lunes, 8 de junio de 2015

LOS REINOS DE TAIFAS Y LAS DINASTIAS BEREBERES



Con la caída de la dinastía omeya, al-Andalus se convirtió en un conglomerado de ciudades-estado. Las diferentes familias árabes y beréberes se hicieron fuertes en diversos puntos de la geografía andalusí, adoptando posturas de independencia. No existían unas fronteras fijas, muchas de las ciudades cambiaron de dueño con frecuencia y, según el cronista Inan, podían reconocerse unos veinte reinos, aunque resulta prácticamente imposible determinarlo con precisión.
Surgieron líderes que aspiraban al poder en un determinado reino, luchando entre sí o buscando alianzas con musulmanes o cristianos, llegando a convertirse en simples tributarios de otros reinos mediante el pago de parias.
La palabra árabe ta'ifah significa 'tribu'. Los reyes de taifas dieron pruebas de una cierta mentalidad tribal, haciendo valer un individualismo basado en fidelidades de tribu en lugar de un sentimiento nacional apoyado en la lengua, la cultura o la religión. Cada rey se consideraba a sí mismo legítimo gobernante, adoptando títulos pseudocalifales, llevando sobrenombres honoríficos y transmitiendo el poder mediante herencia. A ello se unía el mantenimiento de cortes suntuosas, en las que no faltaba una intensa vida cultural, y la existencia de ejércitos propios, formados en buena medida por mercenarios.
Arquerías del Palacio de la Aljafería. Zaragoza.
Los amiríes, que tuvieron las riendas del poder en la última época califal, se constituyeron en destacados reyes de taifas. Diezmados en gran parte durante la sublevación de Córdoba del año 1009, establecieron principados en la costa este de al-Andalus y en las islas Baleares. Su existencia fue siempre precaria, en continua lucha con sus vecinos.
Destaca entre los clientes amiríes Jayran (muerto en 1029), quien, forzado a abandonar Córdoba en el 1009, tomó Orihuela, Murcia y Almería; su hermano Zuhayr (muerto en 1038), que extendió los dominios desde Almería sobre Játiva, Baeza, hasta cerca de Toledo y Córdoba; Muchaid (muerto en 1045), señor de Denia y las Baleares, que extendió temporalmente su poder sobre parte de Cerdeña; Abd al-Aziz, señor de Valencia, ciudad que cambió de manos repetidas veces.
Las dinastías árabes comenzaron a perder su influencia en los asuntos de al-Andalus ya en tiempos del reinado de Abd al-Rahman III, alcanzando su más baja cota a principios del siglo XI. Algunas familias pudieron alcanzar y mantener el poder en diversos puntos. Deben ser mencionados los Chahwar de Córdoba (1031-1069), los Abbadíes de Sevilla (1023-1091) y los Hud de Zaragoza (1040-1142).
El fundador de la cordobesa dinastía Chahwar, Abu Hazm (muerto en 1031), intervino directamente en la entronización y derrocamiento del último califa, Hisham III. Pertenecía a una antigua familia, llegada a al-Andalus en el siglo VIII. Le siguió su hijo Muhammad (muerto en 1058) quien, siguiendo la política paterna, evitó los enfrentamientos con sus vecinos, dedicándose a buscar el equilibrio político en Córdoba. El último miembro de la dinastía, Abd al-Malik (muerto en 1069), cambió las directrices de esta política: se ganó las antipatías de los jefes locales y fue presa fácil de los abbadíes de Sevilla, que se anexionaron la ciudad en el 1069.
