada por Sixto III.
La suerte de Nestorio era una muy ardua. Había sido entregado por el Papa a la misericordia de su rival Cirilo; se le había conminado a aceptar antes de diez días, bajo pena de deposición, no una definición papal, sino una serie de anatemas redactados en Alejandría bajo la influencia de falsificaciones de apolinaristas. No todo el concilio le había condenado, sino sólo una parte, que no había esperado a la llegada de los obispos de Antioquía. Él se había negado a reconocer la jurisdicción de este número incompleto y había rehusado a comparecer o presentar alguna defensa. No fue expulsado de su sede porque el débil emperador cambió de idea.
Pero Nestorio era orgulloso: no dio muestras de ceder o ponerse de acuerdo, no presentó ningún recurso de apelación a Roma. Se retiró a su monasterio de Antioquía con dignidad y aparente sensación de alivio. Sus amigos; Juan de Antioquía y sus partidarios, le abandonaron y por el deseo del emperador, a principio de 433 hizo las paces con Cirilo y después con Teodoreto. Los obispos sospechosos de apoyarle fueron depuestos y un edicto de Teodosio II, del 30 de julio de 435, condenó sus escritos a la hoguera. Unos años después, Nestorio fue obligado a dejar su retiro y fue exiliado al Oasis. Una vez en una incursión de los nubios (no los blemis) se lo llevaron y lo devolvieron a la Tebaida con una mano y una costilla fracturadas. Se entregó al gobernador para que no se le acusara de haber huido.
El descubrimiento de la versión siríaca de la (perdida) apología griega por Nestorio, escrita por él mismo, ha despertado nuevo interés sobre el asunto de su ortodoxia personal. El (mutilado) manuscrito, de una antigüedad de casi 800 años, conocido como el “Bazar de Héraclides” y reeditado como “Liber Heraclidas” por el P. Bedjan (Paris, 1910), revelan el persistente odio vinculado al nombre de Nestorio, que al final de su vida tuvo que sustituir por un pseudónimo. En esa obra proclama que su fe es la del famoso “Tomo”, o Carta de León Magno a San Flaviano y excusa su fallo de no apelar a Roma, por el prejuicio general del que fue víctima. Debemos citar aquí un bello pasaje en el “Bazar” sobre el Sacrificio Eucarístico que dice así: “Hay algo incorrecto en ti que quiero poner ante ti en una pocas palabras, para inducirte a corregirlo, porque eres rápido en ver lo que es apropiado. ¿Cuál es esta falta? Actualmente los misterios se presentan ante los fieles como la comida concedida por el rey a su soldados. Pero el ejército de los creyentes no se ve por ninguna parte, sino que el viento de la indiferencia los barre como paja junto con los catecúmenos. Y Cristo es crucificado en el símbolo [kata ton tupon], sacrificado por la espada de la oración del sacerdote; pero igual que cuando estaba en la Cruz, ve que sus discípulos han huido. Terrible es esta falta---una traición a Cristo cundo no hay persecución, una deserción de los discípulos que abandonan al maestro cuando no hay guerra.
Los escritos de Nestorio fueron originalmente muy numerosos. Como se dijo arriba, el “Bazar” se publicó en París en 1910 en la única traducción en que sobrevivió: la siríaca. Loofs examinó minuciosamente, juntó y editó el resto de los fragmentos de Nestorio. Sus sermones muestran una elocuencia real, pero queda muy poco del original griego. Las traducciones latinas de Mario Mercator son muy pobres de estilo y el texto está mal conservado. Batiffol ha atribuido a Nestorio muchos sermones que nos han llegado bajo el nombre de otros autores; tres de San Atanasio, dos de San Hipólito, tres de Anfiloquio de Iconio, treinta y ocho de Basilio de Seleucia, siete de San Juan Crisóstomo; pero Loofs y Baker no aceptan esa atribución. Mercati ha señalado cuatro fragmentos en un escrito de Inocencio, obispo de Maronia (ed. Amelli in "Spicil. Cassin.", I, 1887), y fragmentos armenios que han sido publicados por Ludtke.


LA HEREJIA
Nestorio era discípulo de la escuela de Antioquía y su cristología era esencialmente la de Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia, ambos obispos de Cilicia y grandes oponentes al arrianismo. Ambos murieron en la Iglesia Católica. Diodoro era un hombre santo muy venerado por San Juan Crisóstomo. Sin embargo, el Segundo Concilio general de 553 condenó a Teodoro tanto en persona como en sus escritos. En oposición a muchos arrianos, que enseñaban que en la Encarnación, el Hijo de Dios asumió un cuerpo humano en el que su Naturaleza Divina tomó el lugar del alma, y a los seguidores de Apolinar de Laodicea, que sostenían que la Naturaleza Divina proporcionaba las funciones del alma intelectual o superior, los antioquenos insistían en que el Verbo asumió la plenitud de la humanidad. Desafortunadamente representaban esta naturaleza humana como un hombre completo, y representaban la Encarnación como la asunción de un hombre por el Verbo.
La misma forma de hablar era bastante común entre los escritores latinos (assumere hominem, homo assumptus) y lo usaban en un sentido ortodoxo. Aún cantamos en el Te Deum: "Tu ad liberandum suscepturus hominem", donde debemos entender "ad liberandum hominem, humanam naturam suscepisti". Pero los escritores antioquenos no querían decir que el “hombre asumido” (ho lephtheis anthropos) fuera elevado a una hipóstasis con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ellos preferían hablar de synapheia, “reunión”, en vez de enosis, "unificación” y decían que las dos eran una persona en dignidad y poder, y deben ser adoradas juntas. La palabra persona en su forma griega prosopon puede significar una unidad jurídica o ficticia; no implica necesariamente lo que la palabra persona significa para nosotros, es decir, la unidad de la conciencia y todas las actividades internas y externas del sujeto. De aquí que no nos sorprenda encontrar que Diodoro admitía dos Hijos, y que Teodoro prácticamente hacía dos Cristos y aún así no se puede probar que hayan hecho dos sujetos en Cristo. Dos cosas son ciertas: primera, que, creyeran o no en la unidad del sujeto en el Verbo Encarnado, por lo menos explicaban esa unidad erróneamente; en segundo lugar, que utilizaron el lenguaje más desafortunado y engañoso cuando hablaron de la unión de la humanidad con la Divinidad---lenguaje que es objetivamente herético aunque la intención de los autores fuera buena.
