martes, 17 de diciembre de 2019

SIKKIM...HISTORIA,CULTURA Y ARTE

Sikkim es un estado de la India ubicado en la cordillera Himalaya. Es el estado menos poblado de India, y el segundo más pequeño en superficie. Sikkim fue un estado independiente gobernado por la monarquía Chogyal hasta 1975, cuando se decidió por referendo convertirse en el vigésimo segundo estado de India. Este escarpado estado limita al oeste con Nepal, al norte y al este con el Tíbet, al sureste con Bhutan y al sur con el estado de Bengala Occidental. El idioma oficial es el nepalí y las religiones predominantes son el hinduismo y el budismo vajrayānaGangtok es su capital y más grande ciudad.
A pesar de su pequeño tamaño, Sikkim es geográficamente muy diverso, debido a su ubicación a los pies de los montes Himalaya. El terreno va de tropical en el sur a la tundra en el norte. En Sikkim se encuentra el pico Kanchenjunga, el tercero en altura en el mundo y el primero de India (aproximadamente 8598 metros sobre el nivel del mar). Sikkim se ha convertido en uno de los estados más visitados de India gracias a sus hermosos paisajes naturales y a su estabilidad política.
Sikkim (o Sikín) significa tierra con picos en nepalí. El término, acuñado por Gorja el invasor, se deriva de la palabra Shijim en sánscrito que quiere decir "con cresta", y es el origen más ampliamente aceptado. Una etimología alternativa sugiere que el nombre se origina en las palabras en Limbu Su, que significa "nuevo", y Jim, que significa "palacio", haciendo referencia al palacio construido por el primer gobernante del estado, Panache Namgyal. El nombre en tibetano para Sikkim es Denzong, que significa "valle de arroz". Otra posibilidad es que el nombre derive de Su Him que significa "Nieve hermosa", o "Vista hermosa", supuestamente las palabras pronunciadas por una princesa de Nepal la primera vez que entró al palacio cono la futura esposa del rey local Lepcha. Durante su reinado, el Chogyal adoptó la traducción tibetana de Sikkim, pronunciado como Vbras-ljong.

