viernes, 29 de mayo de 2015

BATALLA DE LEGNANO. . .FEDERICO I BARBARROJA Y LA LIGA LOMBARDA





Batalla celebrada en Legnano, al noroeste de Milán (Italia), el 29 de mayo de 1176, en la que el emperador de Sacro Imperio, Federico I Barbarroja, fue derrotado por las ciudades miembro de la Liga Lombarda. Supuso el fin de las aspiraciones imperiales de dominación de Italia.

 

Situación previa a la batalla

A mediados del siglo XII las ciudades de Lombardía daban claras muestras de unas ansias de independencia respecto al Imperio. El emperador Federico I Barbarroja, que en 1155 había sido coronado en Roma, tembló de indignación cuando un enviado imperial fue humillado por los habitantes de Milán y en la dieta de Roncaglia (1158) proclamó sus derechos sobre la Lombardía, instalando en las ciudades podestás (delegados imperiales). La mayoría de estas ciudades, de tendencias güelfas, se negó a soportar el dominio de extranjeros y también a pagar impuestos al Imperio. Como consecuencia de ello, algunas de estas ciudades se unieron en la llamada Liga de Verona, que contó con el apoyo del papa Alejandro III, y se levantaron contra la autoridad imperial. El papa excomulgó a Federico y éste, en respuesta, nombró un antipapa, Víctor IV. En 1166 el emperador se apoderó de Roma, después de que Alejandro III se viese forzado a huir a Sicilia y un año después las ciudades gibelinas se unieron a las güelfas y expulsaron a los podestás. Se formó una liga (Liga Lombarda, 1167), compuesta por veintidós ciudades, incluyendo Milán, cuyo principal objetivo era eliminar el dominio imperial sobre Lombardía y restaurar las libertades comunales. En 1168 los lombardos fundaron una fortaleza, a la que dieron el nombre de Alejandría en honor al papa y durante los años siguientes el emperador no fue capaz de sofocar la insurrección, viéndose forzado en 1174 a firmar un armisticio. A finales de mayo de 1176, llegó a Milán la noticia de que el emperador había conseguido apoyos alemanes y se dirigía desde Como hacia Lombardía. La batalla de Legnano se produjo durante la quinta campaña de Federico sobre suelo italiano, dándose la circunstancia de que el emperador no podía contar con el apoyo de Enrique el León.
Legnano fue una de las ciudades rebeladas, situada en los límites del campo de Seprio. Adquirió una gran importancia estratégica en la defensa de Milán, ya que contaba con casas y conventos fortificados y con un río, el Olona, que conectaba las dos orillas pasando por el centro de la población.
 
 
 

La Batalla

El ejército imperial fue detenido al norte del campo de Seprio. Entonces las gentes de las granjas de Legnano se unieron para luchar contra Federico. El ejército de Seprio dio cabida a nobles militares y a ciudadanos voluntarios. Entre ellos estaba la Compagnia della Morte ('Compañía de la muerte'), grupo de bravos guerreros que habían jurado lealtad eterna a su capitán y que lucharon hasta la muerte. Había otra relevancia en este ejército: contaban con una especie de carro ('Carrocio'), que se usó como hospital de campo, capilla móvil, pero sobre todo como punto desde el que los oficiales dieron las órdenes a sus tropas. En lo alto del carro había dos objetos que sirvieron para dar moral a los combatientes: la cruz de Ariberto d'Intimiano y la "Martinella", campana con la que se daban las órdenes, bautizada así en honor a San Martín.
Desde el amanecer del 29 de mayo de 1176 un grupo de 700 lombardos venía enfrentándose con un una tropa de 300 caballeros alemanes y estaba cerca de vencer, cuando el grueso del ejército imperial apareció y les forzó a huir a Milán. La tropa de Legnano, muy inferior en número a la alemana, se concentró alrededor del Carrocio para defenderlo. Las primeras líneas italianas fueron barridas y entonces llegó la reacción de los lombardos, que se lanzaron con violencia contra sus enemigos. En ese momento aparecieron en el horizonte las tropas de la Liga, que acantonadas en Milán, habían sido avisadas por los caballeros, y habían acudido a ayudar a los defensores del Carrocio. A primera hora de la tarde, los italianos llegaron al campo de batalla y encontraron el Carrocio defendido por una división de infantería y los caballeros de Liga. Atacaron el flanco alemán y la batalla cambió radicalmente de signo. El emperador fue desmontado de su caballo y se perdió en la refriega; los imperiales, concentrados en salvar a Barbarroja, no pudieron hacer frente a los sucesivos ataques de los caballeros de la Liga y terminaron por huir en desbandada.
 

Consecuencias de Legnano

La humillación sufrida por el emperador en Legnano fue enorme, porque fue esta la primera batalla en la que un gran ejército compuesto de caballeros feudales era derrotado por la infantería ciudadana. Marcó un cambio radical en la política de Federico I, iniciada casi veinte años antes. Por la paz de Venecia de 1177 reconoció a Alejandro III y renunció a toda soberanía sobre los Estados Pontificios, acordando un armisticio de seis años con la Liga. En 1183 Federico Barbarroja firmó la paz de Constanza, por la que reconoció la autonomía de las ciudades, que permanecieron sólo nominalmente sujetas al emperador. El intento de reorganizar Italia, proclamado por el emperador en la asamblea de 1159, había fracasado.

Bibliografía

  • DIEGO HERNANDO, M. El Imperio en la Europa medieval. Madrid, 1996.
  • HALLER, J. y DANNENBAUER, H. De los Carolingios a los Satufer. Época antigua de los Emperadores alemanes (900-1250). México D. F, 1974.
  • ORSI, P. Historia de Italia. Barcelona, 1960.
  • ZELLER, J. Historia de Italia, desde la invasión de los bárbaros hasta nuestros días. Madrid, 1958.
    http://www.enciclonet.com/articulo/legnano-batalla-de/#

jueves, 28 de mayo de 2015

PACTO DE NYMPHENBURG....PRUSIA Y LAS DIPLOMACIAS FRANCESA Y BRITÁNICA



 El detonante fue la invasión prusiana de Silesia. Federico II, ante las indecisiones francesas y sin declaración previa, entró en el territorio en diciembre de 1740 con los pretextos de ciertos derechos sobre cuatro ducados silesios y librar a la población de la conquista sajona. Confiado y con la esperanza de evitar una costosa contienda hizo varias propuestas a María Teresa para la cesión: el voto a Francisco de Lorena, su esposo, para el trono imperial, el pago de una indemnización, la confirmación del resto de los dominios austriacos y, por último, la aceptación de parte de Silesia como garantía de los anteriores compromisos. Buen estratega, el elector conocía bien el juego de poderes del momento y, por tanto, la difícil posición austriaca. Las propuestas de Federico II fueron desestimadas con la excusa de que el traspaso de Silesia iba en contra de la Pragmática Sanción, aunque únicamente contase con el hipotético compromiso de británicos, hannoverianos, holandeses, sajones y rusos.
Tras la decisión tomada por Fleury con respecto a Baviera, envió al conde de Belle-Isle de embajador a Alemania para que preparase una coalición contra María Teresa. En marzo de 1741 se firmaba, en apoyo al candidato Carlos Alberto, el Tratado de Nymphenburg por Francia, España, las Dos Sicilias, el Palatinado y Colonia, al que se unió Federico II, por el Tratado de Breslau, de junio de 1741, con las garantías de una parte de Silesia y el respaldo francés. Sin previa declaración de guerra, un ejército franco-bávaro ocupó Bohemia y entró en Praga en noviembre de 1741. Mientras, Federico II se aprovechaba de dos situaciones: la apertura de varios frentes le permitía maniobrar con seguridad por la dispersión de fuerzas austríacas y las disputas en el gabinete británico entre Newcastle y Walpole, especialmente preocupados por los conflictos ultramarinos. Tales circunstancias condujeron al entendimiento entre Gran Bretaña y Prusia para la entrega de la Baja Silesia, al tiempo que se firmaba el armisticio de Kelin-Schellendorf, en 1741, entre Berlín y Viena.