Nestorio, como Teodoro, insistió repetidamente en que no admitía dos Cristos o dos Hijos y con frecuencia afirmaba la unidad de la prosopon. Al llegar a Constantinopla llegó a la conclusión de que la teología muy diferente en boga allí era una forma de arrianismo o error apolinarista. No se equivocó completamente en esto, como probó el brote de eutiquianismo veinte años después. En los primeros meses de su pontificado el pelagiano Julián de Eclana y otros obispos expulsados de su partido le imploraron que reconociera su ortodoxia y obtuviera su reinstalación. Escribió al menos tres cartas al Papa San Celestino I para averiguar si estos expulsados habían sido debidamente condenados o no, pero no recibió contestación (como se ha repetido frecuentemente), no porque el Papa se imaginara que él no respetaba la condenación de los pelagianos hechas por el Papa y por el emperador de Occidente, sino porque añadía en sus cartas, que se han conservado, denuncias de los supuestos arrianos y apolinaristas de Constantinopla y al hacerlo daban señales claras de los errores antioquenos que pronto se conocerían como nestorianos. En concreto, denunciaba a aquellos que empleaban la palabra Theotokos, aunque estaba listo para admitirla en cierto sentido: "Ferri tamen potest hoc vocabulum proper ipsum considerationem, quod solum nominetur de virgine hoc verbum hoc propter inseparable templum Dei Verbi ex ipsa, non quia mater sit Dei Verbi; nemo enim antiquiorem se parit." Tal admisión es peor que inútil, porque implica el completo error de que la Santísima Virgen no es la madre de la Segunda Persona de la Trinidad. Por lo tanto, es desafortunado que Loofs y otros que defienden a Nestorio apelen a la frecuencia con que repetía que aceptaría Theotokos sólo si se entendía apropiadamente. En la misma carta habla correctamente de “dos Naturalezas que son adoradas en la única Persona del Unigénito por una unión perfecta y clara”; pero esto no podía paliar su error de que la Virgen es madre de una naturaleza, no de la persona (un hijo es necesariamente una persona, no una naturaleza) ni la falacia: “Nadie puede dar a luz a un hijo mayor que uno mismo”.
El diácono León, quien como Papa definiría toda la doctrina veinte años después, dio esas cartas a Juan Casiano de Marsella, que inmediatamente escribió contra Nestorio sus siete libros, "De incarnatione Christi". Antes de completar su obra, había conseguido varios sermones de Nestorio, de los que cita en los libros. Él malinterpreta y exagera las enseñanzas de su oponente, pero su tratado es importante porque estereotipó para siempre la doctrina que Occidente aceptaría como nestorianismo. Después de explicar que la nueva herejía era una renovación del pelagianismo y del ebionismo. Casiano representa al patriarca de Constantinopla como enseñando que Cristo es meramente un hombre (homo solitarius) que mereció unirse a la Divinidad como premio a su Pasión. Casiano mismo expresa claramente tanto la unidad de persona y la distinción de las dos naturalezas, aunque la fórmula “dos naturalezas y una persona” no la enuncia él tan claramente como el mismo Nestorio y la discusión carece de distinciones y definiciones exactas.
Mientras tanto, Nestorio era atacado por su propio clero y simultáneamente por San Cirilo, patriarca de Alejandría, que fue el primero en denunciarle, aunque sin dar su nombre, en una epístola a todos los monjes de Egipto, entonces le reconvino personalmente por carta y, finalmente, apeló al Papa. Loofs opina que Nestorio nunca se hubiera alterado a no ser por San Cirilo, pero no hay razón para relacionar a San Cirilo con la oposición al heresiarca en Constantinopla y Roma. Sus rivales Felipe de Side, Proclo y el laico Eusebio (después obispo de Dorileo), así como el romano León, parecen haber actuado sin ningún impulso de Alejandría. Se podía esperar que el Papa Celestino especificara ciertas herejías de Nestorio y que las condenara o que emitiera una definición de la fe tradicional que estaba arriesgando; desafortunadamente, no hizo nada de eso. San Cirilo había enviado a Roma las cartas entre él y Nestorio, una colección de los sermones del patriarca y una obra propia que había recién compuesto, en cinco libros "Contra Nestorium". El Papa las mandó a traducir al latín y entonces, tras reunir el acostumbrado concilio, se contentó con hacer una condena general de Nestorio y una aprobación general de la conducta de San Cirilo, mientras que entregaba la ejecución de este vago decreto a Cirilo, quien, como patriarca de Alejandría, eral el enemigo hereditario de la enemistad de los teólogos antioquenos y del obispo de Constantinopla.
Se le requirió a Nestorio que se retractara dentro de diez días. La sentencia era tan rigurosa como se puede imaginar. El mismo San Cirilo se sintió obligado a redactar una fórmula de retractación. Con la ayuda de un concilio egipcio formuló un conjunto de doce anatemas que simplemente epitoman los errores que ya había señalado en sus cinco libros "Contra Nestorio", pues el Papa parecía haber concordado con la doctrina de su obra. Es muy importante hacer notar que hasta este momento San Cirilo no había basado su caso sobre documentos apolinaristas y no había adoptado la formula apolinarista mia physis sesarkomene del Pseudo-Anastasio. No enseña en tantas palabras “dos naturalezas después de la unión”, pero su obra contra Nestorio, con la profundidad y precisión de San León, es una admirable exposición de la doctrina católica, digna de un Doctor de la Iglesia, que sobrepasa ampliamente el tratado de Casiano. Los doce anatemas no son tan afortunados, ya que San Cirilo era un escritor algo difuso y su solitario intento de brevedad hay que leerlo en conexión con la obra que resume.