El más antiguo evento relacionado con Sikkim del que se guarda registro es el paso del santo budista Gurú Rinpoche por esas tierras en el siglo IX. Durante su paso el gurú bendijo la tierra, introdujo el budismo en Sikkim y predijo la llegada de la monarquía que se instaló allí siglos después.
En el siglo XIII, según la leyenda, el Gurú Tashi, un príncipe de la Casa Mi-nyak en Kham en el este del Tíbet, tuvo una revelación divina una noche que le ordenó viajar al sur para buscar su fortuna. Sus descendientes se conviriteron más adelante en la familia real de Sikkim.
En 1642, su descendiente de quinta generación, el Gurú Tashi, Phuntsog Namgyal, fue consagrado como primer Chogyal (rey) de Sikkim por los tres venerados Lamas que vinieron del norte, el oeste y el sur hasta Yuksom, marcando el inicio de la monarquía.
Phuntsog Namgyal fue sucedido en 1670 por su hijo, Tensung Namgyal, quien mudó la capital de Yuksom hacia Rabdentse. En 1700, Sikkim fue invadido por los butaneses con la ayuda de una medio-hermana del Chogyal, a quien se le había negado el trono. Los butaneses fueron luego expulsados por los tibetanos, quienes restauraron al Chogyal diez años más tarde.
Entre 1717 y 1733, el reino enfrentó muchos ataques desde Nepal por el oeste y desde Bután por el este, que culminaron con la captura de la capital, Rabdentse, por Nepal.
Con la llegada del Imperio británico a la vecina India, Sikkim se alió con ellos contra el enemigo común que era Nepal. Los nepalíes contraatacaron en Sikkim logrando dominar casi todo el reino y llegando hasta Terrai. Esto condujo al ataque de Nepal por parte de la Compañía Británica de las Indias Orientales, dando lugar la guerra Gurkha de 1814.
Por los tratados firmad(el Tratado de Titalia) el territorio conquistado a Sikkim por Nepal le fue devuelto en 1817.
Los nexos entre Sikkim y la administración británica en India fueron creciendo hasta 1849, cuando un incidente de frontera hizo que los británicos invadieran el reino y asumieran el control del gobierno, manteniendo a un rey sujeto a las órdenes del gobernador británico.
En 1947, el reino de Sikkim votó por mantenerse independiente de India y el Primer Ministro de India Jawaharlal Nehru accedió a ejercer un protectorado sobre Sikkim. Luego de un período de disturbios entre 1972 y 1973, se consultó nuevamente a la población, en 1975, de Sikkim y por elevado porcentaje decidieron incorporarse a la Unión India. Pocos días más tarde, la monarquía fue abolida y Sikkim se convirtió oficialmente en un estado de la Unión India.
En 2000, el decimoséptimo Karmapa Ogyen Trinley Dorje, quien había sido confirmado por el Dalai Lama y aceptado como un tulku por el gobierno chino, escapó de Tíbet, tratando de volver al monasterio de Rumtek en Sikkim. Las autoridades chinas, que en aquel momento no reconocían la autoridad de India sobre Sikkim, optaron por no enviar nota de protesta al gobierno indio. China finalmente reconoció Sikkim como un estado de la India en 2003, con la condición de que la India aceptara la Región Autónoma del Tíbet como una parte de China. Este acuerdo mutuo ha llevado a un deshielo en las relaciones chino-indias. Nueva Delhi había aceptado inicialmente al Tíbet como una parte de China en 1953 durante el gobierno del entonces primer ministro Jawaharlal Nehru. El 6 de julio de 2006, el paso del Himalaya de Nathu La se abrió al comercio transfronterizo, lo que constituye una prueba más de la mejora de las relaciones en la región.
Aunque en la actualidad la población mayoritaria es nepalí, está habitado por lepchas, tibetanos e inmigrantes del vecino Nepal; la población originaria, los lepcha (o rong), pertenecen a la raza mongola, como los tibetanos, y se han ido fundiendo con éstos. Los habitantes se concentran, como es habitual en todos los países del Himalaya, en las fértiles tierras de las riberas del río Tista, un afluente del Brahmaputra, donde están las principales ciudades, entre ellas la capital.
El territorio estatal de Sikkim se caracteriza por la presencia de una superficie rugosa como consecuencia de la presencia de diversas estribaciones pertenecientes al Gran Himalaya  como son los brazos de Chola y Singigela, cubiertos por algunos glaciares como el de Zemu, el de Rathong y el de Lonak. Aunque cuenta con unas medidas muy reducidas existen amplios y profundos valles de hasta 300 m de altura sobre el nivel del mar. Los dominios elevados son más imponentes, destaca el monte Kangchenjunga con aproximadamente unos 8.598 m (altura que le convierte en la tercera montaña más alta de toda la superficie terrestre, tras el Everesty el K2). Los ámbitos montañosos aparecen salpicados por diversos pasos, entre ellos sobresale el de Nathula; se trata de una pista muy escarpada dispuesta en zig-zag que enlaza los dominios próximos a la capital con el valle de Chumbi en el Tíbet.
La red hidrográfica que baña este ámbito pertenece a la cuenca del Tista; se conforma de ríos no navegables y estrechos, sobre canales rocosos alimentados tanto por el deshielo estival como por las lluvias que llegan durante la influencia de los monzones. Destaca la presencia de diversos lagos de importancia como son el de Tsomgo, localizado a más de 3.300 m de altura; el lago sagrado de Khecheopalri, que se encuentra entre Gyalshing y Yuksum; el Menmecho y, finalmente, el lago Samiti.
El estado se encuentra bajo un clima de condiciones típicamente tropicales.El clima varía desde el subtropical al sur hasta la tundra en las zonas más septentrionales. La mayoría de zonas inhabitadas gozan de un clima templado con temperaturas sobrepasando los 28 °C en verano y los 0 °C en invierno. En el estado se desarrollan 5 estaciones,primavera, verano, otoño, invierno y la estación del monzón.
La flora de Sikkim destaca tanto por su abundancia como por su diversidad, a causa de la distribución de las principales estructuras del relieve, de la amplitud altitudinal y de las abundantes precipitaciones anuales. Se han analizado más de 4.000 especies distintas de plantas. Aproximadamente el 40% de la superficie total estatal es arbolada, destacan el bambú, los helechos, los robles, los castaños, los pinos, etc. Sobresalen las magnolias y las orquídeas, de estas últimas se han llegado a cuantificar hasta seiscientas variedades. En las regiones más altas predomina el rododendro y en los bosques templados abundan el abeto, el abedul, el arce y el aliso.
En lo referente a la fauna también existe una abundante diversidad, aparecen mariposas, buitres, águilas, faisanes, leopardos, ciervos y yacs, entre otros.
Dicha biodiversidad natural se encuentra altamente protegida, sobresalen el Parque Nacional de Khangchendzonga, el Santuario de Fauna de Fabong Lho, el Santuario del Rododendro de Shingba, el Santuario Alpestre de Kyongnosla y el Santuario de Fauna de Maenam.
La base económica principal de Sikkim es la agricultura; en los valles y en las cuencas inferiores se cultiva arroz, árboles frutales, cardamomo, té y maíz. Tiene, además, industrias alimentarias y textiles (lana) y varias destilerías. En los dominios elevados se encuentran vastos yacimientos de plomo, cinc, hierro, oro, cobre y plata.
El status de Sikkim dentro del conjunto del país es especial puesto que se encuentra exento de impuestos y cuenta con ayudas subsidiarias del gobierno.
Sikkim fue fundado por una familia tibetana en 1641 y pertenece desde 1975 a la Unión India. El origen de la presencia de la población lepcha en Sikkim se desconoce; sin embargo, se cree que sus raíces datan de los tiempos de los nagas animistas. Debido a su proximidad y a las parecidas características geográficas, la evolución histórica de Sikkim es muy similar a la de Bután. El budismo Vajrayana fue introducido por Padmasambhava en el siglo VIII, y la unificación política, tras un periodo de dominio tibetano, se alcanzó en el siglo XVII con la dinastía Namgyal (la misma que se impuso en Bután) que sometió a los jefes lepchas. En los siglos XVIII y XIX, Sikkim sufrió invasiones de los gurkha nepalíes y de los ingleses. En 1861 se convirtió en un protectorado de estos últimos y le fue cedida la provincia de Darjeeling.
Tras la independencia de la India en 1947 llegaron los enfrentamientos entre el gobierno y los chogyal ('reyes legítimos'), grupo que pretendía el mantenimiento de la unión del reino de Sikkim, creado en el año 1642 por los budistas.
En 1975, finalmente, el territorio fue anexionado a la India como un nuevo estado, el número veintidós. La institución de los Chogyal fue oficialmente abolida, aunque el rey se mantuvo hasta su muerte en 1981.
Entre las manifestaciones artísticas de Sikkim destacan los monasterios, la mayoría posteriores al siglo XVII, que muestran la influencia del estilo tibetano tardío difundido por la orden Gelukpa ('La Virtuosa'). En Gangtok, la capital, se encuentra el Tsuklakhang y en los alrededores los monasterios de EncheyPhodong y Rumtek, este último residencia del abad de la orden Karmapa. Más apartados están los monasterios de Namchi y Pemiangtse (siglo XVII) y el de Tashiding, del siglo XVIII. Pemiangtse es el monasterio más importante de Sikkim, su fundación es anterior a los edificios que se han conservado pues pertenece a la orden más antigua: la Nyingmapa. Todos estos monasterios tienen pinturas murales y contienen imágenes de culto, algunas de ellas realizadas en arcilla según una tradición que corresponde a los orígenes del arte tibetano. Los festivales religiosos de Sikkim en los que se efectúan danzas son muy pintorescos e interesantes.
Pemiangtse
Namchi
Rumtek
Tashiding



