miércoles, 1 de julio de 2015

LA ESCOLASTICA ...EL ESCOLASTICISMO ESTRUCTURA Y DESARROLLO


En Occidente, esta palabra ha sufrido a lo largo del tiempo un doble desplazamiento, que ha deformado su sentido originario y que debe aclararse para descubrir el significado del momento histórico en el que el término tuvo su significado más peculiar y característico.
El primer desplazamiento de significado estuvo motivado porque la división de la historia occidental en Edad Media y Renacimiento condujo a la contraposición entre los métodos literarios y concepciones de la primera frente a los del segundo. En ese contexto historiográfico, que oponía tan radicalmente estas dos épocas, el contenido significativo de la palabra escolástica adquirió cierta rigidez. En este sentido, se suele oponer el método escolástico de trabajar con autores con las nuevas formas de lectura e interpretación surgidas o resurgidas en el Renacimiento, y los principios estéticos y literarios del Renacimiento con la dialéctica, considerada como lo más característico de la Escolástica medieval. Los humanistas del Renacimiento rechazaron la excesiva preponderancia del método dialéctico y despreciaron el lenguaje latino escolástico, al que consideraron bárbaro y degenerado frente al latín clásico.
El segundo desplazamiento de significado se origina a partir de la evolución interna de las disciplinas teológicas motivada por la crisis religiosa que provocó la Reforma de la Iglesia. La negación protestante del fundamento escriturístico y patrístico del magisterio católico condujo a controversias que pretendieron aclarar la existencia o no de ese fundamento, lo que obligó a los católicos a mostrar la conformidad de los dogmas católicos con sus primitivas fuentes. Los esfuerzos se acentuaron cuando por la presión de las tesis luteranas acerca de la primacía absoluta de la Escritura frente a la tradición y por la tesis de la incapacidad de la razón para captar el misterio. Mientras Lutero condenaba a la Escolástica, tanto en su forma como en su contenido, los teólogos católicos impulsaron una visión crítica del depósito de la revelación para encontrar las fuentes auténticas y las bases para una reelaboración racional. Esta rama de la teología fue llamada, a partir del siglo XVI, teología positiva, mientras que la palabra escolástica adquirió un sentido peyorativo, al designar con ella una especulación abstracta cuyos métodos deductivos se consideraban ajenos al conocimiento religioso de la fe.
El significado etimológico del adjetivo escolástico se encuentra en el término scholasticus, un magister scholae, un sentido institucional que se podría traducir como maestro. Ya en las crónicas del siglo XI aparece esta palabra usada en este sentido, que supone una restricción del significado que tomó en el latín posclásico y presente, todavía, en el lenguaje de Alcuino, para quien escolástico designa a un tiempo al maestro y al hombre formado que posee un lenguaje distinguido y elegante por sus estudios de Retórica. En el siglo XII se impone la palabra en su sentido técnico, institucional y profesional. Scholasticus designa tanto al estudiante como al maestro que se encuentran en la escuela, en especial en las escuelas urbanas o episcopales.

