domingo, 20 de octubre de 2019

CASTILLO DE SANTA BARBARA SU HISTORIA Y LEYENDA



El castillo de Santa Bárbara es uno de los símbolos de la ciudad de Alicante. Situado en pleno centro, desde la playa del Postiguet se puede apreciar su perfil, conocido como la cara del moro. Desde arriba podemos ver unas espectaculares vistas de toda la ciudad de Alicante, con el puerto en primer término.
Este castillo fortaleza ha tenido una rica historia desde que los musulmanes lo construyeron en el S.IX. Ha sido testigo de muchas guerras y contiendas. Hasta que no se conquistaba el castillo, no se conquistaba la ciudad.
Ha tenido muchos usos y remodelaciones en su más de once siglos de historia, quedándose ahora delimitado en tres partes bien diferenciadas. La parte más nueva, con la construcción de dos rebelines, el "albacar dèn mig" y el de "dalt". El MUSA, museo de la ciudad de Alicante, nos adentra en la historia de la ciudad a través de exposiciones en algunas salas del castillo.

De su construcción islámica como alcazaba en el siglo IX prácticamente no queda nada debido a sus continuas remodelaciones a lo largo de la historia. Cuando Alfonso X el sabio recuperó la alcazaba en el S.XIII y hasta casi el siglo XV fue una fortaleza cristiana. A partir del S.XVI sufrió su más profunda transformación para pasar a ser una fortificación abaluartada, como la conocemos hoy.

Vamos a repasar las dependencias del castillo empezando por la zona alta, conocida como el macho del castillo. Esta zona es una gran explanada actualmente, y es donde se encontraba la alcazaba medieval. Se derribó y se rellenó todo el foso para dejar una gran terraza donde ubicar toda la artillería necesaria para la defensa. De esta parte destacan las vistas sobre toda la ciudad,el campo y el mar, con la garita de la campana en un extremo vigilando toda la costa y posandoy los cañones defensivos entre los torreones.. En él encontramos los restos más antiguos de la fortaleza, que son unos basamentos de los siglos XI al XIII, además de estancias como el Parque de Ingenieros, la Sala Noble o la Casa del Gobernador.
Descendiendo, pasamos por la que era la Casa del Gobernador,con tres estancias ahora convertidas en Museo de la Ciudad. Por una gran puerta, que era por donde se entraba a esta antigua alcazaba medieval, podemos ver la Sala Larga primero y el Antiguo Hospital,ahora también salas del MUSA. Por debajo de ellas un foso, y siguiendo el foso o el camino, llegamos al albacar d’en mig protegido por cuatro torres y que es donde se solía refugiar la población en caso de ataques.

En el "albacar d’en mig" destaca el edificio del Cuerpo de Ingenieros, con los calabozos a un lado y la Torre de Sant Jordi y la Torre de Santa Catalina, la más alta.

Separadas también por un foso llegamos al "albacar vell". En plena bajada, estaba el almacén de la pólvora.Si nos dirigimos hacia la muralla que da al mar veremos las ruinas de la Tahona, donde se pueden ver algunas ruedas para moler.Vigilando el mar, el Baluarte del Rey. 
Seguimos descendiendo y llegamos a la parte más reciente del castillo y más importante, ya que abandonada la parte alta del castillo, la medieval, a partir de un nuevo Patio de Armas, se levantaran los nuevos edificios, la ermita de Santa Bárbara, de la que sólo quedan restos.
El Cuartel de la Tropa,hoy salón Felipe II y el edificio del Cuerpo de Guardia. En el mismo patio de armas vemos los ojos del enorme aljibe que hay debajo. También están los calabozos y junto al mar, el baluarte de la reina.
A la salida del patio de armas podemos ver lo que era la taberna, ahora sala de exposiciones, y dos últimas estructuras defensivas, el baluarte de Santa Ana y el Revellín del Bon Repos.
Aunque hay asentamientos muy antiguos en las faldas del castillo, su construcción original es musulmana y data de finales del Siglo IX, un siglo después de que la ciudad romana de Lucentum pasara a manos islámicas con el nombre de Medina Laqant. Como era normal en las ciudades islámicas se construyó una alcazaba o recinto fortificado. Se hizo sobre una mole rocosa, el monte Benacantil, de muy difícil acceso y con un valor estratégico muy importante, ya que, construido junto al mar, dominaba toda la bahía y también toda la huerta de Alicante y poblaciones de alrededor. Era una fortaleza casi inexpugnable con muchos edificios en el interior.