lunes, 16 de diciembre de 2019

NELLE HARPER LEE..."MATAR A UN RUISEÑOR"

Nelle Harper Lee nació el 28 de abril de 1926 en Monroeville, una pequeña localidad ubicada en el estado norteamericano de Alabama (Estados Unidos). Era, al igual que la protagonista de su famosa novela “Matar A Un Ruiseñor”, hija de un abogado que contaba con la amistad del escritor Truman Capote. También era descendiente del famoso general Robert E. Lee.
Harper estudió Derecho en Alabama hasta 1949. Con posterioridad, se trasladó en los años 50 a la ciudad de Nueva York para trabajar en una compañía aérea.
En 1960 la escritora estadounidense Harper Lee publicó la que sería, hasta julio de 2015, su única novela: Matar a un ruiseñor, que ganaría el prestigioso Premio Pulitzer y que se convertiría en todo un clásico de la literatura norteamericana contemporánea, por su controversial temática y su particular estilo literario. 

                           
Scout Finch es una niña de seis años, huérfana de madre, que vive con su hermano, Jem , y su padre, Atticus (un respetable abogado) en el imaginario pueblo sureño de Maycomb. Los niños tienen además un amigo, llamado Dill.
La narración (hecha por Scout) tiene lugar durante un verano en plena época de la Gran Depresión y gira alrededor de dos episodios: por un lado, a la fascinación y terror que los chicos sienten por la figura de Boo Radley, un misterioso y huraño vecino; y, por otro, el juicio en el que Atticus decide actuar como defensor, en el que un hombre negro es acusado de violar a una mujer blanca.
Como era de esperarse, Atticus debe enfrentar los prejuicios y ataques de sus vecinos blancos por defender a un hombre de raza negra; Scout y Jem también son acosados por ese motivo por sus compañeros de clase.
A lo largo del juicio, Atticus demuestra la inocencia de Tom Robinson (el acusado) y deja en evidencia las mentiras de la supuesta víctima -Mayela Ewell- y de su alcohólico padre, Bob. Pese a que Tom es condenado injustamente (y luego es herido al tratar de escapar), Bob Ewell considera que ha sido humillado en el juicio y quiere vengarse. Luego de varios incidentes, termina atacando a Jem y a Scout. Sorpresivamente, estos son defendidos y salvados por Boo Radley; Ewell muere en la pelea, aunque no se sabe exactamente si fue Boo o Jem quien lo hiere.
Al final, el sherif y Atticus llegan a la conclusión de que no es conveniente someter a ninguno de ellos a un juicio (pues sería como “matar a un ruiseñor”, un pájaro que no hace mal a nadie) y que lo correcto es aceptar la conclusión de que Ewell se cayó sobre su propio cuchillo.