El sentido referencial de la palabra escolástica a la escuela se mantiene con posterioridad al siglo XII, cuando escolástico pasa a significar el método de enseñanza practicado en las escuelas. En éstas la doctrina sacra cristiana no se transmite ni por la liturgia, ni por la catequesis, ni a base de la collatio monástica, sino organizada como un saber estructurado sistemáticamente por una razón que actúa con análisis, investigación, concatenación y síntesis. Por ello los términos lector y magister designan al que está en posesión de una licencia para enseñar y desempeña su quehacer docente como un profesional y, por tanto, se halla cualificado, por su competencia de especialista y por su autoridad jurídica, en el conjunto de la institución que pronto se llamará universidad.
El proceso de formación de la escolástica va descubriendo su estructura como forma literaria y como método científico, en conexión y progresión de estos tres elementos: primacía de la palabra de Dios (lectio), método de autoridades (auctoritates), confianza en la razón (quaestio, rationes).
a) La lectio. Quien lee un texto en clase es el lector y quien lo comenta y lo explica es el expositor. En teología, el libro leído y explicado es la Biblia, en gramática Donato o Prisciliano, en retórica Quintiliano, en dialéctica Boecio... Dado que en la Retórica se leen y comentan no sólo teóricos de la disciplina, sino también grandes escritores de la antigüedad, como Virgilio, Horacio y Ovidio, la palabra auctor, autor, se relacionó en esa época con la creación literaria. Por el prestigio institucionalmente consolidado, estos auctores estaban dotados de una autoridad tal que la palabra auctoritas terminó por emplearse para designar no a los autores, sino a los textos que solían comentarse o citarse en clase. Así nacieron los libros de textos llamados "Colecciones de Autoridades".
El procedimiento fundamental de la técnica docente y de los métodos de pensamiento era, por tanto, la lectio. Ésta se practicaba de un modo vivo e intenso, como consecuencia de la difusión, cada vez mayor, de los textos antiguos, que progresivamente se iban descubriendo, y cuya divulgación recibía un fuerte impulso del fomento sistemático de la multiplicación de sus copias manuscritas. Este movimiento imprimió a la cultura un marcado carácter de restauración, de una admiradora imitación. Fue precisamente en la tensión entre la imitación de los antiguos y la propia inventiva del espíritu donde encontró la escolástica su ley interna en medio de éxitos y fracasos. No pretendieron los escolásticos ni directa ni exclusivamente, saber qué pensaron los antiguos, sino buscar la verdad basada en el texto y en la tradición. Esto se aplica también a la doctrina de la salvación, ya que las auctoritates que llegan por la tradición se ven sometidas a un tratamiento que va más allá de la exégesis histórica y literaria, y garantiza una libertad de interpretación de mucho alcance.
Esta lectura tiene un alcance mayor que el que puede hacer de la Biblia cualquier creyente o incluso cualquier monje, pues tiene un carácter técnico y profesional. Así, scholasticus mantiene el sentido originario de la palabra schola. Los escolásticos son profesores. Ello significa la determinación de su peculiaridad, la fijación de sus límites y la garantía de su cualificación profesional y científica. A diferencia de los Padres de la Iglesia, que estaban dedicados a una intensa actividad pastoral que exigía dirigir sus escritos a la generalidad de los fieles y concreciones vitales hacia la enseñanza popular y hacia la vida cotidiana, los maestros de las escuelas y de las universidades contaban con un auditorio especial y con una técnica profesional. Incluso cuando elaboran sermones, como santo Tomás de Aquino, éstos son escolásticos. Y es que esa técnica apropiada para la enseñanza escolástica era la dialéctica.
Decir que el escolástico era un dialéctico es hacer una afirmación sumamente equívoca, puesto que esta palabra designa históricamente a doctrinas tan diversas como las rationes necessariae de san Anselmo o el sic et non de Abelardo, la elaboración del tema místico del amor en Ricardo de San Víctor o el nominalismo de Guillermo de Ockham, las acusaciones de Berengario de Tours o el dinamismo del itinerarium mentis de san Buenaventura. Dialéctica significaba de hecho, en todos los casos, el empleo de la razón, la puesta en función de todos los métodos racionales. Estos métodos recibieron desde la fe una nueva orientación, especialmente desde el momento en que se pretendió aplicar los conceptos humanos al objeto divino. Fue entonces cuando se creó el rasgo más sobresaliente del método de la ciencia teológica y el logro mayor de la teología escolástica: la analogía.
b) La quaestio. La curiosidad científica de la razón, que ha sido despertada por la lectio, aspira a ir más allá de los límites del simple comentario de texto, ya que el simple contenido del texto, aunque comprendido, plantea ciertas cuestiones que aparecen en los comentarios de los lectores, sugeridas por pasajes oscuros del texto. Plantearse estas cuestiones no es lo mismo que interpretar, puesto que ello exige buscar principios de solución que conllevan el abandono del sic et non, para adentrarse con la inteligencia en el interior mismo del misterio de la fe. De ahí que a lo largo del siglo XII se desarrolle la literatura de las quaestiones, al principio dentro de la misma lectio y con posterioridad fuera, en colecciones literarias autónomas.
Poco a poco, la técnica de la quaestio va extendiendo su campo de aplicación. De la investigación de puntos discutidos o discutibles se pasa a examinar, con la rigurosidad del nuevo método, doctrinas ya admitidas. Así, de aclarar dudas, se pasa a intentar conseguir un conocimiento cada vez más profundo incluso en aquellas ideas que se admiten con certeza, como ¿existe Dios? o ¿el alma es espiritual? La palabra metódica que se repite sin cesar en la escuela es la partícula usada como primer miembro de toda interrogación: utrum. Así, desde el primer momento, el alumno comienza a plantearse como cuestión lo que había poseído hasta ese momento de un modo puramente pasivo, y el profesor ya no es un simple comentarista de textos, sino un magister que determina las cuestiones, no por simple contraposición de autoridades, sino a partir de razones que descubren a la inteligencia las raíces de los hechos.
Cuando ocurre que a un problema planteado no puede ofrecerse una respuesta unitaria, ya que los maestros no están siempre de acuerdo, aparece de nuevo el método del sic et non, pero dentro del plano de las opiniones de escuela. La quaestio conduce así a la quaestio disputata. La aparición y la formalización de este ejercicio de la quaestio disputata constituyó un acontecimiento importantísimo en el desarrollo de la teología y de la pedagogía de las universidades. A diferencia del lector, que sigue siendo el profesor que explica el texto, el magister introduce en sus clases el complemento de las quaestiones disputatae, es decir, las controversias y discrepancias que mantiene con sus colegas. Sus respuestas son las sententiae, las sentencias.
Cuando el magister prescinde del texto y reúne las cuestiones por el interés que puedan tener, da cuerpo a lo que se llama una summa quaestionum. Así se inicia la época de las sumas. El artículus de una suma constituye una quaestio disputata reducida a su esquema esencial.