La taifa Abbadí de Sevilla fue una de las más poderosas. Partiendo de aquella base, logró llenar el vacío político de Córdoba, extendiéndose en todas direcciones. Familia de ascendencia yemení, su primer miembro llegó a al-Andalus en torno al 740, gozando de posición prominente en Sevilla desde el califato de al-Hakam II.
El fundador de la dinastía, Muhammad (muerto en 1042), logró formar un estado autónomo basado en un potente ejército de voluntarios árabes, beréberes y cristianos. Su hijo al-Mutadid (muerto en 1068), gran animador de la vida cultural sevillana, amplió sus dominios sobre Niebla, Carmona, Algeciras, Huelva y Ronda, entre otras ciudades, y combinó la represión brutal con la astucia política. El último miembro de la dinastía Abbadí, al- Mutamid (muerto en 1091), es famoso por su labor poética. Llevó a cabo una política expansionista, tomando Córdoba, Jaén y Murcia. Fue el gobernante musulmán más poderoso de al-Andalus en su tiempo, aunque finalmente habría de pagar tributo a Alfonso VI.
Castillo de Jaén.
Sulayiman (muerto en 1046), fundador de la dinastía Hud de Zaragoza, arrebató esta comarca a los descendientes de los Tuchibíes, dinastía árabe establecida a finales del siglo IX. Sus sucesores hubieron de soportar la presión militar de los cristianos aragoneses, aunque alguno de ellos logró importantes éxitos, como Ahmad I (muerto en 1082) que conquistó Denia. En 1118 Alfonso I ocupó la capital, Zaragoza, quedando la taifa dividida en tres áreas de influencia: la cristiana, la de los Hud gobernados por Ahmad III (muerto en 1142) y la almorávide.
Los principados beréberes más importantes fueron tres: el de los Dhu-l-Nun de Toledo (1016-1085), el de los al-Aftas de Badajoz (1022-1094) y el de los Ziríes de Granada (1010-1090). Los Dhu-l-Nun eran beréberes llegados durante el período amirí del califato. Los toledanos ofrecieron el poder a Ismail, el fundador de la dinastía, hacia el 1016. Su sucesor Yahya (muerto en 1075) reinó con prosperidad, manteniéndose en el poder mediante alianzas alternativas con cristianos y sevillanos. Tras diversas vicisitudes, la taifa desapareció conquistada por Alfonso VI en 1085.
El reino de Badajoz, ubicado entre los de Toledo al este y Sevilla al sur, contaba con ciudades importantes, como Mérida, Lisboa o Coimbra. El período de esplendor lo constituye el gobierno de Muhammad (1045-1068), siendo su corte un centro cultural de primer orden. Tras su muerte, el reino se debilitó debido a las luchas que enfrentaron a sus hijos pretendientes al trono, lo que les hizo depender de sus vecinos. Fueron los almorávides, en 1094, quienes terminaron con el reinado de Umar, el victorioso hijo de Muhammad, quien previamente había pedido ayuda sin éxito a Alfonso VI.