                             El trasfondo de Matar a un ruiseñor

Varios aspectos pueden destacarse de esta genial obra.En primer lugar, aborda un tema muy delicado para la época: el racismo y los prejuicios en contra de los ciudadanos afroamericanos, que estaba muy extendido en todo el Sur estadounidense. La obra coincide con el inicio de la lucha por los derechos civiles y la igualdad, cuyo líder emblemático fue Martin Luther King Jr.
Por otro lado, es todo un compendio de ética profesional: Atticus Finch es el prototipo del abogado que decide defender a un hombre inocente sin importarle las consecuencias; por lo demás, Finch es un hombre honesto y valiente en todos los ámbitos de su vida.
Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, es también considerada un Bildungsroman o novela de formación, en la que un personaje va de la infancia a la madurez, pasando por la adolescencia y aprendiendo acerca de la vida a través de determinados acontecimientos .
En este sentido, Matar a un ruiseñor trataría como tema especial la pérdida de la inocencia de Scout al enfrentarse a los incidentes relacionados con el juicio y el posterior ataque y muerte de Bob Ewell.
También es considerada por algunos como integrante de la llamada novela gótica sureña, en la que intervienene personajes o situaciones sobrenaturales (al estilo de William Faulkner, por ejemplo) y que puede verse incluso como un precedente del realismo mágico latinoamericano. No obstante, la figura de Boo Radley , si bien enigmática y mágica a los ojos de los niños al comienzo de la novela, se desvela como totalmente humana, por lo que no puede realmente afirmarse que estemos en presencia de dicho género.
Es evidente que tiene también un trasfondo autobiográfico. La autora, sureña, no sólo quedó huérfana de niña, sino que su padre era un abogado de pueblo, que casualmente defendió a dos hombres negros en un proceso similar. Incluso la figura de Dill, el amiguito del los niños con gran imaginación, coincide en la vida real con Truman Capote, el famoso escritor y gran amigo desde la infancia de Lee.
 
La obra está escrita en primera persona, desde la perspectiva de Scout y no en el tradicional estilo del narrador omnisciente. Utiliza la analepsis o flashback, en la que es común el rompimiento del orden cronológico de la historia con vueltas al pasado.
Está redactada en un lenguaje sencillo, claro y limpio. Tal vez por ello sea una obra favorita de los lectores jóvenes. De hecho, muchos la han catalogado como una novela juvenil.
Lleva un ritmo rápido, cinematográfico. No resulta extraño que haya sido llevada casi inmediatamente al cine, en 1962, con la memorable interpretación de Anthony Peck como Atticus Finch, que le ganó el único premio Oscar de su dilatada y brillante carrera.

                                                La trascendencia 

Esta novela nos presenta una América profunda tras la Gran Depresión, aunque no llega a un pesimismo ni a una situación tan angustiosa como la que se nos muestra en Las uvas de la ira. Pero si aparecen muy marcadas las diferencias sociales entre ricos y pobres, entre blancos y negros. Una sociedad muy cerrada en la que los negros son mano de obra barata sin más, donde su palabra no vale para nada.

Por eso destaca de un modo tan notorio la figura de Atticus, un abogado cuya vida está presidida por la rectitud y la justicia. Una rectitud que le lleva a aceptar el caso de un negro falsamente acusado de la violación de una blanca. Es la palabra de un negro contra la de un blanco, con lo cual lo tiene todo para perder. Pese a ello y a que su defensa le va a enfrentar con todos sus vecinos, Atticus está dispuesto a que la verdad prevalezca. 
La gran originalidad de la novela es que esta temática de “adultos” nos es presentada a través de los ojos de unos niños, de su visión infantil que no termina de comprender algunas cosas, a través del contraste de aquellas palabras justas de su padre y la realidad que están viviendo. Una visión desde la inocencia que les hace enfrentarse sin miedo a una situación delicada por el valor de su padre.

Una visión de la vida a través de los juegos de estos niños, de sus esperanzas, de sus frustaciones, de sus miedos, de su apertura a la vida, del aprendizaje de la realidad que no siempre coincide con lo que ellos creen. 



Matar a un ruiseñor es un canto a la defensa de la inocencia, de aquellos que pese a todo lo que tienen que sufrir suponen un poco de aire fresco para nuestras vidas. Una inocencia representada en la figura de un ruiseñor, el que da título a la novela.
He de reconocer que la lectura de Matar a un ruiseñor ha supuesto una más que grata sorpresa. Mis lejanos recuerdos de la película me hacían esperar (realmente tampoco era así la película como comprobé posteriormente) una novela de éstas que podríamos denominar de juicios con niños en la trama.
Nada más lejos de la realidad. El juicio es apenas una pequeña parte de la novela y ni siquiera es lo más importante de la misma. Lo realmente importante es la historia de esos dos hermanos, una historia que me cautivó desde las primeras líneas
Y me cautivó, porque más allá de las peculiaridades de cada país, de cada lugar o de cada pueblo, hay temas que son universales. Y los que nos presentan en Matar a un ruiseñor lo son. La justicia, la educación de la infancia, las desigualdades, las diferencias sociales, el nacimiento a la vida... Y por encima de todo, la defensa de la verdad y la ética, la lucha por el respeto a los seres humanos sin distinción de raza, credo o color.



