sábado, 25 de mayo de 2019

BHUTÁN...HISTORIA,CULTURA Y ARTE


Bután parece una quimera hecha realidad. Este reino enclavado en medio del Himalaya permanece como hace siglos, con sus creencias budistas, sus pueblos aislados entre montañas de más de 6.000 metros y senderos jalonados por santuarios con banderas que lanzan oraciones al viento.El país se mantiene independiente desde que en el siglo VIII Guru Rimpoche, considerado como el Segundo Buda, introdujo el budismo tántrico en la región.Con un patrimonio natur. Su emplazamiento, entre cañones y picos escarpados, es la clave de la "ralentización vital" que se observa a lo largo de este viaje, un recorrido que parte del valle de Paro, visita la capital, Thimphu, y se adentra en los bonitos valles de Punakha, Phobjika y Bumthang, punteados de aldeas y monasterios.El reino de Bhután, situado al sur del Himalaya, tiene una superficie de 46.620 km^2 y está formado por valles escarpados que descienden hacia el sur para unirse al Brahmaputra. En su relieve escalonado se distinguen la zona sur de selva subtropical, la zona central que es donde habita la mayoría de la población y donde se encuentra Thimphu, la capital, y la zona norte cuya altitud sólo permite el hábitat de los pastores-nómadas.

Con la silueta siempre nevada del Jomolhari (7.316 m) como fondo, el valle de Paro posee matices paisajísticos propios, además de una gastronomía próxima a la china y la india. Arrozales que transmutan del verde al amarillo y casas con alegres colores componen el panorama que se divisa desde el monasterio de Taktsang (2.950 m). La gente lo denomina El Nido del Tigre porque, según cuenta la leyenda, en el siglo VIII Guru Rimpoche llegó volando a lomos de una tigresa.El nombre original del país es Druk yul, "El país del dragón", pero el término Bhután deriva del indio "Bhotia" y hace referencia a los tibetanos que son la población mayoritaria del país. Además existen habitantes de origen nepalí en el oeste, e indio en el sur. Se utiliza una gran variedad de dialectos pero el dzongkha (que deriva del término "dzong", 'monasterio fortificado') es la lengua oficial.
En la actualidad Bhután es el único país del mundo cuya religión oficial es el budismo Vajrayana, de implantación antigua, ya que durante el reinado en Tíbet de Songtsen Gampo (620-649) Bhután formaba parte del imperio de este rey. En esta época se construyen los primeros templos: Kyichu y Byamspa.
En el siglo VIII Padmasambhava, considerado el fundador del budismo tibetano, estuvo en Bhután y usó sus poderes mágicos para liberar al reino de los malos espíritus, además de fundar templos como el de Taktsang.
Durante el período oscuro que sigue a la desaparición del budismo en Tíbet muchos monjes y maestros se refugian en Bhután. En el siglo XIII Phajo Drugom Shigpo (1208-1276) introduce la orden Drukpa (una sub-orden Kagyupa) en Bhután, que será la predominante en el siglo XVII.
A la orden Drukpa pertenece uno de los personajes más populares de Bhután, Drukpa Kunley (1455-1529), El loco divino, representante de la vía heterodoxa, y redescubridor de textos como se narra en su biografía.
La unificación de los valles se produce con Ngawang Namgyel (1594-1651), monje tibetano de la orden Drukpa que recibirá el título de Shabdrung, equivalente al de Dalai Lama en la Gelukpa. Ngawang Namgyel funda dzongs (monasterios fortificados) y va haciéndose con el poder en el oeste, labor que continuarán sus herederos ampliando las fronteras de Bhután hasta las actuales.
A partir de este momento se establece un gobierno con dos autoridades: una civil (Desi) y otra religiosa (Je Khenpo), y se divide el país en tres grandes provincias (Dagana, Paro y Tongsa) dirigidas por un gobernador (Penlop).
Durante los siglos XVIII y XIX el gobierno centralizado del Shabdrung se debilita por el poder adquirido por las diversas autoridades existentes (Desis y Penlops) y en el siglo XIX comienzan las injerencias por parte de Inglaterra que llegan incluso a provocar una guerra.
Esta situación crítica se resuelve cuando en 1907 se funda la dinastía Wangchuck, que desciende de una familia de Penlops, que es la que continúa reinando en la actualidad.
La tradición artística de Bhután está ligada a la de Tíbet, aunque presenta características peculiares. Uno de los artistas de los que se tienen noticias es Pema Lingpa, redescubridor de textos, pintor, escultor y arquitecto del siglo XV que trabajó en las pinturas murales del monasterio de Tamshing. Otras pinturas importantes se encuentran en el templo de Taktsang y en el monasterio de Tango, ambos del siglo XVII.
Existe también una producción importante de thankas; entre los más antiguos están los que se conservan en el templo de Tamshing, que datan del siglo XVI y se caracterizan por que la divinidad central ocupa prácticamente todo el espacio. Este estilo se mantiene hasta el siglo XVIII cuando comienza a apreciarse la influencia china.
La arquitectura bhutanesa en madera sin clavos es una de las manifestaciones más originales y coloristas. Entre las construcciones destacan los dzong (monasterios fortificados) que se levantan sobre colinas y aúnan el aspecto defensivo de muros y torres con el brillante colorido de puertas y ventanas. Como ejemplos se pueden señalar Gantey, Tango, Tala y Cheri (todos del siglo XVII) y Simtokha, Paro, Punakha, Thimphu y Tongsa, que son posteriores. Existe también una arquitectura civil tardía, pues data del advenimiento de la monarquía en el siglo XX, inspirada en la arquitectura tradicional de los dzongs.
En cuanto a la escultura en Bhután se trabaja la arcilla; el metal (conocen la técnica de la cera perdida que posiblemente les llega a través de los newars) que alcanza su apogeo en el siglo XVIII, cuando aumenta el uso del dorado y las incrustaciones de piedras semi-preciosas; y la madera, que se utiliza para las tapas de los libros decoradas con relieves que representan las divinidades del panteón Vajrayana.
Destaca también la variedad de textiles, de algodón, lana y seda, realizados tradicionalmente por las mujeres. Las telas se utilizan además para realizar thankas.