Murallas de la Alcazaba de Badajoz.
El fundador de la dinastía Zirí de Granada, Zawi Ibn Ziri (muerto en 1018), tuvo un importante papel en los asuntos de al-Andalus durante la época de los amiríes. Zawi gobernó en Elvira y su sobrino Habus (muerto en 1037), Jaén. Los territorios de este último incluyeron Granada, Cabra, Málaga, Ecija y parte de la provincia de Córdoba.
El poderío Zirí en la taifa de Granada alcanzó su apogeo bajo Badis (1037-1073), a cuya muerte las luchas internas debilitaron el reino. La independencia finalizó con la llegada de los almorávides: el último rey granadino, Abd Allah (muerto en 1090), reclamó su auxilio para hacer frente a la presión ejercida por Alfonso VI, quien había impuesto una fuerte paria en concepto de protección.

Las Dinastias Bereberes


En las décadas finales del siglo XI irrumpió en al-Andalus, procedente del norte de África, una corriente renovadora en lo religioso y políticamente unificadora. Poco tiempo antes, hacia el 1040, un erudito religioso, Abd Allah Ibn Yasin, se había convertido en el jefe espiritual de la tribu beréber de los Lamtunah. Ibn Yasin estableció un ribat o período de retiro para sus seguidores, de donde proviene el nombre al-Murabitun, 'almorávides' en español. El continuador de su obra, Yahya Ibn Umar (muerto en 1056), asceta y celoso guerrero, logró aunar a las tribus beréberes e iniciar una política expansionista en el Magreb terminada por Yusuf Ibn Tashfin (muerto en 1106) para el año 1075.
La creciente presión de los reyes cristianos hispánicos sobre las taifas andalusíes puso a éstas ante la disyuntiva de ser conquistadas o solicitar el apoyo del poder almorávide formado en África. Tal vez en el 1079, año en el que Alfonso VI declaró la guerra a Sevilla, debamos fechar la primera comunicación entre los musulmanes hispánicos con Ibn Tashfin. En 1082 varios reyes de taifas enviaron una delegación de qadíes a Fez.
En 1086 el ejército almorávide atravesó el estrecho, desembarcando en Algeciras. Ese mismo año, en el mes de octubre, se produjo la derrota de Alfonso VI en Zalaqa (Sagrajas, al norte de Badajoz), gran victoria para los musulmanes que no contribuyó a medio plazo sino a elevar la moral de los reinos taifas, pues en 1087 Alfonso volvió a penetrar profundamente en territorio islámico.
En 1090 Ibn Tashfin volvió a desembarcar en al-Andalus como libertador, pero se encontró con el recelo de numerosos reyes taifas, más tendentes a llegar a un acuerdo con los cristianos que a arriesgarse a perder su independencia a manos de los almorávides. Aprovechando su debilidad y las desavenencias internas, el monarca bereber fue apoderándose de todas las taifas y, entre los años 1090 y 1045, al-Andalus se convirtió en una provincia almorávide gobernada desde Marrakesh.
Ibn Tashfin y su sucesor Alí (1106-1143) realizaron una labor de reestructuración del territorio. Se nombraron jefes militares, a menudo familiares regios, para las ciudades principales, y éstos mantuvieron a raya a los cristianos. Colaboraron con los eruditos religiosos en la regeneración espiritual, llevando a cabo una labor represiva religiosa y cultural.
La figura de Alfonso I el Batallador (1104-1134) romperá el equilibrio de fuerzas alcanzado entre musulmanes y cristianos, poniendo de relieve la vulnerabilidad de las defensas islámicas, al mismo tiempo que los almorávides eran amenazados por el naciente movimiento almohade en sus dominios norteafricanos.
El hijo de Ali, Tashfin (1143-1145), hubo de enfrentarse a la creciente amenaza almohade en el Magreb, a las revueltas internas en al-Andalus y a las incursiones cristianas. A la larga, se puso de manifiesto que la dominación almorávide no resultaba más efectiva que los reinos de taifas, multiplicándose las revueltas en el Algarve, Niebla, Santarem, Jerez de la Frontera, la costa este, Cádiz, Badajoz y otros lugares.
De nuevo un movimiento religioso de renovación vino a preservar a al-Andalus de sus dificultades internas y de la amenaza cristiana. Los almohades, que dominarán el Magreb aproximadamente entre 1121 y 1269, tenían en común con los almorávides su origen beréber y su fuerte conciencia religiosa.
El fundador del movimiento almohade, Muhammad Ibn Tumart (1121-1130), se formó intelectualmente en la Córdoba almorávide. Educado como jurista y teólogo dentro de una rígida ortodoxia en oriente, predicó por el norte de África la doctrina de la unidad de Dios, Muwahidun, concepto de donde deriva la palabra almohade, ejerciendo el papel de líder espiritual y secular. Desde 1122 se encuentra abiertamente enfrentado a los almorávides, oposición que terminará en victoria con la toma de Marrakesh por Abd al-Mumin en 1147.
Los almohades efectuaron en al-Andalus un proceso de conquista similar al que habían realizado los almorávides. Acudiendo en auxilio de diversos lugares frente al empuje cristiano, dominaban Sevilla en 1147, Córdoba en 1149, Granada y otras ciudades; en 1157 cayó en su poder Almería, siendo seguida por Baeza, Jaén, Úbeda y otras. Sin embargo, su situación fue precaria hasta su desembarco en Gibraltar en 1161, iniciando la ofensiva. En 1163, año en el que asciende al poder Yusuf I (m. 1184), el territorio abarcaba todo el norte de África, desde Egipto hasta el Atlántico, incluido al-Andalus.