Las conversaciones iniciadas para un acercamiento a Francia no tuvieron los resultados previstos y Federico II firmó el segundo Tratado de Breslau, en julio dé 1742, donde Viena reconocía la cesión de toda Silesia a Prusia, no sin antes sufrir las presiones económicas de los diplomáticos británicos. Austria se sintió defraudada, pero era el único modo de frenar la ofensiva prusiana, y, además, necesitaba la paz porque Londres buscaba el respaldo holandés en la invasión de Francia. Desunidos sus enemigos, María Teresa reaccionó y recuperó Bohemia y entró en Baviera, gracias al respaldo militar de la nobleza húngara a la que hizo algunas concesiones relativas a sus libertades. Carteret denunció la Convención de Hannover de Jorge II y elaboró un plan de ataque dirigido contra Francia. Gracias a la política británica, María Teresa contaba ahora con su apoyo sin trabas, cuyo objetivo consistía en la creación de graves problemas a Francia. La red política londinense surtió pronto los efectos deseados. Augusto III pasó al bando austriaco cuando la archiduquesa accedió a varias de las cláusulas, que antes se había negado a ratificar, del tratado de abril de 1741, sobre subsidios, compensaciones territoriales en Sajonia y compromisos de conversión del Electorado en reino, a cambio de su voto a Francisco de Lorena y ayuda militar en la guerra. También aquí María Teresa cedía por la presión diplomática y, por tanto, consideraba provisionales los acuerdos. Vista la situación, la mayoría de los príncipes alemanes se acercaron a Austria, sobre todo tras la firma del Tratado de Westminster, en noviembre de 1742, entre Londres y Berlín. Los acontecimientos militares se sucedieron en contra de Francia y Jorge II, con un ejército de británicos, hannoverianos y austriacos, los derrotó en Dettingen, en junio de 1743. Luis XV era vencido en todos los frentes europeos y el fracaso definitivo parecía que sólo era cuestión de tiempo, pero un cambio de planes británico, ante la actitud antibelicista de los regentes holandeses, salvó la situación. 
Otro escenario fueron las ambicionadas posesiones italianas de los Habsburgo. Uno de los principales personajes era Carlos Manuel de Cerdeña, que buscaba el equilibrio entre Borbones y Habsburgos en su propio provecho, ya que París le ofrecía territorios y Viena el apoyo a sus pretensiones, previo reconocimiento de la Pragmática Sanción. Las reclamaciones de Felipe V e Isabel de Farnesio hicieron que, finalmente, se acercara al bando austriaco, ya que sólo la presencia de la marina británica, añadida a presiones militares terrestres, impidieron que se lograsen los deseos de los Borbones en Italia. Después de Dettingen, los políticos londinenses posibilitaron la firma del Tratado de Worms, en septiembre de 1743, por Austria, Cerdeña y Gran Bretaña, donde Carlos Manuel conseguía la ayuda económica británica y la cesión por la archiduquesa de parte del Milanesado, Piacenza y ciertos derechos sobre Finale. Las ventajas se debían al miedo de Londres a la amistad de Cerdeña con Francia y España. Ningún estadista había sido capaz de preveer las consecuencias de un tratado que, en principio, carecía de importancia con respecto a los anteriores. Sin embargo, la coyuntura internacional lo convirtió en una pieza clave en la Guerra de Sucesión austríaca. Génova denunció el punto relativo a Finale y Carlos Manuel rechazó la conquista y reparto de Nápoles y Sicilia por Austria porque alteraría el equilibrio peninsular en favor de los Habsburgo, lo que disgustó a María Teresa. La difusa diplomacia de París en Italia, tras la muerte de Fleury, se oponía tanto al acercamiento de Felipe V a Viena o Londres, como a una alianza familiar.


 No obstante, poco después, el enojo de ambos Estados por la firma del Tratado de Worms se plasmó en el segundo Pacto de Familia, en octubre de 1743, por el que Francia apoyaba la reconquista de Gibraltar y Menorca y aseguraba a don Felipe Parma, Piacenza y Lombardía. Además, Federico II participó en la contienda porque en Worms se confirmaba la Pragmática Sanción, inclusive en Silesia, lo que permitiría a María Teresa la ocupación de Baviera y las intrigas internas en el Imperio en favor de una reunificación bajo los Habsburgo.
Carteret, respaldado por los éxitos militares, propició la más ambiciosa empresa diplomática del momento: la reunión de Carlos VII y María Teresa, con el fin de formar la antigua alianza antifrancesa de 1701. Los delegados británicos y bávaros llegaron a un consenso en julio de 1743 por el Tratado de Hanau: Carlos se pasaba al bando antifrancés, renunciaba a los derechos sobre los territorios de la archiduquesa, se le restituían sus dominios hereditarios y parte del Palatinado, recibía importantes cantidades de dinero y se le prometía la conversión en reino de su Electorado. Pero estos compromisos quedaron invalidados por la reanudación de la guerra y el rechazo del Parlamento británico a votar otros subsidios. A partir de 1744, la política londinense estuvo caracterizada por la ausencia de una dirección conveniente, la inestabilidad y la falta de coordinación entre el rey y los ministros.
Europa septentrional también se vio mezclada en el conflicto por la instigación francesa a los suecos en contra de Rusia. Estocolmo, con la excusa de la Guerra de Sucesión austríaca, quiso recuperar las provincias bálticas en manos zaristas, de ahí que se aceptaran los encuentros secretos con la hija de Pedro I, Isabel, para la sustitución de Iván IV. A cambio de apoyo militar sueco, se procedería a la devolución de las pérdidas de Nystadt, pero la traición de la emperatriz y la existencia de problemas dinásticos concretos hicieron imposible cualquier reclamación. El asunto quedó zanjado con el Tratado de Abö, agosto de 1743, donde Suecia aceptaba la tutela rusa, rechazaba la francesa y perdía parte de Finlandia. La zarina tomó una actitud favorable a Austria y Gran Bretaña para garantizar las ganancias obtenidas y evitar el intervencionismo francés, siempre proclive a las pretensiones antirrusas.


 http://www.artehistoria.com/v2/contextos/2129.htm

miércoles, 27 de mayo de 2015

ORDOÑO I. . . REY DE ASTURIAS

 
 Ordoño I...
 
Undécimo rey de Asturias (850-866) que amplió notablemente las fronteras del reino. Hijo del monarca asturiano Ramiro I y de la primera esposa de éste, pasó los primeros años de su vida en Oviedo, en la corte del protector de su padre, el también monarca Alfonso II el Casto.
Ordoño, en su calidad de hijo primogénito, debió ocupar una posición destacada desde su nacimiento, puesto que el mencionado Ramiro probablemente desde su juventud fue asociado al trono y el rey Casto expresó en diversas ocasiones su deseo de que, a su muerte, éste ocupara su trono, puesto que no tenía descendientes, a pesar de que hasta ese momento la corona había conservado su carácter electivo.
En el año 830, tras el nombramiento de Ramiro como gobernador de Galicia, Ordoño, que contaba en aquel tiempo nueve años, acompañó a su familia a tierras gallegas. Instalada la corte del gobernador en Lugo, fue en esta ciudad donde Ordoño completó su educación e inició su formación militar, donde muy pronto destacó por su habilidad en el manejo de las armas.
Durante los años siguientes la vida de Ordoño debió de ser cómoda en Galicia, ya que su padre, lejos de encontrar oposición a su gobierno, formó un sólido grupo de colaboradores, los cuales le dieron prueba de su lealtad posteriormente. Ordoño, desde su adolescencia, debió de acompañar a su padre, probablemente con el fin de familiarizarse con el funcionamiento de las distintas instituciones y sobre todo en los complicados engranajes que conformaban la vida de la corte.


Así, su padre le encomendó que se hiciera cargo de las funciones de gobernador mientras él acudía a las Vardulias en el año 842, para contraer matrimonio con la que sería su segunda esposa, Paterna. Mucho cambió entonces la vida del joven, puesto que poco tiempo después se conoció la noticia de que Alfonso II había muerto en Oviedo, por lo que todo parecía indicar que la proclamación de Ramiro sería inminente.
Desafortunadamente para Ramiro, el encontrarse alejado de la corte en el momento del fallecimiento del monarca estuvo a punto de truncar sus aspiraciones, ya que un noble llamado Neopocioano, contando con el apoyo de un grupo de notables, se hizo proclamar rey de Asturias. Ordoño debió de participar en las tareas para organizar el ejército que su padre pretendía utilizar en contra de Neopociano, aunque no marchó junto a él, sino que se quedó en Galicia, ocupando el mencionado puesto de gobernador, puesto en el que fue confirmado ese mismo año, tras el advenimiento al trono de Ramiro I.
Firmemente asentado en como gobernador, a la edad de 26 años, en el año 847, Ordoño contrajo matrimonio con una noble de la región, posiblemente una hermana del conde del Bierzo, Gatón, llamada Muniadona o Muña. Dicho matrimonio tuvo una abultada descendencia, ya que según ha quedado registrado en diferentes crónicas, Ordoño fue padre en al menos seis ocasiones; entre sus descendientes, destaca por su importancia su hijo primogénito, el futuro Alfonso III el Magno.