La música, el teatro y la danza ocupan un papel fundamental en la cultura de Bhután y muestran la influencia tibetana. Así, los instrumentos empleados son iguales que los que se utilizan en Tíbet.


Dentro de la danza y el teatro destacan las danzas cham de temática religiosa, muy espectaculares por la dramatización que realizan los monjes-actores y la belleza de su vestuario y máscaras. Hay tres tipos de danzas cham: las de contenido moralizante (como la del juicio de los muertos), las exorcistas (entre la que destaca "la de los sombreros negros" que narra el asesinato del rey tibetano anti-budista Langdarma en el año 842) y las dedicadas a ensalzar el triunfo de Padmasambhava sobre los espíritus malignos, como la que muestra los ocho aspectos en que éste se manifiesta.


jueves, 23 de mayo de 2019

LA EDAD MEDIA....ETAPAS HISTORIOGRAFICAS


Para el historiador de la cultura en cualquiera de sus parcelas, la Edad Media o Medievo ocupa un amplio espacio cronológico que se extiende desde el ocaso del mundo antiguo hasta la era moderna, lo que supone un tiempo total aproximado de un milenio. La etiqueta y el concepto son hoy moneda de uso corriente; sin embargo, los hombres de ese período histórico nunca tuvieron conciencia de vivir en una época distinta, y en ningún caso pensaron que su época era de decaimiento y postración respecto de un legado clásico que, más que respetar, veneraban (de ahí que tantas veces se repitiese la idea de que los hombres del presente eran unos enanitos que se alzaban del suelo gracias a los hombros de unos gigantes, que eran los grandes autores greco-latinos). Aun cuando creían poco menos que imposible emular a los sabios del mundo antiguo, a todos los efectos, los intelectuales de esta época siempre se consideraron continuadores de la tradición cultural clásica. La voz de alerta sólo se dio en pleno siglo XV, durante el esplendoroso Quattrocento italiano, cuando los humanistas, orgullosos de su ventaja intelectual sobre los intelectuales de los siglos previos, engarzaron su empresa cultural y la base de su ideario con el pasado clásico, dejada a un lado una larga época de decadencia que en breve recibiría una denominación propia. La primera referencia, necesariamente peyorativa, a dicha época es del humanista Giovanni Andrea dei Bussi, en una carta de 1469, en que habla de una Media Tempestas, lo que enseguida derivó en alusiones negativas a una larga época de crisis, tinieblas o barbarie.




Debido a lo dicho anteriormente, es muy posible que sea la Edad Media la etapa historiográfica sobre la que pesan un mayor número de tópicos a los cuales el uso, académico y popular, ha hecho casi verdades indiscutibles. La mayoría de ellos, como se ha visto, fueron creados por la sociedad que se fundó inmediatamente después, sobre las ruinas del Medievo, como un signo de distinción y de evolución. Muchos otros, especialmente los que conciernen a las fechas de inicio y de fin, han sido desarrolladas por los propios programas de estudio de la ciencia histórica. Si se observa con atención, el rasgo más destacado de la Edad Media fue su enorme duración temporal, cerca de un milenio, lo cual, como es lógico, supuso tiempos de evolución, tiempos de regresión y tiempos de estancamiento. Este desarrollo cronológico ha sido visto desde diferentes perspectivas por las corrientes de pensamiento de nuestro siglo.
La escuela tradicional, lo que se podría denominar como "la Historia de siempre", aquella que establecía su criterio en elevar el hecho histórico sin parangón como factor de ruptura, dotaba al Medievo con una cronología suficientemente precisa: el inicio, 476, fecha en la que el último emperador romano, Rómulo Augústulo, era depuesto por Odoacro, caudillo de los hérulos, lo que significaba el fin del Imperio de Occidente; con respecto al término, no menos claro de 1453, fecha en la que los turcos selyuquíes tomaban Constantinopla y, a su vez, ponían fin al Imperio romano de Oriente. La Edad Media se definía como la evolución entre la pervivencia de los imperios romanos. En España la cronología era prácticamente similar: comenzaba en 410, fecha de entrada en la península de los invasores visigodos, y finalizaba en el mítico 1492, año de la conquista de Granada, expulsión de los judíos y descubrimiento de un nuevo continente que iba a ser explotado por el futuro imperio español (véase Descubrimiento de América).
La perspectiva de la historiografía evolutiva y lineal dejaba claramente a la Edad Media definida, cronológicamente al menos. Algo después en el tiempo, culminando en los años 60 y 70 del siglo XX, tuvo lugar la eclosión de la historiografía marxista, influida por el pensamiento denominado Materialismo Histórico. Es preciso recordar que el brillante filósofo alemán otorgaba a la lucha de clases el papel de "motor de la historia". Ello significaba que la lucha de un grupo inferior contra otro superior, con privilegios coercitivos, delimitaba el paso de una etapa a otra. Los historiadores partidarios del materialismo histórico ponían el acento de sus análisis no el acontecimiento, sino en los componentes socioeconómicos. Las etapas historiográficas para el materialismo, que quedaban reducidas a tres, concedían al Medievo una importancia tremenda, que ellos denominaron modos de producción: esclavista, feudal y capitalista. El alejamiento cronológico entre una escuela y otra es significativo: el inicio del modo de producción feudal se establecería con el fin del esclavista (siglo II), pero el fin no se llevaría a cabo hasta la abolición de todos los privilegios feudales, esto es, las reformas legislativas tomadas en toda Europa durante los siglos XVIII y XIX. Si antes la Edad Media abarcaba un milenio, la historiografía marxista lo ampliaba a casi dos. En cualquier caso, las aportaciones económicas del materialismo histórico contribuyeron en gran medida a conocer nuevas perspectivas alejadas de lo puramente político, lo cual hay que valorar en su justa medida.