jueves, 28 de noviembre de 2019

CANTAR DEL MIO CID Y EL CÓDICE DE VIVAR


El Cantar de mio Cid es un poema épico anónimo del siglo XII que refiere las hazañas de madurez del Cid, en torno al episodio central de la conquista de Valencia, tras ser desterrado de Castilla por el rey Alfonso. Éste lo condena al exilio por haber dado crédito a los envidiosos cortesanos enemigos del Cid, quienes lo habían acusado falsamente de haberse quedado parte de los tributos pagados a la corona por el rey moro de Sevilla. El texto conservado se inicia cuando el Cid y sus hombres se preparan para salir apresuradamente de Castilla, pues se acerca el final del plazo impuesto por el rey Alfonso. Tras dejar el pueblo de Vivar, de donde era natural, dejando allí su casa abandonada, el Cid, acompañado de un pequeño grupo de fieles, se dirige a la vecina ciudad de Burgos. Los ciudadanos salen a las ventanas a verlo pasar, dando muestras de su dolor, pero su pena por el héroe no es capaz de hacerles contravenir la orden real que prohíbe hospedar y abastecer al desterrado. El Cid y los suyos se ven entonces obligados a acampar fuera de la ciudad, a orillas del río, como unos marginados.
En esta situación reciben el auxilio de un caballero burgalés vasallo del héroe, Martín Antolínez, que prefiere abandonarlo todo antes que dejar al Cid a su suerte. Sin embargo, su ayuda no es suficiente, pues el héroe, que carece del oro supuestamente malversado, no posee los recursos necesarios para mantener a sus hombres. Por ello, con la ayuda del astuto Martín, urde una treta: empeñarles a unos usureros burgaleses, Rachel y Vidas, unas arcas aparentemente llenas de los tributos desfalcados, pero que en realidad están rellenas de arena. Consigue así seiscientos marcos de oro, cantidad suficiente para subvenir a las necesidades más inmediatas. A continuación el Cid y los suyos siguen viaje hacia San Pedro de Cardeña, un monasterio benedictino donde se ha acogido la familia del héroe, mientras este se halle en el destierro. La estancia es, sin embargo, muy breve, porque el plazo para salir del reino se agota. Tras una desgarradora despedida, el Cid prosigue viaje y, esa misma noche, llega la frontera de Castilla con el reino moro de Toledo. Antes de cruzarla, el héroe recibe en sueños la aparición del arcángel Gabriel, quien le profetiza que todo saldrá bien.
Animado por el aviso celestial, el Cid entra tierras toledanas dispuesto a sobrevivir en tan duras condiciones, iniciando su actividad primordial en la primera parte del destierro: la obtención de botín de guerra y el cobro de tributos de protección a los musulmanes. Para ello desarrolla una primera campaña en el valle del río Henares, compuesta de dos acciones combinadas: mientras el Cid, con una parte de sus hombres, consigue tomar la plaza de Castejon, la otra parte, al mando de Álvar Fáñez, su lugarteniente, realiza una expedición de saqueo río abajo, hacia el sur. Las dos operaciones resultan un éxito y se obtienen grandes ganancias, sin embargo, al ser el reino de Toledo un protectorado del rey Alfonso, es posible que éste tome represalias contra los desterrados. Por ello, el Cid vende Castejón a los moros y sigue viaje en dirección nordeste. La segunda campaña tendrá como escenario el valle del Jalón. Tras recorrerlo saqueándolo a su paso, el Cid establece un campamento estable, con dos objetivos: cobrar tributos a las localidades vecinas y ocupar la importante plaza de Alcocer. La caída de esta localidad, que el Cantar de mio Cid presenta como la clave estratégica de la zona, hace cundir la alarma entre la población musulmana circundante, que acude a pedir auxilio al rey Tamín de Valencia. Éste, preocupado por la pujanza del Cid, envía a dos de sus generales, Fáriz y Galve, para que lo derroten. Éstos lo asedian en Alcocer, pero el héroe, aconsejado por Álvar Fáñez, decide atacar a los sitiadores por sorpresa al amanecer, lo que le proporcionará una sonada victoria.
Pese al triunfo, el Cid considera que se halla en una situación difícil, así que, como en Castejón, vende Alcocer y prosigue viaje hacia el sudeste. En ese momento, ha adquirido ya tantas riquezas que se decide a enviar a Álvar Fáñez con un regalo para el rey Alfonso, como muestra de buena voluntad y un primer paso hacia la obtención de su perdón. Mientras su embajador va a Castilla, el Cid se adentra por el valle del Jiloca, hasta hacerse fuerte en un monte llamado El Poyo del Cid, nombre que, según el poema, se debe a este asentamiento de su héroe. Desde allí, el Cid realiza diversas incursiones y obliga a los habitantes de la zona a pagarle tributo. Más tarde se desplaza hacia el este, a la zona del Maestrazgo, que se hallaba bajo el protectorado del conde de Barcelona. Éste, al conocer la actuación del Cid, se propone darle un escarmiento y se dirige en su busca con un fuerte ejército. La batalla se producirá en el pinar de Tévar y, como siempre, el Cid resulta victorioso. Además de obtener un rico botín, el héroe y los suyos capturan a los principales  caballeros barceloneses y al propio conde. Éste, despechado, decide dejarse morir de hambre, pero al cabo de tres días, cuando el Cid le propone dejarlo en libertad sin pagar rescate, a cambio de que coma a su mesa, el conde accede muy contento, olvidando sus anteriores promesas.