El 1 de enero del 850 murió Ramiro I en Oviedo, tras ocho años de reinado, siendo sucedido por su hijo Ordoño, el cual fue el primer monarca asturiano en heredar el cargo, sin previa elección. Poco después de su proclamación tuvo que hacer frente a una sublevación de los vascones, los cuales contaron al parecer con el apoyo de los Banu Qasi. Ordoño I logró someter a los rebeldes, aunque cuando se encontraba de regreso a Oviedo recibió la noticia de que un ejército musulmán tenía intención de atacar la región de las Vardulias. Dicho ejército no logró su propósito y se vio obligado a regresar a al-Andalus, tras ser frenado por Ordoño a orillas del Ebro.
A pesar de sus victorias, la situación no mejoró, ya que tras estas campañas, el gobernador de Zaragoza, Musa ibn Musa (800-862), decidió construir una fortaleza en la ciudad de Albaida, actual Albelda, la cual suponía un enorme peligro para los intereses de Ordoño, ya que los siempre levantiscos vascones podrían aprovechar la circunstancia para unirse a los Banu Qasi en su contra. Rápidamente reorganizó el monarca su ejército y se dirigió a la fortaleza. Tras levantar su campamento en los alrededores de la mencionada ciudad, comenzó su asedio. Musa ibn Musa acudió rápidamente en auxilio de sus hombres, pero tras una dura batalla tuvo que retirarse mal herido y la ciudad fue arrasada.
No hay duda de que la compleja situación política que se vivió en al-Andalus en aquellos años fue hábilmente aprovechada por Ordoño I, el cual emprendió importantes campañas para acrecentar sus dominios. En el año 854, tras producirse la sublevación de Toledo, no tardó en enviar un ejército en su auxilio, el cual fue dirigido por su cuñado el conde del Bierzo, Gatón, aunque la campaña no obtuvo el éxito que éste esperaba, ya que el propio emir cordobés, Muhammad I (823-886), acudió para sofocar la rebelión, derrotando a los ejércitos toledanos y asturianos en la batalla de Guadalete.
A pesar de lo que afirman las crónicas musulmanas, las pérdidas de los cristianos no debieron ser tan elevadas, ya que el conde del Bierzo participó en importantes campañas poco después y Toledo conservó su independencia. Pero no todo fueron derrotas para los ejércitos de Ordoño, ya que poco tiempo después de este incidente, Ordoño organizó varias expediciones que tuvieron un notable éxito. Inició una incursión por tierras de al-Andalus, llegando a ocupar ciudades como Salamanca o Coria, donde tomó prisionero a su gobernador y ordenó a algunos de sus hombres de confianza que reconstruyesen las murallas de importantes ciudades, que aunque habían sido reconquistadas en tiempos de Alfonso I el Católico, no habían sido pobladas, como es el caso de Tuy, Astorga, León o Amaya.


Muhammad I intentó castigar la audacia del rey cristiano y envió dos expediciones sucesivas en su contra en el año 862 y el 863. En la segunda, los ejércitos musulmanes penetraron por la zona de Álava y la primitiva Castilla y atacaron la región de Miranda, tras lo cual fueron sorprendidos por los ejércitos de Ordoño, que cortaron su retirada hacia el sur. Probablemente en Pancorvo tuvo lugar una sangrienta batalla, que debió tener consecuencias desastrosas para los cordobeses, ya que éstos no iniciaron ninguna expedición el año siguiente (864). El emir logró enviar años después un ejercito, formado por soldados de toda al-Andalus, que destruyó la fortaleza cristiana de Frías.
No se vio libre tampoco Ordoño de los ataques de los piratas normandos, que entre los años 858 y 861 realizaron numerosas incursiones en la Península Ibérica; intentaron atacar las costas gallegas y fueron rechazados por el conde Pedro. Durante los últimos años de su vida, Ordoño no pudo participar activamente en las campañas defensivas llevadas a cabo contra los musulmanes, aunque su círculo de colaboradores siempre tuvo muy en cuenta las opiniones del monarca. Enfermo de gota, su salud se fue debilitando poco a poco, hasta que murió a la edad de 45 años. A su muerte el trono asturiano fue ocupado por el Alfonso III el Magno.
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ordono_i.htm

martes, 26 de mayo de 2015

JULIO DE MEDICI....PRINCIPE,DIPLOMÁTICO,MECENAS Y PAPA.



Nace en 1478, fallece el 25 de Septiembre de 1534. Julio de Médicis nace meses antes a la muerte de su padre Giuliano, asesinado en Florencia, en medio de los disturbios posteriores a la conspiración de Pazzi. Aunque sus parientes no estaban propiamente casados, se alega que se habían desposado “per sponsalia de presenti”, por ende, Julio, en virtud de un conocido principio del Derecho Canónico fue declarado hijo legitimo. El joven fue educado por su tío, Lorenzo el Magnifico. Se le nombro Caballero de Rodas y Gran Prior de Cápua. Con la elección de su primo Juan de Médicis al papado como León X, súbitamente se convierte en una persona de gran consecuencia. Fue nombrado cardenal el 28 de Septiembre de 1513, y tuvo el crédito de ser el mayor procurador de las políticas papales durante todo el pontificado de León X. Era uno de los candidatos favoritos en el cerrado conclave que resulto en la elección de Adrián VI. Aun así, y a pesar de su cercana relación con el lujoso régimen de León X, el Cardenal de Médicis no perdió influencia bajo el austero sucesor. Julio, según un historiador moderno era, “educado, inteligente, respetable e industrioso, aunque poco emprendedor y menos decidido. Posterior a la muerte de Adrián , el Cardenal de Médicis es eventualmente elegido Papa, el 18 de Noviembre de 1523, y su elección fue celebrada en Roma con entusiasmo y júbilo. Pero el temperamento de los romanos fue solo uno de los elementos del complejo panorama que Clemente VII enfrento. La situación política y religiosa era extremadamente delicada, y era dudoso que hubiese uno en diez mil hombres capaces de guiar la Barca de San Pedro a través de tan tempestuosas aguas contando únicamente con su tacto y sentido de prudencia. Ciertamente, Clemente no era tal hombre. Desafortunadamente el se desarrollo dentro de las peores tradiciones de la diplomacia italiana, y sobre todo tenia cierta fatal irresolución de carácter que lo movía a deshacer los términos acordados y a renegociarlos nuevamente. 

Los primeros años de su pontificado estuvieron enfocados en las negociaciones que culminaron con la formación de la Liga de Coñac. Cuando Clemente fue electo, Francisco I y el emperador Carlos V estaban en Guerra. Carlos V había apoyado la elección de Clemente y esperaba mucho de su amistad con el de Médicis. Pero ya al año de su elección el nuevo pontífice había concluido un tratado secreto con Francia. La aguda batalla entre Francisco y las fuerzas imperiales en Pavía (Febrero de 1525), culminaron con la derrota y la cautividad del Rey de Francia, dándole a Carlos la oportunidad de vengarse. Pero este utilizó su victoria con moderación. Los términos del tratado de Madrid (14 de Enero de 1526), no eran extravagantes, pero aparentemente Francisco los firmó con la intención de no cumplir sus promesas, aunque confirmó la mayoría con solemnes juramentos. El que Clemente se hiciera participe de la perfidia del rey francés, organizara una liga con Francia, Venecia y Florencia la cual se firmó en Coñac el 22 de Mayo de 1526, sin este aceptar los acercamientos de Carlos V, ciertamente debe de haber sido considerado por este una imperdonable provocación. Indudablemente Clemente era motivado por un patriotismo genuino y su desconfianza con la influencia del emperador en Italia, y especialmente la ansiedad por su natal Florencia. Mas aún, le irritaba la noción de pérdida de libertad de la Iglesia. Pero aunque posiblemente temía que los lazos se le hubiesen estrechado, es difícil visualizar que él haya tenido base alguna para querellarse. No nos podemos sorprender de lo que aconteció. Los delegados de Carlos, no logrando avances con el Papa, se aliaron con Colonna, un desafecto que había estado saqueando los terrenos papales. Estos pretendieron una reconciliación hasta que los comandantes del papales fueron movidos a un sentido de seguridad. Entonces, el 20 de Septiembre de 1526, Colonna súbitamente atacó Roma, acorralando a Clemente en el castillo de San Ángelo, mientras sus huestes saquearon el Vaticano. Carlos denuncio la acción de Colonna, pero le sacó ventaja al éxito logrado por este. Le sigue un periodo de vacilación. En un momento Clemente logro una tregua con el emperador, luego se torna desesperadamente hacia la Liga, posteriormente dado a un leve éxito rompe las negociaciones con los representantes imperiales y resume actividades hostiles, y finalmente firma una tregua con Carlos por ocho meses, donde promete el pagó inmediato de 60,000 ducados como indemnización. 