Andrés de Samosata y el gran Teodoreto de Ciro atacaron inmediatamente los anatemas, a nombre de Juan, patriarca de Antioquía y en defensa de la escuela antioquena. El primero escribió en Antioquía; sus objeciones fueron adoptadas por un sínodo que tuvo lugar allí y fueron enviadas a San Cirilo como la postura oficial de todos los obispos orientales. San Cirilo preparó contestaciones por separado a estos dos antagonistas, y trató a Andrés con más respeto que a Teodoreto, con quien se mostró desdeñoso y sarcástico. Teodoreto era sin duda el mejor de toda la escuela de Alejandría en talento y sabiduría, pero en este momento no era rival para él como teólogo. Tanto Andrés como Teodoreto se mostraron capciosos e injustos; en el mejor de los casos prueban a veces que las palabras de San Cirilo eran ambiguas e inapropiadas.
Ellos sostenían la objetable fraseología antioquena, respetaban la unión hipostática (enosis kath hypostasin) así como la physike enosis tan heterodoxa como sin base bíblica. Esta última expresión es ciertamente inadecuada y puede confundir. Cirilo tuvo que explicar que no estaba resumiendo o definiendo la fe sobre la Encarnación, sino simplemente juntando los principales errores de Nestorio usando las propias palabras del hereje. En sus libros contra Nestorio ocasionalmente lo había tergiversado, pero en los doce anatemas hizo un retrato fiel de la postura de Nestorio, pues de hecho Nestorio no negó como propias las proposiciones, ni Andrés de Samosata ni Teodoreto negaron favorecerlas. Los anatemas fueron ciertamente aprobados en general por el Concilio de Éfeso, aunque la Iglesia nunca los adoptó formalmente. Nestorio por su parte respondió con un conjunto de doce contra-anatemas. Algunos iban dirigidos contra los enseñanzas de San Cirilo, otros atacan errores que San Cirilo ni siquiera soñó enseñarlos, por ejemplo que a través de la unión la Naturaleza Humana de Cristo se convirtió en no-creada y sin principio, una conclusión bastante tonta que después se asignó a la secta del monofisismo llamada Actistetae. En conjunto el nuevo programa de Nestorio enfatizaba su antigua postura, como también hicieron los violentos sermones que predicó contra San Cirilo.

No tenemos dificultad en definir la doctrina de Nestorio hasta donde a palabras se refiere: María no dio a luz a Dios como tal (verdad) ni al Verbo de Dios (falso), sino al órgano, el templo del Dios Padre. El hombre Jesucristo es el templo “la púrpura animada del rey”, como dice en un elocuente pasaje. El Dios Encarnado ni sufrió ni murió, sino que levantó de entre los muertos a Aquel en quien se había encarnado. El Verbo y el Hombre han de ser adorados juntos, y añade: dia ton phorounta ton phoroumenon sebo (A través de Aquel que lleva adoro al que es llevado). Si San Pablo habla del Señor de la Gloria crucificado, quiere decir el hombre por “el Dios de la Gloria”. Hay dos naturalezas, dice, y una persona; pero de las dos naturalezas se habla regularmente como si fueran dos personas y las palabras de la Escritura sobre Cristo deben ser adjudicadas unas al hombre, otras al Verbo. Si se llama a María Madre de Dios, sería endiosarla y los gentiles se escandalizarían.
Esto es todo malo en lo que a palabras se refiere. Pero ¿no quiso Nestorio decir algo mejor que lo que expresaron sus palabras? No todos los obispos orientales eran no creyentes en la unidad de sujeto en el Cristo Encarnado y de hecho San Cirilo hizo las paces con ellos en 433. Uno puede señalar que Nestorio enfáticamente declaró que hay un Cristo y un Hijo, y San Cirilo mismo preservó para nosotros algunos pasajes de sus sermones que el santo admite como perfectamente ortodoxos y, por lo tanto, completamente inconsistentes con el resto. Por ejemplo: “¡Grande es el misterio de los dones! Pues este infante visible, que parece tan joven, que necesita pañales para su Cuerpo, que en la sustancia que vemos es recién nacido, es el Hijo Eterno, como está escrito, El Hijo que es el Hacedor de todo, el Hijo que junta en los ropajes de su poder toda la creación que de otra manera se disolvería en la nada”. Y en otra ocasión: “Hasta el Niño es el Dios Todopoderoso, y así, oh, Arrio, es Dios Verbo de ser sujeto de Dios”. Y: “Reconocemos la humanidad del Niño y su Divinidad; la unidad de su filiación la guardamos en la naturaleza de la humanidad y divinidad.”
Probablemente sólo hubiera sido justo para Nestorio admitir que intentó completamente salvaguardar la unidad de sujeto en Cristo; pero dio explicaciones equivocadas respecto a la unidad y sus enseñanzas llevaron lógicamente a dos Cristos, aunque él no admitiría este hecho. No sólo sus palabras son inductoras al error, sino también la doctrina subyacente en ellas, y tienden a destruir el significado completo de la Encarnación. Es imposible negar que tanto las doctrinas como las palabras que llevan a tales consecuencias constituyen herejía. Por lo tanto, fue condenado inevitablemente. Reiteró los mismos puntos de vista veinte años después en el "Bazar de Heráclides", lo que muestra que no hubo cambio de opinión, aunque declara su adhesión al Tomo de San León.
Después que el emperador había convertido en ley el Concilio de 431, el partido antioqueno no cedió inmediatamente. Pero el Papa San Sixto III, que había sucedido a San Celestino, confirmó el concilio, el cual fue aceptado por todo Occidente. Antioquía quedó así aislada y al mismo tiempo San Cirilo se mostró dispuesto a dar explicaciones. Los patriarcas de Antioquía y Alejandría acordaron un “credo de unión” en 433 (ver Eutiquianismo). Andrés de Samosata y otros no lo aceptaron, sino que declararon que la palabra "Theotokos" era herética. Teodoreto reunió un concilio en Zeuguma que rehusó anatematizar a Nestorio. Pero el prudente obispo de Ciro luego de un tiempo percibió que en el “credo de unión” Antioquía ganaba más que Alejandría, así que aceptó el un tanto vacío compromiso. Él mismo dice que recomendaba la persona de Nestorio mientras anatematizaba su doctrina.