Tras su victoria (bélica y moral) sobre el conde de Barcelona, el Cid comienza su campaña en Levante. Su objetivo último ya no es el saqueo y la ocupación transitoria, como en Castejón y Alcocer, sino la conquista definitiva de Valencia y la creación de un nuevo señorío, donde el héroe y sus vasallos puedan vivir permanentemente. Para ello, el héroe comienza por controlar la zona que rodea Valencia, para estrechar el cerco en torno a ella. Tras la toma de Murviedro (Sagunto), los moros valencianos intentan detener su avance asediándolo allí. Sin embargo, como había pasado antes en Alcocer, las tropas del Cid los derrotan por completo, lo que aún les da más ímpetu en sus propósitos de conquista. Al cabo de tres años, han ocupado casi todo el territorio levantino, dejando aislada a Valencia. Sus habitantes, desesperados, piden ayuda al rey de Marruecos, pero éste no puede dársela. Perdida toda esperanza de socorro, el Cid cierra el cerco y, tras nueve meses de asedio, cuando el hambre aprieta ya a los valencianos, se produce la rendición.
La conquista de Valencia no asegura aún su posesión. Al conocer la noticia, el rey moro de Sevilla organiza una expedición para intentar recuperarla, pero fracasará por completo, al ser derrotado por el Cid y los suyos, que completan con el enorme botín las grandes riquezas obtenidas tras la toma de la ciudad. Afianzada la situación, el Cid toma una serie de medidas para garantizar la adecuada colonización de la ciudad y su organización interna. Incluso aprovecha la llegada de un clérigo guerrero, el francés Jerónimo, para instaurar un obispado valenciano. Además, envía de nuevo a Álvar Fáñez con un nuevo regalo para el rey Alfonso, al que pedirá permiso para que la familia del Cid se reúna con él en Valencia. La embajada es un éxito, pues el rey acepta complacido la dádiva y concede el permiso solicitado. Además, provoca efectos contrarios entre los cortesanos, pues despierta la envidia de los calumniadores que habían provocado su exilio (encabezados por Garcí Ordóñez) y la admiración de otros aristócratas, entre ellos los infantes de Carrión, que se plantean la posibilidad de casar con las hijas del Cid y beneficiarse así de sus riquezas.




Acompañadas por Álvar Fáñez, la esposa y las hijas del Cid, junto con sus damas, se dirigen a Valencia. Mientras tanto, el Cid es informado allí de la decisión real y envía una escolta a buscarlas a Medinaceli, extremo de la frontera castellana. Desde allí, la comitiva avanza hacia Valencia, donde el héroe la espera impaciente. Su llegada es motivo un recibimiento a la vez solemne y alegre. La llegada de la familia del Cid se corresponde con un período de calma y felicidad. Sin embargo, la llegada de la siguiente primavera (época en que los ejércitos se movilizaban) les trae el ataque del rey Yúcef de Marruecos. Se va a librar entonces el mayor de los combates descritos en el Cantar de mio Cid, pues es el único que dura dos días seguidos. Pese a la superioridad numérica del adversario, el empleo de una sabia táctica dará una vez más el triunfo al Cid y a los suyos. Gracias al importante botín obtenido, el héroe puede enviar un tercer regalo al rey Alfonso, de nuevo por mano de Álvar Fáñez. La alegría del rey es tan grande como la ira de los cortesanos enemigos del Cid y el prestigio de éste mueve por fin a los infantes de Carrión a pedirle al rey que gestione sus bodas con Elvira y Sol, las hijas del Cid. El rey accede y decide a la vez otorgar formalmente su perdón al Cid.
La reconciliación del monarca y el héroe se produce en una solemne reunión de la corte junto al río Tajo, que dura tres días. El primero, el Cid es recibido a su llegada por el rey, quien lo perdona públicamente y luego los agasaja a él ya sus hombres. El segundo día es el Cid quien organiza un banquete en honor del rey. Por último, al tercer día, se abordan las negociaciones matrimoniales. El Cid se muestra bastante remiso a este matrimonio, pero accede por deferencia hacia el rey. Acordado, pues, el enlace, la reunión se disuelve y el Cid y los suyos, acompañado por los infantes y por numerosos nobles castellanos que quieren acudir a sus bodas, regresan a Valencia. Allí tienen lugar las nupcias, que se celebran con el lujo apropiado al nivel social que ha alcanzado el Cid y con profusión de celebraciones caballerescas, que duran quince días. Tras las bodas, los infantes se quedan a vivir en Valencia, siendo la convivencia satisfactoria durante un par de años.
Cierto día, un león propiedad del Cid se escapa de su jaula, sembrando el terror por el alcázar de Valencia. El héroe está durmiendo y sus caballeros, que están desarmados, lo rodean para protegerlo, mientras que sus yernos huyen despavoridos y se esconden donde pueden. Cuando el Cid se despierta, conduce de nuevo al león a su jaula como si nada. La admiración que despierta el gesto del héroe es, sin embargo, menor que las burlas que provocan los infantes por su notoria cobardía. Ésta quedará confirmada poco después, cuando las tropas del rey Bucar de Marruecos acudan a intentar de nuevo recuperar Valencia. Allí, frente a las proezas de los demás hombres del Cid, sus yernos huirán ante los moros, y sólo la buena voluntad de los principales caballeros impide que el héroe se entere de ello. Sin embargo, las críticas de que son objeto por parte del resto de sus hombres y la riqueza obtenida tras el reparto del botín les hacen urdir un plan para vengarse de las ofensas sufridas. Para ello, deciden abandonar Valencia con la excusa de mostrarles a las hijas del Cid sus propiedades en Carrión, a fin de dejarlas abandonadas por el camino.
Así lo ponen en práctica y, colmados de regalos por el Cid, se ponen en marcha. Por el camino, intentan asesinar a Avengalvón, el gobernador musulmán de Molina, aliado del Cid. Sin embargo, este descubre sus planes y, por consideración hacia el héroe, los deja marchar. Los infantes y su séquito siguen su marcha, hasta llegar al robledo de Corpes. Allí, tras hacer noche, envían a su gente por delante y se quedan a solas con sus esposas, a las que golpean brutalmente y dejan abandonadas a su suerte. Afortunadamente, su primo Félez Muñoz, al que el Cid había enviado en su compañía, acude a rescatarlas y da aviso al Campeador. Éste, además de enviar a sus caballeros para que traigan de regreso a sus hijas, manda a Muño Gustioz, uno de sus mejores hombres, a querellarse ante el rey don Alfonso. Éste, que había sido el promotor de los desdichados matrimonios, acepta la demanda del Cid y convoca una reunión judicial de la corte, a fin de dictaminar lo más justo.