Cuenta la leyenda que el Califa de Alicante quiso casar a su preciosa hija Cántara con uno de los dos jóvenes musulmanes que estaban locamente enamorados de ella. Para escoger a uno de ellos el Califa tomó la decisión de que cada uno hiciera una tarea concreta, y Alá decidiría. Uno, Almanzor, tenía que ir hasta las Indias a traer especias raras a su amada. El otro, Alí, tenía que cavar una acequia para traer a su amada el agua verde de Tibi hasta Alicante. Se cuenta que Almanzor puso mucho empeño en su labor, mientras Alí se dedicó a escribir poemas a Cántara y a predicar su belleza, por lo que esta se enamoró de Alí. Cuando Almanzor volvió de su aventura el Califa le concedió la mano de su hija. Alí, desesperado, se suicidó lanzándose por un barranco. Cántara optó por la misma acción. El Califa murió de tristeza y, sorprendentemente, su efigie apareció grabada en el monte Benacantil. La corte, impresionada, decidió llamar a la ciudad “Alicántara”, de donde viene el nombre actual de Alicante.
Fueron varias las revueltas y sublevaciones que se produjeron en el periodo islámico, pero el 4 de diciembre de 1248, día de Santa Bárbara, Alfonso X, el sabio, rey de Castilla arrebataba la plaza a los musulmanes. En 1296 es Jaime II de Aragón el que, con tropas aragonesas y catalanas, arrebata la fortaleza a los castellanos defendida por el entonces alcaide D. Nicolás Peris, que defendió con su vida el castillo y al que tuvieron que cortar la mano una vez muerto para arrebatarle las llaves de la fortaleza. En la subida hacia el macho del castillo tiene una pequeña escultura.
En la segunda mitad del siglo XIV se produjeron cruentas guerras territoriales y fronterizas en la guerra de los dos Pedros, Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón. La ciudad de Alicante, en la frontera de los dos reinos vivió varios y sangrientos conflictos siendo ocupada por los castellanos, que finalmente la devolvieron. El castillo fue testigo de estos enfrentamientos.
Carlos I, ya rey de Castilla y Aragón, lo fortifica y su hijo Felipe II entre 1560 y 1580,aprovechando la riqueza procedente de América, hace una gran reforma en todas las dependencias, dejándolo casi como hoy lo conocemos. Fue Juan Bautista Antonelli, arquitecto italiano autor de varias obras en la región de Alicante, como la mayoría de las torres vigías que todavía pueblan nuestra costa, la torre de Santa Faz, el castillo de Benidorm y de Moraira, el pantano de Tibi…el encargado de hacer prácticamente nuevo el castillo y más acorde con los tiempos que corrían. Entonces el peligro también venía por el mar con los piratas berberiscos.
Un siglo después en 1691 es bombardeado y tomado por los franceses. Durante la Guerra de la Sucesión, entre borbónicos partidarios de Felipe V y austriacistas partidarios del archiduque Carlos, el 7 de septiembre de 1706, los aliados ingleses toman el castillo, hasta entonces en manos francesas que apoyaban a los borbones. Dos años después en diciembre de 1708 los franceses ocupan la ciudad, refugiándose los ingleses en el castillo. En esta época ocurrió el hecho más importante en la historia del castillo. Para buscar la rendición, construyeron una mina de unos 20 metros de profundidad que llenaron de pólvora. Tres meses después y tras varias invitaciones a la rendición, incluso invitando al comandante inglés a que viera lo que le tenían preparado, el 4 de Marzo explotó la mina, causando mucho daño al castillo y al ejército inglés.
Otro suceso importante se produjo el 28 de enero de 1844 cuando el coronel oscense Pantaleón Boné, comandante de los carabineros, tomó el castillo de Santa Bárbara y la amurallada ciudad de Alicante junto a liberales progresistaspara levantarse contra el giro autoritario que el gobierno liberal del General Espartero estaba adquiriendo. Estableció su cuartel en el castillo de Santa Bárbara donde alojó a gran parte de la tropa y a los prisioneros. El alzamiento, iniciado en Alicante, no pudo extenderse al resto de España y, la ciudad fue sitiada por tierra y por mar, por donde se bombardeó la ciudad. El 8 de Marzo de ese mismo año Pantaleón Boné es fusilado junto a 23 de sus hombres en el malecón del puerto.
El 27 de septiembre de 1873 fue la última vez que el Castillo de Santa Bárbara usó sus defensas. Fue durante la Primera República para repeler el ataque de la fragata blindada Numancia que junto con la Méndez Núñez y el Fernando el Católico, en poder de los cantonalistas cartagineses, bombardearon durante siete horas la ciudad y el castillo.
En 1893 se desartilló el castillo, ya sin ningún valor militar. Se fue deteriorando con el paso del tiempo y ya sólo sirvió como alojamiento para enfermos por la peste y el cólera y como prisión, sobre todo durante la guerra civil española donde primero recluyeron a prisioneros afines al bando Nacional, y posteriormente a prisioneros afines a la Segunda República, la mayoría procedentes del puerto de Alicante y del campo de concentración de Los Almendros.
En 1929 pasó a ser propiedad de la ciudad y en 1961 declarado Monumento Histórico-Artístico.
En las distintas salas del castillo se han ido recogiendo momentos de la historia de la ciudad de Alicante. La ciudad y el castillo han ido ligadas a través de los tiempos, ya que no se daba por conquistada la ciudad hasta que no se conquistaba el castillo, que muchas veces servía de refugio para los habitantes de la ciudad.
El edificio del Cuerpo de ingenieros acoge el Centro de Recepción de Visitantes, en el que puedes ver un audiovisual de animación sobre la historia de Alicante y un recorrido por las diferentes épocas de la historia de la ciudad. Justo al lado en las llamadas Cuevas de los Ingleses se narra quizás el acontecimiento más terrible de la fortaleza “La Explosión de la Mina” con paneles y un curioso y didáctico audiovisual. Si subes hacia el macho del castillo en el Antiguo Hospital se encuentra la exposición “Alicante traspasada de Mediterráneo”, que muestra la vinculación de Alicante con el Mediterráneo, a través de materiales antiguos de pesca, ánforas y citas sobre la ciudad.
En la Sala Larga, justo a continuación, la exposición “Historias y personas” permite a los visitantes conocer a muchas de las personas que han formado parte de la historia de la ciudad, muchos de los apellidos más comunes, así como escudos de familias alicantinas. En lo que era La Casa del Gobernador, se expone una maqueta del castillo y cartas naúticas, mapas y planos antiguos de la ciudad. En la sala contigua, estandartes y armaduras.
En el foso del castillo que separa el patio de armas y la parte alta del castillo excavada en la pared se encuentra la cuadra que utilizaba hasta no hace mucho el burro que se utilizaba para todas las tareas del castillo. Junto a la plaza de armas, en los antiguos calabozos se puede ver el ” El espacio del dolor” donde se proyecta un audiovisual que recoge los usos que ha tenido el castillo para los presos. Debajo de esta plaza se encuentra el impresionante aljibe renacentista con capacidad para más de un millón de litros de agua, y que recogía toda el agua que caía sobre el castillo.

