viernes, 8 de mayo de 2015

TRATADO DE BRETIGNI...primer intento de paz de la guerra de los cien años



El Tratado de Brétigny establecido el 8 de mayo de 1360 en la aldea francesa de Brétigny, en el país de Beauce, establecía los preliminares de una paz definitiva entre Inglaterra y Francia, en el contexto de la Guerra de los Cien Años.
Eduardo III de Inglaterra preparó una gran ofensiva contra Francia, para forzar la aceptación de sus pretensiones territoriales o conquistar de una vez la corona francesa. El ejército inglés, acaudillado por el propio rey y sus hijos, desembarcó en Calais a fines de 1359 y procedió a saquear lentamente el Artois, la Thierache y la Champaña sin apenas encontrar resistencia, de tal forma que las cercanías de París y la región de Beauce fueron devastadas durante dos semanas. Dos factores coyunturales interrumpieron el fulminante avance del inglés: por un lado, los marinos normandos atacaron con total impunidad Winchelsea provocando el pánico entre la población inglesa; por otro, un imprevisto temporal desorganizó a los invasores en la región de Chartres.
El delfín de Francia, encargado de la regencia durante el cautiverio de su padre, el rey Juan el Bueno, se hallaba impotente ante el poderío militar desplegado por su adversario y se resignó a la negociación en una evidente posición de desventaja. En mayo de 1360, tras una semana de tensas conversaciones entre el delfín y el príncipe de Gales, se sellaba en Brétigny, cerca de Chartres, un acuerdo preliminar de paz.
En lo territorial, el acuerdo de Brétigny recuperaba las condiciones exigidas en el tratado de Londres de 1358: se formaba una gran Aquitania soberana, que comprendería desde el bajo Loira hasta el macizo central y los Pirineos, un estado magnífico estado que regiría el príncipe de Gales (llamado el Príncipe Negro), vencedor de la batalla de Poitiers. Se concedían a Inglaterra cabezas de puente en el norte (Ponthieu, Calais y el condado de Guines) y, a cambio, Eduardo III renunciaba a sus derechos sobre el trono de Francia.

Las concesiones financieras por parte francesa eran más moderadas: el rescate del rey Juan, quien había sido capturado por los ingleses en la batalla de Poitiers, se fijó en sólo tres millones de escudos, en lugar de los cuatro exigidos con anterioridad. Una primera entrega de 600.000 escudos bastaría para liberar al rey, que esperaría en Calais a que se realizara la entrega. Los territorios cedidos- excepto La Rochelle, que debía librarse a los ingleses de inmediato- se entregarían durante el año siguiente a la liberación del rey Juan. Seis pagos anuales de 400.000 escudos liquidarían la deuda de los Valois y servirían para rescatar de forma progresiva a los rehenes franceses que se designaban como garantes de los acuerdos (príncipes de sangre, grandes feudatarios, barones y burgueses de dieciocho ciudades buenas que, hasta su liberación, vivirían en Londres, corriendo de su cuenta los gastos). Se preveía la ratificación definitiva del tratado en Calais en el momento de pago del primer plazo del rescate y antes de la puesta en libertad del rey Juan.
El tratado respondía así, a grandes rasgos, a los objetivos marcados por Eduardo III. El delfín hizo lo posible por satisfacer las exigencias inglesas, con el fin de liberar cuanto antes a su padre, cuyo cautiverio había causado una lucha por el poder que desembocó en una auténtica guerra civil. El 24 de octubre, después de que Eduardo III aceptara rebajar el primer pago del rescate a 400.000 escudos -cifra que habían podido reunir los estados-, se ratificaron los acuerdos de Brétigny en Calais, si bien con algunas modificaciones de detalle. El rey Juan fue liberado y se consideró haber alcanzado la paz definitiva. Eduardo III firmó la paz con su enemigo el duque de Flandes, Juan se reconcilió con el pretendiente al trono francés, Carlos de Navarra, y los dos reyes establecieron pactos de amistad y alianza perpetua. El tratado de Calais difería de los preliminares de Brétigny tan sólo en una cuestión, pero de extrema importancia. En el texto primitivo los dos reyes renunciaban a un tiempo a sus pretensiones recíprocas, aunque de igual trascendencia: Eduardo a su título de rey de Francia; Juan a la soberanía sobre los territorios cedidos, lo que significaba una tercera parte de su reino y suponía terminar con la intervenión de sus agentes, jueces y ejércitos en el suroeste francés. En Calais, las renuncias se incluyeron en un acuerdo especial y se aplazó su efectividad hasta la transferencia efectiva de los territorios, prevista como plazo máximo para el 30 de noviembre de 1361. En apariencia era ésta una mínima modificación, que en la práctica tuvo consecuencias incalculables.
Las cesiones no llegaron a completarse nunca, ya que la monarquía francesa se había reservado ciertas salvedades legales. Los consejeros reales pretendieron no hacer efectiva la entrega hasta que Eduardo III hubiera expulsado a los routiers (bandas de mercenarios licenciados que asolaban los campos) de las provincias francesas. Los Plantagenet argumentaron que era suficiente por su parte con dejar de pagar a los mercenarios, desentendiéndose del pillaje de las bandas. La cesión comenzó finalmente en agosto de 1361 y, en la primavera de 1362, todavía quedaban territorios en disputa (Belleville en Poitou, Montreuil en Ponthieu…). El pago del rescate sufrió mayores dilaciones. La pobreza en que había quedado Francia, acrecentada por la pérdida de los territorios cedidos, hacía muy difícil la recaudación de semejante suma.
Eduardo, en contrapartida, se negó a sellar su renuncia. Entretanto, la espera de los rehenes que habían quedado en Londres como garantes del acuerdo se hacía intolerable. Éstos sellaron en noviembre de 1362 el llamado Tratado de los rehenes, que prometía de forma unilateral al rey de Inglaterra la entrega inmediata de 200.000 escudos, la cesión de los territorios en litigio y la entrega en prenda de los principales castillos del Berry. Juan el Bueno se dispuso a ratificar este desastroso acuerdo con el fin de liberar a los príncipes de sangre y verse libre para emprender la cruzada. Pero Eduardo había exigido la ratificación de los tres Estados. La asamblea, reunida en Amiens en octubre de 1363, se negó a ratificar el acuerdo, lo que supuso una primera afrenta contra la paz perpetua sellada en Calais.

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