miércoles, 8 de julio de 2015

VALDISMO....LA POBREZA Y LA PREDICACIÓN....



  Movimiento religioso de tipo cristiano cuyos puntos fundamentales eran la importancia suprema de la pobreza y la predicación, el rechazo de la validez de los sacramentos administrados por sacerdotes indignos, un pacifismo radical y la desobediencia a los preceptos de la Iglesia que no tuvieran base en la Escritura y especialmente en el Evangelio.
Movimiento heterodoxo del cristianismo, cuyo principal foco de acción estuvo centrado en el sur de Francia y noroeste de Italia. Al albor del siglo XII, debido al distanciamiento entre el pueblo y la iglesia institucional católica, especialmente resquebrajado tras la Querella de las Investiduras, la Europa de la Plena Edad Media conoció la presencia de fenómenos que, con una gran carga de conciencia religiosa, propugnaban una mayor flexibilidad en lo espiritual, preconizando la llegada del espíritu reformista de las órdenes mendicantes. Uno de esos movimientos fue el valdismo, cuyos seguidores fueron llamaron valdenses por el nombre del primero de sus predicadores y verdadero organizador del movimiento: el comerciante lyonés Pedro Valdo.

Origen y doctrina valdense

Como bien han señalado algunos historiadores, la historia del fundador del movimiento valdense guarda hondas reminiscencias con una figura posterior, la de San Francisco de Asís, que sería de vital importancia en el devenir de la religiosidad occidental. Ciertamente, Pedro Valdo (o Pedro Valdés, según otras fuentes) fue un rico comerciante de la ciudad de Lyon que, tras escuchar a un juglar la historia de la vida de San Alejo, abandonó todas sus riquezas y su vida material para dedicarse a cumplir el precepto evangélico: "Si quieres ser perfecto ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres". (Mitre, op. cit., p. 117). Dicha repentina conversión ha sido fechada en el año 1173; desde entonces, Pedro Valdo se dedicó a formar una congregación espiritual de laicos que tenían como principal misión evangelizar a los pobres y que orientaron su vida hacia la más absoluta de las pobrezas, en consonancia con las predicaciones que la orden cisterciense había hecho algunos años atrás para concienciar a los ricos de la existencia de otros congéneres necesitados. Quizá el éxito obtenido por Valdo se deba a que supo conectar con el despertar religioso de un incipiente grupo social, la burguesía urbana, que se encontraba en franco desarrollo en la Plena Edad Media. Para llevar a cabo sus prédicas, Pedro Valdo y sus discípulos no dudaron en traducir algunos pasajes de la Biblia a lengua vulgar, utilizando para la evangelización tanto a hombres como a mujeres que no siempre contaban con una gran preparación letrada, pero cuya vida austera y su facilidad para conectar con el auditorio deparó el apoyo de grandes masas de población a la congregación valdense. El ideal de pobreza y la vida religiosa encontraron muchas almas afines entre la población del sur de Francia. Los valdenses, huyendo de los opulentos ritos y liturgias de la iglesia ortodoxa, celebraban sencillas reuniones en las que todos los fieles, bajo la guía de los presbíteros (generalmente, los más ancianos), leían la Sagrada Escritura para finalizar con una oración y un sermón de los miembros de la congregación (llamados Perfectos, pero a los que no hay que confundir con los de la Iglesia cátara).

El enfrentamiento con la autoridad

Debido, entre otras cosas, a estos dos asuntos mencionados, los valdenses entraron en conflicto con la jerarquía eclesiástica, que se atribuía la potestad de la evangelización y que propugnaba que, pese a reconocer la ortodoxia de Valdo y sus seguidores, ninguno de sus ministros podía equipararse en conocimientos con los suyos. Valdo apeló tal decisión en el marco del III Concilio de Letrán (1179), donde fue recibido con grandes honores por el pontífice Alejandro III; sin embargo, el papa prohibió a los valdenses efectuar sus predicaciones sin la correspondiente autorización del obispo. Desde este preciso momento, los diversos enfrentamientos se sucedieron entre valdenses y autoridad eclesiástica y acabaron por la nominación oficial de herejes a los primeros, acción efectuada por el pontífice Lucio III en el año 1184. Realmente, los anatemas lanzados contra los valdenses respondían a una división efectuada dentro de ellos mismos, pues a la pureza de sentimientos de su fundador y los primeros miembros (el grupo moderado) había sucedido un grupo más radical que, influido por corrientes maniqueas y por movimientos como el de la Pataria, habían comenzado a preocuparse de otras asuntos, tales como cuestionar la autoridad del Papa, el valor de las indulgencias, los sacramentos o las oraciones... Es decir, el sentimiento religioso se había convertido en factor de protesta social, pese a que Pedro Valdo nunca se planteó nada que no fuese espiritual.

Extensión e influencia del valdismo

En los años siguientes a la anatematización pontificia, la extensión de los predicadores valdenses alcanzó gran parte de las ciudades del norte de Italia, donde eran llamados humiliati y donde sus postulados radicales continuaron vigentes hasta bien entrado el siglo XIII. El otro foco de expansión del valdismo fue la corona de Aragón, donde el rey Pedro II los reprimió con severidad, llevando a algunos de ellos a la hoguera. Mas la llegada al solio de San Pedro de Inocencio III, provocó nuevos cambios en la lucha contra estos; efectivamente, el pontífice se propuso intentar que volviese a la obediencia ortodoxa la rama moderada del valdismo, hecho que logró con la "re-conversión" de uno de los principales predicadores valdenses: el hispano Durán de Huesca (1206). Con el fin de que los célibes laicos pudiesen seguir con una vida de pobreza, castidad y oración, Inocencio III aprobó su conversión en una especie de órdenes menores que, posteriormente, serían absorbidas por la fuerza de franciscanos y dominicos. La resistencia de los valdenses radicales fue difícil, pese a que aún siguieron existiendo comunidades importantes a lo largo del siglo XIII, especialmente en el norte de Italia. Sin embargo, no hay que olvidar que el valdismo había nacido en el seno de la propia iglesia católica y que únicamente postulaba una vía de pureza religiosa, una especie de "reforma" para la vuelta a las condiciones espirituales del cristianismo primitivo. Y, por lo que respecta a las autoridades, en pleno siglo XIII se encontraban totalmente inmersos en la batalla contra el catarismo, una verdadera herejía al plantear una "contra-iglesia" a la ya existente. La coincidencia entre los lugares de irrupción de valdismo y catarismo (ambos en el Midi francés) ha hecho sospechar a numerosos historiadores la existencia de vínculos entre ambas concepciones, no tanto intelectuales como personales; ello significa que, posiblemente, los valdenses radicales del sur de Francia pasasen a engrosar las filas cátaras. También se encuentran reminiscencias valdenses en pensadores como Jan Hus, puesto que en Italia, Bohemia y Alemania las comunidades valdenses sobrevivieron hasta los siglos XIV y XV, llegando a existir incluso predicadores itinerantes para no perder la fuerza de su doctrina. Posiblemente, muchos de estos grupos fueran parte de la base popular sobre la que se asentó la Reforma luterana del siglo XVI.

Bibliografía

  • MITRE, E. & GRANDA, C.- Las grandes herejías de la Europa cristiana. (Madrid, Istmo)
      http://www.enciclonet.com/articulo/valdismo/


lunes, 6 de julio de 2015

BATALLA DE LEUCTRA... TEBAS DERROTA A ESPARTA,LA HEGEMONIA TEBANA




Tebas era la ciudad más importante de la Beocia (región al norte del Ática y al sur de la Tesalia, en el centro de la Grecia continental). Desde los tiempos legendarios, Tebas había aspirado a mantener su hegemonía sobre sus vecinos, con resultados irregulares.


