A principios del siglo XVIII el
norte de Mesopotamia empezó a sufrir los ataques de los hurritas,
un pueblo que contaba con una nueva arma de guerra: el caballo.
Este animal era completamente desconocido en el mundo civilizado,
pero hacía ya tiempo que los indoeuropeos lo usaban como
alimento. Ahora los hurritas (aunque no eran indoeuropeos)
habían resuelto los problemas técnicos que
impedían usarlo como animal de tiro. Diseñaron
nuevos arneses, así como nuevos carros de dos ruedas,
más ligeros y maniobrables, consistentes en apenas una
plataforma para el auriga. Incluso las ruedas fueron
perfeccionadas, pues las nuevas eran anulares con radios en lugar
de macizas. Con los carros, las incursiones nómadas
multiplicaron su eficiencia. Podían desplazarse mucho
más rápidamente que un ejército de
infantería, que a lo sumo contaba con pesados carros
tirados por asnos para transportar la carga pesada. Podían
elegir los lugares más desprotegidos, atacar y huir con el
botín antes de que llegaran las defensas. No obstante, en
un primer momento estos pueblos carecían de la
organización y la amplitud de miras necesarias para ser
algo más que una lacra dolorosa. Por el momento, el rey
asirio Shamshi-Adad I seguía fortaleciendo su imperio y
sirvió de pantalla contra los ataques hurritas, pero la
llegada de una invasión seria era sólo
cuestión de tiempo.
En 1794 Rim-Sin, el rey de Larsa,
venció definitivamente a Isin y unió bajo su dominio
el sur de Mesopotamia. Dos años después, en 1792 subía al trono de Babilonia
el sexto rey de su I dinastía (instaurada con la
invasión amorrea). Se llamaba Hammurabi. Su
situación era delicada, pues su pequeña ciudad
estaba entre dos grandes potencias: Asiria al norte y Larsa al
sur. Sin embargo, Hammurabi era joven y los reyes Shamshi-Adad I y
Rim-Sin eran ya mayores. Hammurabi se sometió a
Shamshi-Adad I y, bajo su protección, arrebató a
Larsa las ciudades de Ur e Isin.
En 1790 murió el rey de
Egipto Amenemhat III. No se conocen bien las causas, pero el
Imperio Medio se desmoronó y el país se sumió
en la confusión. Los egipcios registran dos
dinastías que debieron de reinar simultáneamente: la
XIII dinastía gobernó el Alto Egipto desde
Tebas y la XIV dinastía gobernó el Bajo
Egipto desde Xois, en el centro del delta del Nilo.
En 1782 murió Shamshi-Adad
I, y bajo su sucesor el poder asirio declinó. Hammurabi
aprovechó para concentrar sus fuerzas contra Larsa. En 1762, tras un año de guerra,
aplastó a Rim-Sin y se hizo con el control de lo que
había sido Sumer. Después se dirigió hacia el
norte. En 1758 saqueó Mari,
en 1755 se apoderó de
Eshnunna y, tras unos años de resistencia, hacia 1754 Assur se hizo tributaria de
Babilonia. Su rey conservó el trono, con lo que la
dinastía fundada por Shamshi-Adad I no se vio interrumpida.
En 1750 la cultura cretense
inició un periodo de apogeo. Se construyeron grandes
palacios, construcciones complejas con salas de uso religioso, de
ceremonias y de banquetes. Había almacenes con reservas de
vino, aceite, grano, lana, metales, etc. Alrededor de los palacios
estaban los talleres de los artesanos metalúrgicos, de los
grabadores y los alfareros. Se conservan magníficas piezas
de cerámica y orfebrería. La influencia de Creta
sobre las islas del Egeo y el sur de Grecia debió de
reforzarse en esta época. Probablemente, fue este periodo
el que dio origen a la leyenda griega sobre un poderoso rey
cretense llamado Minos, al cual los atenienses
debían pagar anualmente un tributo humano para alimentar al
Minotauro, un monstruo, hijo de Minos, con cabeza de toro.
Ciertamente en Creta se celebraban rituales con toros.
Mientras tanto un grupo de pueblos indoeuropeos que se llamaban a
sí mismos Arios (nobles) comenzó a descender
sobre la India. Parece ser que la invasión se produjo
lentamente a lo largo de varios siglos, pero es posible que
hubiera una primera oleada especialmente violenta, ya que la
civilización del Indo, que ya contaba con más de
medio milenio de historia, se extinguió repentinamente. Se
ha constatado que uno de sus centros principales, la ciudad de
Mohenjo-Daro, fue víctima de una cruenta matanza.