La verdadera revolución historiográfica con respecto a la etapa medieval surgió en los primeros lustros del siglo XX con la llamada ""Escuela de Annales". Con una gran mayoría de historiadores franceses en sus filas, capitaneados por Marc Bloch y Lucien Fevbre, los debates publicados en la revista Annales modificaron sustancialmente los objetos teóricos de toda la historiografía, pero especialmente los referentes a la Edad Media. El énfasis se puso, en este caso, en los acontecimientos sociales, conectando el componente político de la historiografía tradicional con el económico procedente del marxismo. Así, surgieron análisis desde todos los ámbitos, que estudiaban con tanto ahínco los grandes acontecimientos como la vida de los grupos marginales, la política, la economía y las mentalidades (punto este último vital para entender el mundo medieval). Junto a nuevas aportaciones historiográficas, como el marxismo post-estructuralista (con otro francés, Michel Foucault como abanderado), la nueva historia política, la perspectiva feminista de la historia de Género y, en fin, múltiples préstamos de otras ciencias sociales (antropología, sociología o arqueología, por ejemplo), la visión de la Edad Media hoy día es menos oscura, menos positivista y más diáfana para todos sus estudiosos.
A tenor de lo explicado hasta aquí parece una brutal osadía proponer unas características generales de lo que fue la Edad Media; simplemente se pretende, apelando a criterios propedéuticos, establecer grosso modo aquellos esenciales rasgos del Medievo; valga el propósito, se pueden distinguir tales rasgos entre los siguientes:
-Evidentemente, el factor de ruptura respecto a la época anterior fueron las oleadas de pueblos germánicos que, empujados por el poder de los hunos, abandonaron sus primitivos asentamientos más allá de la llanura panónica para establecerse en el antiguo Imperio romano. Sin embargo, el desmoronamiento estructural de Roma no fue, ni mucho menos, tan rápido y espectacular como sus fronteras militares indican, sino que pervivió mucho más allá de su propio tiempo. Romanismo y germanismo han sido, son y serán los ejes básicos de las discusiones historiográficas.
-La desaparición del poder político imperial supuso una fragmentación territorial sin precedentes en Europa, toda vez que los invasores germánicos se distribuyeron en pequeños reinos. El poder centralizado sólo tuvo durante la Edad Media tres herederos: el Imperio carolingio, el Imperio germánico y el Papado, la institución eclesiástica dotada, por mor de la espiritualidad inherente a la época, de un absoluto poder en asuntos temporales. Como quiera que carolingios y germánicos estuvieron conectados, la pugna entre los dos poderes laicos y el eclesiástico (la famosa pugna entre el altar y el trono) actuó en muchas ocasiones como galvanizador del mundo medieval.
-La atomización del poder y la fragmentación territorial, unido a ciertos factores coyunturales como la inseguridad de la población ante las invasiones, produjo un absoluto incremento de los vínculos de dependencia personal como articulación social básica. Es lo que conocemos como relaciones feudo-vasalláticas que dieron origen al feudalismo, en la acepción clásica, o al modo de producción feudal, en la acepción materialista.
-Heredero de las tradiciones romanas, el ámbito medieval tuvo como característica acusada su marcado carácter rural. Sin embargo, la ruralización, factor causante del aumento de las relaciones de dependencia, produjo a su vez un veloz despegue de la economía y un espectacular crecimiento urbano. Muchas de las más grandes ciudades europeas de hoy día tuvieron su origen en el Medievo.
-La extensión del cristianismo trajo consigo que la jerarquía eclesiástica, más concretamente el Papado, obtuviera un poder temporal, esto es, sobre asuntos políticos, capaz de convocar a toda la cristiandad en todas las empresas posibles (como las Cruzadas). La presencia de un poder de otro credo en Europa (como en la península Ibérica), el islámico, validó al Papado como gran conductor de la Edad Media y extendió su influencia a todos y cada uno de los ámbitos de vida cotidiana, por nimios que puedan parecer hoy día, de las gentes de la época.
-La sociedad medieval partió de unos presupuestos totalmente funcionales, en los que cada clasificación social estaba predeterminada para cumplir una función. De características totalmente religiosas, los hombres y mujeres medievales se adscribían a uno de estos tres grupos: bellatores (guerreros), oratores (eclesiásticos) o laboratores (trabajadores). El origen divino ayudó a perpetuar esta clasificación, siendo los dos primeros grupos tanto minoritarios como privilegiados, económicamente, sobre el grupo mayoritario.



Si se toman como buenos los anteriores rasgos generales, el larguísimo marco cronológico de la Edad Media obliga a establecer unas subetapas más concentradas con determinados valores particulares. Como es lógico, una etapa con más de un milenio de duración no es igual en esencia: similar en algunos aspectos era la vida en la Europa de las invasiones que en la de la Peste, pero el desarrollo obliga a puntualizar aún más con las siguientes clasificaciones:



Transición del Mundo Antiguo al Medieval (III-VIII)

Esta etapa de transición tuvo dos referentes máximos a nivel político: el Imperio bizantino, muy influyente en Europa durante esta época, y las invasiones germánicas. La desaparición del Imperio romano de Occidente motivó, en primer lugar, la desaparición del trabajo de los esclavos, que fue sustituido por el de los colonos; por otra parte, el fin de la fiscalidad imperial tuvo como consecuencia más inmediata la adscripción a la tierra de los trabajadores. Como quiera que los vínculos de fidelidad germánicos (el comitatus) también tuvieron una importancia destacada, el trabajo en el campo y las comitivas de guerreros formaron el caldo de cultivo básico para el amplio desarrollo de las relaciones feudo-vasalláticas.
Los asentamientos germanos no pasaron de ser la detentación del poder por una minoría dirigente (visigodo en Hispania, ostrogodos en Italia, francos y burgundios en Galia, jutos y anglos en Britania...) que, poco a poco, se mezclaron con la población autóctona. De entre todos ellos surgió el Imperio carolingio como alternativa de poder centralizado no sólo al Imperio bizantino sino también al Papado. A partir de la presencia efectiva del Islam en Europa (siglo VIII), el poder temporal de Roma fue en aumento.
Económica y socialmente, los campos europeos continuaron con el proceso de recesión económica que ya mantenían en el Bajo Imperio romano, agravado por las tensiones sociales inherentes al cambio de estructura. Comenzaron las primeras divisiones sociales: humiliores y potentiores formaron, sobre todo en el campo, dos grupos plenamente diferenciados. Durante todo el período de transición se sucedieron las oleadas de invasores por toda Europa, especialmente cuando los hunos movían piezas en el tablero. Sin embargo, entre los diversos cambios sociales y económicos Europa se preparaba para grandes acontecimientos.



