La sociedad vikinga no fue una sociedad
matriarcal en absoluto, tampoco nos llevemos a engaño ni exageremos más
allá de lo que realmente fue en un sueño romántico emborrachado de
feminidad o feminismo, no obstante, tampoco podríamos tacharla de ser
una sociedad “masculinista” en la que la mujer no tuvo ningún rol
o papel más allá del reproductor, como sí sucedía en otras muchas
sociedades contemporáneas y en muchas sociedades hasta hace, como se
diría, cuatro días, o en algunas a día de hoy.
Lo que vamos a ver es el papel que jugó la mujer vikinga de clase media-alta, la esposa del bónði, el hombre libre con cierta posición y estatus dentro de la comunidad. Por supuesto, existieron otras mujeres de otras condiciones sociales como las esclavas, que no tenían apenas derechos, o las mujeres de los grandes jarls – nobles – o de los reyes que disfrutaron de muchas más prerrogativas que las mujeres libres, especialmente a nivel económico y social.
Lo que vamos a ver es el papel que jugó la mujer vikinga de clase media-alta, la esposa del bónði, el hombre libre con cierta posición y estatus dentro de la comunidad. Por supuesto, existieron otras mujeres de otras condiciones sociales como las esclavas, que no tenían apenas derechos, o las mujeres de los grandes jarls – nobles – o de los reyes que disfrutaron de muchas más prerrogativas que las mujeres libres, especialmente a nivel económico y social.
La mujer casada, la esposa del bónði que hemos mencionado, era la húsfreyja.
Esta mujer mostraba su estatus privilegiado mediante ciertos elementos
del vestuario que contenían un alto valor tanto funcional como práctico;
por ejemplo, el manojo de llaves que colgaba de su cinturón o de los
broches de sus vestidos, que no eran si no las llaves de los arcones,
cofres, armarios o baúles de la casa, donde se guardaban las
pertenencias importantes. Cuantas más llaves, más arcones y, por ende,
más riqueza. Según el cronista y diplomático Ibn Fadlan – quien convivió
con los vikingos del Este en el siglo X :
“cada mujer lleva en cada seno una caja de hierro, plata, cobre u otro; el valor de la caja indica la riqueza del marido. Cada caja tiene un anillo del que pende un cuchillo. Las mujeres llevan cadenas en el cuello de oro y plata, uno por cada 10.000 dírhams que su parido posee; algunas llevan muchos. Sus más preciados ornamentos son cuentas de cristal verde que se encontraban en los barcos”.
La húsfreyja era la señora, la
dueña y la máxima autoridad de la casa; era la que mantenía el control y
la organización de las propiedades sin necesidad del beneplácito o la
aprobación del marido. Era la jefa en el interior de la casa, lo que los
vikingos llamaban innan húss, y que, simbólicamente, significaba que era la señora “pasada la viga del umbral” o innan stokks,
un elemento que delimitaba jurídicamente el territorio doméstico frente
al territorio público. Más allá de la viga, esto es, fuera de la casa o
útan stokks, el dominio era del hombre, sin embargo, la mujer también se convertía en la dueña de toda la granja en ausencia del marido o husbóndi,
esto es, cuando éste se encontraba fuera por estar comerciando o de
incursión. En estos casos se ayudaba de los esclavos y del resto del
personal de la granja para poder organizarlo todo.
¿Cuáles eran estas tareas femeninas?
Las mujeres se encargaban del aprovisionamiento de la granja, de la
organización de los alimentos y su conservación tanto de los del día a
día como del almacenamiento para los meses de invierno. Las mujeres eran
las que cocinaban para la comunidad y los hombres, por lo general, eran
los que llevaban la comida a casa, aunque las mujeres también
participaban en ello, generalmente practicando algún tipo de pesca menor
en ríos o en la costa y recolectando frutos secos y hierbas ya que,
según parece, la medicina – si podemos llamarla así – era cosa de las
mujeres también. Las mujeres atendían a los pobres y a los miserables y,
en sus ratos libres ( o no tan libres ) tejían y bordaban en el telar
ya que eran ellas las que se encargan de la fabricación de casi toda la
ropa de la familia y de la casa; desde los pantalones hasta los tapices
que colgarían de las paredes. Las mujeres más modestas realizarían estas
tareas en pequeños grupos comunitarios y, si tenían, ayudadas por
esclavas. Aquellas más pudientes, como las mujeres de grandes jarls
o reyes no habrían desempeñado estos papeles más que de forma
simbólica, esto es, simplemente supervisando, recayendo la tarea física
en sus mujeres de compañía y esclavas.