El desarrollo de la escolástica se extiende a lo largo de siete siglos y suele dividirse en tres períodos: escolástica primitiva, alta escolástica y baja escolástica.
a) La escolástica primitiva es el periodo comprendido entre el siglo IX y el siglo XII. Se caracteriza porque el factor racional está limitado al análisis de textos y a la crítica de las auctoritates, pero no llega a ninguna estructuración especulativa, es decir, a formular quaestiones independientes y trabadas sistemáticamente entre sí. En esta época se usan las disciplinas del trivium, en especial la dialéctica. Aunque con frecuencia esta disciplina fue reducida a lo puramente gramatical y a meros juegos verbales, cuando se usó como crítica de los conceptos provocó entusiasmo en las mentes más abiertas y reacciones airadas entre los defensores de la tradición. Pedro Abelardo es el principal representante de este método y Juan de Salisbury el estudioso de su valor y sus límites.
b) La alta escolástica comprende los años finales del siglo XII y todo el siglo XIII. La quaestio se convierte en la actividad principal, liberándose poco a poco de la lectio textual. El descubrimiento de las obras de Aristóteles, en especial de la Lógica, dota al filósofo-teólogo de un instrumento de trabajo, en adelante, insustituible para la sistematización y demostración de sus ideas. Aunque pueda hablarse a partir de ahora del aristotelismo de la escolástica, hay que matizar que los filósofos-teólogos escolásticos de la época desfiguran la prueba aristotélica de una doble manera. En primer lugar, el esfuerzo por comprender el misterio de la fe hace que los conceptos utilizados por los magistri del siglo XIII sean análogos y, por tanto, las pruebas sean pruebas de conveniencia, de escaso valor para Aristóteles. Además, se emplearon demostraciones de especies muy diferentes, con frecuencia de carácter más platónico y neoplatónico que aristotélico.
c) La baja escolástica (siglos XIV y XV). Este periodo se caracteriza por la importancia que adquieren el método y las formas de la disputatio, que se llegaron a colocar en el primer plano del hacer científico de los magistri. Poco a poco, la disputatio llega a adquirir un carácter autónomo y artificioso, que le hace separarse del carácter de ejercicio escolar verificado realmente, para convertirse en algo totalmente independizado de la Sagrada Escritura como base de su especulación. Es la época de los Quodlibeta.
La palabra escolástica no designa primariamente una enseñanza o doctrina particular, sino un conjunto de procedimientos por medio de los cuales la fe busca alcanzar una comprensión de su contenido. Por ello, la palabra escolástica puede aplicarse a filosofías-teologías de contenido tan distinto como las de santo Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham o san Buenaventura, pero no puede decirse de la obra de san Agustín o de san Bernardo. Desde esta perspectiva, es también legítimo hablar de una escolástica musulmana o hindú para caracterizar determinados periodos de estas culturas religiosas.
Pero hay que decir que el método no nace del deseo de subordinar la vida intelectual a la religiosa, o de construir un sistema especulativo armonioso entre filosofía y dogma cristiano. Si los filósofos-teólogos medievales intentaron lograr un saber y una concepción del mundo en que las aportaciones de las diversas ciencias confluyeran en una forma sintética y unitaria de sabiduría, este ideal no es exclusivo de la escolástica, sino que otros muchos sistemas filosóficos de carácter racionalista, deísta o místico, como por ejemplo los de Spinoza o Leibniz, han pretendido lo mismo sin ser escolásticos.
El método escolástico en la Edad Media tiene un sentido fijo y vigoroso solamente en relación con la teología. Designa un determinado método, entre otros, de buscar y conseguir una comprensión de la fe, según la fórmula de san Anselmo fides quaerens intellectum. Esta expresión representa, por ejemplo frente al método monástico, una gran confianza en el uso de la razón para penetrar el misterio. Esta confianza se emplea no sólo para la comprensión de los textos sagrados, sino también para la elaboración de su contenido objetivo en un saber orgánico con sus normas propias y más allá de los momentos históricos en que han sido redactados. La lógica penetrará en el interior de la fe, implantando en ella todas las técnicas de la razón, como su desmenuzamiento conceptual, sus análisis y sus juicios, sus definiciones y divisiones, sus composiciones y enumeraciones, sus deducciones y sus conclusiones.