Mientras tanto los mercenarios alemanes en el norte de Italia eran rápidamente reducidos por falta de provisiones y paga. Al enterarse de la indemnización de 60,000 ducados amenazaron amotinarse, por ende los comisionados reales obtuvieron del papado el pago total de 100,000 ducados. Pero el sacrificio fue fútil. Es probable que los Lansquetes, muchos de los cuales eran luteranos, se descontrolaron, y forzaron al alguacil Borbón que estaba al mando, a movilizarlos contra Roma. El 5 de Mayo llegan a sus murallas, y dada a la confianza papal en el acuerdo logrado, estaban casi indefensos. Clemente apenas pudo refugiarse en el Castillo de San Ángelo, y por ocho días el “Saqueo de Roma” continuo en medio de horrores sin paralelo en la historia de las guerras. “Los luteranos”, según una fuente imparcial, “se gozaron en quemar y desacrar aquello que el mundo adoraba. Iglesias fueron desacradas, mujeres y aun las religiosas ultrajadas, embajadores saqueados, cardenales secuestrados, se burlaron de los dignatarios y las ceremonias religiosas, y los soldados pelearon entre si por los despojos" (Leathes in "Camb. Mod. History", II, 55). Parece probable que Carlos V no estaba verdaderamente implicado en los horrores que sucedieron. Pero no tuvo objeción a que el papa cargara con las consecuencias de su ambigua diplomacia, y permitió que permaneciera virtualmente como un prisionero en el Castillo de San Ángelo por más de siete meses. La ambivalencia de Clemente ya había ofendido a los otros miembros de la liga, y sus pedidos no fueron cálidamente correspondidos. También, el necesitaba desesperadamente el apoyo imperial para enfrentar a los luteranos en Alemania y para reinstalar a los de Médicis en el gobierno de Florencia, del cual habían sido expulsados. El efecto combinado de estos factores y el fracaso de los intentos franceses en Nápoles moverían a Clemente al ruedo del emperador. Luego de estadías en Orvieto y Viterbo, Clemente retorna a Roma, y para finales de Julio de 1529, términos favorables a la Santa Sede fueron acordados con Carlos V. El acuerdo fue sellado el 24 de Febrero de 1530 en Bolonia donde Carlos fue solemnemente coronado. Cualesquiera que hallan sido los motivos que motivaron al papa, este acuerdo ciertamente le dio a Italia una muy necesitada paz.



Mientras tanto, eventos totalmente inesperados estaban sucediendo en Inglaterra. Enrique VIII, cansado de la Reina Catalina, con quien no tenia un sucesor al trono, mas que una hija, Maria, estaba apasionadamente enamorado de Ana Bolena, y en Mayo de 1527 le informó a Wolsey que deseaba divorciarse. Pretendía, ya que en su conciencia le preocupaba el matrimonio contraído con la viuda de su hermano mediante una dispensa papal., deseaba primeramente solicitar a la Santa Sede una dispensa del impedimento de afinidad en primer grado, una vez le hubiesen otorgado el divorcio. Esto era necesario por el impedimento de un matrimonio legal entre el y Ana, ya que había tenido relaciones carnales con Maria, la hermana de Ana. Sus escrúpulos de conciencia no podían ser muy sinceros. Más aún, ya que la Reina Catalina solemnemente juró que el matrimonio entre ella y Arturo, el hermano mayor de Enrique, nunca se consumó, por ende nunca hubo alguna afinidad entre ella y Enrique más que el “impedimentum publicæ honestatis”. La paciencia el rey era tal que sin este darle su total confianza a Wolsey, envía súbitamente a Knight como mensajero a Roma para que el Papa anulara su matrimonio. Knight halló que el Papa estaba prisionero en San Ángelo, y no pudo hacer mucho hasta que visitó a Clemente, luego que este escapó a Orvieto. Clemente estaba deseoso de gratificar a Enrique, y no le hizo muy difícil la dispensación contingente de afinidad. Sin duda este considero que no tendría consecuencia práctica alguna sino hasta la cancelación de su matrimonio con Catalina. Pero enfrentado al asunto de darle asignarle una comisión a Wolsey para tratar el caso de divorcio, el Papa tomo una postura más firme. El Cardenal Pucci, al que se le sometió un borrador del proceso de divorcio, declaró que el mismo reflejaría descrédito para con todos los concernidos. Una segunda misión a Roma organizada por Wolsey, la cual consistía de Gardiner y Foxe, inicialmente tampoco fue muy exitosa. Una comisión fue otorgada, y llevada a Inglaterra por Foxe, pero fue estructurada de forma tal que la hacía prácticamente inconsecuente. La actitud de hostilidad que Gardiner tuvo hacia el Papa aparentemente excedió todos los limites de la decencia, pero Wolsey temeroso de perder el favor del rey, le urgió e imploró que obtuviera una “Comisión de Decretos”, a cualquier costo. Este instrumento previamente decidiría los puntos de la ley y exenta de apelaciones, dejaba en manos de Inglaterra el otorgar los hechos. Aparentemente Clemente se inclinaba contra esto, pero finalmente accedió a otorgar una comisión secreta a los Cardenales Wolsey y Campeggio para que ambos trataran el caso en Inglaterra. La comisión no había de ser revelada a nadie, ni saldría de las manos de Campeggio. No se conocen los términos exactos de la misma. Pero si seguía los borradores preparados en Inglaterra, esta establecía que la Bula de dispensación otorgada por Julio para el matrimonio de Enrique con la esposa de su fallecido hermano debería de ser declarado indecente y por ende nulo, si los comisionados hallaban que los motivos alegados por Julio eran insuficientes y contrarios a los hechos. Por ejemplo, se pretendió que la dispensa era necesaria para cementar la amistad entre Inglaterra y España, también que el joven Enrique deseaba el matrimonio, etc. 




A finales de Septiembre de 1528, Campeggio llega a Inglaterra pero los procesos del tribunal fueron detenidos por la presentación de una segunda dispensa otorgada por el Papa Julio. Esto era doblemente importante. La comisión creada por Clemente otorgaba a Wolsey y a Campeggio el pronunciarse sobre la suficiencia de motivos alegados en cierto documento en especifico, la Bula. Pero la dispensa no estaba contemplada y por ende estaba fuera de su comisión. Mas aún, la dispensa no limitaba los motivos para otorgar la dispensa a alegaciones especificas, pero hablaba de "aliis causis animam nostram moventibus". La aparición de la dispensa, ahora reconocida como autentica, aunque los partidarios del rey la consideraban una no genuina, detuvo los procesos de la comisión por ocho meses. Al final, por presiones de Carlos V, al que su tía Catalina había apelado vehementemente por su apoyo, así como al Papa, la causa fue revocada a Roma. No hay duda que Clemente demostró mucha debilidad en las concesiones que hizo a las demandas Inglesas. Pero hay que recordar, primero, que en su decisión sobre los puntos de ley las bases técnicas para tratar la dispensa como indecente eran serias. Segundo, que en otorgar el honor de la Santa Sede a Campeggio, Clemente sabía que lo hacia con un hombre de principios excepcionalmente elevados.

Es difícil decir cuanto influencio Carlos V en la resistencia que presento el Papa. Pero es claro que su propio sentido de justicia lo dispuso completamente a favor de la Reina Catalina. Consecuentemente Enrique cambia sus motivos y demuestra cuan profundo era el abismo que le separaba de la Santa Sede. Entonces argumenta que un matrimonio con la esposa de un hermano fallecido excedía la autoridad de una dispensa papal. Clemente ripostó pronunciando una censura contra aquellos que amenazaban con hacer que un tribunal ingles decidiera la validez del divorcio del Rey, y prohibía a Enrique contraer otro matrimonio previo a una decisión de Roma. Por su parte el Rey en 1531 extorsionó del clero ingles una vasta suma de dinero bajo el pretexto de penalidades de “præmunire” en que ellos habían incurrido al reconocer el legado papal, y seguidamente prevaleció en el Parlamento para prohibir el pago de los annates a Roma bajo ciertas condiciones. Otros eventos le siguieron. La muerte del Arzobispo Warham (22 de Agosto de 1532), le permiten a Enrique el otorgarle a Cranmer el Obispado de Canterbury, y por la intersección del Rey de Francia se le concede, el “pallium” siendo otorgado a este por Clemente. Casi inmediatamente posterior a su consagración, Cranmer procede a pasar juicio sobre el divorcio, mientras Enrique había contraído matrimonio secretamente con Ana Bolena, el cual Cranmer declaró valido en Mayo de 1533. Posteriormente Ana Bolena es coronada el 1 de Junio. Mientras tanto los Comunes habían prohibido todas las apelaciones a Roma y tomaban penalidades de “præmunire” contra todos que introducían bulas papales en Inglaterra. Fue solo entonces que Clemente finalmente lanza una sentencia de excomunión contra el rey, a su vez declarando nulo e invalido el pretencioso decreto de Cranmer que validaba el divorcio del rey y su nuevo matrimonio. El nuncio papal fue retirado de Inglaterra y se rompieron las relaciones diplomáticas con Roma. Enrique apeló a un concilio general y en Enero de 1534, el Parlamento aprobó más legislación que abolía toda la dependencia eclesiástica de Roma. Pero fue en Marzo de 1534, que el tribunal papal finalmente decide sobre el asunto originalmente presentado por el rey, y declara que el matrimonio entre Enrique y Catalina era inequívocamente válido. Mucho se le ha culpado a Clemente por su lentitud y las concesiones en el asunto del divorcio. De hecho se le ha acusado de perder a Inglaterra de la Fé Católica, debido al estimulo que le dio a Enrique. Pero es extremadamente dudoso que una postura más firma hubiese logrado un resultado más beneficioso. El rey estaba determinado en su propósito y Clemente tenia como principio el no ceder en el punto vital en que todo el asunto se centraba.