 
Mapa de Grecia durante el apogeo tebano
Cuando el Gran Rey persa Jerjes invadió Grecia, Tebas se alió con él y se convirtió, de facto, en la capital de la Grecia ocupada. Hasta que una coalición de griegos, liderada por atenienses y espartanos, les inflije una severa derrota en Platea (479 adC), ciudad al sur de la Beocia.
La derrota de los persas dejará a Grecia bajo el dominio de dos potencias que pronto empezarán a mirarse entre sí con hostilidad, Atenas y Esparta. Tebas jugará a las alianzas con uno y con otro intentando así asegurar lo que perdió tras la batalla de Platea, su dominio sobre la Beocia.
Platea se convierte apartir de entonces en el principal problema de la política exterior tebana. Aliada con Atenas, Platea pasa a ser una potencia de mediana importancia en la Beocia y pugnará con Tebas por el dominio de la provincia.
Pero esta situación durará tanto como el predominio de Atenas. Y así, durante las Guerras del Peloponeso, Esparta, destruirá la ciudad de Platea (373 adC), por petición tebana. Apartir de ahí Tebas, indiscutible dueña de la Beocia, iniciará su ascenso.
De las Guerras del Peloponeso salió Esparta fortalecida como potencia dominante de Grecia, una vez el poderío ateniense había sido destruido por los siracusanos y los espartanos. Sin embargo, era Esparta un gigante con pies de barro. Su brutal sistema social le exponía constantemente a las revueltas internas (que se sucederán constantemente). Y su sistema oligárquico le dará una importancia excesiva a un reducido número de ciudadanos-soldados, exponiendo el país entero a una catástrofe en caso de una derrota militar.
                                       
Así sucederá en la batalla de Leuctra (371 adC), cuando los tebanos aniquilarán a la flor y nata del ejército espartano, víctimas de una concepción de la guerra más anticuada y rígida que los tebanos. Desde este año, Tebas se convertirá en la potencia hegemónica de Grecia y, para asentar su dominio lanzará sendas campañas al norte (para poner freno al crecimiento de Tesalia) y al sur (para liberar a los arcadios y mesenos del dominio de Esparta).
Ambas campañas resultaron victoriosas. De Tesalia, los soldados tebanos se trajeron como prisionero a un joven que la historia conocería posteriormente como Filipo de Macedonia. En el Peloponeso los tebanos se entraron hasta la cocina y se plantaron, para su sorpresa, ante la legendaria Esparta.


Desde los tiempos legendarios, ningún ejército en armas había alcanzado jamás a Esparta. De hecho, la ciudad lacedemonia ni si quiera tenía murallas ¿para qué las necesitaba?
Todos los griegos se sorprendieron de la hazaña y de la osadía tebana, incluso los mismos tebanos que, desde que entraron en la tierra de los espartanos, actuaron con mucha mayor prudencia de la habitual en ellos. De hecho, todo parece indicar que si hubieran aceptado la realidad, que Esparta se encontraba de rodillas, podrían haberle dado el golpe de gracia.
No lo hicieron sin embargo, no se atrevieron, y después de devastar el territorio y asaltar algunas ciudades menores, abandonaron la Lacedemonia dándole a sus enemigos el tiempo que necesitaban tanto como el vivir.
Sin embargo, tras esta expedición quedó asentada la hegemonía tebana sobre toda Grecia, y ni si quiera la alianza entre Atenas y Esparta pudo evitarlo. Sin embargo, duraría poco.
Tan solo nueve años después, una coalición de pueblos del Peloponeso y del Ática será nuevamente derrotada por los tebanos en Mantinea (362 adC), en esa batalla, morirán los mejores líderes tebanos (incluido Epaminondas) y Esparta perderá lo que le quedaba. Era el momento más adecuado para la entrada de una nueva potencia en escena, y esa nueva potencia llegó del norte.
El debilitamiento de Tesalia había beneficiado a los macedonios de la misma manera que la destrucción de Platea había hecho con Tebas. Y el antiguo prisionero, Filipo de Macedonia, llegará con un ejército ante el cual ningún griego oponerse.
Apartir de Filipo de Macedonia, ninguna de las antiguas ciudades recuperará jamás su poder. Y apartir de su hijo, Alejandro Magno, el poder de los helenos se trasladará a reinos como Egipto, Macedonia o el Imperio Seleucida.



 Una de las medidas que habían apoyado los espartanos en la firma de la paz de Antálcidas había sido la de la disolución de todas las ligas, lo que afectaba especialmente a la confederación beocia que, si bien desde mediados del siglo V se había mostrado fundamentalmente contraria al imperio ateniense, después de la guerra del Peloponeso había pasado a participar en las coaliciones antiespartanas. En tales circunstancias, los espartanos aprovecharon la protección del rey para tomar represalias contra aquellas ciudades que, aun considerándose sus aliadas, no habían actuado en consecuencia. Así, entre 385 y 379, los espartanos disolvieron la polis de Mantinea y obligaron a su población a dispersarse. Con ello, comenta Jenofonte, se alegraron los oligarcas, pues estaban así más cerca de sus propiedades y se liberaban de la acción política de los demagogos. Igualmente actuaron contra la ciudad de Fliunte en favor de los exiliados oligarcas. Las represalias eran al mismo tiempo un modo de intervenir en los asuntos de la ciudad para orientar en un sentido oligárquico su organización interna. La intervención más importante fue la que se planeó en la confederación Calcídica, para evitar su expansión a costa de la independencia de algunas ciudades de la zona, en concreto de Acanto y Apolonia.
Las tropas que se dirigían a la península Calcídica, en una expedición lejana que volvía a alterar los presupuestos militares de la organización social espartana, se encontraron en el camino con la posibilidad de intervenir en Tebas, en favor de Leontiadas frente al grupo encabezado por Ismenias, favorable a la alianza con Atenas. Los espartanos ocuparon la Cadmea, la acrópolis de la ciudad de Tebas, y llevaron a cabo una feroz represión contra el grupo derrotado, que buscó apoyo en Atenas. 


De este modo, en el año 379, los tebanos consiguieron liberarse de la presencia espartana y recuperar su autonomía. Los protagonistas habían sido Pelópidas y Epaminondas, que estaban exiliados en Atenas y restauraron la Confederación Beocia apoyada en la reconstitución de la Confederación Ateniense. Desde el punto de vista militar, la hegemonía tebana se fundamenta en la instauración de una nueva táctica para el combate de los ejércitos hoplíticos, según la cual, en lugar de atacar hacia la izquierda, dado que la derecha era el flanco desprotegido, los soldados atacan hacia la derecha, con lo que, según Jenofonte, de entrada se consigue al menos un importante efecto de sorpresa. Ello alteraba profundamente toda la tradición de las batallas en campo abierto, herederas del sistema de lucha arcaico. Era un síntoma más de los efectos militares de las transformaciones de la polis. Ésta fue la táctica empleada por los tebanos frente a los espartanos en la importante batalla de Leuctra del año 371, coincidente con la paz que hacía desaparecer a los harmostas del Egeo y consolidaba el segundo imperio ateniense, basado en la agresividad y en el control de la paz por personajes como Timoteo.
Ahora Tebas se hace fuerte en la península helénica y realiza una serie de intervenciones en el Peloponeso, en favor de los mesenios, para los que fundan la ciudad de Mesene, símbolo de la nueva libertad de los antiguos hilotas, y de los arcadios, agrupados ahora en la Confederación Arcadia, de tendencia democrática. Los tebanos también intervinieron en Tesalia, región que se hallaba en conflicto, debido al movimiento expansivo que surgió en Feras bajo la conducción del tirano Jasón. En apoyo a las otras localidades, regidas por aristocracias tradicionales, los tebanos reforzaban sus posiciones. Parecía que ahora la hegemonía marítima ateniense tenía como contrapartida continental la hegemonía tebana, en un cierto equilibrio antiespartano. Sin embargo, los temores parece que llevaron a los primeros a aceptar las conversaciones de paz con Esparta en el año 369, en una situación complicada por diversas combinaciones de alianzas entre ciudades, con la intervención del sátrapa Ariobarzanes. Por fin, en el año 362 los tebanos entraron una vez más en el Peloponeso y se enfrentaron a los espartanos y a sus aliados en Mantinea. Allí murió Epaminondas y la victoria, según Jenofonte, no sirvió para que se aclarara el panorama hegemónico de las ciudades griegas. Sin haber sido derrotada, Tebas comienza un proceso de decadencia que elimina un nuevo candidato para poner de relieve que la solución de cada polis no podía encontrarse en el dominio sobre las demás. Tampoco podían encontrar aquí la solución de sus problemas internos. 
https://comprenderelayer.wordpress.com/2008/08/04/tebas-la-ciudad-griega-que-derroto-a-esparta/ 
http://www.artehistoria.com/v2/contextos/486.htm