viernes, 18 de octubre de 2019

LA SENTENCIA DE GUADALUPE Y LOS PAYESES DE LA REMENSA



La Pragmática de Guadalupe o Sentencia Arbitral de Guadalupe fue una ordenanza real adoptada por los Reyes Católicos por la cual liberaba a los payeses de remensa catalanes de sus señores feudales y de cualquier lazo de servidumbre, consistía en resolver el conflicto secular que existía entre los señores feudales y los payeses de remensa del reino de Aragón, conflicto que tuvo su momento crítico durante la Guerra de los Remensas en el principado de Cataluña en los años 1462-1472.
Esta sentencia fue efectuada en el Monasterio de Santa María de Guadalupe (Cáceres), el 21 de abril de 1486. Posiblemente, sería la España de los Reyes Católicos el primer Estado de Europa en aprobar una ley mediante la cual permitía que todos los súbditos fuesen en adelante igualmente libres y en abolir cualquier relación de esclavitud y servidumbre.





PAYESES DE REMENSA


Durante los siglos del XI al XV, el campesinado catalán sufrió las malas costumbres de sus señores . Este estamento estaba formado por los payeses de remença, hombres de remensa o simplemente remensas. Eran los siervos de la gleba que formaban parte de la tierra, de manera que no podían abandonarla si no era mediante recompra, redención o rescate, es decir mediante la "remensa". La remensa era una evolución de la servidumbre feudal. A pesar de su condición servil, su significado etimológico considera al remensa como “el que puede ser rescatado” de tal condición.
Esta situación era análoga a la de sus predecesores los esclavos, que tenían la posibilidad de obtener la libertad ahorrándose, es decir, comprándose a su amo. Por lo tanto, remesa es el precio a satisfacer por el payés para poder abandonar la tierra que cultiva.