Con respecto a Alemania, aunque Clemente nunca rompió la amistad que había cementado con Carlos V en la coronación en Bolonia (1530), nunca le otorgó al emperador la cordial cooperación que pudo haberle superado una situación de extrema dificultad y peligro la cual Clemente probablemente nunca comprendió. Particularmente el Papa parecía tenerle horror a la idea de convocar un Consejo General ya que indudablemente preveía graves dificultades con Francia si realizaba tales esfuerzos. La cosas no mejoraron cuando Enrique, a través de su enviado Bonner encontró a Clemente visitando al rey francés en Marsella, y le planteo su apelación a un Consejo General para atender el asunto del divorcio.

En los aspectos eclesiásticos el pontificado de Clemente no tuvo mancha. Dos reformas franciscanas, la de los capuchinos y la de los recoletos, tuvieron en el un patrón favorable. El fue muy genuino en la cruzada contra los turcos, y otorgo mucho estimulo a las misiones en el extranjero. Como patrón del arte, fue muy afectado por el saqueo de Roma y los otros desastrosos eventos de su pontificado. Pero estuvo atentamente interesado en el arte, y según Benvenuto Cellini poseía un gusto excelente. Con la comisión dada a este artista para el famoso frente-abroche del cual tanto vemos en su autobiografía, se convierte en el forjador de la fortuna de Benvenuto.También fue un consecuente patrón de Rafael y de Miguel Ángel, quien pintó el gran fresco “El Juicio Final” en la Capilla Sixtina, por ordenes suyas.
En el veredicto sobre el carácter del Papa Clemente VII, casi todos los historiadores coinciden. Primero fue un príncipe italiano, un de Médicis, y diplomático, luego un líder espiritual. Sumamente inteligente, pero su diplomacia era débil e irresoluta. Por otro lado, su vida privada era irreprochable. Aunque tuvo muchos y excelentes impulsos, y a pesar de sus buenas intenciones, todas la cualidades de heroísmo y grandeza enfáticamente le deben de ser negadas. 
http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_Clemente_VII

lunes, 25 de mayo de 2015

EL EDICTO DE WORM...Martín Lutero es declarado poscrito





En el contexto de la fractura socio-religiosa provocada por los escritos del reformador alemán Martín Lutero, la reunión solemne de la Dieta del Sacro Imperio Germánico en la ciudad de Worms en 1521 tuvo como objetivo la adopción por parte de los príncipes imperiales de una postura con respecto a la crisis religiosa que amenazaba con romper la unidad del catolicismo romano. El pontificado, que había anatemizado las doctrinas de Lutero y lanzado la excomunión sobre el agustino, exigía del emperador Carlos V el cumplimiento de estas sentencias en suelo alemán. Sin embargo, la profunda agitación social y religiosa a que dieron lugar las ideas luteranas en Alemania impidió al joven emperador decretar la inmediata proscripción de Lutero. Éste, protegido por el Gran Elector Federico III el Sabio de Sajonia, fue convocado ante la Dieta imperial para ejercer su derecho de ser escuchado antes de que se procediera contra él en virtud del anatema pontificio.
El 15 de junio de 1520, la bula Exsurge Domine del papa León X condenó solemnemente 41 proposiciones extraídas de las obras de Lutero. La sentencia pontificia se basaba en las condenas anteriores de los doctores de la universidades de Colonia y Lovaina y en las refutaciones doctrinales de Johan Eck, vicecanciller de la universidad de Ingolstadt y adversario de Lutero en la Disputa teológica de Leipzig, de julio de 1519. La bula papal, que incluía la amenaza de excomunión si Lutero no se retractaba públicamente de sus afirmaciones contra la Iglesia de Roma en el plazo de sesenta días, fue publicada en Alemania el 17 de noviembre a petición de Johan Eck, quien organizó la quema pública de las obras condenadas. En respuesta, el 10 de diciembre de 1520 Lutero, apoyado por el célebre humanista Felipe Melanchton, convocó a profesores y estudiantes de la universidad de Wittenberg a la quema festiva de libros de derecho canónico y de algunas obras de Eck. En un clima de abierto desafío a la autoridad eclesiástica, Lutero echó al fuego un ejemplar impreso de la bula papal, al tiempo que pronunciaba su famosa sentencia:

 "que el fuego te atormente a ti, que has atormentado la verdad divina", 

después de lo cual difundió una violenta invectiva contra el papado, titulada Por qué los libros del Papa y de sus discípulos han sido quemados por el Dr. Martín Lutero.
El 3 de enero de 1521, una nueva bula papal, la Decet Romanum Pontificem, excomulgaba a Lutero y lanzaba el entredicho sobre aquellos lugares que lo acogiesen. A partir de ese momento, el castigo de Lutero quedaba en manos de las autoridades temporales del Imperio. Sin embargo, la fractura abierta en la sociedad alemana por las ideas del reformador y la protección que el Gran Elector de Sajonia dispensaba a Lutero impidieron que se tomaran de inmediato medidas contra el reformador, convertido ahora en hereje. Federico III de Sajonia, apoyándose en el principio del derecho germánico que prohibía la condena de un reo si éste no había sido previamente escuchado, consiguió de Carlos V la emisión de un salvoconducto que permitiera a Lutero presentarse ante la Dieta para ser juzgado. El emperador se inclinaba de esta forma a la mediación ofrecida por el de Sajonia, impulsado por motivaciones políticas: por un lado, porque necesitaba el apoyo de Federico III para afianzar su todavía vacilante autoridad sobre el Imperio; por otro, porque buscaba mantener una postura distanciada con respecto al papado.
La Dieta, inaugurada en Worms a comienzos de 1521, constituía una ocasión solemnísima, por ser la primera vez que el recién electo emperador se presentaba ante ella. Pese a que su convocatoria tenía como principal objetivo el nombramiento por parte de Carlos de su hermano, Fernando de Habsburgo, como lugarteniente de sus estados patrimoniales en el Imperio, la cuestión religiosa fue centrando progresivamente la atención de los príncipes reunidos en Worms. Desde que en 1517 Lutero iniciara la reforma al lanzar sus 95 tesis contra la venta de indulgencias, las ideas del agustino habían alcanzado gran popularidad en toda Alemania, al percibirse como una vigorosa forma de resistencia a la autoridad eclesiástica. Por ello, el viaje de Lutero desde Wittenberg hasta Worms para comparecer ante la Dieta fue, en palabras del nuncio pontificio Girolamo Aleander, un "paseo triunfal": en las ciudades fue recibido con solemnidad por las autoridades magisteriales y municipales y, durante todo el trayecto, fueron muchas las manifestaciones de adhesión popular de que fue objeto. El 16 de abril, Lutero entró en Worms, protegido por una comitiva de cien caballeros y por la presencia a su lado del Gran Elector de Sajonia. En las calles de la ciudad se respiraba una atmósfera de agitación que hacía temer graves tumultos si se resolvía finalmente en contra del reformador.
Lutero se presentó ante la Dieta, reunida en el palacio episcopal, los días 17 y 18 de abril. Se le formularon dos preguntas: si reconocía ser el autor de los libros que se le mostraron y si, en tal caso, estaba dispuesto a retractarse de sus contenidos. En su primera comparecencia, Lutero se mostró cauto y, aunque reconoció haber escrito aquellos libros, pidió más tiempo para reflexionar acerca de la retractación que se le exigía. Durante la noche siguiente preparó su declaración, cuyo manuscrito se conserva. En su segunda comparecencia, el día 18, Lutero aprovechó el amplio foro que le brindaba la asamblea para lanzar el auténtico manifiesto de sus ideas. En un cuidado discurso, que pronunció primero en alemán y luego en latín, Lutero clasificó sus obras en tres grupos: de devoción, de polémica contra el papado y de polémica contra personajes concretos que servían a la tiranía pontificia. De los dos últimos grupos, manifestó no tener intención de retractarse, a menos que se le demostrara que sus opiniones eran contrarias a las Escrituras. Al referirse al papado, Lutero se atrevió a elevar un feroz desafío a las autoridades ante las que comparecía, diciendo:

 "El Papa es el poder que con sus perversísimas doctrinas y su mal ejemplo ha devastado, asolado y corrompido el mundo cristiano con ambos males, del espíritu y del cuerpo; pues nadie puede ni negarlo ni encubrirlo, porque la experiencia de todos los hombres y la protesta de todas las lenguas dicen que por las leyes del Papa y sus doctrinas humanas ha sido lamentablemente aprisionada, oprimida, martirizada y atribulada la Conciencia de los cristianos".