Alta Edad Media (IX-XI)

El poder centralizado del Imperio carolingio fue heredado por el Imperio germánico, procedente de una de las ramas de aquél; el fenómeno religioso del monacato comienza a ser valorado como un avance en la espiritualidad, lo que sirvió al Papado para crecer en influencia política. Con los Dictatus Papae (1075), la famosa Reforma Gregoriana llevada a cabo por Gregorio VII el pontificado llegó hasta su más alta cúspide de poder, lo que, sin embargo, motivó virulentos enfrentamientos contra el Imperio germánico (la famosa Querella de las Investiduras). La culminación de su influencia en la sociedad europea tuvo que esperar, sin embargo, algunos años más: en el Concilio de Clermont (1096), Urbano II fue capaz de movilizar a toda la sociedad europea para llevar a cabo una empresa de dimensiones desorbitadas: las Cruzadas. Dentro de la Alta Edad Media los reinos germánicos (salvo la excepción del visigodo ibérico, derrumbado por la invasión islámica en el 711) se asentaron y consolidaron, procediendo a la fusión total con la población autóctona. La influencia del Imperio bizantino se aminoró considerablemente.
Pero el gran valor de la Alta Edad Media hay que inscribirlo en el campo económico. Durante los siglos X y XI se produjo una verdadera revolución técnico-agrícola que fue causa del despegue posterior de Europa. Uno de los principales motivos fue la explosión demográfica acontecida entre los siglos X y XI, especialmente en la Europa atlántica, lo que, a efectos económicos, produjo un incremento de la demanda y un crecimiento del consumo, factores ambos que siempre tienden a un crecimiento económico. Había más bocas que alimentar y más brazos para trabajar, por lo que la expansión contaba con suficiente base material, que se veía apoyada por dos factores coyunturales: cierta bonanza climática a partir del siglo XI y unas mejores condiciones de vida que lograron, por ejemplo, reducir las tasas de mortalidad a un 40 por mil.
Además de estos factores, o a consecuencia de ellos, ciertas progresos técnicos redundaron en un mayor aprovechamiento de los cultivos: sustitución del buey como animal de carga por el caballo (más costoso pero más productivo), el uso de abonos naturales, el abandono del barbecho por la rotación de cultivos, la sustitución de las herramientas de madera por el hierro y, en la Europa atlántica de tierras pesadas y húmedas, la sustitución del clásico arado romano por el de vertedera, así como el incremento de los recursos energéticos con maquinaria de todo tipo (molinos, telares mecánicos). Todo ello derivó en un fenómeno de hambre de tierras que se tradujo en fenómenos como la Repoblación, esto es, la ocupación de tierras yermas (bosques y marismas) y el inicio de una incipiente economía de mercado, además del crecimiento urbano. Socialmente, los grupos aristocráticos de la anterior etapa fueron adquiriendo prerrogativas hasta convertirse en nobleza; aunque aún había muchos campesinos libres, la coacción señorial avanzaba poderosamente.




Plena Edad Media (XII-XIII)

Posiblemente se trate esta etapa de la culminación medieval: el gran siglo de las catedrales góticas y las Universidades como centros de irradiación cultural. La fragmentación feudal del poder comenzó a ser absorbida por unas incipientes monarquías que, aunque igualmente feudales, cada vez estaban más asentadas (Castilla, Inglaterra, Francia, Aragón...) y tendían a centralizar las prerrogativas regias. La lucha entre Papado e Imperio comenzó a dar muestras de agotamiento por parte de ambos rivales, especialmente el Papado que, pese a contar con uno de los pontífices más importantes de su historia, Inocencio III, se vio cercada no sólo por los poderes temporales, sino por toda una serie de herejías que amenazaban su poder espiritual: cátaros, valdensesy pseudoapóstoles fueron unos notables enemigos que socavaron hondamente la credibilidad temporal pontificia. Las diputas internas finalizaron con el Gran Interregno imperial, por parte germánica, y el Cautiverio de Avignon, por parte papal.
La economía creció en la Plena Edad Media hasta límites insospechados, llegando a un rango que muchos estudiosos no dudan en calificar de pre-capitalista. Los numerosos excedentes provocaron, por ejemplo, el círculo de grandes ferias en el condado de Champagne. El fenómeno de la repoblación y la explotación de territorios yermos provocó un aumento de la producción que fue convertida en monetario para disfrute de sus cultivadores. Pero también aumentaron los privilegios e inmunidades de los grandes señores feudales, que pasaron de exigir rentas en trabajo a rentas en dinero. Con el fin del proceso de expansión territorial se produjeron los primeros síntomas de agotamiento económico de Europa, hecho que no fue aceptado con agrado por las clases dirigentes, nobleza y clero, quienes pasaron a redoblar sus mecanismos de coacción para no perder su nivel de vida.
En algunos ámbitos europeos, especialmente en Italia y Flandes, estos factores coadyuvaron para que aquellas incipientes ciudades de la Alta Edad Media, convertidas en verdaderas urbes plenomedievales, ganasen más y más espacio en el poder merced a su control de los mercados y al fomento de los intercambios campo-ciudad a nivel económico.


Baja Edad Media (XIV-XVI)