sábado, 4 de julio de 2015

GIUSEPPE GARIBALDI... "HEROE DE DOS MUNDOS"



Fue uno de los principales artífices de la unificación italiana, junto con Mazzini, Cavour y el rey Víctor Manuel II; fue llamado “Héroe de dos mundos” por su actividad revolucionaria en América y Europa. En efecto, marinero de profesión, se adhirió en 1834 a la Joven Italia de Mazzini; por su participación en una insurrección republicana en Génova tuvo que exiliarse en Sudamérica, primero en Brasil y luego en Uruguay. En el primer país luchó contra el emperador Pedro II y en el segundo contra el expansionismo argentino. Famoso ya, regresó a Italia en 1848 al iniciarse la primera guerra de unificación contra Austria; rechazados sus servicios por el Piamonte y el Papado, luchó por su cuenta en Milán y luego, proclamada la república, en Roma. Derrotado por los franceses de Luis Napoleón, en 1850 tuvo que exiliarse de nuevo, en esta ocasión en los Estados Unidos.
Regresó en 1854, adquiriendo entonces la que sería su residencia habitual, la isla de Caprera. Se adhirió al proyecto unificador de los Saboya, reyes del Piamonte, y en 1859 luchó en el norte de Italia contra los austriacos. Después, en 1860, por iniciativa personal desembarcó en Sicilia con un cuerpo de voluntarios, los Camisas Rojas, y en rápida campaña expulsó a los borbones de esta isla y de Nápoles, que ofreció a Víctor Manuel II. Unificado ya casi todo el país, trató de incorporar los territorios aún irredentos, Venecia (en manos de Austria) y Roma (de dominio pontificio), pero su primer intento en 1862 fracasó porque, mal visto su gran prestigio, se le opuso el propio ejército piamontés. Rehabilitado, en 1866 colaboró en la conquista de Venecia, pero habiendo entrado en Roma el año siguiente no pudo mantenerse allí por la superioridad del ejército imperial francés, que le expulsó. Retirado de la política durante unos años, su última gran empresa fue la defensa de los republicanos franceses frente a los prusianos en la guerra de 1870-1871.



Era el segundo hijo de Domenico Garibaldi, marinero y natural de Chiavari (Liguria), y de Rosa Raimondi, de Loano (también en Liguria); nació por la época en que Italia estaba dominada por Napoléon Bonaparte. Aunque estaba destinado a ejercer por deseo de su padre como médico o abogado, no tenía vocación para ello, y hacia 1821, con unos catorce años, comenzó a trabajar en el oficio paterno, aprendiéndolo por experiencia o bien mediante estudios realizados por su cuenta de astronomía, geografía y matemáticas. Tras realizar varios viajes largos, alcanzó el mar Negro y las islas Canarias, en 1832 obtuvo el grado de capitán de altura. Por esta época se interesó por el nacionalismo italiano a través de un compañero, Giovanni Battista Cuneo. Un año después, habiendo conocido al republicano Giuseppe Mazzini en Marsella, pasó a formar parte de la organización de éste, la Joven Italia. Al poco, en febrero de 1834, se alistó en la marina del reino de Piamonte-Cerdeña, e inmediatamente intervino por encargo de Mazzini en una sublevación republicana en Génova que fracasó; condenado a muerte por traición, tuvo que huir a Niza y Marsella. Navegó durante algún tiempo en la marina del bey de Túnez y luego, para más seguridad, se trasladó a América (1835).
Se estableció primero en Brasil donde, sin perder contacto con la Joven Italia, se dedicó en Río de Janeiro al comercio marítimo. En 1842 contrajo matrimonio con Ana María Ribeiro da Silva (“Anita”), a la que había conocido en 1839, que le acompañó en todos sus combates hasta su muerte. Más tarde ayudó a los rebeldes de Rio Grande do Sul contra el emperador brasileño Pedro II; derrotados los insurrectos en 1840, pasó al vecino país de Uruguay, instalándose en su capital, Monteviedo. Allí trabajó como domador de caballos y en otros oficios, y nacieron sus cuatro hijos, Rosa, Menotti, Teresa y Ricciotti. Sin embargo, no pudo llevar una vida pacífica, pues hacia 1843 ayudó a la facción de José Fructuoso Rivera contra Manuel Oribe (apoyado a su vez por el dictador argentino Juan Manuel de Rosas); Garibaldi contó con el refuerzo de varios centenares de italianos, la Legión Italiana (también llamados “Camisas Rojas” por su vestimenta, la misma que tendrían en lo sucesivo los voluntarios garibaldinos). Jefe de la marina uruguaya, obtuvo importantes éxitos (Cerro, Salto, San Antonio) que le dieron considerable popularidad, pero desencantado por los manejos políticos urugayos, y enterado del inicio de la guerra entre el Piamonte y Austria, regresó a su Niza natal en junio de 1848, tras trece años de ausencia.
Sus servicios no fueron aceptados ni por el papa Pío IX ni por Carlos Alberto de Saboa, rey del Piamonte, pero sí por la sublevada Milán, dominio de Austria, donde fue nombrado general. Tras la derrota de Custoza, resistió durante varias días al austriaco Joseph Radetzky empleando tácticas de guerrilla, habituales en él, antes de rendirse y refugiarse en Suiza. Más adelante fue elegido diputado del reino de Piamonte por Liguria, pero no ejerció como tal, sino que con un puñado de hombres trató de arrebatar Sicilia a los borbones napolitanos; no llegó a su destino, pues recibió noticias del estalllido de una revolución en Roma, a donde se desvió. Al proclamarse la República Romana, fue elegido diputado, al igual que Mazzini, de la Asamblea Constituyente; organizó el ejército romano e hizo frente en 1849 a los ejércitos franceses comandados por Carlos Nicolás Oudinot (enviados por el presidente Luis Napoleón) y a los borbónicos napolitanos, a los que había pedido ayuda el papa, en Civitavecchia (30 de abril), Palestrina (9 de mayo) y Velletri (19 de mayo). Pero, muy inferior en fuerzas, a principios de julio rindió la ciudad y se retiró a los pantanos de la Romaña (donde murió su esposa el 4 de agosto) y luego al Estado neutral de San Marino. Durante el traslado a Venecia, por mar, de lo que quedaba de su ejército, fue hostigado por los austriacos. No tuvo más remedio que volver a Turín vía Génova, donde seguía sin estar bien considerado.