Al morir San Cirilo en el año 444, surgió un nuevo estado de cosas al desaparecer la mano firme que refrenaba a sus intemperantes seguidores. El amigo de Nestorio, el conde Ireneo, se había convertido en obispo de Tiro y era perseguido por el partido de de Cirilo, al igual que Ibas, obispo de Edesa, que había sido un gran maestro en esa ciudad. Estos obispos, junto con Teodoreto y Domno, el sobrino y sucesor de Juan de Antioquía, fueron depuestos por Dióscoro de Alejandría en el Concilio Ladrón de Éfeso (449). Ibas estaba imbuido de la teología antioquena, pero en su famosa carta a Maris el persa desaprueba a Nestorio tanto como a Cirilo, y en el Concilio de Calcedonia estaba dispuesto a gritar mil anatemas a Nestorio. El y Teodoreto fueron ambos reinstalados por dicho concilio y parece que ambos creyeron que el Tomo de San León era una rehabilitación de la teología antioquena. Lo mismo creyeron los monofisitas que veían en San León al adversario de las enseñanzas de San Cirilo. Nestorio, en su exilio, se alegró de este cambio en la política romana, tal como él creía. Loofs, seguido por muchos escritores, incluso católicos, opina igual. Pero San León creía estaba completando y no deshaciendo la obra del concilio de Éfeso, y de hecho su enseñanza no es más que una forma más clara de las anteriores enseñanzas de Cirilo tal como las había expuesto en los cinco libros contra Nestorio. Pero es verdad que la última fraseología de Cirilo, de la que las dos cartas a Succenso son el tipo, se basa en la fórmula que se sintió obligado a adoptar de un tratado apolinarista que se creía que era de su gran predecesor San Atanasio: mia physis ton Theou Logou sesarkomene. San Cirilo hallaba incómoda esta fórmula, como muestra la forma en que la trata, y de hecho se convirtió en la consigna de la herejía. Pero San Cirilo hizo lo mejor que pudo por entenderla en un sentido correcto y se sale de su camino para admitir dos naturalezas hasta después de la unión en theoria, una admisión que iba a salvar al mismo Severo de una buena parte de su herejía.
Es fácilmente explicable que Loofs y Harnack no perciban la diferencia vital entre los antioquenos y San León, puesto que no creen en la doctrina católica de las dos naturalezas y por consiguiente no captan la perfectamente simple explicación dada por San León. Así como algunos escritores declaran que los monofisitas siempre tomaron physis en el sentido de hipóstasis, así Loofs y otros mantienen que Nestorio tomó hipóstasis siempre en el sentido de physis, y que quería decir por dos hipóstasis no más de lo que quería decir por dos naturalezas. Pero las palabras parecen haber tenido significados perfectamente definidos para todos los teólogos del período. Es probable que los monofisitas las distinguieran y todos admiten que incuestionablemente querían decir por hipóstasis una naturaleza subsistente. Es bastante obvio que Nestorio no puede, por el contrario, haber creído que naturaleza significaba lo mismo que hipóstasis, y que ambas significaran esencia, por tres razones: primera, él no pudo haber querido decir algo tan absolutamente opuesto al significado dado a la palabra hipóstasis por los monofisitas; segundo, si quería decir naturaleza por hipóstasis no le quedaba ninguna palabra para “subsistencia” (ya que ciertamente usó ousia queriendo decir “esencia” en vez de “subsistencia”); tercero, toda la doctrina de Teodoro de Mopsuestia, y la propia negación de Nestorio a admitir casi cualquier forma de communicatio idiomatum, nos fuerza a tomar sus “dos naturalezas” en el sentido de naturalezas subsistentes.
Los críticos modernos también consideran que la doctrina ortodoxa de los griegos contra el monofisismo---de hecho la doctrina de Calcedonia tal cual se defendió durante muchos años---era prácticamente la doctrina antioquena o nestoriana, hasta que Leoncio la modificó en el sentido de la conciliación. Esta teoría es completamente arbitraria, pues de Calcedonia en adelante no hay controversista ortodoxo alguno que nos haya dejado texto alguno considerable en griego por el que podamos juzgar hasta que punto Leoncio fue un innovador. En todo caso, sabemos, por los ataques de los mismos monofisitas, que aunque consideraban a sus oponentes católicos como cripto-nestorianos, al hacerlo así los distinguían de los verdaderos nestorianos que profesaban abiertamente dos hipóstasis y condenaban la palabra Theotokos. De hecho podemos decir que después de que Juan de Antioquía y Teodoreto hicieron las paces con San Cirilo, no volvió a oírse hablar en el mundo griego de la teología antioquena. La escuela había sido distinguida pero pequeña. En la misma Antioquía, en Siria y en Palestina, los monjes, que tenían muchísima influencia, eran seguidores de Cirilo, y una gran parte de ellos acabaron siendo monofisitas. Era más allá del mundo griego que el nestorianismo tendría su desarrollo.
Había en Edesa una famosa escuela para persas, que probablemente había sido fundada en los días de San Efrén, cuando Nisibis había dejado de pertenecer al imperio romano (363). Los cristianos de Persia habían sufrido terrible persecución y la Edesa romana había atraído a persas para el estudio pacífico. Bajo la dirección de Ibas, la escuela persa de Edesa se empapó de la teología antioquena. Pero Rábulas, el famoso obispo de Edesa, aunque se había mantenido aparte de San Cirilo en el Concilio de Éfeso junto con otros obispos del patriarcado antioqueno, después del concilio se convirtió en un convencido y hasta violento seguidor de Cirilo, e intentó lo que pudo contra la escuela de los persas. El mismo Ibas le sucedió. Pero a la muerte de su protector (457) los persas fueron expulsados de Edesa por los monofisitas, que se convirtieron en todopoderosos. Entonces Siria se convirtió en monofisita y surgieron Filoxeno y muchos otros escritores. Persia se hizo nestoriana. De los exilados de Edesa a su propio país, nueve llegaron a ser obispos, incluidos Barsumas, o Barsauma, de Nisibis y Acacio de Beit Aramage. La escuela de Edesa se cerró por fin en 489.