El núcleo primitivo de los payeses sujetos a la gleba en los territorios de la Cataluña antigua tuvo su origen en los siervos y en los libertos y esclavos del período visigótico, más aquellos que resultaban expoliados en guerras y banderías. Los señores de la tierra justificaban estos malos usos en que no los habían introducido ellos, sino que cuando sus siervos estaban bajo los árabes, ya estaban sometidos a la remensa y demás malos usos. Estos malos usos fueron unas prestaciones especiales, existieron seis tipos: remensa,intestiaexorquiacuguciaarcia y firma de spoli; de los cuales los cuatros primeros constan como derecho escrito y los dos últimos como derecho consuetudinario, con la correspondiente sanción judicial.




JUAN I DE ARAGÓN


Los nuevos señores feudales del siglo XI se apoderaron de los bienes y derechos condales y se convirtieron en señores absolutos en sus dominios, aplicando incluso la justicia sobre sus vasallos.
En el bando señorial estuvieron también la Iglesia, las Cortes y  los reyes de la Corona de Aragón, por lo menos hasta el reinado de Joan I (1387-1396).

La alta y baja burguesía de las ciudades también se aprovechó de esta situación. Las Cortes de Cervera celebradas en 1202 reconocieron el derecho de los señores de maltratar a sus vasallos o a expoliarles sus pertenencias.

Durante más de tres siglos, los campesinos, en su hábitat aislado, no pudieron hacer frente a esta conjura y soportaron toda clase de excesos y malos usos que se les impuso por medio de la fuerza.

Los payeses de remensa sentían cada vez más  la dureza de su condición, lo que generó en el siglo XIV una serie de levantamientos contra la vulneración de sus derechos, actuando bajo el lema: "el tiempo de la servidumbre ya ha pasado".

Apoyándose algunas veces en los propios reyes y en otros eminentes juristas, lograron formar un verdadero sindicato entre 1448-1449, que fue la base de las reacciones futuras contra los señores, incluidas las dos Guerras de los Remesas entre los años 1462-1472 y entre 1484-1485.
A finales del siglo XV, la insurrección solicitó la ayuda de la Corona española para que les defendiese. En 1486 el rey Fernando II el Católico con la ayuda de las bandas armadas de los remensas, trató de presionar a las bandas armadas de la Generalitat, que defendían a los señores de la tierra, para arbitrar una orden real que solucionara el enfrentamiento. Finalmente, los señores y los campesinos admitieron al rey como mediador entre ambos.
Desde sus meditaciones en Guadalupe, los Reyes Católicos decidieron tirar por la vía de en medio en mayo del 1486 y aprobaron lasPragmáticas de Guadalupe.
La Sentencia Arbitral de Guadalupe otorgaba la libertad personal a los payeses, y rescindía cualquier vínculo de servidumbre ante los señores de la tierra. Por la otra parte, estos se aseguraban la propiedad de la tierra. El campesino libre podía ahora seguir cultivando y viviendo en la tierra del propietario a cambio de un censo y bajo las nuevas leyes, podría llegar a comprar el terreno a cambio de un justo precio que podía ser pagado en cuotas, o podría abandonar libremente la tierra sin paga una remensa como se hacía antes.





MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE


Se extinguieron definitivamente los malos usos o costumbres inicuas llamadas “consuetuds iniqües”, sin que los campesinos perdieran el dominio sobre su manso. Muy importante se considera que se suprimieran también otros derechos feudales como el "jus maletractandi" o derecho de maltratar que tenía el señor desde las Cortes de Cervera de 1202 y otros derechos feudales mayores y menores entre ellos, muy importante, el “jus primae noctis” o presunto derecho del señor a yacer con la mujer del payés la noche de bodas.
Se confirmaron las jurisdicciones señoriales, es decir, el derecho a juzgar a sus vasallos en los términos, con la posibilidad de imponer multas y sanciones en tribunales civiles, con letrados más bien próximos a los señores, y también el dominio directo de la tierra de los señores. Con la sentencia, también se obligaba a devolver a los señores, los castillos y plazas que se habían ganado durante el conflicto previo, además de imponer una multa en concepto de indemnización.

Posiblemente, sería la España de los Reyes Católicos el primer Estado de Europa en aprobar una ley mediante la cual permitía que todos los súbditos fuesen en adelante igualmente libres y en abolir cualquier relación de esclavitud y servidumbre. Según el profesor Paul H. Freedman, constituye la única abolición formal de la servitud en la Edad Media, en vísperas de la llegada de la Edad Moderna.