Arrestado en septiembre, tuvo que marchar por segunda vez al exilio. Durante unos meses estuvo en Túnez y Tánger (Marruecos), donde inició la primera redacción de sus memorias, hasta que en julio de 1850 viajó de nuevo a América, en esta ocasión a los Estados Unidos: trabajó como cerero en Nueva York, en la fábrica de un italiano llamado Antonio Meucci, y luego realizó diversos viajes por el pacífico en un barco peruano, del que luego sería capitán. Habiendo ahorrado algún dinero, en 1854 se entrevistó con Mazzini en Londres para tratar de convencerle para que se adhiriese al proyecto unificador de los Saboya; luego retornó a Niza, donde permaneció un año, comprando en 1855 la mitad de la isla de Caprera (situada muy próxima a la de Cerdeña, al norte de la misma), y dedicándose a la agricultura.
En 1857 volvió a la actividad política. Mostrándose pragmático y a pesar de ser republicano, se proclamó dispuesto a apoyar a los reyes piamonteses, los Saboya, en los que veía el único poder capaz de dirigir los esfuerzos por unificar Italia. Por ello se adhirió a la Sociedad Nacional (Società Nazionale, que agrupaba a patriotas de todo tipo). Reanudada la guerra contra Austria en 1859, recibió el mando de un cuerpo de voluntarios, los Cacciatori delle Alpi (‘Cazadores de los Alpes’), que lucharon en torno al lago Maggiore (norte de Italia) contra los croatas del ejército austriaco con resultados favorables (batallas de Varese, San Fermo, Bérgamo y Brescia). Tras firmarse el armisticio de Villafranca (8 de julio), que no era sino un compromiso temporal, regresó a Turín como diputado y allí, en oposición al primer ministro Camilio Benso, conde de Cavour, se mostró partidario de una monarquía fuerte que encabezara sin trabas la liberación de Italia. Recibió el segundo mando del ejército de la Liga de Italia central (Toscana) y a principios de 1860 contrajo segundas nupcias con Giuseppina Raimondi, de la que se separó unos meses después.


Ese mismo año el Piamonte cedió a Francia, a cambio de su no intervención, gran parte del antiguo ducado de Saboya y también Niza. Esto causó una gravísima crisis de gobierno, de la cual salió fortalecido el Partido de Acción, que designó como jefe a Garibaldi, igualmente disgustado por la cesión de su ciudad natal. Retornando a sus anteriores posiciones revolucionarias, se mostró abiertamente partidario de conquistar el sur de Italia; así, estimulado por Francesco Crispi, al estallar una sublevación en Sicilia el 4 de abril de 1860, desembarcó con 1.085 hombres (los Mil) en la ciudad de Marsala (11 de mayo), cuyo mando asumió en nombre del rey Víctor Manuel II. Realizó una rápida campaña gracias a otras insurrecciones populares, entrando el 27 de mayo en Palermo, cruzando en agosto el estrecho de Messina y tomando a continuación Reggio y la propia Nápoles (7 de septiembre). Se proclamó “Dictador de las Dos Sicilias” y el 2 de octubre obtuvo un gran éxito en la batalla de Volturno sobre un ejército borbónico de 20.000 hombres. Con el reino napolitano completamente bajo su control, iba a proseguir sus conquistas atacando los Estados Pontificios cuando Cavour se le adelantó por el norte, penetrando por Umbría y las Marcas. Para evitar un enfrentamiento con aquel, retrocedió hasta Teano (Campania), donde el 7 de noviembre hizo entrega de Nápoles al monarca piamontés, al que ya consideraba como rey de Italia (hasta el 18 de abril de 1861 no fue formalmente coronado). A los pocos días se retiró a Caprera, rechazando en julio de 1861 el ofrecimiento del presidente estadounidense Abraham Lincoln de dirigir un ejército americano.
En marzo de 1862 fue elegido presidente de la Sociedad Emancipatoria, pero se intensificaron las diferencias con los liberales, especialmente cuando trató de conquistar los territorios italianos aún irredentos en el centro de la península. En Sarnico (provincia de Bérgamo, Lombardía) y Aspromonte (Calabria), el 29 de agosto de 1862, se le opuso el ejército piamontés, siendo herido y capturado en la segunda batalla. En medio de un verdadero escándalo, que hizo caer al gobierno, tuvo que ser liberado, recuperándose de sus heridas en Caprera durante un año. Viajó en 1864 a Inglaterra, donde fue aclamado como un héroe por ingleses (fue recibido por el propio primer ministro británico, Henry John Temple, lord Palmerston) e italianos exiliados.
Al poco, estalló en 1866 una nueva guerra de liberación, la tercera, contra Austria, donde una vez más obtuvo el mando de voluntarios, que operando en Verona y el Tirol debían impedir la entrada de tropas enemigas en Italia. Derrotado inicialmente en Custoza, venció posteriormente en Bezzeca (20-21 de julio) y se aproximó a Trento, debiendo retroceder a una orden del gobierno piamontés («Obedisco», ‘obedezco’, contestó); sin embargo, gracias a la derrota austriaca contra Prusia en Sadowa y a la ayuda francesa, por la paz de Viena del 3 de octubre el Véneto se incorporaría definitivamente a Italia. Quedaba Roma. Así, en septiembre de 1867 promovió por su cuenta una nueva insurrección. Mientras él era retenido cerca de Siena y enviado a Caprera, sus tropas se dirigieron a aquella ciudad; al final pudo unirse a ellas vía Florencia; venció en octubre en Monterrotondo, Viterbo y Velletri, pero luego, en Mentana (Lazio, 3 de noviembre de 1867), fue derrotado por Napoléon III, que además presionó al Piamonte para que condenase la aventura de Garibaldi. Durante tres años estuvo confinado en Varignano y Caprera, donde se dedicó a escribir (Clelia o il goberno dei preti, Cantoni il volontario).


En 1870, durante la Guerra Franco-Prusiana, apoyó a los republicanos franceses. Desembarcó en Marsella el 7 de octubre y se ocupó de organizar el ejército de los Vosgos. Mientras que en Italia por fin Roma era ocupada por los ejércitos italianos y proclamada capital del reino unificado, Garibaldi vencía en Châtillon-sur-Seine (noviembre) y en Autun (diciembre), deteniendo el avance prusiano; después, a principios de 1871 venció otra vez en Dijon, ciudad que ocupó. Fue diputado por Burdeos hasta febrero, ofreciéndosele el mando de las tropas de la Comuna de París, que rechazó a pesar de que sus simpatías estaban con los revolucionarios.
No tardó en retirarse una vez más a Caprera, donde permanecería ya el resto de su vida. En 1873 publicó I Mille (‘Los Mil’) y en 1874 fue elegido diputado. Cada vez más próximo al socialismo, llegó a adherirse a la Internacional. Apoyó al gobierno izquierdista italiano de 1876, aunque con reservas hacia el parlamento. En 1879 fundó la Lega della Democrazia (‘Liga de la Democracia’), proponiendo el sufragio universal, la confiscación de las propiedades eclesiásticas y la abolición del ejército permanente. Este año contrajo matrimonio por tercera vez con Francesca Armosino, después de anularse el matrimonio con su segunda mujer muchos años después de su separación; con Francesca tendría tres hijos más, Celia, Teresita y Manlio. Murió a mediados de 1882, a la edad de 75 años, poco después de haber realizado un triunfal viaje por Sicilia. Militar excepcional, no tenía en cambio dotes políticas: con actitudes a veces contradictorias, que oscilaron entre el republicanismo revolucionario y la monarquía, su idea de Estado era hasta cierto punto utópica, mostrándose partidario de una dictadura popular sin parlamento. Fue, en todo caso, una figura romántica de gran prestigio, dentro y fuera de su país.