                              
La Giralda. Sevilla.
Yusuf I, rodeado de letrados y filósofos, entre los que se encontró Averroes, prestó especial atención a la consolidación de su imperio, reestructurando la administración mediante el empleo de hombres capaces en todos los niveles: chambelanes, visires, jueces y secretarios. Sin embargo, nunca llegó a consolidar la paz en el territorio musulmán peninsular y, mucho menos, a una paz permanente con los reinos cristianos vecinos. El acoso de Portugal, Castilla y León obligó a Yusuf a preparar un ejército en 1184, pero su muerte dejó a al-Andalus en difícil situación.
Yaqub (1184-1199) comenzó su mandato endureciendo las normas morales, acordes con una rígida administración de la justicia. Hasta el año 1188, hubo de reprimir la piratería llevada a cabo por los Banu Ganiyah de Mallorca, quienes habían gobernado las Baleares en nombre de los almorávides desde los tiempos de Ibn Tashfin. Mientras tanto, la situación en al-Andalus se deterioraba.
Con el fin de hacer frente a los castellano-leoneses, Yaqub reunió un imponente ejército en 1191, reconquistando además otros lugares ocupados por el rey de Portugal. En 1195 respondió al ataque de Alfonso VIII contra Sevilla, venciéndole en Alarcos, al norte de Córdoba, desde donde siguió hacia el norte. Una revuelta en Marrakesh obligó a Yusuf a retroceder.
Los almohades no pudieron mantener largo tiempo su imperio. La progresiva desaparición del factor de cohesión inicial, el celo religioso, unido a las fuerzas sociales centrífugas internas y al debilitamiento del poder central de los gobernantes que sucedieron a Yaqub, provocaron la fragmentación del imperio. Esto afectó a al-Andalus, en un momento en que los reinos cristianos hispánicos se fortalecían. Alfonso VIII avanzó considerablemente en territorio musulmán y un ejército que combinaba fuerzas de León, Castilla, Navarra y Aragón asestó un golpe definitivo al Islam en la batalla de las Navas, en 1212.


Monumento a la Batalla de las Navas de Tolosa. Las Navas. Jaén.
El reinado de Yusuf II (1213-1223), que sólo gobernó nominalmente, fue testigo del derrumbamiento del poder almohade, tanto en el Magreb como en al-Andalus. La agudización de las desavenencias internas y la presión exterior posibilitaron la aparición de los segundos reinos de taifas. El más importante del nuevo grupo de gobernantes independientes fue Muhammad Ibn Yusuf Ibn Hud (muerto en 1237), descendiente de los Hud de Zaragoza.
Muhammad Ibn Hud tomó Murcia en 1228 y posteriormente extendió su dominio a Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Ceuta y Algeciras.
El poderío de Muhammad Ibn Hud duró poco tiempo, estando constantemente amenazado por los reinos de Castilla y Aragón. En 1236 Córdoba cayó en manos de Fernando III y, tras la muerte de Ibn Hud, la totalidad de al-Andalus fue presa fácil. Los castellanos tomaron Jaén y Arjona en 1246, Sevilla en 1248 y otras importantes ciudades. Los aragoneses, regidos por Jaime I, conquistaron las Baleares entre 1229 y 1237, Valencia en 1238, Denia en 1244, Játiva en 1246 y otros lugares. Los portugueses tomaron Silves en 1242, Santarem y el resto del Algarve en 1250. Sólo el reino de Granada de Ibn Nasr quedó como independiente, aunque tributario del de Castilla.
Las dinastías beréberes carecieron de un fuerte gobierno que perdurase y no lograron alcanzar de forma sólida una cohesión socio-religiosa. Además, su tribalismo resultaba patente en momentos de debilidad del gobierno central, lo que, unido a los enfrentamientos étnicos con los grupos árabes, completa el cuadro de los factores sociales de disgregación interna.


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     http://www.enciclonet.com/articulo/espanna-historia-de-711-1492/





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