En este momento, la iglesia de Persia era autónoma, habiendo renunciado a toda sujeción a Antioquía y a los obispos “occidentales” en el concilio de Seleucia en 410. El superior eclesiástico de todos ellos era el obispo de Seleucia-Tesifonte, que había asumido el rango de catholicos. Este prelado era Babaeus o Babowai (457-84) en tiempos de la llegada de los profesores nestorianos de Edesa. Parece que los recibió con los brazos abiertos. Pero Barsauma, una vez que fue obispo de Nisibis, cerca de la gran ciudad de Edesa, rompió con el débil catholicos y en un concilio celebrado en Beit Lapat en abril de 484, pronunció su deposición. Ese mismo año Babowai fue acusado ante el rey de conspirar con Constantinopla y fue matado cruelmente, colgado por el dedo anular y, se dice, crucificado y azotado. No hay suficiente evidencia para la historia de que fue Barsauma quien lo acusó.
El obispo de Nisibis era, en todo caso, muy estimado por el rey Peroz (457-84) y había logrado convencerle de que sería una buena cosa para Persia que los cristianos persas fueran todos de naturaleza distinta de los del imperio y no tuvieran tendencia a inclinarse hacia Antioquía y Constantinopla, que no estaban oficialmente en la línea de influencia del "Henoticon" de Zenon. Así pues, los cristianos que no fueran nestorianos fueron expulsados de Persia. Pero generalmente no se considera confiable la historia de esta persecución,, tal como la narra la carta de Simeón de Beit Arsam; el número de 7,700 mártires monofisitas es bastante increíble. Solo la ciudad de Tagrit permaneció monofisita. Los armenios, sin embargo no se convirtieron y en 491 condenaron en Valarsapat al Concilio de Calcedonia, a San León y a Barsauma. Peroz murió en 484, poco después de haber asesinado a Babowai y el enérgico obispo de Nisibis tenía menos que esperar de su sucesor, Balash.
Aunque al principio Barsauma se oponía al nuevo catholicos, en agosto de 485 Acacio se entrevistó con él y se sometió reconociendo la necesidad de estar sujeto a Seleucia. Sin embargo, se excusó de estar presente en el concilio de Acacio de 484 en Seleucia, en el que estuvieron presentes doce obispos. En esta asamblea se afirmó la teología antioquena y se repitió un canon de Beit Lapat que permitía el matrimonio del clero. El concilio declaró que despreciaban la vanagloria y se sintieron forzados a humillarse a sí mismos para poner fin al horrible escándalo clerical que no edificaban a los magos persas ni a los fieles; por lo tanto, decretaron que los clérigos debían emitir un voto de castidad, los diáconos podían casarse, y que en el futuros no serían ordenados sacerdotes excepto los diáconos que tuvieran una esposa legal e hijos. Aunque no se daba permiso a los sacerdotes u obispos para casarse (porque iba contra los cánones de la Iglesia Oriental), parece que en la practica se toleró, posiblemente para regularizar las uniones ilícitas. El mismo Barsauma parece haberse casado con una monja llamada Mamoé, aunque según Mare, fue por inspiración del rey Peroz y fue solo un matrimonio de nombre con la intención de que la fortuna de la señora no fuera confiscada.
La Iglesia Persa estaba ahora organizada, aunque no estaba completamente unida, estaba formalmente comprometida con la teología antioquena. Sin embargo, Acacio cundo fue enviado como legado del rey a Constantinopla, fue obligado a aceptar el anatema contra Nestorio para ser recibido en la comunión allí. A su regreso se quejaba amargamente de ser llamado nestoriano por el monofisita Filoxeno, declarando que “no sabía nada” de Nestorio. Sin embargo, Nestorio siempre ha sido venerado como santo por la Iglesia Persa.
Solo faltaba una cosa para la iglesia nestoriana: necesitaba escuelas teológicas propias para que su clero pudieran defender sus argumentos teológicos sin ser tentados para estudiar en centros ortodoxos del Oriente o en las numerosas y brillantes escuelas que los monofisitas estaban estableciendo. Barsauma abrió una escuela en Nisibis que se convertiría en más famosa que la de Edesa. El rector era Narses el leproso, un escritor muy prolífico, del que se ha preservado poco. Esta universidad tenía un solo colegio, con la vida regular de un monasterio. Sus reglas se guardan aún (ver Nisibis). En algún momento llego a tener 800 estudiantes y su gran doctor fue Teodoro de Mopsuestia. Sus comentarios se estudiaban en las traducciones de Ibas y tratadas casi como infalibles. Se adoptó el canon de las escrituras de Teodoro como sabemos por el "De Partibus Divinae Legis" de Junilius, (P.L., LXVIII y ed. por Kihn), obra que es una traducción y adaptación de las conferencias publicadas por un cierto Pablo, profesor en Nisibis. El método es aristotélico y debe haber entrado en contacto con el renacimiento aristotélico que se dio en Grecia y asociado principalmente al nombre de Filópono y en Occidente con el de Boecio. La fama de este seminario teológico fue tan grande que el Papa San Agapito I y Casiodoro quisieron fundar uno similar en Italia, aunque resultó imposible en esos agitados días. Sin embargo el monasterio de Casiodoro en Vivario se inspiró en el de Nisibis. Hubo otras escuelas importantes en Seleucia y otros sitios, hasta en pequeñas ciudades.
Barsauma murió entre 492 y 495, Acacio en 496 ó 497, Narses parece que vivió algo más. La iglesia nestoriana que fundaron, aunque separada de la Iglesia Católica por exigencias políticas, nunca intentó hacer otra cosa que practicar una autonomía como la de los patriarcados orientales. Su herejía consistía principalmente en su negación a aceptar los Concilio de Éfeso y Calcedonia. Es interesante notar que ni Junilio ni Casiodoro hablan de la escuela de Nisibis como herética. Probablemente eran conscientes de que no era muy ortodoxa, pero los persas que aparecían en los Santos Lugares como peregrinos o en Constantinopla pueden haber parecido como católicos por su odio a los monofisitas, que eran los grandes enemigos en Oriente.