Los últimos siglos de la Edad Media presentan en el análisis varios factores drásticos que han dado en denominar a esta etapa como la Crisis del Feudalismo o Crisis de la Baja Edad Media. En primer lugar, un acontecimiento coyuntural absolutamente devastador para el medievo europeo: la epidemia de Peste Negra que, desde 1348, se convirtió en mal endémico de la sociedad. Cerca de un 40% de la población europea (unos 70 millones de habitantes para la fecha citada) pereció a causa de sus efectos. La escasez de mano de obra influyó negativamente en el trabajo del campo, obligando a todos los reinos a emitir leyes restrictivas sobre precios y salarios que menoscabaron hondamente el nivel económico anterior. Puede decirse que hasta mediados del siglo XVI Europa no recuperó los niveles económicos anteriores al brote de Peste. La bajada de las rentas señoriales repercutió también de manera negativa en los escasos campesinos que aún quedaron con vida pues, lógicamente, las rentas tampoco recuperaron su nivel. Esta "reacción señorial" dio lugar, a su vez, a todo un fenómeno de luchas sociales o, mejor dicho, antiseñoriales, en distintos ámbitos de Europa, como los Ciompi florentinos, la Revuelta Jacquerie o los Payeses de Remença catalanes, que fueron los primeros síntomas de crisis estructural del feudalismo.
El progresivo avance de las prerrogativas y mecanismos de coacción señorial creció durante esta época de forma paralela al desarrollo de un absoluto afianzamiento de las monarquías, ahora nacionales y ya no feudales. Algún historiador ha escrito que, a nivel político, la Baja Edad Media se puede describir como "el paso del vasallo al súbdito"; efectivamente, las monarquías se erigieron como paladines de los menos favorecidos contra la opresión señorial. Sin embargo, el afianzamiento, burocratización y estatalización de las coronas europeas tuvo, a todos los niveles, un alto coste: la guerra.
La Baja Edad Media fue la época de las guerras, no ya contra las múltiples herejías que asolaban Europa (lolardos, husitas...) o entre diferentes reinos (como la Guerra de los Cien Años o Guerra de los Dos Pedros), sino conflictos de índole civil (Guerra Civil Castellana, Guerra Civil Catalana o Guerra de las Dos Rosas) fueron el precio del afianzamiento de las monarquías. Contiendas, Peste, hambrunas y agotamiento de recursos económicos provocaron un brutal hundimiento de los sistemas de articulación social del Medievo. Aunque las influencias sociales y culturales aún persistirían, indudablemente los cambios estructurales propiciaron la llegada de nuevos tiempos... historiográficos al menos.


 
Mas allá de su tiempo,el Medievo presentó una continuidad manifiesta en todos los órdenes, como se verá de inmediato; por esa razón, ésta como otras clasificaciones o periodizaciones ha de tomarse de modo necesariamente flexible. El arte y el pensamiento del siglo XVI, cabe decirlo y se harán precisiones al respecto más adelante, no cortó radicalmente con el pasado medieval, sino que lo continuó en varias maneras: la estética y el pensamiento medievales siguieron vivos tras experimentar transformaciones más o menos profundas; es más, sin apelar al Medievo no podría captarse la esencia de obras etiquetadas como renacentistas. Valga un solo ejemplo de claridad meridiana: sin los manuales para caballeros y príncipes, los viejos tratados y regimientos característicos de la Baja Edad Media, habría resultado punto menos que imposible la redacción de Il Cortegiano de Baldassare Castiglione. Así las cosas, cabe concluir que la Edad Media, durante décadas, no sólo brindó materiales a manos llenas al siglo XVI, sino que permaneció activa o vigente casi hasta el final de la centuria.
Nadie puede afirmar taxativamente, sin incurrir en un craso error, que la Edad Media concluyó con la caída de Constantinopla en manos de los turcos, acaecida en 1453; del mismo modo, no deja de ser una fecha artificial la del mítico año de 1492, verdaderamente trascendental en la historia de España, pues vio el final de la Reconquista, la expulsión de los judíos y el descubrimiento de América; eso mismo se puede decir del cierre natural del siglo XV, ese 31 de diciembre de 1500 que con mayor frecuencia se utiliza como terminus ad quem en los estudios historiográficos, artísticos y literarios en general; de hecho, es la fecha límite para el llamado libro incunable, aquel que vio la luz desde la aparición de la imprenta hasta el último día del siglo XV.
La lógica más elemental confirma que hay unas señas de identidad comunes para los últimos años del siglo XV y para los primeros del siglo XVI; cuando apelamos a esa fecha lo hacemos porque precisamos de categorías y de marbetes a la hora de asimilar cualquier conocimiento, algo que afecta plenamente a la periodización de la historia de la humanidad. Si, como hemos dicho, se etiqueta un libro como incunable por haber visto la luz antes del 1 de enero de 1501, en ningún caso debe dejar de considerarse en términos muy parecidos la producción bibliográfica que vio la luz durante los primeros años del siglo XVI (por ello, los estudiosos hablan de posincunables para referirse a los libros impresos en España y Portugal entre ese año y 1520); del mismo modo, no se debe ignorar la penetración del siglo XV en la centuria siguiente por las vías más diversas...


lunes, 20 de mayo de 2019

LAS LEYES DE TORO...JUANA I Y LA HERENCIA DE ISABEL LA CATÓLICA




El 7 de marzo de 1505 se aprobaban en Castilla las leyes de Toro, un conjunto de 83 normas promulgadas en la ciudad de Toro bajo el reinado de Juana I, . Sin embargo, esta iniciativa surgió a raiz del testamento de su madre, Isabel la Católica, empeñada en dotar a la Corona de Castilla de un sistema de justicia moderno y que armonizara el orden legislativo en todo el territorio.
Aunque cinco siglos después, estas leyes han quedado casi en el olvido, hay algunas que todavía están vigentes, como la que se refiere a la usurpación de títulos nobiliarios. En alguna ocasión, hasta el Tribunal Supremo ha llegado a reconocer su validez en sentencias referidas a la sucesión de nobles españoles. Además, aunque a lo largo de la historia se han ido actualizando e incluyendo en numerosas recopilaciones legislativas, estuvieron vigentes y sirvieron de base hasta la redacción del Código Civil, que se aprobó en 1889.
Las leyes de Toro eran sólo 83, pero supusieron toda una revolución para su época, ya que sentaban la base del ordenamiento jurídico que más tarde se aplicaría en toda España, al unificar los diferentes fueros municipales que existían hasta el momento. Trataba distintos aspectos del derecho moderno, colocando los pilares para resolver disputas sucesorias o herencias. También abordaba la legislación matrimonial, sin olvidar el derecho penal y procesal, aunque su aplicación fue principalmente en el ámbito civil.
Uno de sus objetivos fundamentales fue regular y garantizar los privilegios de la nobleza y de la Iglesia. De hecho, según los historiadores, una de sus máximas aportaciones fue la creación de la figura del mayorazgo, que regula la vinculación de los bienes de una familia para que éstos no se puedan dividir, sino heredar por una sola persona, para que así las familias nobles no perdieran poder por las disputas de sus herederos.