Bibliografía

  • DAVENPORT, M. Garibaldi: Father of Modern Italy.  GARIBALDI, G. Memorie.
    MACK SMITH, K. Cavour and Garibaldi, 1860. 
  • MONTANELLI, I. y NOZZA, M. Garibaldi. (Milán, Rizzoli: 1982).
  • http://www.enciclonet.com/articulo/garibaldi-giuseppe/#

viernes, 3 de julio de 2015

BATALLA DE SADOWA....GUERRA DE LAS SIETE SEMANAS



Tras la el Congreso de Viena de 1815, Europa fue repartida de nuevo después del Imperio Napoleónico. Alemania, que no existía como tal, quedó dividida en 39 ligados a la Confederación Germánica.
En esta se encontraba el gran Reino de Prusia, que se disputaba la dominación de la Confederación con el Imperio Austriaco. Las tensiones producidas entre ambos desembocaron en una guerra en 1866. En Sadowa (Bohemia) se decidiría el resultado.
En Sadowa (Imperio Austriaco) se encontraron los dos ejércitos el día 3 de julio de 1866. Los prusianos estaban liderados por el jefe del Estado Mayor Helmut von Moltke y disponían de  220.000 soldados. Por otra parte los austriacos estaban a las ordenes del comandante Ludwig von Benedek con 206.000 soldados más caballería y aliados sajones.
Como indiqué antes la batalla se produjo a 13 kilómetros al noroeste de la localidad austriaca de Königgrätz (hoy Hradec Králove, en la República Checa), en las cercanías de la ciudad checa de Sadowa. Supuso el punto final de la denominada Guerra de las Siete Semanas y la confirmación de Prusia como Estado hegemónico de Alemania, por encima de la derrotada Austria. La victoria prusiana permitió a este Estado la creación, bajo su control, de la Confederación Alemana del Norte al año siguiente.

Soldados prusianos avanzado hacia la batalla.


En 1865 el canciller prusiano Otto von Bismarck se entrevistó con Napoleón III en Biarritz con el objetivo de asegurarse la neutralidad de Francia en un posible conflicto entre Prusia y Austria, a cambio, Prusia se comprometió a apoyar los intereses de Napoleón en Italia. En abril de 1866 Prusia logró la mediación de Napoleón III en la firma de un acuerdo entre Prusia e Italia para asegurar la mutua defensa en caso de un supuesto ataque de Austria. A esta serie de tratados hay que sumar la seguridad sobre la no intervención del Reino Unido y Rusia en un conflicto entre prusianos y austriacos, lo que dejaba a Prusia las manos libres para iniciar la guerra y desplazar a Austria a un segundo plano en el asunto de la unificación de Alemania.
A finales de abril Bismarck presentó un proyecto de reforma de la Confederación Germánica que en la práctica suponía la exclusión de Austria de los asuntos germánicos. Austria trató de defenderse, ya a principios de junio, apelando a la Dieta de Frankfurt (principal asamblea de la Confederación) en el asunto de los ducados daneses que enfrentaba a prusianos y austriacos. Esto supuso un enorme error político, ya que fue la excusa que Prusia necesitaba para declarar disuelta la Confederación Germánica y declarar la guerra a Austria y sus aliados, Sajonia, Hannóver y Hesse-Kassel.

Caballería y artillería en Sadowa

La batalla

El ejército austriaco, mandado por el mariscal Benedek, contaba con un total de 200.000 hombres, de los que 21.000 correspondían a los refuerzos sajones. Ocupaba una fuerte posición detrás del Bistritz, a unos 13 kilómetros al noroeste de Königgrätz. Los prusianos por su parte, contaban con 221.000 hombres a las órdenes del propio rey de Prusia, Guillermo I, quien dirigía las operaciones desde un montículo cercano al pueblo de Sadowa.
A  la mañana del 3 de julio de 1866 los prusianos atravesaron el Bistritz y el 1º cuerpo de ejército prusiano emprendió un suicida ataque frontal, mientras que el 2º cuerpo de ejército era enviado contra el ala derecha de los austriacos. El desplazamiento del 2º ejército se realizó haciendo uso de la red de ferrocarriles, una de las grandes innovaciones del ejército prusiano en éste conflicto. El 1º cuerpo de ejército prusiano quedó bloqueado ante la férrea resistencia de los austriacos, y durante seis horas fue acosado y diezmado por la artillería austriaca, al final de las cuales, no había logrado causar ningún daño a los austriacos. La llegada, a las dos de la tarde, del 2º cuerpo de ejército prusiano al ala derecha del enemigo, salvó del absoluto caos al maltrecho 1º ejercito. En ese momento Benedek comprendió que su ala derecha corría peligro de derrumbarse, pero no pudo reaccionar a tiempo y un ataque combinado de los dos ejércitos prusianos acabó por conquistar Chlum, punto estratégico de la defensa austriaca. A las cuatro de la tarde la batalla se decantó definitivamente del lado prusiano, pese a lo que los austriacos continuaron defendiéndose hasta bien entrada la noche.
Al finalizar el conflicto, con la total derrota de Austria, ésta había perdido en el campo de batalla de Sadowa 1.400 oficiales y 43.000 hombres, mientras que los prusianos perdieron 360 oficiales y 8.800 soldados.
Estratégicamente hablando, los prusianos plantearon una estrategia asombrosamente mala para el grado de preparación que se le suponía a sus militares. El ataque frontal del 1º ejército podía haberse convertido en una auténtica masacre, y si los austriacos hubiesen logrado acabar con él en las seis horas en las que estuvo a su merced, el posterior ataque del 2º ejército no habría hecho sino aumentar el número de muertos por parte prusiana. Pero si mala fue la estrategia prusiana, peor fue la austriaca, es del todo inexplicable como en las seis horas que el 1º ejercito prusiano estuvo bajo el fuego de los artilleros austriacos estos no lograron diezmarlo de forma más efectiva, tal actitud sólo puede achacarse a la falta de preparación y al mal adiestramiento de los austriacos, dotados de un ejército numeroso pero mal entrenado y peor dirigido.
Si algo fue definitivo en el transcurso de la batalla de Sadowa, vista ya la nefasta dirección de las operaciones militares, fue el uso, por parte de los prusianos, del cartucho dreyse y el fusil de cerrojo. Esencialmente el cartucho dreyse sólo se diferenciaba de los demás en la colocación de los elementos básicos (pólvora, bala y cebo fulminante), el fulminante iba situado delante de la carga de pólvora, en el fondo de un taco de madera, sobre el que se asentaba una bala de plomo; de manera que al disparar la aguja debía atravesar todo el espacio ocupado por la pólvora para incidir en el pistón. Dicha tecnología fue despreciada por todas las potencias europeas, a excepción de Prusia, por considerar que tanto el cartucho como el fusil de cerrojo eran un disparate. Tras Sadowa todos los ejércitos del Viejo Continente se apresuraron a adoptar ambos elementos. La ventaja del fusil de cerrojo sobre los demás consistía básicamente en una mayor rapidez de disparo, lo que ocasionó las grandes pérdidas del ejército austriaco y explica como un ejército bajo fuego de artillería pudo causar más bajas de las que sufrió.