La lengua
de los arios era el sánscrito. Eran pastores de
rebaños bovinos. Habían domesticado el caballo y
conocían el uso del arado. Tenían muchos dioses,
pero el principal era Idra, que les ordenaba la guerra
santa para dar muerte a los dasa (los aborígenes de
la India), que tuvieron que desplazarse hacia el sur. Las ciudades
fueron destruidas y sustituidas por pequeños poblados de
pastores.
Aún
más al este, en China, tras el largo periodo de la
dinastía Xia, se instauró la primera dinastía
de la que se tiene un auténtico conocimiento
histórico: la dinastía de los Chang. Su
capital estaba en la ciudad de Erlitou y dominaba una
buena parte del valle del río Amarillo. La
organización política era rudimentaria y no estuvo
exenta de tensiones y luchas con los vecinos. Durante el reinado
de los Chang se fijaron los rasgos específicos de la
antigua China: la escritura, el transporte mediante carros, la
fundición del bronce, y una organización
política estructurada en torno al rey y la capital.
Volviendo a Babilonia, Hammurabi murió en 1750, siendo rey de un territorio tan
extenso como el que había gobernado el acadio Naram-Sin
seis siglos atrás. El ascenso de Babilonia tuvo muchas
consecuencias en todos los ámbitos.
Desde su
fundación, el dios principal de Babilonia había sido
Marduk, totalmente desconocido fuera de su entorno
inmediato. Cuando los amorreos tomaron la ciudad, adoptaron
también a su dios y lo pusieron a la cabeza de su
panteón. El segundo dios en importancia fue Nabu,
que era el dios principal de una ciudad situada un poco más
al sur, llamada Borsippa. Las victorias de Hammurabi se
reflejaron en un ascenso análogo de Marduk en el cielo
mesopotámico. Al final de su reinado la epopeya de la
creación ya no era la misma que habían imaginado los
sumerios. Ahora el dios Anu ya no lograba vencer a la oscura
Tiamat, sino que retrocedía mientras Marduk (que, por
cierto, resultó ser hijo de Ea) se enfrentaba sin temor a
la diosa del caos y la mataba. Así, Mesopotamia se
enteró de que en realidad fue Marduk el heroico dios que
creó el Universo y, por consiguiente, su legítimo
gobernante. Nabu acabó siendo hijo de Marduk, con la
notoriedad que ello conllevaba. No obstante, esto no era
así en Assur, cuyos habitantes se aferraron al culto del
dios Assur, que daba nombre a la ciudad.
Al igual que ya habían hecho muchos reyes anteriores,
Hammurabi puso por escrito las leyes de su reino. El llamado código
de
Hammurabi es el sistema de leyes más antiguo que
conocemos en su integridad. Fue inscrito en una estela de diorita
de casi tres metros de altura. En lo alto hay una imagen de
Hammurabi arrodillado ante Shamash, el dios del Sol, que al
parecer fue quien le dictó el código. En una fina
escritura cuneiforme, la estela contiene las casi trescientas
leyes de que constaba el código, indudablemente basadas en
las legislaciones precedentes. La estela estaba situada en el
templo de Shamash de la ciudad de Sippar, al norte de Babilonia.
Podía ser consultada por cualquiera (que supiera leer), lo
que garantizaba en cierto modo la objetividad de la justicia.
La ley dividía a los hombres en tres categorías:
nobles, campesinos y esclavos. Las diferencias de clase
están cuidadosamente estipuladas: era mayor la pena por
dañar a un noble que a un campesino, y ésta era a su
vez mayor que la pena por dañar a un esclavo. Por otra
parte, un noble debía sufrir un castigo mayor que un
campesino por el mismo delito. Los esclavos eran marcados en la
frente, y estaba prohibido ocultar la marca. Había
métodos por los que los esclavos podían comprar su
libertad, así como leyes que los protegían de un
trato abusivo. El código de Hammurabi tiene un pronunciado
carácter comercial: considera los contratos como
compromisos sagrados, da leyes sobre la posesión, venta y
transferencia de bienes, regula el comercio, los beneficios y los
alquileres, prohíbe el engaño en el peso, los
artículos de mala calidad y los fraudes en general.
También regula el matrimonio, el divorcio y la
adopción. El marido podía divorciarse a voluntad,
pero debía restituir la dote a la esposa. Las mujeres y los
niños gozaban de protección legal. Se legislaba
incluso sobre los delitos pasionales. Los hombres eran
responsables de los diques y canales. Si por negligencia se
producía una inundación, el culpable debía
pagar fuertes multas. En cuanto a las penas, la más
frecuente era la mutilación: Si un hombre golpeaba a su
padre, se le cortaba la mano, si un carpintero construía
una casa, ésta se derrumbaba y moría el inquilino,
el carpintero debía morir, pero había atenuantes por
accidente. Se regulaba la profesión médica, su
ética y sus honorarios. Un cirujano inexperto podía
perder la mano.