Las Leyes de Toro son un notable documento de la Legislación española que se conserva en la Sección de Pergaminos del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.
Constituyeron en su tiempo una Reforma de las Leyes que refunde las numerosas disposiciones existentes en Pragmáticas, Ordenamientos y Fueros, aclarando muchos puntos oscuros y permitiendo a los legisladores decidir en los numerosos casos que se presentaban y en los que se planteaban interpretaciones contradictorias.
La Reina Doña Juana emite una Real Cédula en la Ciudad de Toro el 7 de marzo de 1505 en la que explica las razones que le han movido a poner en vigor esta reforma.
En Valladolid, el 9 de abril de 1505, durante la Sesión de Cortes que se celebraba, presentóse Pedro de Pascua, vecino de Salamanca, quien mostró a los reunidos una Cédula del Rey D. Fernando, firmada de su puño y letra, y refrendada por su Secretario Fernando de Zafra, acompañada de «un Cuaderno de Leyes».
En esta Cédula el Rey D. Fernando el Católico mandaba al Presidente y Oidores encuadernar y sellar con plomo, publicar, pregonar y archivar estas Leyes.
Todo se hizo como pedía Don Fernando.

En la parte final de la presentación de las Leyes de Toro hay un párrafo que alude a la enfermedad y muerte de la Reina Doña Isabel la Católica
«A causa del absencia del dicho Señor Rey mi Padre destos Reynos de Castilla, e después por la dolencia e muerte de la Reyna mi señora madre, que aya santa gloria, no oyo lugar de se publicar como estava por ellos acordado».

Los grandes problemas creados de un lado por la diversidad de legislación que se traducían por una variada interpretación de los temas planteados, son la razón de que después de un estudio minucioso se llegase a la redacción de estas Leyes de Toro.
Se toman como base indiscutible las Leyes de las Siete Partidas, que el Rey Don Alfonso en 1.386 dictara y que constituyen uno de los monumentos de la Historia del Derecho.
Fueron, como dice el propio texto de Toro, “sacados e tomados de los dichos de los Santos Padres e de los derechos e dichos de muchos sabios antiguos, e de fueros e costumbres antiguas d´España”.
Además, seguían vigentes los fueros municipales que cada ciudad o lugar tuviere, siempre que no fueran contrarios a las Leyes nuevas y a las Partidas.
Quedaron sin embargo derogadas las Leyes dictadas por la propia Doña Juana en Madrid unos años antes, en 1499, siendo substituidas por estas Leyes de Toro.




«Las Leyes de Toro tienen la importancia de haber conseguido asentar el Derecho patrio sobre una base tan sólida que desde su vigencia, no puede dudarse ya de la independencia y unidad del Derecho Real», dice DE CASTRO
Leyes de Toro...“Entre ellas feísmos una ley e ordenanza que fabla cerca de las opiniones de Bartola, e Baldo, e de Juan Andrés, e el Abad, qual dellas se debe seguir en dubda, a falta de ley e porque agora somos informados, que lo que feísmos por estorvar la prolixidad e muchedumbre de las opiniones de los doctores, ha traydo mayor daño e inconveniente... mandamos que de aquí adelante no se use Della, ni se guarde, ni cumpla, porque nuestra intención e voluntad es, que cerca de la dicha ordenación e determinación de los pleytos e causas, solamente se faga e guarde lo contenido en dicha ley del señore rey don Alfonso, e en esta nuestra.”
El texto procede del Ordenamiento de las Cortes de Toro. Fuente jurídica inmediata, con el carácter de ley. Tuvo un ámbito de aplicación territorial. Del año 1505. Pertenece al sistema jurídico de la recepción del Derecho común.
Fuente de extraordinaria importancia para el Derecho privado castellano, como lo prueba el hecho de que gran parte de sus 83 leyes haya continuado vigente hasta la Ley del Matrimonio Civil de 1870 y el Código Civil de 1889.
El texto se refiere a una Ordenanza real por la cual se permitió la alegación en juicio de opiniones de romanistas (Bártolo y Baldo) y de canonistas (Juan Andrés y el Abad Panormitano). Se trata de la Ordenanza de Madrid de 1499. Las Leyes de Toro derogan ésta y en su lugar retornan al orden de prelación de fuentes contenido en la ley de rey Alfonso XI (Ordenando de Alcalá, de 1348).
Refleja, pues, este texto la reticencia existente en Castilla a la recepción del Derecho común, que dará lugar a aceptaciones y rechazos alternativos.
La recepción del Derecho común en los distintos reinos españoles fue desigual. Los principales factores jurídicos de resistencia al nuevo Derecho fueron los siguientes: existencia de un derecho autóctono en parte de raíz consuetudinaria y formación popular, presencia generalizada de ordenamientos locales cuya génesis y principios difieren notoriamente del Derecho común, existencia de incipientes derechos territoriales que colmaban las lagunas de los ordenamientos locales, pervivencia de la costumbre como derecho supletorio. El derecho común contó desde el primer momento con el apoyo de la burguesía, pero no con el de las clases nobiliarias, que temían perder los privilegios ancestrales que les eran ciertamente populares, ni tampoco con el de las clases populares, que percibían en el nuevo Derecho la manifestación de un cambio brusco y contrapuesto al tradicional modo como ellas mismas, especialmente en las pequeñas localidades, se habían creado normas jurídicas de convivencia.
Por lo que se refiere a Castilla, el Derecho común penetró al principio intensamente a través de las Partidas. La legislación real intentó, por lo general, sustituir la dispersión normativa existente en los fueros municipales por una legislación territorial inspirada en los principios del Derecho común. Pero fue grande la resistencia que encontró en los estamentos sociales. En el Ordenamiento d Alcalá (1348), se señala como única fuente jurídica supletoria a la autoridad regia. Juan II (1427) aceptará la alegación en juicio de las opiniones de Juan Andrés y Bártolo, criterio que se reafirmará en la Ordenanza de Madrid de 1499. Con este texto de las Leyes de Toro en modo alguno se zanja la cuestión; es más bien, reflejo de un problema todavía no resuelto. A través de las decisiones judiciales y de la doctrina jurídica se irá imponiendo el Derecho común, como consecuencia de la formación jurídica romanista que impartían las Universidades (Salamanca, especialmente).