Y no sólo a nivel económico u
organizativo la mujer era importante, sino que la sociedad vikinga tenía
grandes consideraciones morales para con ella; era el alma de la
sociedad, mientras que el marido era el brazo, ella era la autoridad
moral de la familia y el marido la fuerza. La mujer vikinga era la
guardiana de las tradiciones familiares y sociales, la que de forma oral
inculcaba a sus hijos los valores sociales y morales, la que les
enseñaba religión y la que les transmitía las leyendas y la historia de
los vikingos y sus antepasados. Era la guardiana del legado vikingo, la
que educaba a los futuros vikingos y vikingas para que fuesen apoyándose en aquello que fueron.
A los chicos les enseñaban las artes de la guerra o las tareas
masculinas de la granja los padres o parientes masculinos, cierto es, no
obstante, los importantísimos conceptos de honor y valor los aprendían
también de las madres, especialmente durante los primeros años de vida.
Ellas inculcaban la teoría que debían aprender para el día de mañana ser
de facto vikingos y vikingas. Por supuesto, y aunque sea una
obviedad, las niñas aprendían absolutamente todo de sus madres. Y no
sólo se encargaban de los propios hijos, sino que criaban y educaban a
aquellos huérfanos o a aquellos que estaban en régimen de intercambio o
acogida procedentes de otras familias, algo muy común entre los clanes
vikingos.
En este sentido y para algunos
investigadores, las mujeres habrían sido las iniciadoras de la poesía
escandinava derivado de esta tradición oral que mantenían viva. También
eran las que llevaban a cabo la magia seiðr, un tipo de magia que los dioses aesir aprendieron de la diosa vanir Freyja y que habría quedado exclusivamente para el género femenino, no estando muy bien visto que la practicasen los hombres
Además, la mujer también defendía
activamente el honor de su clan, ya que si bien no podía emprender o
exigir acciones judiciales en el Thing o
asamblea de gobierno, sí podía instar a su marido, padre o familiares
masculinos a hacerlo. Y lo hacía. El hecho de estar excluidas de los
asuntos públicos de índole gubernamental respondía principalmente a
razones físicas ya que para los vikingos el orden lo componían la fuerza
y la ley, y no radicaba en cuestiones de inferioridad a la hora de
considerar a las mujeres. Y no participaban en el Thing porque,
curiosamente, las vikingas no tenían derecho a portar armas, hecho que
radicaba, se cree, en un concepto importantísimo en la idiosincrasia de
los vikingos, el concepto del honor. Uno de los derechos
fundamentales de la sociedad vikinga era el de portar armas; todos los
hombres libres podían – y debían – llevar consigo un arma. Los
campesinos las portaban mientras realizaban las tareas de la granja y
muchos hombres las colgaban de la pared al lado de sus camas, para
tenerlas a mano en todo momento. El propio Hávamál reza:
“Don’t leave your weapons lying about behind your back in a field; you never know when you may need all of sudden your spear”
Sin embargo, este derecho tenía
excepciones; mujeres y esclavos quedaban fuera del privilegio (y el
deber ) de portar armas. Los esclavos está bastante claro, pero ¿por qué estaba prohibido que una mujer llevase armas?
Se cree que esta prohibición no era tanto una cuestión de desprecio o
subordinación como de protección contra la violencia hacia las mujeres.