Pintura que representa el final de la batalla. El día 12 de agosto de 1866 se firma el armisticio

Las consecuencias

La victoria prusiana en Sadowa y la firma de los acuerdos de paz de Nikolsburg el día 26 de julio, supusieron la definitiva desaparición de la Confederación Germánica y el compromiso de Austria de no intentar restablecerla. Los acuerdos de Nikolsburg suponían la completa desaparición de Austria del proceso unificador alemán y su alejamiento del ámbito germánico. Los acuerdos de Nikolsburg fueron ratificados en la paz de Praga del 23 de agosto de 1866.
Prusia sustituyó a la Confederación Germánica con un nuevo estamento, la Confederación alemana del Norte, la cual quedó bajo su dirección. Al mismo tiempo Prusia se anexionó los ducados daneses, Hannóver, Hesse-Kassel, Nassau y Francfort. Austria cedió Holstein, pagó una indemnización de guerra y entregó Venecia al recién creado Reino de Italia. La Confederación se convirtió en el germen del moderno Estado de Alemania, mientras que el Imperio Austriaco tuvo que gravitar hacía Hungría dando lugar al nacimiento del Imperio Austro-Húngaro (1867).
En cuanto a las potencias extranjeras, la gran perjudicada fue Francia ya que tuvo que renunciar a sus ansias expansionistas en la orilla izquierda del Rin, debido al fortalecimiento de Prusia.

https://historiayguerra.net/2015/05/21/la-batalla-de-sadowa-1866/ http://www.enciclonet.com/articulo/sadowa-batalla-de/

miércoles, 1 de julio de 2015

LA ESCOLASTICA ...EL ESCOLASTICISMO ESTRUCTURA Y DESARROLLO


En Occidente, esta palabra ha sufrido a lo largo del tiempo un doble desplazamiento, que ha deformado su sentido originario y que debe aclararse para descubrir el significado del momento histórico en el que el término tuvo su significado más peculiar y característico.
El primer desplazamiento de significado estuvo motivado porque la división de la historia occidental en Edad Media y Renacimiento condujo a la contraposición entre los métodos literarios y concepciones de la primera frente a los del segundo. En ese contexto historiográfico, que oponía tan radicalmente estas dos épocas, el contenido significativo de la palabra escolástica adquirió cierta rigidez. En este sentido, se suele oponer el método escolástico de trabajar con autores con las nuevas formas de lectura e interpretación surgidas o resurgidas en el Renacimiento, y los principios estéticos y literarios del Renacimiento con la dialéctica, considerada como lo más característico de la Escolástica medieval. Los humanistas del Renacimiento rechazaron la excesiva preponderancia del método dialéctico y despreciaron el lenguaje latino escolástico, al que consideraron bárbaro y degenerado frente al latín clásico.
El segundo desplazamiento de significado se origina a partir de la evolución interna de las disciplinas teológicas motivada por la crisis religiosa que provocó la Reforma de la Iglesia. La negación protestante del fundamento escriturístico y patrístico del magisterio católico condujo a controversias que pretendieron aclarar la existencia o no de ese fundamento, lo que obligó a los católicos a mostrar la conformidad de los dogmas católicos con sus primitivas fuentes. Los esfuerzos se acentuaron cuando por la presión de las tesis luteranas acerca de la primacía absoluta de la Escritura frente a la tradición y por la tesis de la incapacidad de la razón para captar el misterio. Mientras Lutero condenaba a la Escolástica, tanto en su forma como en su contenido, los teólogos católicos impulsaron una visión crítica del depósito de la revelación para encontrar las fuentes auténticas y las bases para una reelaboración racional. Esta rama de la teología fue llamada, a partir del siglo XVI, teología positiva, mientras que la palabra escolástica adquirió un sentido peyorativo, al designar con ella una especulación abstracta cuyos métodos deductivos se consideraban ajenos al conocimiento religioso de la fe.
El significado etimológico del adjetivo escolástico se encuentra en el término scholasticus, un magister scholae, un sentido institucional que se podría traducir como maestro. Ya en las crónicas del siglo XI aparece esta palabra usada en este sentido, que supone una restricción del significado que tomó en el latín posclásico y presente, todavía, en el lenguaje de Alcuino, para quien escolástico designa a un tiempo al maestro y al hombre formado que posee un lenguaje distinguido y elegante por sus estudios de Retórica. En el siglo XII se impone la palabra en su sentido técnico, institucional y profesional. Scholasticus designa tanto al estudiante como al maestro que se encuentran en la escuela, en especial en las escuelas urbanas o episcopales.

El sentido referencial de la palabra escolástica a la escuela se mantiene con posterioridad al siglo XII, cuando escolástico pasa a significar el método de enseñanza practicado en las escuelas. En éstas la doctrina sacra cristiana no se transmite ni por la liturgia, ni por la catequesis, ni a base de la collatio monástica, sino organizada como un saber estructurado sistemáticamente por una razón que actúa con análisis, investigación, concatenación y síntesis. Por ello los términos lector y magister designan al que está en posesión de una licencia para enseñar y desempeña su quehacer docente como un profesional y, por tanto, se halla cualificado, por su competencia de especialista y por su autoridad jurídica, en el conjunto de la institución que pronto se llamará universidad.
El proceso de formación de la escolástica va descubriendo su estructura como forma literaria y como método científico, en conexión y progresión de estos tres elementos: primacía de la palabra de Dios (lectio), método de autoridades (auctoritates), confianza en la razón (quaestio, rationes).
a) La lectio. Quien lee un texto en clase es el lector y quien lo comenta y lo explica es el expositor. En teología, el libro leído y explicado es la Biblia, en gramática Donato o Prisciliano, en retórica Quintiliano, en dialéctica Boecio... Dado que en la Retórica se leen y comentan no sólo teóricos de la disciplina, sino también grandes escritores de la antigüedad, como Virgilio, Horacio y Ovidio, la palabra auctor, autor, se relacionó en esa época con la creación literaria. Por el prestigio institucionalmente consolidado, estos auctores estaban dotados de una autoridad tal que la palabra auctoritas terminó por emplearse para designar no a los autores, sino a los textos que solían comentarse o citarse en clase. Así nacieron los libros de textos llamados "Colecciones de Autoridades".
El procedimiento fundamental de la técnica docente y de los métodos de pensamiento era, por tanto, la lectio. Ésta se practicaba de un modo vivo e intenso, como consecuencia de la difusión, cada vez mayor, de los textos antiguos, que progresivamente se iban descubriendo, y cuya divulgación recibía un fuerte impulso del fomento sistemático de la multiplicación de sus copias manuscritas. Este movimiento imprimió a la cultura un marcado carácter de restauración, de una admiradora imitación. Fue precisamente en la tensión entre la imitación de los antiguos y la propia inventiva del espíritu donde encontró la escolástica su ley interna en medio de éxitos y fracasos. No pretendieron los escolásticos ni directa ni exclusivamente, saber qué pensaron los antiguos, sino buscar la verdad basada en el texto y en la tradición. Esto se aplica también a la doctrina de la salvación, ya que las auctoritates que llegan por la tradición se ven sometidas a un tratamiento que va más allá de la exégesis histórica y literaria, y garantiza una libertad de interpretación de mucho alcance.
Esta lectura tiene un alcance mayor que el que puede hacer de la Biblia cualquier creyente o incluso cualquier monje, pues tiene un carácter técnico y profesional. Así, scholasticus mantiene el sentido originario de la palabra schola. Los escolásticos son profesores. Ello significa la determinación de su peculiaridad, la fijación de sus límites y la garantía de su cualificación profesional y científica. A diferencia de los Padres de la Iglesia, que estaban dedicados a una intensa actividad pastoral que exigía dirigir sus escritos a la generalidad de los fieles y concreciones vitales hacia la enseñanza popular y hacia la vida cotidiana, los maestros de las escuelas y de las universidades contaban con un auditorio especial y con una técnica profesional. Incluso cuando elaboran sermones, como santo Tomás de Aquino, éstos son escolásticos. Y es que esa técnica apropiada para la enseñanza escolástica era la dialéctica.
Decir que el escolástico era un dialéctico es hacer una afirmación sumamente equívoca, puesto que esta palabra designa históricamente a doctrinas tan diversas como las rationes necessariae de san Anselmo o el sic et non de Abelardo, la elaboración del tema místico del amor en Ricardo de San Víctor o el nominalismo de Guillermo de Ockham, las acusaciones de Berengario de Tours o el dinamismo del itinerarium mentis de san Buenaventura. Dialéctica significaba de hecho, en todos los casos, el empleo de la razón, la puesta en función de todos los métodos racionales. Estos métodos recibieron desde la fe una nueva orientación, especialmente desde el momento en que se pretendió aplicar los conceptos humanos al objeto divino. Fue entonces cuando se creó el rasgo más sobresaliente del método de la ciencia teológica y el logro mayor de la teología escolástica: la analogía.
b) La quaestio. La curiosidad científica de la razón, que ha sido despertada por la lectio, aspira a ir más allá de los límites del simple comentario de texto, ya que el simple contenido del texto, aunque comprendido, plantea ciertas cuestiones que aparecen en los comentarios de los lectores, sugeridas por pasajes oscuros del texto. Plantearse estas cuestiones no es lo mismo que interpretar, puesto que ello exige buscar principios de solución que conllevan el abandono del sic et non, para adentrarse con la inteligencia en el interior mismo del misterio de la fe. De ahí que a lo largo del siglo XII se desarrolle la literatura de las quaestiones, al principio dentro de la misma lectio y con posterioridad fuera, en colecciones literarias autónomas.
Poco a poco, la técnica de la quaestio va extendiendo su campo de aplicación. De la investigación de puntos discutidos o discutibles se pasa a examinar, con la rigurosidad del nuevo método, doctrinas ya admitidas. Así, de aclarar dudas, se pasa a intentar conseguir un conocimiento cada vez más profundo incluso en aquellas ideas que se admiten con certeza, como ¿existe Dios? o ¿el alma es espiritual? La palabra metódica que se repite sin cesar en la escuela es la partícula usada como primer miembro de toda interrogación: utrum. Así, desde el primer momento, el alumno comienza a plantearse como cuestión lo que había poseído hasta ese momento de un modo puramente pasivo, y el profesor ya no es un simple comentarista de textos, sino un magister que determina las cuestiones, no por simple contraposición de autoridades, sino a partir de razones que descubren a la inteligencia las raíces de los hechos.
Cuando ocurre que a un problema planteado no puede ofrecerse una respuesta unitaria, ya que los maestros no están siempre de acuerdo, aparece de nuevo el método del sic et non, pero dentro del plano de las opiniones de escuela. La quaestio conduce así a la quaestio disputata. La aparición y la formalización de este ejercicio de la quaestio disputata constituyó un acontecimiento importantísimo en el desarrollo de la teología y de la pedagogía de las universidades. A diferencia del lector, que sigue siendo el profesor que explica el texto, el magister introduce en sus clases el complemento de las quaestiones disputatae, es decir, las controversias y discrepancias que mantiene con sus colegas. Sus respuestas son las sententiae, las sentencias.
Cuando el magister prescinde del texto y reúne las cuestiones por el interés que puedan tener, da cuerpo a lo que se llama una summa quaestionum. Así se inicia la época de las sumas. El artículus de una suma constituye una quaestio disputata reducida a su esquema esencial.