A la vista de este código, podemos afirmar que la moral de
los babilonios (y, probablemente la de los mesopotámicos en
general) era muy similar a la moral moderna, con las diferencias
obvias (esclavitud, rigor en las penas, etc.) Durante mucho tiempo
ha existido una falsa imagen de perversión en las culturas
paganas motivadas por las difamaciones de la Biblia. En realidad,
la única diferencia notoria entre la moral
babilónica y la judía parece ser el exacerbado
puritanismo de ésta en determinadas materias .
Hammurabi estableció una compleja y eficiente red
administrativa que él mismo supervisaba. Bajo su reinado el
acadio se convirtió en una lengua literaria, si bien el
sumerio continuó siendo una lengua culta.
En 1749, tras la muerte de Hammurabi,
ocupó el trono su hijo Samsuiluna, que
conservó bastante bien su herencia. El acoso de los
hurritas era por entonces mucho más intenso. En 1720 Samsuiluna consiguió
rechazar una oleada hurrita que arrasó Canaán, bien
provista de carros, arcos y flechas. La horda no se detuvo, sino
que siguió hacia el sur, engrosada con cananeos, y
llegó hasta Egipto. Por aquel entonces, Egipto estaba
desmembrado y débil, por lo que no pudo oponer ninguna
resistencia. Los egipcios llamaron hicsos a los invasores
(que, al parecer, significa "extranjeros") y contaron a sus reyes
en las dinastías XV y XVI. No sabemos gran cosa de
los hicsos, pues los egipcios los odiaron profundamente y no
escribieron nada sobre ellos, salvo algunos pasajes difamatorios.
Los hicsos formaron un imperio que comprendía el Bajo
Egipto y Canaán. Su capital estuvo en Tanis, sobre
la rama más oriental del Nilo en el delta. Al parecer, el
delito de los hicsos a ojos de los egipcios (aparte del hecho de
que eran extranjeros y su invasión había herido el
orgullo nacional) fue que no adoptaron los dioses y el culto
nativo. Egipto era un pueblo firmemente arraigado a su
tradición y no podía concebir otra forma de vida
decente que no fuera la suya. Acusaron a sus conquistadores de
ateos y crueles y nunca dejaron de mostrarse hostiles con ellos.
El imperio hicso tenía su capital en Egipto, pero su fuerza
estaba en Canaán, donde fueron bien aceptados. Los hicsos
no extendieron su dominio sobre el Alto Egipto, pero lo dejaron
sumido en un estado de caos del que tardaría en
recuperarse.
Mientras tanto, los hititas, que tiempo atrás
habían ocupado Anatolia, empezaban a dar muestras de
organización. El primer rey del que tenemos noticia se
llama Anitta, rey de Kussara, que emprendió
un proceso de conquista y unificación del territorio. Hacia
1700 dominaba la mitad de la
península. Los hititas adoptaron la escritura cuneiforme y
la adaptaron a su lengua indoeuropea. Mientras tanto, los
nómadas de los montes Zagros, llamados ahora casitas,
aprendieron la técnica del carro y el caballo e iniciaron
un proceso de incursiones sobre el Imperio Babilónico.
Por estas fechas un terremoto sembró la destrucción
en la isla de Creta, que perdió temporalmente su
hegemonía en el Mediterráneo. Es posible que los
griegos aprovecharan la situación para infligir una derrota
a los cretenses. Tal vez esto diera pie a la leyenda sobre Teseo,
el príncipe ateniense que mató al Minotauro y
liberó a su ciudad del tributo que debía pagar al
rey Minos de Creta.
Hacia 1645 la ciudad de Tebas
estaba recuperada de los estragos de los hicsos. El dios principal
de la ciudad era Amón, y sus sacerdotes lograron
restablecer el orden y eligieron entre ellos un rey, el primero de
la XVII dinastía, que coexistió con la XVI
dinastía hicsa. Los reyes tebanos se consideraban los reyes
legítimos de todo Egipto, si bien en la práctica
sólo dominaban la ciudad y sus alrededores.
Hacia 1640 el rey Hattusil I
de Kussara logró dominar a los hititas del oeste de
Anatolia y a los hurritas del norte de Siria, formando así
un reino poderoso con capital en Hattusa. Con el tiempo,
la capital se convertiría en un importante centro cultural.
En 1610 Hattusil I fue sucedido
por su nieto Mursil I,
que reafirmó su poder en la región y puso su mirada
en Babilonia. De este modo, Babilonia se vio enfrentada
simultáneamente a los hititas al noroeste, a los hurritas
al norte y a los casitas al este. El fin estaba cerca.
https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/IImilenio_B.htm
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