Para los vikingos, dañar a una mujer era vergonzoso incluso aunque fuese
accidentalmente, no porque fuesen inferiores, sino porque eran
consideradas importantes. Como un vikingo, por honor, no atacaría jamás a
un hombre desarmado – a un semejante vikingo, se entiende, otra cosa
eran cristianos y aquellos habitantes de los lugares donde saqueaban –,
prohibir que las mujeres llevasen armas era un medio de protección para
evitar que ningún hombre se sintiese tentado de lastimarlas de ninguna
manera. En el caso de que el daño o el ataque se produjese, el hombre
que lo había cometido era castigado y la deshonra le perseguía. No
obstante, bien es cierto que en una época tan dura como la Era Vikinga y
en una sociedad en la que las mujeres pasaban muchos veranos solas en
las granjas o acompañadas de niños, ancianos y esclavos cuando los
hombres se iban de expedición, todos y todas sin excepción sabían
defenderse con las armas; una cosa es que de forma habitual no pudiesen
llevarlas encima, y otra muy distinta que no las supiesen utilizar y que
no dudasen en hacerlo cuando fuese necesario para protegerse a ellas
mismas o a los suyos. Conceptos como el honor, el coraje, la fuerza y la
independencia eran cualidades altamente valoradas tanto en hombres como
en mujeres en la sociedad escandinava durante la Era Vikinga
Como podemos ir observando, al contrario
que en muchas sociedades coetáneas, las mujeres no eran consideradas un
mero o un simple objeto de placer, no eran vistas como simples paridoras
cuyo único cometido era el de ser perpetuadoras de la especie, si no
que éstas estaban enormemente respetadas por sus semejantes masculinos
en parte, precisamente, porque eran las madres de los futuros vikingos y
vikingas. Incluso en términos puramente sexuales, las mujeres gozaban
de respeto y libertad. La mujer en la sociedad vikinga era la que daba
la condición social de los hijos, esto es, de madre esclava, hijos
esclavos, y de madre libre, hijos libres, no siendo determinante la
condición social del padre más que en algunos casos puntuales. Además,
la categoría social y el estatus de un hombre podía basarse en la
categoría de la futura esposa y por ello conseguir riquezas, a base de
comercio o de expedición, para concertar un buen matrimonio era tan
importante. Los matrimonios sólo se producían entre familias o clanes de
similar condición económica, si uno quería casarse con la hija de un jarl o un rey, debía aportar una suma de dinero al contrato matrimonial equivalente a la que aportaría la esposa.
El cuerpo de las mujeres no era un bien
masculino y, de hecho, la violación de una mujer libre era uno de los
pocos motivos en los que los vikingos y su asamblea de gobierno
contemplaban la pena de muerte. Más allá aún, las crónicas árabes
andalusíes que hacen referencia a los vikingos nos hablan de una moral
sexual mucho más laxa de la que podríamos pensar, influidos por la
moralidad cristiana, pero no sólo para los hombres, de los que sabemos
tenían concubinas e, incluso, más de una esposa en ocasiones, sino
también para las mujeres quienes, como sabemos, podían pedir el divorcio
no sólo si el marido era impotente y no podía darles hijos
(algo sumamente importante para la sociedad escandinava) sino también
si el marido no las satisfacía .
Enlazado con esto, debemos matizar que la
poligamia estaba aceptada en algunos casos (debemos desechar de
nuestra mente todo concepto de amor y relación de pareja actual), sin
embargo, generalmente esta poligamia la practicaban los hombres con
concubinas esclavas que apenas tenían derechos, aunque existía ( según
los cronistas normandos ) el matrimonio more danico; un
matrimonio en el que el vikingo tenía más de una esposa y, si bien no
sabemos si se consideraba oficial o no, los hijos fruto de este
matrimonio sí eran reconocidos oficialmente e, incluso, tenían acceso a
la herencia y al trono.