La enseñanza oficial de la iglesia nestoriana en tiempos del rey Cosroes (Khusran) II  nos ha llegado bien en el tratado "De unione" compuesto por el enérgico monje Babai el Grande, preservado en un manuscrito del que Labourt ha sacado extractos . Babai niega que hipóstasis y persona tengan el mismo significado. Una hipóstasis es una esencia (ousia) singular que subsiste en su ser independiente, numéricamente uno, separado de otros por sus accidentes. Una persona es esa propiedad de la hipóstasis que la distingue de otros (esto parece más bien “personalidad” que “persona”) como siendo ella misma y no otra, así que Pedro es Pedro y Pablo es Pablo. Como hipóstasis Pedro y Pablo no se distinguen puesto que tienen las mismas cualidades específicas, pero se distinguen por sus cualidades particulares, su sabiduría u otra cosa, su altura y su temperamento etc. Y puesto que la propiedad singular que posee la hipóstasis no es la hipóstasis misma, la propiedad particular que la distingue se llama “persona”.
Parece que Babai quiere decir que “un hombre” (individuum vagum) es la hipóstasis, pero no la persona, hasta que se añaden las características individuales por las que se sabe que es Pedro o Pablo. Esto no es de modo alguno lo mismo que la distinción entre naturaleza e hipóstasis, ni se puede afirmar que por hipóstasis Babai quisiera decir que deberíamos decir naturaleza específica y por persona lo que debemos llamar hipóstasis. La teoría parece ser un intento sin éxito para justificar la formula tradicional nestoriana: dos hipóstasis en una persona. Respecto a la naturaleza de la unión, Babai cae en el dicho antioqueno de que es inefable y prefiere las metáforas usuales---asunción, inhabitación, templo, vestidura, reunión---a cualquier definición de unión. Rechaza la communicatio idiomatum porque crea confusión de la naturaleza, pero permite un cierto” intercambio de nombres”, que explica con gran cuidado.
Los cristianos persas fueron llamados “orientales “o “nestorianos” por sus vecinos del oeste. Se daban a si mismo el nombre de caldeos, pero esta denominación está generalmente reservada para una gran parte de los restos aun existentes que se han unido a la Iglesia Católica. La situación de estos Uniatas, así como la rama en la India conocidos como cristianos malabares, se describe en Cristianos Caldeos. La historia de la iglesia nestoriana aparece en el artículo Persia. Los nestorianos también penetraron en China y Mongolia y dejaron detrás de ellos una piedra inscrita, colocada en febrero de 781, que describe la introducción del cristianismo en China desde Persia en el reinado de T'ai-tsong (627-49). La piedra se halla en Chou-Chih, 50 millas al sur de Sai-an Fu, que en el siglo VII era la capital de China. Se le conoce como “el monumento nestoriano” 
 http://ec.aciprensa.com/wiki/Nestorio_y_Nestorianismo

lunes, 15 de agosto de 2016

PACTO DE FAMILIA....FRANCIA,ESPAÑA Y NÁPOLES EN EL SIGLO XVIII


Nombre que reciben tres Tratados firmados entre España y Francia en el siglo XVIII para la defensa mutua de los intereses de los representantes de la Casa de Borbón, reinante en ambos países. La alianza dinástica establecida es la que da nombre a los pactos. Posteriormente a esta alianza se agregaron el reino de Nápoles y Parma, también gobernados por Borbones.


Desde que los Borbones llegaron al poder en España se enfrentaron a dos problemas: el primero, respetar las autonomías que la dinastía anterior había consentido en sus reinos (la decisión de los Borbones fue tajante, no estaban dispuestos a mantener diferencias de Hacienda ni de leyes); el segundo conflicto fue respetar la evidencia de que, aun siendo familia (Felipe V, duque de Anjou, era nieto de Luis XIV), los Borbones se entendían muy mal con la rama francesa de la dinastía y peor con la otra gran potencia del momento, Inglaterra. Como España no podía permanecer en el ostracismo debido a sus inmensas posesiones territoriales y a su aún grande poder militar, los Borbones españoles se decantaron por la alianza familiar.
El primer Pacto fue firmado en 1733 a iniciativa de Isabel de Farnesio, y tenía como objetivo defenderse de cualquier agresión producida por Inglaterra o Austria.
El primer Pacto de Familia se engloba en la Guerra de Sucesión de Polonia. Al fallecer Augusto II, rey de Polonia y elector de Sajonia, el 1 de febrero de 1733, las diferentes potencias europeas iniciaron una serie de movimientos diplomáticos tendentes a situar a sus respectivos candidatos en el trono vacante, con el fin de inclinar la balanza del poder europeo hacia sus intereses particulares.
El interés de Francia en apoyar a Estanislao Leczinski, suegro de Luis XV, frente a las aspiraciones de Augusto de Sajonia, apoyado por Rusia, Austria y Dinamarca, derivó en un pacto francés con el rey de Cerdeña Carlos Manuel III y, con el fin de reforzar la alianza, con el rey de España, Felipe V.
El pacto entre Francia y España se firmó en El Escorial, el 7 de noviembre de 1733, y ha pasado a la historia como el Primer Pacto de Familia. En él se estipuló que España ocupase militarmente el sur de Italia, para dañar de ese modo las posiciones imperiales en Nápoles y Sicilia, mientras que Francia se encargó de intervenir en el Rin y el rey de Cerdeña en el Milanesado. Este reparto de las operaciones bélicas respondía perfectamente a la política italiana de Isabel de Farnesio, consistente en la recuperación a cualquier precio de las antiguas posesiones españolas en Italia, perdidas en el Tratado de Utrecht, para colocar en sus tronos a sus hijos, tenidos con Felipe V y que no tenían derecho al trono de España por no ser ninguno de ellos el primogénito.