Los príncipes seculares, poco duchos en cuestiones de doctrina, se mostraron indecisos ante la declaración del reformador. Sin embargo, los príncipes eclesiásticos declararon que Lutero había sido ya condenado por Roma y que sólo procedía acatar la sentencia pontificia. Johan Eck pidió a Lutero que diera una respuesta concreta a la pregunta: "Te retractarás, ¿sí o no?". El reformador respondió que no podía retractarse de su denuncia de la tiranía papal ni de su afirmación de la supremacía del Evangelio sobre el derecho canónico. Finalmente, expresó en alemán lo que a menudo se ha considerado una proclama de la libertad de conciencia: "No puedo ni quiero retractarme, porque no es bueno ni sincero obrar contra la propia conciencia. ¡Qué Dios me ayude! ¡Amén!". Ante esta repuesta, Carlos V, cansado de un debate infructuoso, ordenó que se llevaran a Lutero. Esto se interpretó como una orden de arresto y causó un gran revuelo en la sala.
Al día siguiente, el emperador volvió a reunirse con los electores imperiales con el fin de tomar una decisión. Carlos manifestó su intención de asumir sin más dilaciones la condena pontificia, pero los príncipes pidieron más tiempo para proseguir unas negociaciones que, si llegaban a romperse, provocarían una crisis irreparable en el Imperio. El emperador se abstuvo desde ese momento de participar en las conversaciones que se desarrollaron en los tres días siguientes y que tuvieron como interlocutores por parte de la Dieta al Elector de Tréveris, Richard von Greiffenklau, y al canciller de Baden, Hieronymus Vehus. Lutero mantuvo tenazmente sus opiniones y, una y otra vez, se negó a retractarse, incluso en sus argumentos menores contra el papado. Finalmente, Carlos anunció que procedería a dictar sentencia contra Lutero, pero concedió a éste un salvoconducto de veintiún días para que retornase sin peligro a Wittenberg, a condición de que no predicara ni enseñara durante el camino. Lutero dio las gracias al emperador y a la Dieta, reafirmó su lealtad al Imperio y abandonó Worms en medio del entusiasmo popular.
El 26 de mayo de 1521, Carlos V firmó el Edicto de Worms, por el que decretaba el entredicho imperial contra el reformador, declarándole hereje y excomulgado. Al caducar su salvoconducto, Lutero quedaría a merced de las autoridades públicas facultadas para prenderle y entregarle a la justicia imperial. Para evitar su arresto (y, quizá, su ulterior ejecución), Federico de Sajonia organizó un secuestro ficticio y, tras tenderle una emboscada en su camino hacia Wittenberg, le mantuvo oculto en su castillo de Wartburg durante casi un año (del 4 de mayo de 1521 al 6 de marzo de 1522) bajo el nombre de "caballero Jorge" (Junker Georg). El Edicto de Worms nunca llegó a aplicarse. Carlos V abandonó pronto Alemania para ocuparse de sus intereses en España y de la guerra con Francia. Durante los nueve años que permaneció ausente, la falta de una cabeza visible del partido católico alemán permitió el triunfo del luteranismo en amplios sectores del pueblo y de los estamentos políticos y propició la ruptura de la unidad religiosa del Imperio y del occidente cristiano.

Bibliografía

  • ATKINSON, James. Lutero y el nacimiento del protestantismo. Madrid, 1985 (3ª ed.) Delumeau, Jean. La Reforma. Barcelona, 1985 (4ª ed.) Elton, G.R. La Europa de la Reforma, 1517-1559. Madrid, 1974.
  • FLICHE, A. y MARTIN, V. (dirs.) Historia de la Iglesia, vol. 18 y 19. Valencia, 1978 Jedin, H. (dir.). Manual de Historia de la Iglesia. V: Reforma, reforma católica y Contrarreforma. Barcelona, 1972. Lortz, J. Historia de la Reforma. 2 vols. Madrid, 1963.
    http://www.enciclonet.com/articulo/worms-dieta-de/#