Esta sentencia tuvo un fuerte impacto económico en Cataluña ya que logró una importante evolución de su sociedad campesina. Surgía el campesino libre y propietario útil del manso y la libre contratación enfiteútica.

Los remensas hicieron del campo catalán un órgano de producción más eficaz para generar mayores recursos y afrontar las nuevas exigencias de la Edad Moderna. La mayor producción en el campo repercutirá favorablemente en la economía. Ahora bien, no todo el despegue económico que se generó en el Principado durante el siglo XVI fue gracias al libre campesinado.





REYES CATÓLICOS


Los comerciantes catalanes se beneficiaron de la protección que ofrecía la Corona, unida por Fernando II e Isabel I, a los castellanos en los puertos marítimos andaluces que tras el descubrimiento del Nuevo Mundo serían centros de intercambios comerciales. Por otro lado se estimuló el comercio en el Mediterráneo.
Las revueltas y guerras de los remensas producidas durante las últimas décadas generaron una quiebra de la banca catalana, que no podía hacer frente a sus deudas. La causa fue la emisión por parte de la Generalitat de títulos (censales) cuyos intereses superaban el rendimiento total de los impuestos. Se produjo un desequilibrio (desgavell) que coincide con la que ahora se llama recesión.

Fernando no hizo distinciones: llamó a su lado tanto a banqueros y administradores como a campesinos, y puso en marcha los recursos castellanos para equilibrar la deuda enjugándola (redreç) otorgó a los comerciantes catalanes el monopolio de ciertos productos que, en relación con la Ferias de Medina del Campo, permitía obtener ganancias en los más diversos mercados europeos.
Una situación de proteccionismo económico respaldada por la Corona que permanece hasta la tercera década del siglo XVII, cuando la economía castellana entró a su vez en un proceso de recesión.





MÁXIMA EXPANSIÓN TERRITORIAL DE LA CORONA DE ARAGÓN


lunes, 14 de octubre de 2019

LA COLUMNA TRAJANA....CELEBRACION DE LA VICTORIA TRAJANA SOBRE DACIA




Hace casi dos mil años el emperador Trajano mandó construir un foro presidido por una columna de mármol de 38 metros de altura y decorada con 155 bajorrelieves para conmemorar sus victorias sobre la Dacia.
 Invadió la Dacia en el año 101 de nuestra era, donde libró batallas sin solución de continuidad hasta el año 106. El emperador Trajano reclutó decenas de miles de soldados romanos, cruzó el Danubio por dos de los puentes más largos que ha conocido el mundo antiguo, dos veces derrotó a un poderoso imperio bárbaro en su propio territorio montañoso y acto seguido lo borró sin contemplaciones de la faz de Europa.
La guerra de Trajano contra los dacios, una civilización ubicada en la actual Rumania, fue el hito por antonomasia de sus 19 años al frente del Imperio. De ella regresó con un botín fabuloso. Un cronista de la época se jactaba de que la conquista había reportado cerca de 250.000 kilos de oro y casi medio millón de kilos de plata, además de una fértil provincia nueva.
Tamaño botín de guerra cambió el paisaje de Roma. Para conmemorar la victoria, Trajano mandó construir un foro que incluía una amplia plaza columnada, dos bibliotecas, un enorme edificio público conocido como la basílica Ulpia y es posible que incluso un templo. El foro era «único en el mundo», escribía extasiado un historiador antiguo, con construcciones «indescrip­tibles e imposibles de repetir por otros mortales».
Imponente, se erguía por encima de todo una columna de piedra de 38 metros de altura, coronada por una estatua de bronce del conquistador. Ascendiendo en espiral en torno a ella se desplie­ga un relato de las campañas dacias: miles de romanos y dacios esculpidos con todo detalle marchan, construyen, luchan, navegan, se escabullen, negocian, suplican y perecen en 155 escenas. Completada en el año 113 de nuestra era, la columna lleva más de 1.900 años en pie.



Es difícil distinguir los erosionados bajorrelieves más arriba de las primeras secuencias de la historia. La columna se alza solitaria en medio de ruinas, pedestales vacíos, losas hendidas, pilares quebrados y esculturas fracturadas que permiten adivinar la magnificencia original del foro de Trajano, hoy vallado y cerrado al público, testimonio de pretéritas glorias imperiales.