sábado, 18 de mayo de 2019

EL IMPERIO MONGOL...HISTORIA Y ARTE

Es una formación político-territorial constituida por miembros de la etnia mongol de los zungares, también conocidos como mongoles occidentales, oirates o calmucos, originaria de la región montañosa de Zungaria (Dzungaria), que en el siglo XVII alcanzó una notable expansión territorial, hasta rivalizar con China por la hegemonía sobre Asia Central. Dicha región de Zungaria, de aproximadamente 1.200.000 kmde extensión, está situada en la parte Norte de la actual región autónoma china de Xinjiang, justo al Oeste de la República de Mongolia y al Noroeste del Turkestán chino.
Los zungares formaron parte durante siglos del Gran Imperio Mongol fundado por Gengis Kan, junto a otros pueblos vecinos como oirates, torgutos y derbetos, todos ellos integrantes del grupo étnico de los mongoles occidentales. Se sabe que en el siglo XV un caudillo oirate, Esen Taiji, derrotó al ejército Ming y llegó a capturar al propio emperador chino; un siglo más tarde, otro gran líder guerrero oirate, Altan Kan, trajo en jaque a Pekín con sus constantes incursiones más allá de la Gran Muralla. Sin embargo, no fue hasta bien entrado el siglo XVII cuando las tribus zungares lograron cierta unidad política, bajo el mando del caudillo Galdan . Galdan utilizó el vehículo de la religión, en concreto el culto del lamaísmo tibetano, como factor unificador, y paulatinamente fue logrando hacerse con la hegemonía entre todos los príncipes mongoles occidentales. En la década de 1680 los zungares atacaron a los mongoles kalkas u orientales, quienes buscaron la alianza de la China de los manchúes para contener la agresión; en las luchas consiguientes los zungares salieron derrotados y su líder muerto, episodio que sin embargo no significó ni mucho menos el final del poder zungárico.
Un pariente de Galdan, llamado Tsewang Rabtan , hizo resurgir el Imperio de los zungares a comienzos del siglo XVIII, anexionando a sus dominios gran parte de Turkestán, Mongolia occidental y el Tíbet. Aprovechando una crisis de poder, los zungares conquistaron incluso la capital tibetana, Lhasa , y establecieron un Protectorado. Pese a que el emperador chino Kangxi reaccionó y expulsó de Lhasa a los zungares, éstos siguieron teniendo bajo su dominio la mayor parte de Asia Central hasta la muerte de Rabtan. A partir de entonces, las encarnizadas luchas internas por la sucesión, unido a la constante presión ejercida desde Pekín, marcaron el lento declive zungárico. El último de sus soberanos, llamado Amursana , no tuvo más remedio que aceptar la preponderancia china y su condición de vasallo de los soberanos manchúes, actuando en nombre de ellos. En la década de 1750 los zungares se rebelaron para intentar recuperar su anterior esplendor, pero la respuesta de los ejércitos chinos fue esta vez implacable: la nobleza zungárica fue masacrada, sus asentamientos destruidos, y hasta eliminado oficialmente su nombre, sustituido por la designación de tribu Olot.
La región de Zungaria, junto con el Turquestán Oriental y la cuenca del río Tarim, pasó desde entonces a estar bajo soberanía del Imperio Chino, primero, y de la República Popular China, después; por su parte, el pueblo zungárico fue seriamente diezmado a raíz de los acontecimientos relatados, pasando a constituir una minoría olvidada dentro del gran mapa étnico de la región de Xinjiang.
Los mongoles eran pueblos nómadas que ocupaban un amplio territorio, aquél por el que se trasladaban con sus ganados, y se agrupaban en confederaciones de clanes, sin límites geográficos claros, cuando las necesidades de defensa lo exigían.
Ante esta continua trashumancia uno de los medios para agrupar e identificar a estos pueblos es la lengua, que pertenece a la familia altaica, dentro de la cual se distinguen varios dialectos: el oirat de los mongoles occidentales situados principalmente en la región del Volga; el buriato localizado en Siberia en la zona del lago Baikal; el khalkha, dialecto principal (y nombre del pueblo dominante) de la actual República de Mongolia y los de Mongolia interior, hoy Región Autónoma china.
Los mongoles habitan territorios caracterizados por la hostilidad del medio físico, un gran desierto donde se engloban el de Gobi y una alta meseta que llega a alcanzar los 4.000 metros de altura. La población se agrupa en unidades nómadas de varias familias o se sedentariza en las ciudades.
La economía se basa en la ganadería, formada por ovejas, cabras, híbridos de yak, camellos y caballos (estos últimos se consideran artículos suntuarios), que garantiza el autoabastecimiento pues es el medio de transporte, la base de la alimentación (carne y productos lácteos), facilita lana y pieles (para cubrirse y construir la vivienda, la yurta) y sus excrementos se usan como combustible. Además, algunos productos llegaban a través del comercio con China, como por ejemplo el té.
Aunque existen algunos datos anteriores, la entrada de los mongoles en la historia se produjo en 1206 cuando Gengis Kan  unificó las diversas tribus y fundó el estado del que luego surgiría la dinastía Yuan  que conquistó China, Corea y dominó Tíbet, Asia Central, Irán e India.
Los emperadores de la dinastía Yuan mantuvieron estrechos contactos con los tibetanos, basados en la protección militar que otorgan a éstos a cambio de su asesoramiento espiritual (relación protector-sacerdote). Especialmente importante es la adopción del Budismo Vajrayana como religión de la corte mongola durante el reinado de Khubilai Kan . Este hecho se produce gracias a la labor del abad de la orden Sakyapa que ve a partir de este momento respaldado su poder político en Tíbet. 
En 1368 los Ming, una dinastía local, toma el poder en China expulsando a los mongoles que se ven obligados a regresar a sus territorios de origen. A partir de este momento se abre un período de descomposición del poder político que vuelve a disgregarse en grupos nómadas.
En el siglo XVI destacan los reinados de Dayan Khan  y de Altan Khan . Este último fundó  Köke-khota, la capital de Mongolia interior, y reinició las relaciones protector-sacerdote con Tíbet, produciéndose la segunda conversión al budismo Vajrayana de los mongoles, más masiva que la primera. Además, Altan Khan otorgó al abad de la orden Gelukpa el título de Dalai Lama y, a partir de ese momento Köke-khota será el centro del Lamaísmo mongol.
En 1635 la dinastía manchú Qing inicia su expansión anexionándose Mongolia interior y después China . Desde este momento se empiezan a utilizar los términos Mongolia interior y exterior que aluden a las fronteras chinas. Se abre así un largo período en el que, cortadas las alas a los caudillos de Mongolia interior, se producen sin embargo conatos de unificación entre los pueblos mongoles.
Estatua que representa a Zanabazar, museo etnológico de Viena.
Si bien las primeras creencias de los mongoles eran animistas, centrándose en el culto a las fuerzas de la Naturaleza y en la importancia de los ritos mágicos, e incluso existe una religión primitiva que liga estas creencias al culto al rey (khan), la adopción del budismo Vajrayana va a ser fundamental para el desarrollo del estado.
En la Mongolia dividida por la dinastía Qing, especialmente en la exterior, la iglesia lamaísta se va a configurar como una institución política capaz de centralizar a la sociedad.
En esta tarea juega un papel fundamental Zanabazar , monje que es iniciado en el budismo Vajrayana en Tíbet, con quien comienza el linaje espiritual de Jebtsundamba, la autoridad máxima religiosa de Mongolia exterior, el equivalente del Dalai Lama tibetano. El linaje se mantiene hasta el VIII Jebtsundamba, Bogda Gegen.
Zanabazar, que establece la capital en Urga, la actual Ulan-Batar, es sobre todo conocido por sus aportaciones a la cultura tibetana: construye edificios sagrados, realiza esculturas de metal y posiblemente pinturas, inventa un alfabeto y traduce obras religiosas del tibetano.
A partir del siglo XVIII, aunque la iglesia lamaísta sigue manteniendo su poder (en el siglo XIX funciona como un estado dentro del estado chino), los habitantes de Mongolia exterior se ven obligados a aceptar la soberanía china que establece un control sobre el país bajo la forma de protectorado en el siglo XVIII.
En 1911 Mongolia interior quedó definitivamente incorporada a la recién creada República China y Mongolia exterior quedó bajo la influencia rusa adoptando, tras la creación de la URSS, el modelo soviético. Su independencia se mantiene con el nombre de República Popular de Mongolia que en 1992, tras la desaparición de la URSS, se simplifica en República de Mongolia.
El gran impulso cultural de los pueblos mongoles va unido a su adopción del budismo Vajrayana e inevitablemente gira en torno a Tíbet, foco de irradiación fundamental de esta religión. La lengua utilizada en las ceremonias, los textos religiosos y científicos proceden de Tíbet, tanto es así que no existe propiamente una literatura escrita en lengua mongola hasta el siglo XIX en que se recopila la abundante tradición oral.
En las manifestaciones artísticas, además de la lógica influencia china, su contenido religioso hace que la inspiración provenga de las fuentes tibetanas. Destacan especialmente la escultura realizada en aleaciones cobrizas y la arquitectura religiosa.
Además, hay que reseñar la existencia de thankas, pinturas de meditación, que siguen el modelo tibetano tanto en las técnicas y estilos como en las reglas de representación y en los modelos iconográficos. En ocasiones, sobre todo desde el siglo XIX, los thankas también se realizan uniendo trozos de telas, frecuentemente seda, y añadiendo, según una tradición original de Mongolia, bordados y piedras semipreciosas. 
Dentro de las manifestaciones artísticas de Mongolia destaca la abundante producción de imágenes de culto, y también de objetos rituales, realizadas en aleaciones cobrizas lo que muestra la continua demanda de la iglesia lamaísta mongola.
Dentro de la estatuaria hay que destacar en primer lugar las obras atribuidas a Zanabazar  y a su escuela (hasta finales del siglo XVIII), que representan el momento de clasicismo del arte mongol.
Esta escuela, que se desarrolla en Mongolia exterior, muestra características en común con el arte de los newars, los habitantes del valle de Katmandú, cuya maestría en el trabajo de los metales se transmite a través del Himalaya y Asia Central, llegando hasta los pueblos mongoles. El aspecto plácido y juvenil y la belleza de las proporciones de las imágenes, unidos al dorado y la policromía que se utiliza en ellas, parece inspirado en modelos nepalíes. (Ver arte nepalí)
En Mongolia interior, por otro lado, en la provincia de Chahar, existe en el siglo XVIII un gran florecimiento del budismo Vajrayana (destacan los monasterios de Koke y Shira) y aparece el estilo Dolonnor que se manifiesta en esculturas, de tamaño generalmente grande, realizadas uniendo varias piezas de cobre repujado, sistema que facilita el traslado de las esculturas.