sábado, 9 de mayo de 2015

BATALLA DE MEJIDO...Tutmosis III vence al rey Kadesh y los cananeos


                                               Batalla de Mejido

A la muerte de  la reina Hatshepsut en el año 1.468 AC, el joven faraón  Tutmosis III ocupa el trono. Los reinos fronterizos con Mitanni, se alían con Mitanni para independizarse.  La ciudad de Megido y su príncipe iba a convertirse en el líder de la rebelión al frente de ciento cincuenta gobernantes. Juntaron el mayor ejército conocido hasta la fecha en este territorio y establecieron su base de operaciones en la ciudad de Megido, dada su gran importancia estratégica porque era lugar de paso de las rutas comerciales que iban tanto a Egipto como a Mitanni. Se estima que esta alianza contaba entre 15.000 y 20.000 hombres, así como 1.000 carros de guerra.
Imperio de Mitanni 1450 
En mayo de 1.457 AC, Tutmosis III reúne un ejército de más de 20.000 hombres, y unos 1.000 carros, posiblemente simular al de Ramses II en Kadesh, entre los que se encontraban el cuerpo de elite del ejército egipcio, los nubios especialistas  en el uso del arco compuesto del que por primera vez se tiene referencia escrita de su uso. Esta fuerza se reúne en la fortaleza de Tjaru. El faraón decide no esperar a que el príncipe de Kadesh y su ejército avanzasen hacia Egipto, sino adelantarse y atacarles en su propio terreno, asediando Megido, que se encuentra a trescientos kilómetros. Llegar hasta allí suponía atravesar los desiertos del Sinaí y de Gaza así que era necesario llevar suficientes provisiones de agua y comida, más de catorce toneladas de grano y veinticinco mil toneladas de agua que eran cargados en carros de transporte posiblemente tirados por bueyes y el agua en tinajas de barro selladas para evitar que se derramara por el camino.
La marcha del ejército de Tutmosis se realiza por el conocido como el Camino de Horus, que comunicaba Egipto con Asia, y les conduciría hasta Gaza. En apenas diez días el ejército recorre 250 kilómetros, más de 25 kilómetros al día, pero el cansancio y el calor van ralentizando la marcha del ejército que tardará tres semanas en llegar hasta Yehem, al noroeste del Mar Muerto, cerca de la costa mediterránea y la última parada antes de llegar a Megido.
Los egipcios acampan allí y Tutmosis III se reúne con sus oficiales para decidir el camino a seguir, dos de ellos, el del norte y el del sur, permiten un acceso fácil a Megido pero son más largos , mientras que el tercero recorre el paso de Aruna (Wadi Ara), más corto y rápido que los otros pero mucho más peligroso, ya que tendrían que atravesar un paso estrecho donde el ejército egipcio estaría obligado a caminar casi en fila india y sería una fácil presa para una emboscada desde las alturas. Por supuesto tendría que desmontar los carros y llevarlo a lomos de los caballos.
Contra la opinión de sus oficiales Tutmosis III elige el paso de Aruna (Wadi Ara) desechando las otras dos alternativas, ya que lo que pretende es llegar cuanto antes a Megido y tomar al enemigo por sorpresa. Los generales tratan de disuadir al faraón, creen que lleva al ejército a su perdición.
El ejército egipcio se mete por el estrecho paso, en fila india es decir un soldado detrás de otro. Se tardaría todo un día para cubrir todo el valle. Cuando ya la vanguardia asomara por el otro extremo del desfiladero, retaguardia aun ni siquiera habría entrado en él. Sobre el medio día emergieron las primeras tropas del Faraón por el angosto desfiladero y fueron formando un cerco para proteger a las que continuaban saliendo.  Se tardaron siete horas en pasar todo el ejército por el angosto valle. Esa noche los egipcios acamparon al sur de Megido, separados de la ciudad por el río Kina.
Los rebeldes colocaron dos bloques de infantería rebelde se apostaron cerca de Yokneam y Taanakh, situadas al este y al oeste de Megido, mientras que los carros cananeos se escondían en la llanura de Esdralón, alrededor de la ciudad. El plan de los rebeldes era permitir que los egipcios atacasen a su infantería, para fingir así una retirada y obligar a los egipcios a romper sus filas y exponer sus flancos a un ataque por sorpresa de los carros de guerra.
Batalla de Megido plan rebelde
La sorpresa que se llevaron los cananeos fue tremenda. Ellos que esperaban desde hacía días a que aparecieran por Taanach o Yokneam, lugares  elegidos como el más propicios  para rodear el macizo y permitir el paso de carros, ellos habrían preparado el terreno y elegido donde poner sus fuerzas para tener ventaja sobre los egipcios, pero no vigilaron el paso de Aruna, en vez de atacar a los egipcios mientras acababan de cruzar el paso, decidieron replegarse a toda prisa hacia Megido para interponerse entre la ciudad y el faraón.
Batalla de Megido disposición de tropas 
Se alzó el campamento hacia las siete de la tarde. Se ordenó a los soldados que se preparen para la batalla que tendrá lugar al día siguiente por la mañana. Sin embargo, el ataque tuvo lugar algunos días más tarde, posiblemente para dar tiempo para que sus fuerzas descansasen después de la caminata.
El 15 de mayo, por fin el  faraón con su ejército  cruza el  rio Kina y despliega en tres grupos situados al oeste de la ciudad de forma cóncava y el mismo al centro de la línea de combate, dirigiendo la batalla.
Los dos ejércitos entran en combate, los egipcios con su joven faraón al frente, a bordo de su carro de combate de oro que dirige la parte central del frente mientras que su ejército adopta una forma cóncava que se extiende por los laterales hacia el enemigo amenazando con rodearle. La estrategia del faraón y el empuje de los egipcios impulsados por su líder vencen la resistencia de los hombres de Kadesh que rompen la formación y se retiran desordenadamente hacia Megido. Si los hombres de Tutmosis hubieran continuado el ataque la batalla habría acabado allí mismo con la toma de la ciudad, pero, en lugar de eso, se detuvieron para saquear el campamento rebelde y los cuerpos rebeldes dado que era la única manera para un soldado raso de enriquecerse, perdiendo la ocasión de aprovechar el desorden de los rebeldes para capturarles, dando tiempo a estos para replegarse hacia la ciudad. El faraón enfureció al ver aquella escena, pero ya no se podía hacer nada, al margen de degradar a los generales que no habían sido capaces de controlar a sus hombres.
Posiblemente el ala norte del faraón rompió la formación de los cananeos, y estos al ver amenazada  su retira, se produjo una desbandada. La información histórica sobre la batalla da la impresión de una derrota absurda ya que los carros, la infantería y los arqueros de Tutmosis masacraron a las tropas rebeldes que huían en desbandada. Por su parte, los habitantes de la ciudad temían tanto a los egipcios que cerraron las puertas a los que se retiraban y en su desesperación, los soldados cananeos tuvieron que ser izados.
Batalla de Megido ala norte
Ya no quedaba más remedio que rendir a Megido por medio de un asedio, un largo asedio que se prolongaría durante siete meses y que Tutmosis III no está dispuesto a abandonar hasta vencer la resistencia de sus habitantes, pues como él mismo decía, tomar la ciudad “equivale a tomar mil ciudades” ya que en su interior se encuentran la mayoría de los príncipes de Siria y Palestina y lograr su rendición significaría aceptar el dominio de Egipto sobre ellos. Finalmente, después de siete meses de asedio, acosados por el hambre la ciudad no tuvo más remedio que entregarse y el príncipe de Kadesh se inclinó ante el faraón, reconociéndole como su señor.
Batalla de Megido
El escriba Tjeneni puede ser considerado el primer corresponsal de guerra, relataría el botín logrado en esta victoria que luego quedaría grabado hasta nuestros días en los muros del Templo de Karnak “340 prisioneros vivos y 83 manos. 2.041 yeguas, 191 potros, 6 sementales. Un carro trabajado en oro, su vara de oro, de este vil enemigo; un hermoso carro trabajado en oro del príncipe de Megido, 892 carros de su miserable ejército; en total, 924 carros. Una hermosa armadura de bronce perteneciente al príncipe de Megido, 200 armaduras de su vil ejército, 502 arcos, 7 varas de madera del enemigo, trabajadas en plata. Además 1.929 cabezas de ganado grandes, 2.000 de ganado pequeño, 20.500 ovejas”. Los egipcios tenían costumbre de cortar una de las manos de los muertos enemigos como forma de contabilizar los muertos en combate. Como detalle irónico, les dejó los asnos para que pudieran volver a sus tierras.
Los hijos de los gobernantes son llevados a Egipto como rehenes, que serían ejecutados si estos se alzan de nuevo.
Sobre las bajas del faraón no quedó referencia documental.
En el espacio de 12 años, tuvo que conquistar dos veces de nuevo la ciudad de Megido.
http://arrecaballo.es/edad-antigua/carros-de-guerra/batalla-de-megido/

viernes, 8 de mayo de 2015

TRATADO DE BRETIGNI...primer intento de paz de la guerra de los cien años



El Tratado de Brétigny establecido el 8 de mayo de 1360 en la aldea francesa de Brétigny, en el país de Beauce, establecía los preliminares de una paz definitiva entre Inglaterra y Francia, en el contexto de la Guerra de los Cien Años.
Eduardo III de Inglaterra preparó una gran ofensiva contra Francia, para forzar la aceptación de sus pretensiones territoriales o conquistar de una vez la corona francesa. El ejército inglés, acaudillado por el propio rey y sus hijos, desembarcó en Calais a fines de 1359 y procedió a saquear lentamente el Artois, la Thierache y la Champaña sin apenas encontrar resistencia, de tal forma que las cercanías de París y la región de Beauce fueron devastadas durante dos semanas. Dos factores coyunturales interrumpieron el fulminante avance del inglés: por un lado, los marinos normandos atacaron con total impunidad Winchelsea provocando el pánico entre la población inglesa; por otro, un imprevisto temporal desorganizó a los invasores en la región de Chartres.
El delfín de Francia, encargado de la regencia durante el cautiverio de su padre, el rey Juan el Bueno, se hallaba impotente ante el poderío militar desplegado por su adversario y se resignó a la negociación en una evidente posición de desventaja. En mayo de 1360, tras una semana de tensas conversaciones entre el delfín y el príncipe de Gales, se sellaba en Brétigny, cerca de Chartres, un acuerdo preliminar de paz.
En lo territorial, el acuerdo de Brétigny recuperaba las condiciones exigidas en el tratado de Londres de 1358: se formaba una gran Aquitania soberana, que comprendería desde el bajo Loira hasta el macizo central y los Pirineos, un estado magnífico estado que regiría el príncipe de Gales (llamado el Príncipe Negro), vencedor de la batalla de Poitiers. Se concedían a Inglaterra cabezas de puente en el norte (Ponthieu, Calais y el condado de Guines) y, a cambio, Eduardo III renunciaba a sus derechos sobre el trono de Francia.