Con el auxilio de la Armada, un ejército al mando de Montemar, transportado por la escuadra comandada por el conde de Clavijo, se apoderó sucesivamente de Nápoles y Sicilia, que quedaron bajo la autoridad del infante Carlos, al que se le concedió el título de Rey por cesión de los derechos de su padre Felipe V. A todo esto, fallecido Patiño, José del Campillo heredó su escuela y las líneas básicas de su gestión. A la muerte de Campillo en abril de 1743, se hizo cargo de las cuatro secretarías que éste desempeñaba —Guerra, Hacienda, Marina e Indias— el mayor talento organizador del siglo XVIII español, Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada.
En 1738 se firmó la paz por el Tratado de Viena, hecho muy favorable para España, ya que se avecinaba un nuevo conflicto bélico, esta vez contra Inglaterra, alarmada por la recuperación del poder naval español gracias al crecimiento de la construcción de navíos y a la creación de reales compañías de comercio que lograron agilizar el intercambio mercantil con América y Filipinas, consecuencia todo ello de una serie de medidas acertadas concernientes a la política atlántica, que hizo de España una potencia capaz de competir con Inglaterra. Para los intereses franceses la paz no fue tan provechosa, ya que fueron derrotados en la guerra y tuvieron que admitir a Estanislao Leczinski en el trono de Polonia.
La situación insostenible creada por el contrabando de los guardacostas españoles se intentó atemperar por el acuerdo de El Pardo de 1739, pero el incumplimiento de lo estipulado por ambas partes hizo inevitable la guerra, que estalló el 23 de octubre de 1739. La escuadra británica del almirante Vernon tomó Portobello ese mismo año, pero la del almirante Brown fracasó ante La Habana. El ataque de Vernon y Wentworth a Cartagena de Indias también fracasó ante la defensa de Blas de Lezo y el virrey Eslava en 1741, así como las tentativas posteriores contra Cuba, Panamá, La Florida, La Guaira y Puerto Cabello entre 1742 y 1743. La guerra del corso fue muy intensa, lo que originó muchas pérdidas por ambas partes.


El segundo Pacto,también conocido como Tratado de Fontainebleau, fue firmado en 1743. En él se establecía de forma más sólida la alianza defensiva y ofensiva de las coronas francesa y española, con el fin de luchar contra los enemigos comunes, principalmente Inglaterra. El motivo que impulsó la firma de este tratado fue el inicio de la Guerra de Sucesión austríaca, tras la muerte, el 20 de octubre de 1743, del emperador Carlos IV.
El hecho clave que motivó el enfrentamiento fue la Pragmática Sanción dictaminada por Carlos IV en la que proclamaba heredera de Austria a su hija María Teresa, orden contraria a la ley vigente, pero, sobre todo, contraria a los intereses que las distintas potencias europeas tenían, pues deseaban aprovechar este momento de incertidumbre y debilidad en la corona austríaca para colocar en el trono de Viena un candidato que respondiera a sus intereses.
En este conflicto, España apoyó desde el primer momento al pretendiente elector de Sajonia, suegro del rey Carlos VII de Nápoles y Sicilia, posteriormente rey de España con el nombre de Carlos III. Al mismo tiempo, las reivindicaciones desde Madrid sobre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana para el infante Felipe, segundo hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, hicieron pensar en el conflicto como el momento idóneo para conseguir sus pretensiones. Mientras, Francia se aliaba con Baviera y Prusia para formar la Liga de Nymphenburg contra Austria.
La guerra comenzó muy favorablemente para la Liga Nymphenburg, hasta el punto de nombrar a su candidato Carlos Albertoen enero de 1742, pero la derrota de Chotusitz hizo que María Teresa negociara por separado con Prusia la Paz de Bresslau el 11 de junio de 1742, con lo que se aseguraba prácticamente la corona bajo su persona.
No obstante, la situación se complicó cuando, a principios de 1743, Inglaterra decidió intervenir en el conflicto a favor de Austria, a Inglaterra se sumaron Sajonia y Cerdeña. Esta internacionalización del conflicto provocó la alarma de Francia que, bajo las nuevas circunstancias, necesitaba urgentemente aliados dispuestos a entrar en el conflicto contra la amenaza inglesa. Por este motivo, desde París se instó a renovar el Primer Pacto de Familia, firmado con la corona española en 1733 a consecuencia de la Guerra de Sucesión polaca.
Ambas coronas se comprometieron en la firma del Tratado de Fontainebleau a continuar la guerra contra Viena y Turín, sin poder unilateralmente deponer las armas sin previo aviso y aceptación de la otra parte. Respondiendo a intereses claramente españoles, Francia se comprometió a colaborar en la conquista del Milanesado, Parma y Piacenza, que serían entregados al infante don Felipe, así como a respetar y defender las posesiones de la corona española de Nápoles y de Sicilia, y confirmó a Carlos como rey de dichos territorios. Unido a todo esto, España exigió, condición sine qua non para entrar en guerra, la ayuda necesaria para conseguir la devolución de las plazas de Gibraltar y Menorca.
Como consecuencia de esta alianza ofensiva-defensiva, España y Francia declararon la guerra a Cerdeña el 30 de septiembre de 1743; el 15 de marzo del año siguiente a Inglaterra, y el 26 de abril a Austria. Para liberar Tolón de la escuadra inglesa que bloqueaba este puerto, a principios de 1744 una flota española mandada por don José Navarro partió desde Barcelona, y se enfrentó, junto con la flota francesa de Court a la armada británica del almirante Mathews, el 22 de febrero de 1744 entre las islas Hyères y el cabo Sicié. Al mismo tiempo, los ejércitos hispano-franceses se enfrentaron a los austríacos en Italia, donde se llegó a un punto muerto al no ser capaz ninguno de los contendientes de establecer la supremacía. Sin embargo, la muerte del emperador Carlos VII de Alemania y príncipe de Baviera el 20 de enero de 1745 alteró el desarrollo de la guerra, ya que su hijo Maximiliano José acordó un arreglo con María Teresa de Austria por el que se detenía la guerra en Alemania y la limitaba a los frentes italianos.