El desarrollo de la escolástica se extiende a lo largo de siete siglos y suele dividirse en tres períodos: escolástica primitiva, alta escolástica y baja escolástica.
a) La escolástica primitiva es el periodo comprendido entre el siglo IX y el siglo XII. Se caracteriza porque el factor racional está limitado al análisis de textos y a la crítica de las auctoritates, pero no llega a ninguna estructuración especulativa, es decir, a formular quaestiones independientes y trabadas sistemáticamente entre sí. En esta época se usan las disciplinas del trivium, en especial la dialéctica. Aunque con frecuencia esta disciplina fue reducida a lo puramente gramatical y a meros juegos verbales, cuando se usó como crítica de los conceptos provocó entusiasmo en las mentes más abiertas y reacciones airadas entre los defensores de la tradición. Pedro Abelardo es el principal representante de este método y Juan de Salisbury el estudioso de su valor y sus límites.
b) La alta escolástica comprende los años finales del siglo XII y todo el siglo XIII. La quaestio se convierte en la actividad principal, liberándose poco a poco de la lectio textual. El descubrimiento de las obras de Aristóteles, en especial de la Lógica, dota al filósofo-teólogo de un instrumento de trabajo, en adelante, insustituible para la sistematización y demostración de sus ideas. Aunque pueda hablarse a partir de ahora del aristotelismo de la escolástica, hay que matizar que los filósofos-teólogos escolásticos de la época desfiguran la prueba aristotélica de una doble manera. En primer lugar, el esfuerzo por comprender el misterio de la fe hace que los conceptos utilizados por los magistri del siglo XIII sean análogos y, por tanto, las pruebas sean pruebas de conveniencia, de escaso valor para Aristóteles. Además, se emplearon demostraciones de especies muy diferentes, con frecuencia de carácter más platónico y neoplatónico que aristotélico.
c) La baja escolástica (siglos XIV y XV). Este periodo se caracteriza por la importancia que adquieren el método y las formas de la disputatio, que se llegaron a colocar en el primer plano del hacer científico de los magistri. Poco a poco, la disputatio llega a adquirir un carácter autónomo y artificioso, que le hace separarse del carácter de ejercicio escolar verificado realmente, para convertirse en algo totalmente independizado de la Sagrada Escritura como base de su especulación. Es la época de los Quodlibeta.
La palabra escolástica no designa primariamente una enseñanza o doctrina particular, sino un conjunto de procedimientos por medio de los cuales la fe busca alcanzar una comprensión de su contenido. Por ello, la palabra escolástica puede aplicarse a filosofías-teologías de contenido tan distinto como las de santo Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham o san Buenaventura, pero no puede decirse de la obra de san Agustín o de san Bernardo. Desde esta perspectiva, es también legítimo hablar de una escolástica musulmana o hindú para caracterizar determinados periodos de estas culturas religiosas.
Pero hay que decir que el método no nace del deseo de subordinar la vida intelectual a la religiosa, o de construir un sistema especulativo armonioso entre filosofía y dogma cristiano. Si los filósofos-teólogos medievales intentaron lograr un saber y una concepción del mundo en que las aportaciones de las diversas ciencias confluyeran en una forma sintética y unitaria de sabiduría, este ideal no es exclusivo de la escolástica, sino que otros muchos sistemas filosóficos de carácter racionalista, deísta o místico, como por ejemplo los de Spinoza o Leibniz, han pretendido lo mismo sin ser escolásticos.
El método escolástico en la Edad Media tiene un sentido fijo y vigoroso solamente en relación con la teología. Designa un determinado método, entre otros, de buscar y conseguir una comprensión de la fe, según la fórmula de san Anselmo fides quaerens intellectum. Esta expresión representa, por ejemplo frente al método monástico, una gran confianza en el uso de la razón para penetrar el misterio. Esta confianza se emplea no sólo para la comprensión de los textos sagrados, sino también para la elaboración de su contenido objetivo en un saber orgánico con sus normas propias y más allá de los momentos históricos en que han sido redactados. La lógica penetrará en el interior de la fe, implantando en ella todas las técnicas de la razón, como su desmenuzamiento conceptual, sus análisis y sus juicios, sus definiciones y divisiones, sus composiciones y enumeraciones, sus deducciones y sus conclusiones.