Una fase nueva en el desarrollo de la escolástica es la llamada escolástica del barroco, que tuvo el máximo desarrollo de su actividad entre 1550 y 1650, y en la que destacaron muy especialmente los filósofos portugueses y españoles. Esta renovación escolástica está motivada, en parte, por el grado de decadencia al que había llegado la escolástica medieval y por la necesidad de pensar, con los instrumentos conceptuales de esa tradición medieval, un conjunto de problemas nuevos.
La decadencia de la escolástica medieval alcanzó su máximo punto depresivo a fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI. Las grandes corrientes escolásticas, como el tomismo, el buenaventurismo y el escotismo se adentraron en constantes disputas sobre cuestiones de ningún interés filosófico. Su labor quedaba reducida a repetir, abreviar, comentar o defender las posturas tradicionalmente heredadas. La causa principal de esta decadencia ha sido atribuida tradicionalmente a la importancia concedida a la lógica, lo cual conducía a un exceso de sutilezas y disquisiciones inútiles. Los maestros de filosofía se convertían en comentaristas de textos con una fe ciega en las doctrinas aristotélicas y una obsesión discutidora que no pretendía el hallazgo de la verdad, sino el triunfo en la polémica con el adversario.
La presencia de nuevas corrientes intelectuales en Europa, como el erasmismo y el protestantismo, y los nuevos problemas originados a partir del descubrimiento de América, que exigían respuestas nuevas, son dos factores fundamentales que provocaron la renovación y el florecimiento de la escolástica, especialmente en España. Sus métodos tradicionales debieron adaptarse para aplicar los grandes principios teológicos a las cuestiones morales, religiosas, jurídicas y políticas que el momento planteaba. Esta labor renovadora fue iniciada e impulsada por el dominico Francisco de Vitoria  y continuada por miembros de su orden, como Melchor Cano , Domingo de Soto, Bartolomé Medina , o por franciscanos como Diego de Zúñiga , Alfonso de Castro . Alcanzó su culminación con los grandes maestros jesuitas del barroco español: Gregorio de Valencia , Gabriel Vázquez , Luis de Molina  y Francisco Suárez
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En un sentido derivado, la palabra escolástica se aplica también al desarrollo de los pensamientos filosóficos dentro de una escuela o en cualquier ámbito en el que se transmita una doctrina cerrada. Con este significado puede hablarse de escolástica en cada uno de aquellos momentos de la historia de la filosofía en los que el hacer filosófico consista, predominantemente, en elaborar detalles periféricos de doctrina, sin poner nunca en cuestión el núcleo de los principios en que se asientan, o en analizar y reelaborar las ideas recibidas.
En éste y otros sentidos análogos se habla en la historia de la filosofía de una escolástica platónica o una escolástica de las diferentes escuelas griegas, como epicúreos;epicureísmo, estoicos;estoicismo, escépticos;escepticismo. A su vez, el mismo platonismo ha dado lugar a otras formas de escolástica en la tradición platónico-agustiniana o en el platonismo de Cambridge. Otras formaciones escolásticas se han originado también a partir de sistemas como el cartesianismo, el de Leibniz y Wolff, el de la escuela escocesa, el del kantismo, el del hegelianismo, el del neorrealismo, la fenomenología, el empirismo lógico o positivismo lógico(Véase el apartado "El positivismo lógico o neopositivismo" en Positivismo) , la filosofía lingüística, la filosofía soviética, etc...