La columna es una de las esculturas monumentales más distintivas que sobrevivieron a la caída de Roma. Durante siglos los clasicistas han visto en los bajorrelieves una historia visual de las guerras, con Trajano en el papel de héroe y Decébalo, rey de los dacios, como su digno adversario. Los arqueólogos han examinado las escenas para obtener información sobre los uniformes, las armas, los pertrechos y las tácticas del ejército romano.
Y como quiera que Trajano arrasó la Dacia, la columna y las esculturas de soldados vencidos que aún quedan en pie y que otrora decoraron el foro constituyen para los rumanos de hoy una valiosa referencia de qué aspecto pudieron tener y cómo pudieron vestir sus antepasados dacios.




La columna ejerció una enorme influencia, pues inspiró monumentos posteriores tanto en Roma como a lo largo y ancho del Imperio. Con el paso de los siglos, a medida que los monumentos emblemáticos de la ciudad se iban desmoronando, la columna continuó fascinando e impresionando. Un papa renacentista sustituyó la estatua de Trajano por una de san Pedro para santificar el monumento. Los artistas se descolgaban desde lo alto, dentro de cestos, para estudiar de cerca los bajorrelieves. Más adelante la columna se convirtió en un importante hito tu­­rístico; Goethe subió los 185 escalones interiores en 1787 para «disfrutar de unas vistas incompara­bles». En el siglo XVI empezaron a hacerse vaciados en yeso de las escenas, y gracias a esos moldes se conservan detalles que han sucumbido a la lluvia ácida y la contaminación.



La construcción, el significado y, sobre todo, la exactitud histórica de la columna continúan siendo objeto de debate. A veces se diría que hay tantas interpretaciones como figuras en los relieves, y hay 2.662 figuras.

El arqueólogo e historiador del arte Filippo Coarelli, un distinguido italiano de setenta y muchos años, escribió el libro por excelencia sobre la columna Trajana. En su soleada sala de estar de Roma, extrae de una estantería la histo­ria ilustrada del monumento. «La columna es una obra fabulosa –dice mientras hojea las fotografías en blanco y negro de los bajorrelieves, deteniéndose para admirar las escenas cargadas de dramatismo–. ¿Dacias torturando soldados romanos? ¿Dacios envenenándose entre lágrimas para que no los capturen vivos? Es como una serie de televisión.»
 Cuando se construyó, la columna se alzaba entre las dos bibliotecas, donde quizá se cus­todiase el relato sobre las campañas dacias escrito por el propio emperador-soldado. En la interpretación que hace Coarelli, los bajorrelieves se asemejan a un rollo, un formato más que probable del diario de guerra de Trajano. «El artista (y en aquella época los artistas no hacían lo que les viniera en gana) tuvo que actuar según los deseos de Trajano», apunta.
Trabajando bajo la supervisión de un maestro, prosigue Coarelli, los escultores siguieron un plan: crear una versión gigantesca del rollo de Trajano en 17 tambores de mármol de Carrara.
El emperador es el héroe de la narración. Aparece 58 veces, representado como comandante astuto, estadista consumado y soberano piadoso: arengando las tropas, en meditabunda consulta con sus consejeros, supervisando un sacrificio a los dioses… «Es el intento de Trajano de no quedarse en un mero hombre de armas y ser también un hombre de cultura», dice Coarelli.
Huelga decir que Coarelli está especulando. Fuera cual fuese su formato, las memorias de Trajano desaparecieron hace una eternidad. De hecho, ciertos detalles de la columna y varios hallazgos arqueológicos de Sarmizegetusa, la capital dacia, sugieren que los relieves hablan más de los afanes romanos que de su historia.




Jon Coulston, experto en iconografía, armas y equipo militar romanos de la universidad escocesa de Saint Andrews, dedicó meses al estudio de la columna desde el andamio levantado para su restauración en las décadas de 1980 y 1990. Su tesis doctoral versó sobre ella. Desde entonces ha seguido fascinado por la columna de Trajano… refutando interpretaciones ajenas con pertinacia. «La gente está empeñada en verla como el “telediario” de la época o como una película –dice–. Y caen en sobreinterpretaciones, como siempre. Los relieves de la columna son genéricos, la obra de obreros ordinarios. No podemos creer ni una palabra de lo que vemos en ella.»
Coulston sostiene que los relieves no sa­­lieron de una mente maestra. Ligeras diferencias de estilo y errores de bulto (ventanas en medio de una escena o desproporciones de altura) lo han convencido de que los escultores labraron la columna sobre la marcha, basándose en lo que habían oído sobre las guerras. «Por mucho que guste la idea a los historiadores del arte, no hubo un gran intelecto creativo al mando de la obra –dice–. La composición la crean los canteros in situ a golpe de cincel, no se proyectó en un estudio.»
En su opinión, se trata de una obra de arte "inspirada" y no "basada" en la historia de Trajano. Basta observar la temática de los relieves: relatan la historia de dos guerras, pero no se ven demasiados combates. Las batallas y los asedios no suponen ni la cuarta parte del friso, y en ningún momento aparece Trajano en plena lid.
Por el contrario, los legionarios (la altamente cualificada espina dorsal de la maquinaria de guerra romana) se dedican a construir fuertes, puentes, calzadas e incluso a cultivar la tierra. La columna los presenta como una fuerza de orden, civilizadora, no destructiva y conquistadora. Y se diría que también invencible, ya que no se ve ni un solo soldado romano muerto.