Las concesiones financieras por parte francesa eran más moderadas: el rescate del rey Juan, quien había sido capturado por los ingleses en la batalla de Poitiers, se fijó en sólo tres millones de escudos, en lugar de los cuatro exigidos con anterioridad. Una primera entrega de 600.000 escudos bastaría para liberar al rey, que esperaría en Calais a que se realizara la entrega. Los territorios cedidos- excepto La Rochelle, que debía librarse a los ingleses de inmediato- se entregarían durante el año siguiente a la liberación del rey Juan. Seis pagos anuales de 400.000 escudos liquidarían la deuda de los Valois y servirían para rescatar de forma progresiva a los rehenes franceses que se designaban como garantes de los acuerdos (príncipes de sangre, grandes feudatarios, barones y burgueses de dieciocho ciudades buenas que, hasta su liberación, vivirían en Londres, corriendo de su cuenta los gastos). Se preveía la ratificación definitiva del tratado en Calais en el momento de pago del primer plazo del rescate y antes de la puesta en libertad del rey Juan.
El tratado respondía así, a grandes rasgos, a los objetivos marcados por Eduardo III. El delfín hizo lo posible por satisfacer las exigencias inglesas, con el fin de liberar cuanto antes a su padre, cuyo cautiverio había causado una lucha por el poder que desembocó en una auténtica guerra civil. El 24 de octubre, después de que Eduardo III aceptara rebajar el primer pago del rescate a 400.000 escudos -cifra que habían podido reunir los estados-, se ratificaron los acuerdos de Brétigny en Calais, si bien con algunas modificaciones de detalle. El rey Juan fue liberado y se consideró haber alcanzado la paz definitiva. Eduardo III firmó la paz con su enemigo el duque de Flandes, Juan se reconcilió con el pretendiente al trono francés, Carlos de Navarra, y los dos reyes establecieron pactos de amistad y alianza perpetua. El tratado de Calais difería de los preliminares de Brétigny tan sólo en una cuestión, pero de extrema importancia. En el texto primitivo los dos reyes renunciaban a un tiempo a sus pretensiones recíprocas, aunque de igual trascendencia: Eduardo a su título de rey de Francia; Juan a la soberanía sobre los territorios cedidos, lo que significaba una tercera parte de su reino y suponía terminar con la intervenión de sus agentes, jueces y ejércitos en el suroeste francés. En Calais, las renuncias se incluyeron en un acuerdo especial y se aplazó su efectividad hasta la transferencia efectiva de los territorios, prevista como plazo máximo para el 30 de noviembre de 1361. En apariencia era ésta una mínima modificación, que en la práctica tuvo consecuencias incalculables.
Las cesiones no llegaron a completarse nunca, ya que la monarquía francesa se había reservado ciertas salvedades legales. Los consejeros reales pretendieron no hacer efectiva la entrega hasta que Eduardo III hubiera expulsado a los routiers (bandas de mercenarios licenciados que asolaban los campos) de las provincias francesas. Los Plantagenet argumentaron que era suficiente por su parte con dejar de pagar a los mercenarios, desentendiéndose del pillaje de las bandas. La cesión comenzó finalmente en agosto de 1361 y, en la primavera de 1362, todavía quedaban territorios en disputa (Belleville en Poitou, Montreuil en Ponthieu…). El pago del rescate sufrió mayores dilaciones. La pobreza en que había quedado Francia, acrecentada por la pérdida de los territorios cedidos, hacía muy difícil la recaudación de semejante suma.
Eduardo, en contrapartida, se negó a sellar su renuncia. Entretanto, la espera de los rehenes que habían quedado en Londres como garantes del acuerdo se hacía intolerable. Éstos sellaron en noviembre de 1362 el llamado Tratado de los rehenes, que prometía de forma unilateral al rey de Inglaterra la entrega inmediata de 200.000 escudos, la cesión de los territorios en litigio y la entrega en prenda de los principales castillos del Berry. Juan el Bueno se dispuso a ratificar este desastroso acuerdo con el fin de liberar a los príncipes de sangre y verse libre para emprender la cruzada. Pero Eduardo había exigido la ratificación de los tres Estados. La asamblea, reunida en Amiens en octubre de 1363, se negó a ratificar el acuerdo, lo que supuso una primera afrenta contra la paz perpetua sellada en Calais.

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jueves, 7 de mayo de 2015

OTON I...Emperador del Sacro Imperio romano germánico




                    Oton I,Emperador del Sacro Imperio Germánico
Nació el 23 de octubre de 912, en lugar desconocido, y era hijo del sajón Liudolfinger que más tarde fue rey con el nombre de Enrique I, y de su esposa Matilde, de la estirpe de Widukind. Otón es el único rey romano-alemán de la Edad Media, a quien se aplica, desde el 962 hasta hoy, el atributo de “el Grande”. El y su padre tuvieron el mérito de haber formado definitivamente el Imperio romano germánico, que salió del gran Imperio carolingio. Por mérito de Otón este Imperio obtuvo la primacía entre los sucesivos carolingios y así lo mantendría hasta el siglo XIII.
 Desde el principio, Otón se sintió sucesor de Carlomagno, de Luis el Germánico y de Arnulfo de Carintia. Su coronación como rey de Germania en el trono de Carlomagno en Aquisgrán, el 7 agosto de 936, fue por inclinación hacia las ideas de Franconia y su tradición. La fe en la fuerza saludable de la raza había disminuido bajo los últimos reyes de Franconia; en su lugar existía la idea de un rey que dirige el ejército y sobresale por su valor y autonomía en las guerras.
Otón I
En este sentido no había herencia, sino «elección» del rey, sólidamente establecida por primera vez en el 936, con la designación por el antecesor, el juramento de los grandes, la unción espiritual, la coronación, la subida al trono y, finalmente, el banquete de la coronación.
 Desde el primer momento puso en marcha la consolidación de la autoridad real exigiendo a los grandes señores el cumplimiento de sus deberes de vasallaje. Paulatinamente fue situando a sus colaboradores y amigos en los feudos más importantes del reino, al tiempo que los obispos recibían poderes feudales sobre los territorios cercanos a su sede.
 El descontento por el reparto de cargos provocó la rebelión, en el 937, primero separadamente en Sajonia y Franconia, y, después de un fracaso en Baviera, conjuntamente. Lorena, envuelta muchas veces en las divergencias de Franconia occidental, fue el centro más importante de la resistencia en unión con Luis IV de Francia. Después de una victoria sobre los duques Gisélbert de Lorena y Eberhard de Franconia, Otón entró en Francia y se hizo rendir homenaje en Attigny por los adversarios del rey Luis IV, sobre todo por el conde Hugo el Grande. En el 941 se reconcilió con su hermano Enrique y probablemente también con su madre.
 Lorena y Borgoña pronto caerán en sus manos y en el año 951 tomará la zona norte de Italia apelando a la defensa de la reina Adelaida, que estaba siendo acosada por Berenguer II. Desde este territorio partió hacia el sur y tomó todo el reino italiano siendo coronado en Pavía. El rebelde Berenguer fue el beneficiario de esta conquista ya que, tras prestar juramente a Otón en el concilio de Augsburgo del año 952, recibió el reino mientras Otón se reservaba las marcas de Istria, Friuli y Verona para ser asignadas a su hermano Enrique de Baviera.
Un nuevo foco de conflicto surge en la zona oriental al combatir las devastadoras incursiones de los húngaros, quienes serán derrotados en Lechfeld (955). Resuelto este problema surge uno nuevo con el levantamiento de su hijo Luidolfo, duque de Suabia. El sofocar este frente de conflicto le permitió fortalecer las fronteras orientales donde los eslavos presionaban.
 Todas las fundaciones de obispados, entre ellos el de Praga, iniciado por Otón, fueron resultado del gobierno centralista del rey, característica de la política eclesiástica de Otón. A la monarquía de derecho, que había superado definitivamente los poderes de los duques, faltaba todavía una compacta administración que no estuviese expuesta a tendencias feudales de independencia. El episcopado del reino estaba llamado a desempeñar este papel, ya que Enrique I y Otón habían sostenido la soberanía de todos los obispados. Los candidatos a obispos procedían de la capilla de la corte. Se les transfirieron derechos estatales que estuvieron por encima de los principios carolingios, se les encargaron trabajos mundanos y su elección estuvo a disposición del rey, igualándose así los poderes eclesiásticos y gubernamentales. Esta idea no era nueva, pero se transformaron las iglesias dependientes del rey en un sistema eclesiástico gubernamental; se estableció el orden temporal como fundamento del orden espiritual, cuidando uno del otro; el dignatario eclesiástico quedaba a disposición del rey. El hermano menor de Otón, el arzobispo Brun de Colonia, era el prototipo de este nuevo ideal de obispo.

Corona imperial de Otrón I
La coronación (962) fue el punto inicial de la restauración del Imperio. Significativo para su concepto del Imperio era que la corona no le había sido concedida por el papa Juan XII, sino que su poder ordenador existente ya desde hacía mucho tiempo y sus éxitos en la cristianización, que llevaron al potestas imperii en el sentido carolingio, fueron reconocidos por una ceremonia, que según el modelo carolingio debía celebrarse en Roma. La meta del Imperio no era el dominio del mundo, sino una forma determinada del gran reino de Franconia oriental. Con la consolidación del sucesor oriental de los carolingios, se traspasó también el derecho a la corona a todos los sucesores.

 El motivo exterior para el viaje de Otón a Roma fue el apuro político del Papa. De este favor surgió, según la costumbre carolingio, la protección del Emperador sobre la Iglesia. Otón confirmó los derechos del patrimonio Sancti Petri y acentuó su derecho de recibir una promesa de fidelidad del Papa elegido antes de la consagración (Pactum Ottonianum). Cuando Juan XII se negó (fue sustituido por un sínodo romano en el 963) se completó esta ley por el juramento de los romanos de no querer elegir jamás a un Papa sin el consentimiento del Emperador. Así, políticamente, el Papado estaba unido al Imperio, pero sin perder sus derechos. Esto se demostró en la demarcación de la provincia eclesiástica de Magdeburgo comenzada en el 955 y que no fue fundada hasta el 968.

Gran Enciclopedia Rialp
 http://www.gecoas.com/religion/historia/medieval/EM-H2.htm