Una fase nueva en el desarrollo de la escolástica es la llamada escolástica del barroco, que tuvo el máximo desarrollo de su actividad entre 1550 y 1650, y en la que destacaron muy especialmente los filósofos portugueses y españoles. Esta renovación escolástica está motivada, en parte, por el grado de decadencia al que había llegado la escolástica medieval y por la necesidad de pensar, con los instrumentos conceptuales de esa tradición medieval, un conjunto de problemas nuevos.
La decadencia de la escolástica medieval alcanzó su máximo punto depresivo a fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI. Las grandes corrientes escolásticas, como el tomismo, el buenaventurismo y el escotismo se adentraron en constantes disputas sobre cuestiones de ningún interés filosófico. Su labor quedaba reducida a repetir, abreviar, comentar o defender las posturas tradicionalmente heredadas. La causa principal de esta decadencia ha sido atribuida tradicionalmente a la importancia concedida a la lógica, lo cual conducía a un exceso de sutilezas y disquisiciones inútiles. Los maestros de filosofía se convertían en comentaristas de textos con una fe ciega en las doctrinas aristotélicas y una obsesión discutidora que no pretendía el hallazgo de la verdad, sino el triunfo en la polémica con el adversario.
La presencia de nuevas corrientes intelectuales en Europa, como el erasmismo y el protestantismo, y los nuevos problemas originados a partir del descubrimiento de América, que exigían respuestas nuevas, son dos factores fundamentales que provocaron la renovación y el florecimiento de la escolástica, especialmente en España. Sus métodos tradicionales debieron adaptarse para aplicar los grandes principios teológicos a las cuestiones morales, religiosas, jurídicas y políticas que el momento planteaba. Esta labor renovadora fue iniciada e impulsada por el dominico Francisco de Vitoria  y continuada por miembros de su orden, como Melchor Cano , Domingo de Soto, Bartolomé Medina , o por franciscanos como Diego de Zúñiga , Alfonso de Castro . Alcanzó su culminación con los grandes maestros jesuitas del barroco español: Gregorio de Valencia , Gabriel Vázquez , Luis de Molina  y Francisco Suárez
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En un sentido derivado, la palabra escolástica se aplica también al desarrollo de los pensamientos filosóficos dentro de una escuela o en cualquier ámbito en el que se transmita una doctrina cerrada. Con este significado puede hablarse de escolástica en cada uno de aquellos momentos de la historia de la filosofía en los que el hacer filosófico consista, predominantemente, en elaborar detalles periféricos de doctrina, sin poner nunca en cuestión el núcleo de los principios en que se asientan, o en analizar y reelaborar las ideas recibidas.
En éste y otros sentidos análogos se habla en la historia de la filosofía de una escolástica platónica o una escolástica de las diferentes escuelas griegas, como epicúreos;epicureísmo, estoicos;estoicismo, escépticos;escepticismo. A su vez, el mismo platonismo ha dado lugar a otras formas de escolástica en la tradición platónico-agustiniana o en el platonismo de Cambridge. Otras formaciones escolásticas se han originado también a partir de sistemas como el cartesianismo, el de Leibniz y Wolff, el de la escuela escocesa, el del kantismo, el del hegelianismo, el del neorrealismo, la fenomenología, el empirismo lógico o positivismo lógico(Véase el apartado "El positivismo lógico o neopositivismo" en Positivismo) , la filosofía lingüística, la filosofía soviética, etc...



Fue Ortega quien delimitó el término escolasticismo cuando lo definió como "toda filosofía recibida", llamando recibida a aquella filosofía que no es simplemente expuesta, sino aceptada como propia, aunque pertenezca a un círculo cultural distinto y distante, en el espacio social o en el tiempo histórico, de aquél en el que es aprendida y adoptada. Así, el escolasticismo es una categoría histórica, y no un sistema filosófico frente a otros: "...No se puede comprender lo que es la realidad histórica llamada filosofía escolástica, si no se comienza por construir la idea de escolasticismo como categoría histórica. Es decir, que hace falta ver la filosofía escolástica sobre el fondo de muchos otros escolasticismos. El Escolasticismo es solo un caso particular europeo y medieval del escolasticismo, estructura histórica con el carácter genérico que se ha dado y se sigue dando en muchos lugares y tiempos..."
Para Ortega, la actitud escolástica consistía en la confianza ciega en las jefaturas espirituales, esto es, la ciega creencia de que determinados textos contienen afirmaciones definitivamente válidas y que el único problema que plantean es su recta comprensión para entender plenamente lo que el autor quiso decir al escribir su pensamiento. La filosofía radical, en cambio, se opone a cualquier filosofía escolástica por la prioridad que da al problematismo sobre la doctrina. Por eso, para Ortega, el mal de toda escolástica está ejemplificado en el mal de la filosofía escolástica medieval: no poder entender las nociones de la filosofía griega por no haberse planteado con anterioridad los problemas a los que responde esa filosofía: "...De aquí las dos fallas principales de la filosofía escolástica: una es que no pudo nunca entender hasta la raíz las nociones griegas; la otra, más decisiva y últimamente grave, que no podía plantearse por sí los problemas y como eso, ser planteamiento de problemas, es formalmente lo primero, y quién sabe si lo único, que la filosofía es, la filosofía escolástica sólo con bastante dosis de impropiedad puede llamarse filosofía. De ahí su estabilización, la lentitud tardígrada de su desarrollo..."
Ortega apela a la imaginación para contemplar la situación de quien hacía filosofía en Grecia y la situación de quienes asumieron las respuestas dadas por los griegos en el siglo XIII; podremos ver la disparidad de situaciones problemáticas y, por tanto, lo ajeno de las presuntas respuestas a los problemas reales:
"...En la vida griega, sobre todo del ateniense acomodado, la ocupación más importante consistía en conversar. El griego no supo nunca estar solo. Para él, vivir era formalmente convivir. La existencia en Atenas era una tertulia infinita. De aquí el triunfo de los sofistas, que eran los técnicos de la conversación. El clima dulce, la diafanidad de la atmósfera, la belleza turquí del cielo, invitaban a vivir y convivir al aire libre. En la plaza pública, en los gimnasios, los varones se juntaban sin que las mujeres pudiesen cumplir su perenne misión de interrumpir las conversaciones  Contraimaginemos ahora un convento del siglo XIII en el gélido centro de Europa o en las brumas de Hibernia y en los andenes de un claustro, donde arcos de ojiva dan bocados al cielo y dejan ver el pozo en medio del vergel místico que hay en el patio, los viejos frailes maestros disputar, como si fuesen efebos platónicos, a los jóvenes novicios de tonsos cráneos morados. Es casi tan extravagante..."
Fue el mismo Ortega quien opuso ese pensamiento transplantado a un pensamiento radical y originario, ya que se transporta sólo el tallo y la flor, y acaso el fruto del año, pero queda en la tierra de origen lo vivaz de la idea, que es su raíz. Es este un principio general histórico. Son tantas las llamadas y avisos de Ortega contra el transplante de pensamiento que difícilmente podría cualquiera de sus discípulos decirse pertenecer a cualquier escolástica, ni siquiera a la del propio Ortega: "...No pensamos, no necesitamos pensar que nuestra filosofía sea la definitiva, sino que la sumergimos como cualquiera otra en el flujo histórico de lo corruptible. Esto significa que vemos toda filosofía como constitutivamente un error, la nuestra como las demás  En los sitibundos desiertos de Libia se suele oír un proverbio de caravana, que dice así: 'Bebe del pozo y deja tu puesto a otro'...".

Bibliografía.




    • FRIES, H.: Conceptos fundamentales de la teología, t. I., Madrid: Cristiandad
    • GILSON, E.: La unidad de la experiencia filosófica, Madrid
    • GILSON, E.: La filosofía en la Edad Media, Madrid
    • GRABMANN, M.: Filosofía medieval, Madrid
    • ORTEGA Y GASSET, J.: "La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva", en Obras completas
    • http://www.enciclonet.com/articulo/escolasticismo/