La columna subraya la vastedad del Imperio romano. Las huestes de Trajano incluyen jinetes africanos con rastas, iberos armados con hondas, arqueros del Levante mediterráneo con cascos aguzados y germanos con el torso desnudo, algo que debía de antojarse exótico a ojos de los romanos togados. Todos ellos hacen la guerra a los dacios, transmitiendo el mensaje de que cualquiera, por estrafalario que fuese su pei­nado o su atuendo, podía convertirse en romano. (El propio Trajano, hijo de padres romanos, nació en Hispania.)
Algunas escenas son ambiguas y de interpretación controvertida. ¿Alargan la mano los da­cios asediados para asir un cáliz con ponzoña y quitarse la vida antes que verse humillados a manos de sus conquistadores? ¿O simplemente tienen sed? Cuando los nobles dacios se congregan alrededor de Trajano en una escena tras otra, ¿están rindiéndose o negociando?
¿Y qué decir de la sobrecogedora estampa de unas mujeres torturando con teas encendidas a unos cautivos descamisados y atados? Expertos italianos interpretan que son romanos cautivos atormentados por mujeres bárbaras. Ernest Oberländer-Târnoveanu, director del Museo de Historia Nacional de Rumania, les lleva la contraria: «Sin la menor duda son prisioneros dacios torturados por las furibundas viudas de los soldados romanos caídos». Como en buena parte de la columna, cada cual ve una cosa en función de lo que opine sobre los romanos y los dacios.
Entre los políticos romanos, "dacio" era sinónimo de "doblez". El historiador Tácito habló de los dacios como de "un pueblo que nunca es de fiar". Eran famosos por sus extorsiones: cobraban del Imperio en concepto de protección al tiempo que sus guerreros saqueaban las ciudades fronterizas. En el año 101 Trajano dio el paso de castigar a los díscolos dacios. Tras casi dos años de guerra, Decébalo, su rey, negoció con Trajano un tratado que quebrantó ipso facto.
Roma no iba a consentir otra traición. En la segunda invasión Trajano no se anduvo con chiquitas. A la vista están las imágenes del saqueo de Sarmizegetusa o de poblaciones incendiadas.
Las campañas fueron terribles, muy violentas (afirma Roberto Meneghini, el arqueólogo italiano al frente de las excavaciones del foro de Trajano). "Fíjese en los romanos que combaten con una cabeza decapitada entre los dientes". La guerra es la guerra. Las legiones romanas eran conocidas por su violencia y ferocidad.
Una vez derrotados, los dacios se convirtieron en un tema favorito de los escultores romanos. El foro de Trajano alberga decenas de estatuas de gallardos y barbudos guerreros dacios, un orgulloso ejército de mármol en el corazón de Roma.
El mensaje parece ir dirigido a los romanos, no a los dacios supervivientes, la mayoría de los cuales fueron vendidos como esclavos. "Los da­cios que quedaron no habrían podido admirar la columna (dice Meneghini). Se erigió pensando en la ciudadanía romana, para hacer exhibición del poder de la maquinaria imperial, capaz de conquistar un pueblo tan noble y aguerrido."