Emparentado con el matrimonio, algo que
mucha gente no conoce de los vikingos es que en esta sociedad existía el
divorcio y que los matrimonios podían disolverse si no eran
satisfactorios por cualquiera de las dos partes implicadas. El único
requisito para poder divorciarse era solicitarlo en presencia de algunos
testigos, esto es, las mujeres podían exigir la separación del marido
y, más aún, generalmente eran ellas quienes lo hacían ya que, como
veremos, divorciarse llegaba a salirle muy caro a algunos hombres... Considerar un matrimonio insatisfactorio podía pasar por muchos motivos,
siendo los más comunes según sabemos la infertilidad, la impotencia,
los malos tratos o mala gestión económica de la granja, de hecho, los
malos tratos suponían un motivo de divorcio ipso facto. Una vez
casada, la mujer seguía perteneciendo a su clan de origen por lo que, si
se solicitaba el divorcio, la mujer vikinga estaba en su derecho de
solicitar de vuelta todo el monto que había aportado al matrimonio.
Cuando se acordaba una boda en la sociedad vikinga, cada parte aportaba
una suma al matrimonio: los vikingos el “mund” (o el precio de le novia) y las vikingas el “heimangerð”
(o la dote). Al divorciarse, las vikingas tenían el derecho de
recuperaban su dote y, además, si la culpa del divorcio era considerada
del marido, éstas podían exigir su parte también. Así, una vikinga
divorciada tenía suficiente independencia económica como para sobrevivir
y volverse a casar si así lo deseaba, aunque sabemos que las segundas
nupcias no fueron muy habituales. Las Sagas nos cuentan que el divorcio
llegaba a suponer la ruina de algunos hombres y que éstos habrían hecho
todo lo posible no separarse de sus mujeres.
Aunque hemos visto que, por lo general,
las mujeres no llevaban armas y no luchaban, debemos hacer honor a la
realidad (según las Sagas ) de la existencia de algunas mujeres
guerreras; las famosas escuderas o skjaldmö. Algunas
mujeres acompañaron a sus hombres en las incursiones o en las batallas,
como meras acompañantes, para atender heridos, preparar comidas,
resguardar los campamentos y demás tareas domésticas y, a veces también,
para luchar. En este último sentido encontramos la semilegendaria
figura de las skjaldmö, las doncellas escuderas vírgenes que peleaban junto a los guerreros en el ideario mitológico nórdico. Algunas skjaldmö
famosas fueron Lagertha o Freydís Eiríksdóttir, hija de Eirik el Rojo.
Sin embargo, a día de hoy las únicas referencias que tenemos de ellas
son en escritos como las Sagas o el Gesta Danorum de Saxo
Gramático, y no podemos sustentarnos en evidencias arqueológicas.
Lo que sí nos ha revelado la arqueología
hasta la fecha es que existieron mujeres de alto estatus a las que se
les prestaron grandes atenciones en el funeral, algo que podemos ver a
través del ajuar. Ser enterrada con tales bienes hace suponer a los
historiadores que también los disfrutaron en vida y un gran ejemplo de
ello es el conocido barco funerario de Oseberg,
uno de los hallazgos arqueológicos más fascinantes y fastuosos en
cuanto a contenido hallado en el ajuar funerario y que, precisamente, se
corresponde con un entierro de dos mujeres. Además, gracias a las
imágenes plasmadas en las piedras rúnicas podemos conocer aspectos tan
dispares como las vestimentas femeninas o algunas de sus ocupaciones,
como los telares y la costura.
Como nota curiosa y aunque ambos son
vikingos; parece ser que las mujeres de los varegos o de los rus ( los
escandinavos que se instalaron en el Este, en las zonas eslavas ),
estuvieron muy alejadas en cuanto a consideración y derechos en la
sociedad de las mujeres vikingas de los países escandinavos o de las
colonias en Inglaterra, Islandia y demás. ¿Qué pasó para que las vikingas dejasen de tener este estatus o esta condición?
La mujer vikinga fue perdiendo sus prerrogativas, esas que la hacían
característica y distinta a las mujeres de muchas sociedad medievales
coetáneas, conforme el cristianismo avanzó y penetró en la sociedad
escandinava, relegando el papel de la mujer e imponiendo la visión
cristiana de ésta, mucho más sumisa, recatada y apartada del ente
público. Curiosamente, los países escandinavos son actualmente los
principales promotores de los movimientos feministas.
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