La arquitectura mongola está condicionada por las severas condiciones físicas del territorio y la forma de vida de sus habitantes. La vivienda tradicional y más habitual es la yurta, especie de tienda realizada con piel de animales, que inspira algunas formas de la arquitectura mongola realizadas en materiales más duraderos.
Con la conversión al budismo Vajrayana se inicia la arquitectura religiosa y aparecen tres tipos de edificios: Khüriye, los monasterios cercados generalmente de planta circular; süme, los templos; y Keyid, los lugares de residencia de los monjes ermitaños. Esta arquitectura, a pesar de la obvia influencia tibetana, da muestras de eclecticismo y en ella aparecen también con frecuencia elementos de origen chino.
El monasterio más grande y antiguo de Mongolia exterior es Erdene-zü, construido en 1586 por Abadai Kan. Consta de un recinto que encierra varios edificios: tres templos de estilo chino de la época de su fundación; el Labrang, templo y residencia del Jebtsundamba, erigido en 1780 de estilo tibetano; y numerosas stupas, así como otros templos posteriores. 
Amarbayasgalant representa el modelo keyid en la arquitectura mongola y fue financiado por sucesivos emperadores de la dinastía Qing china en el siglo XVIII en memoria de Zanabazar. Se trata en realidad de un monasterio construido en estilo chino.