Bien puede ser que la columna de Trajano sea pura propaganda, pero los arqueólogos identifican en ella un componente de verdad. Las excavaciones de yacimientos dacios, entre ellos Sarmizegetusa, no dejan de revelar vestigios de una civilización mucho más sofisticada de lo que podría sugerir el término "bárbaro", la despectiva calificación que les dedicaban los romanos.
Los dacios carecían de escritura, de modo que todo cuanto sabemos de ellos pasa por el filtro de las fuentes romanas. Hay sobradas pruebas de que durante siglos constituyeron toda una potencia regional que saqueaba y gravaba a sus vecinos. Eran hábiles metalúrgicos que extraían y fundían hierro y lavaban oro, y con ambos metales creaban ornamentadas joyas y armas.
Sarmizegetusa era la capital política y espiritual dacia. Sus ruinas yacen en los montes de la Rumania central. En tiempos de Trajano los 1.600 kilómetros que la separaban de Roma se traducían en un mes de viaje como mínimo. Para acceder hoy al yacimiento, hay que recorrer la pista de tierra cuajada de baches que serpentea por el mismo valle imponente al que se enfrentó Trajano. Entonces los puertos se vigilaban desde complejas fortificaciones; ahora no hay más guardia que unas pocas casitas de campesinos.
Las altísimas hayas que se han adueñado de Sarmizegetusa bloquean la luz del sol y proyectan una sombra helada aun en los días más calurosos. Una ancha carretera empedrada conduce desde los gruesos muros semienterrados de una fortaleza hasta un prado amplio y llano.
Esa extensión verde (un bancal allanado en la ladera) fue el corazón religioso del mundo dacio. Se distinguen restos de edificaciones, una mezcla de piedras originales y reproducciones de hormigón, lo que queda del intento frustrado de reconstruir el lugar en la época comunista. Un triple anillo de columnas de piedra marca el que fuera un impresionante templo, que recuerda vagamente los edificios circulares dacios esculpidos en la columna Trajana. Junto a ellas, un altar circular de poca altura en cuya piedra se distingue un motivo solar: el centro sacro del universo dacio.




Desde hace seis años Gelu Florea, arqueólogo de la Universidad de Babeș-Bolyai en Cluj-Napoca, pasa el verano excavando en el yacimiento. Las ruinas desenterradas, junto con piezas saqueadas y posteriormente recobradas, hablan de un animado centro manufacturero y ritual. Florea y su equipo han hallado pruebas de que a Sarmizegetusa habían llegado la tecnología militar romana y la arquitectura e influencias artísticas griegas. Con ayuda de imágenes aéreas, han identificado más de 260 bancales artificiales que se extienden casi cinco kilómetros valle abajo. El asentamiento entero ocupaba más de 280 hectáreas. «Es asombroso comprobar lo cosmopolitas que eran en las montañas –dice Florea–. Es el asentamiento más grande, más representativo y más complejo de la Dacia.»
No hay indicios de que los dacios cultivasen a esa altitud. No hay terrenos agrícolas. En lugar de eso, los arqueólogos han localizado restos de talleres y viviendas, además de hornos para el refinado de mena de hierro, toneladas de torchos listos para la fragua y decenas de yunques. Da la impresión de que la ciudad era un centro metalúrgico que suministraba al resto de los dacios armas y herramientas a cambio de oro y grano.
El yacimiento es un reducto de verdor y de paz. Cerca del altar brota un manantial que quizá proveyese agua para los ritos religiosos. Cuesta imaginar las ceremonias que se celebraban aquí… y su terrible final. Florea evoca el humo y los gritos, el saqueo y la matanza, los suicidios y el pánico esculpidos en la columna Trajana cuando un trueno interrumpe su discurso y el cielo se vela, amenazador.
La caída de Sarmizegetusa concluyó con la destrucción de los templos sagrados. "Los romanos lo desmantelaron todo (dice Florea). En la fortaleza no quedó un edificio en pie. Fue una demostración de poder." El resto de la Dacia también quedó devastado. Cerca del ápice de la columna se vislumbra el desenlace: una aldea arrasada por las llamas, dacios huyendo, una provincia en la que solo quedan vacas y cabras.
Necesariamente las dos guerras tuvieron que saldarse con decenas de miles de muertos. Un contemporáneo dejó escrito que Trajano hizo 500.000 prisioneros, 10.000 de los cuales transportó a Roma para que combatiesen en los juegos de gladiadores que durante 123 jornadas celebraron la victoria.
El orgulloso rey de la Dacia no quiso verse humillado y rendido. Su final está esculpido en la columna de su archienemigo. Arrodillado al pie de un roble, se traspasa el cuello con un cu­chillo largo y curvo. "Ocupada su capital y todo su territorio, en peligro de caer cautivo, Decébalo se quitó la vida; su cabeza fue llevada a Roma (escribió el historiador romano Dion Casio un siglo más tarde). De este modo la Dacia quedó bajo dominio romano."