Las cortes se reúnen en Toledo y a ellas acuden el rey, los infantes de Carrión con sus deudos (a los que se suma Garcí Ordóñez) y el Cid con sus principales caballeros. Éste reclama a sus yernos los dos excelentes espadas, Colada y Tizón que les había regalado al despedirse de ellos. Los infantes se las devuelven y respiran satisfechos, creyendo que el héroe se conforma con eso. Sin embargo, a continuación les reclama los tres mil marcos de la dote de sus hijas, que la disolución del matrimonio les obliga a restituir. Los infantes, que unen a sus anteriores defectos el ser unos dilapidadores, deben devolverle al Cid esa suma en especie, pues carecen de liquidez. Con todo, se avienen a ello pensando, como antes, que la demanda se acaba ahí. De nuevo se equivocan, pues el héroe ha dejado para el final el asunto más grave: la afrenta recibida por el maltrato y abandono de sus hijas. De acuerdo con los usos de la época, se produce un desafío de los caballeros del Cid a los infantes, a los que se suma su hermano mayor, Asur González. El rey acepta los desafíos y determina que las correspondientes lides judiciales se efectuarán en Carrión al cabo de tres semanas. En ese momento, los embajadores de los príncipes de Navarra y de Aragón llegan a la corte para pedir la mano de las hijas del Cid, lo que provoca gran satisfacción en la corte.
El héroe da instrucciones a sus caballeros y regresa a Valencia. Vencido el plazo, se reúnen en Carrión los hombres del Cid y los de Carrión, bajo la supervisión del rey. Tienen entonces lugar los tres combates, con todas las formalidades previstas por la ley. En ellos, los caballeros del Cid, Pedro Bermúdez, Martín Antolínez y Muño Gustioz, vencen a los dos infantes y a su hermano, que quedan infamados a perpetuidad. Los campeones del Cid regresan satisfechos a Valencia, donde son acogidos con gran alegría. En este momento, el héroe, recuperada su honra y emparentado con los reyes de España, ha alcanzado su cumbre. Tras ella, nada queda por contar, salvo recordar que su muerte acaeció en la solemne fiesta de Pentecostés.