La muerte de Fleury dio paso como ministro de Negocios Extranjeros a René-Louis de Voyer, marqués de Argenson, defensor de finalizar una guerra que interesaba cada vez menos a Francia. El embajador especial francés en Madrid, mariscal Noailles, intentaba, mientras tanto, convencer a los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio de que el ducado de Parma o Mantua sería una mejor herencia para el infante Felipe que el Milanesado.
Los acuerdos alcanzados en el Tratado de Aranjuez, del primero de mayo de 1745, concernientes a Génova, permitieron a los ejércitos borbónicos avanzar frente a los austríacos y en diciembre controlar Milán y otras muchas ciudades lombardas. Sin embargo, negociaciones secretas entre Argenson y Viena permitieron la reacción militar de los austríacos en 1746, que consiguieron Asti, Milán y el ducado de Parma.
El 9 de julio de 1746 se produjo el fallecimiento repentino de Felipe V, por lo que la Guerra de Sucesión austriaca y sus derivaciones fueron cerradas por el nuevo monarca Fernando VI en 1748, en la llamada Paz de Aquisgrán, en la que consiguió los ducados de Parma, Piacenza y Guastalla para el infante Felipe, con lo que sus aspiraciones se vieron colmadas.

                                                   SEPULCRO DE FELIPE V E ISABEL DE FARNESIO


  


El Tercer Pacto fue firmado en 1761 y es conocido como Tratado de Versalles. En él se reafirmaban los acuerdos anteriores y sobre todo se definía la alianza contra Inglaterra.
El desarrollo de la Guerra de los Siete Años, que enfrentaba a Francia e Inglaterra en el ámbito americano, favorecía a los británicos de tal manera que España no podía mantenerse en la neutralidad que había caracterizado el gobierno de Fernando VI, el nuevo monarca español, Carlos III, necesitaba reforzar la posición española en América, para lo que apoyó a los franceses ante un enemigo que ponía en peligro los territorios hispánicos, especialmente por la rapidez y facilidad de las conquistas inglesas en Quebec. Por esta razón, el 15 de agosto de 1761 Grimaldi, como representante español, firmó en la embajada española en París el Tercer Pacto de Familia, que suponía un acercamiento a Francia y el alejamiento de los británicos, que usurpaban territorios en Honduras y Yucatán, y no cesaban ni en sus ataques corsarios ni en el contrabando. Por este nuevo Tratado España y Francia se defenderían mutuamente de ataques externos, especialmente los de Inglaterra. Ambos monarcas borbones, se obligaron a considerar enemigos propios a los enemigos del otro, a defenderse en tierra y mar, y a velar por los intereses de los dos países como si de uno solo se tratara.
La primera consecuencia del Tercer Pacto de Familia fue la declaración inmediata de guerra por parte de Gran Bretaña a España, el 2 de enero de 1762. En respuesta, España hizo lo propio con Portugal, aliada de Gran Bretaña, cuando se solicitó que cerrara sus puertos a los barcos ingleses, entre mayo y junio de dicho año.
El marqués de Sarriá invadió las fronteras portuguesas y tomó Miranda el 9 de mayo. Continuó la ofensiva española en el norte, hacia Oporto, con las conquistas de Braganza y Moncorvo, seguidas de la que hizo el conde de Aranda en Almeida el 25 de agosto. No obstante, los lusitanos con apoyo británico hicieron retroceder a las tropas españolas hasta la frontera en el otoño siguiente. En ultramar, los británicos consiguieron tomar La Habana el 13 de agosto, bombardearon y capturaron Manila el 5 de octubre y penetraron en La Florida.
Frente a lord Egremont y lord Butte, deseosos de obtener ventajas de los éxitos militares contra franceses y españoles, los ministros británicos Pitt y Cumberland eran partidarios de finalizar la guerra de los Siete Años. A cambio de la Florida, que los británicos se negaban a devolver a España, Carlos III recibió de Francia la Luisiana, mediante el Tratado de Fontainebleau de 3 de noviembre de 1762. Este Tratado fue consecuencia de las tremendas exigencias británicas, que pretendía obligar a España a que cediera Florida, Pensacola y Sacramento. Ante la eventualidad de que esto se realizase, España exigió en Fontainebleau a Francia que le entregase la Luisiana a modo de compensación. Este territorio -que correspondería a los actuales estados de Illinois, Missouri, Arkansas, Mississippi y Louisiana- constituía una de las más ricas colonias francesas en América. Con este acuerdo franco-español se facilitaba la negociación que culminó en la Paz de París el 10 de febrero de 1763. La Habana y Manila eran devueltas a España por los ingleses. Éstos conseguían expulsar a los franceses de América del Norte, ya que Francia cedió a Inglaterra Nueva Escocia, Canadá, la isla de Cabo Bretón, así como las islas y costas del golfo y río San Lorenzo. A su vez, Gran Bretaña devolvía a Francia las islas de Guadalupe, Marigalante, Deseada, Martinica y Belle Île. Como compensación, Inglaterra obtuvo las islas de Granada y Granadinas, así como el río Senegal con sus factorías ribereñas de San Luis, Podor y Galam a cambio de las islas de Gorea. Con esto Francia perdió su primer imperio colonial, apenas conservaba algunas posesiones en la Antillas y unos pocos territorios costeros diseminados en América y África. España devolvía a Portugal la colonia de Sacramento, en el Río de la Plata, y permitía a Gran Bretaña recobrar Menorca, además de conseguir permiso para exportar palo de campeche desde Honduras. Los marinos españoles renunciaron a la pesca en las aguas de Terranova
Pese a que las pérdidas territoriales no fueron significativas, incluso se puede hablar de que España ganó algunos territorios, el resultado final fue desastroso para los Borbones; Francia, totalmente agotada, perdió su Imperio americano, y España, que había intervenido demasiado tarde como para que la báscula se inclinara hacia su lado, salió del conflicto con la Hacienda en ruina.
El Tratado de París de 1763 supuso la constatación de la decadencia colonial de Francia, de la hegemonía y superioridad británica en el mar, así como el mantenimiento de la situación ultramarina de España.

                                   Protocolo del Tercer Pacto de Familia.


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