Fue Ortega quien delimitó el término escolasticismo cuando lo definió como "toda filosofía recibida", llamando recibida a aquella filosofía que no es simplemente expuesta, sino aceptada como propia, aunque pertenezca a un círculo cultural distinto y distante, en el espacio social o en el tiempo histórico, de aquél en el que es aprendida y adoptada. Así, el escolasticismo es una categoría histórica, y no un sistema filosófico frente a otros: "...No se puede comprender lo que es la realidad histórica llamada filosofía escolástica, si no se comienza por construir la idea de escolasticismo como categoría histórica. Es decir, que hace falta ver la filosofía escolástica sobre el fondo de muchos otros escolasticismos. El Escolasticismo es solo un caso particular europeo y medieval del escolasticismo, estructura histórica con el carácter genérico que se ha dado y se sigue dando en muchos lugares y tiempos..."
Para Ortega, la actitud escolástica consistía en la confianza ciega en las jefaturas espirituales, esto es, la ciega creencia de que determinados textos contienen afirmaciones definitivamente válidas y que el único problema que plantean es su recta comprensión para entender plenamente lo que el autor quiso decir al escribir su pensamiento. La filosofía radical, en cambio, se opone a cualquier filosofía escolástica por la prioridad que da al problematismo sobre la doctrina. Por eso, para Ortega, el mal de toda escolástica está ejemplificado en el mal de la filosofía escolástica medieval: no poder entender las nociones de la filosofía griega por no haberse planteado con anterioridad los problemas a los que responde esa filosofía: "...De aquí las dos fallas principales de la filosofía escolástica: una es que no pudo nunca entender hasta la raíz las nociones griegas; la otra, más decisiva y últimamente grave, que no podía plantearse por sí los problemas y como eso, ser planteamiento de problemas, es formalmente lo primero, y quién sabe si lo único, que la filosofía es, la filosofía escolástica sólo con bastante dosis de impropiedad puede llamarse filosofía. De ahí su estabilización, la lentitud tardígrada de su desarrollo..."
Ortega apela a la imaginación para contemplar la situación de quien hacía filosofía en Grecia y la situación de quienes asumieron las respuestas dadas por los griegos en el siglo XIII; podremos ver la disparidad de situaciones problemáticas y, por tanto, lo ajeno de las presuntas respuestas a los problemas reales:
"...En la vida griega, sobre todo del ateniense acomodado, la ocupación más importante consistía en conversar. El griego no supo nunca estar solo. Para él, vivir era formalmente convivir. La existencia en Atenas era una tertulia infinita. De aquí el triunfo de los sofistas, que eran los técnicos de la conversación. El clima dulce, la diafanidad de la atmósfera, la belleza turquí del cielo, invitaban a vivir y convivir al aire libre. En la plaza pública, en los gimnasios, los varones se juntaban sin que las mujeres pudiesen cumplir su perenne misión de interrumpir las conversaciones  Contraimaginemos ahora un convento del siglo XIII en el gélido centro de Europa o en las brumas de Hibernia y en los andenes de un claustro, donde arcos de ojiva dan bocados al cielo y dejan ver el pozo en medio del vergel místico que hay en el patio, los viejos frailes maestros disputar, como si fuesen efebos platónicos, a los jóvenes novicios de tonsos cráneos morados. Es casi tan extravagante..."
Fue el mismo Ortega quien opuso ese pensamiento transplantado a un pensamiento radical y originario, ya que se transporta sólo el tallo y la flor, y acaso el fruto del año, pero queda en la tierra de origen lo vivaz de la idea, que es su raíz. Es este un principio general histórico. Son tantas las llamadas y avisos de Ortega contra el transplante de pensamiento que difícilmente podría cualquiera de sus discípulos decirse pertenecer a cualquier escolástica, ni siquiera a la del propio Ortega: "...No pensamos, no necesitamos pensar que nuestra filosofía sea la definitiva, sino que la sumergimos como cualquiera otra en el flujo histórico de lo corruptible. Esto significa que vemos toda filosofía como constitutivamente un error, la nuestra como las demás  En los sitibundos desiertos de Libia se suele oír un proverbio de caravana, que dice así: 'Bebe del pozo y deja tu puesto a otro'...".

Bibliografía.




    • FRIES, H.: Conceptos fundamentales de la teología, t. I., Madrid: Cristiandad
    • GILSON, E.: La unidad de la experiencia filosófica, Madrid
    • GILSON, E.: La filosofía en la Edad Media, Madrid
    • GRABMANN, M.: Filosofía medieval, Madrid
    • ORTEGA Y GASSET, J.: "La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva", en Obras completas
    • http://www.enciclonet.com/articulo/escolasticismo/

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