El mayor de los cantares de gesta españoles de la Edad Media y una de las obras clásicas de la literatura europea es el que por antonomasia lleva el nombre de su héroe: el Mio Cid. Este cantar se ha conservado en su forma poética en un único códice, que actualmente se custodia en la Biblioteca Nacional de Madrid. Se trata de un códice en cuarto (con dimensiones medias de 198 × 150 mm), de 74 hojas (originalmente 78), elaborado con pergamino, posiblemente de cabra, grueso y de preparación algo tosca. Consta de once cuadernillos, cosidos entre sí mediante cinco nervios y encuadernados con tabla forrada de badana barnizada de negro y estampada con orlas de oro (del que quedan muy pocos restos) y conserva parte de dos broches de cuero y metal con los que se mantenía cerrado. Esta encuadernación es del siglo XV y fue la segunda que experimentó el códice, sin que se tenga certeza sobre la fecha de la anterior, seguramente coetánea de su escritura. La impaginación o distribución del texto en la página se realizó mediante un pautado a punta seca en el primer cuadernillo y a punta de plomo (o quizá de plata) en los restantes. Dicho pautado está formado por dos líneas maestras verticales y otras dos horizontales, que delimitan una caja de escritura que varía entre los 174 x 121 mm y los 163 × 112 mm. El texto está escrito a renglón seguido, con una media de 25 líneas por plana, en letra gótica libraria híbrida de notular y textual (también denominada cursiva formada), a una sola tinta (sin duda negra en su origen, pero que hoy se ve de color pardo), escrita sin lujo, pero con esmero. Todos los versos se inician con una mayúscula gótica. En catorce ocasiones se emplean capitales lombardas de gran tamaño como iniciales ornamentales de sobria decoración, las cuales, sin embargo, no parecen desempeñar ninguna función específica en relación con el contenido. También hay dos ilustraciones que representan sendas cabezas femeninas de largas melenas, realizadas en el margen derecho del f. 31r, las cuales se ha pensado que podrían aludir a las hijas del Cid, allí mencionadas, aunque esto es muy inseguro, entre otras cosas porque la segunda cabeza es copia, con peor mano, de la primera, lo que hace pensar en un mero ejercicio de pluma, de los que pueblan los márgenes de los manuscritos medievales, antes que en una figura relativa al contenido.



Este manuscrito lleva una suscripción de copista que fija su realización en el año 1245 de la era hispánica, correspondiente al 1207 de la cristiana:

               Quien escrivió este libro dél’ Dios paraíso, ¡amén! Per Abbat le escrivió en el mes de mayo
                en era de mill e dozientos cuaraenta e cinco años.

Sin embargo, el códice que nos transmite esta indicación no es de principios del siglo XIII, sino del siguiente, y probablemente deba situarse, por sus características paleográficas, entre 1320 y 1330. Cabe pensar, entonces, en que el copista sufrió un error o incluso en una alteración deliberada de esa suscripción. En realidad, los numerales aparecen en el texto original en cifras romanas, “mill. & .C.C.   xL.v· años”, con un espacio entre las centenas y las decenas que podría haber contenido una tercera C, lo que permitiría fechar el colofón en la era de 1345, es decir, el año 1307, una fecha más acorde con la que puede deducirse de la constitución material del manuscrito. Esta hipótesis fue la habitualmente defendida desde que Tomás Antonio Sánchez (con el auxilio de Juan Antonio Pellicer) publicó por primera vez el Cantar de mio Cid en 1779, y se convirtió en canónica tras la monumental edición de Ramón Menéndez Pidal aparecida en tres volúmenes entre 1908 y 1911. Sin embargo, para admitir esta hipótesis, hay que suponer que dicha C fue raspada para envejecer artificialmente el códice ya en la Edad Media, puesto que en la copia extraída en 1596 por el genealogista Juan Ruiz de Ulibarri (cuando el manuscrito se conservaba en el concejo de Vivar) la fecha se lee ya como en la actualidad, lo que supone un planteamiento anticuario ajeno a la mentalidad medieval y, por lo tanto, obliga a imaginar una operación anacrónica. Por otra parte, la posibilidad de inspeccionar el códice único en 1993 con un video-microscopio de superficie y una cámara de reflectografía infrarroja me permitió determinar que en realidad no había nada raspado en ese punto, por lo que no pudo haberse eliminado la supuesta tercera C.



Esto plantea la cuestión de por qué un manuscrito del siglo XIV presenta una suscripción fechada un siglo antes. Esta situación puede sorprender, con razón, a un lector moderno, pero en la Edad Media no era extraño, en particular en los scriptoria o talleres de copia de los monasterios benedictinos, que cuando un códice se copiaba, se hiciera íntegramente, es decir, conservando incluso el colofón del modelo seguido, a fin de saber de qué ejemplar antiguo procedía la nueva copia. Esto daba lugar a lo que técnicamente se denomina una subscriptio copiata, que obviamente no transmite los datos de producción (copista, fecha y a veces lugar) de un manuscrito dado, sino de su modelo. Esta posibilidad se ve reforzada teniendo en cuenta que muy probablemente el códice conservado procede originariamente del monasterio de San Pedro de Cardeña, donde estaba enterrado el Cid, lo que hace de la subscriptio copiata una operación normal. En todo caso, puede darse por seguro que el códice que se conserva procede de un modelo perdido que databa de mayo de 1207 y había sido escrito, es decir, copiado a mano, por cierto Per Abbat o Pedro Abad. Lo que hay que dejar bien claro es que ni la fecha es la de composición de la obra ni el nombre propio es el de su autor, puesto que se trata de una típica suscripción de copista, de las que se conservan otras muchas similares en multitud de manuscritos medievales.