jueves, 4 de febrero de 2016

TRATADO DE YALTA... OPERACION ARGONAUTA 1945



Segunda conferencia de las tres mayores (junto con la de Teherán y Potsdam) celebrada entre las tres grandes potencias aliadas, Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS, meses antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, entre los días 4 al 11 de febrero del año 1945. La reunión, llamada oficialmente Conferencia de Crimea y en clave Operación Argonauta, se llevó a cabo en el palacio de Livadia de la ciudad de Yalta (Península de Crimea, Ucrania), enclavada a orillas del mar Negro. A la reunión asistieron el presidente de los Estados Unidos de América, Franklin Delano Roosevelt; el primer ministro británico, Winston Churchill; y, por último, el anfitrión Josep Stalin, presidente de la URSS. La conferencia se desarrolló a la par que el Ejército Rojo, después de vencer al frente alemán en Polonia, liberaba Varsovia en su avance, que se demostró imparable, y apuntaba hacia Berlín, circunstancia que proporcionó al líder soviético una posición de fuerza y preeminencia en los debates y posteriores acuerdos discutidos en Yalta.La conferencia de Yalta marcó el momento de mayor coordinación militar y política entre los países aliados, al igual que pasara anteriormente durante la celebración de la primera conferencia  celebrada por los aliados en Teherán, el 28 de noviembre del año 1943. En Yalta, las tres potencias regularon sus relaciones de fuerza basándose en el principio político de la "esfera de influencia" como preludio de la posterior gestación de la Guerra Fría, y sancionó políticamente el "estado de hecho" derivado de la situación militar en Europa tras la finalización de la guerra. En este aspecto realmente no hubo concesión alguna por parte de las potencias participantes, ya que el dominio efectivo o potencial soviético o angloamericano ya se había definido a lo largo de la propia contienda. En esta conferencia se afrontaron, entre otros, cuatro problemas principales: la cuestión de Polonia, la situación de Alemania en la postguerra, la cuestión del veto al Consejo de Seguridad de la futura ONU, aún en estado embrionario y las condiciones de la participación soviética en la campaña del Pacífico contra Japón.




Antecedentes. Hacia el fin de la guerra


El Desembarco de Normandía, producido el 6 de junio de 1944, constituyó una demostración de fuerza por parte de los aliados, máxime por producirse en un momento especialmente crítico para el desgastado Ejército del III Reich, que tenía serias dificultades de abastecimiento, sobre todo de material bélico. A partir de ese momento, el proceso de derrota del Eje se aceleró a velocidad de vértigo. Tan sólo la ofensiva lanzada por el mariscal von Rundstedt y sus Divisiones Panzer en la batalla de las Ardenas, de diciembre de 1944, hizo vacilar por un momento el avance y los planes de los aliados, tendentes a acabar cuanto antes con el conflicto. Sin embargo, a pesar de tan esplendoroso canto del cisne del Ejército alemán, a principios de 1945 Alemania comenzó a ser invadida por los aliados: los rusos por el este y los ingleses y americanos por el oeste. Los americanos se preparaban para llevar a cabo un cruce inminente del Rin, mientras que Stalin había firmado una paz victoriosa con Finlandia, ocupado Rumanía, Bulgaria, gran parte de Polonia y profundizado bastante en Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia. Con el III Reich moribundo y con el resultado de la guerra resuelto sin posibilidad de cambio importante alguno, las tres potencias reunidas en Teherán decidieron reanudar las conversaciones a fin de establecer un plan conjunto adecuado para los vencedores, el cual tan sólo quedó al final reducido a un mero reparto del mundo entre los poderosos.

                                                                      STALIN     

 
 
 ROOSEVELT

 

                                              CHIURCHILL

Los preparativos


Con la fijación de la fecha y el lugar por parte de Josep Stalin surgieron los primeros roces entre las potencias aliadas. Stalin escogió Yalta al esgrimir la excusa de que las operaciones bélicas que estaba realizando en ese momento el Ejército Rojo en el frente oriental hacían precisa su proximidad al escenario de las batallas. Roosevelt accedió como mal menor a la ubicación de la conferencia en el mar Negro, aunque hubiera preferido cualquier otro lugar del Mediterráneo para así poder encontrarse después con algunas personalidades europeas. En cuanto a Churchill, su postura fue totalmente contraria al lugar elegido, que para él sólo era "bueno para pillar el tifus", aunque al final no tuvo más remedio que aceptarlo toda vez que el presidente norteamericano dio el visto bueno al lugar tras un informe favorable de su embajador en Moscú.


El palacio de Livadia, sede central de las reuniones y residencia del presidente norteamericano, había sido anteriormente residencia de verano de los zares, sanatorio para tuberculosos con la Revolución Rusa y, por fin, cuartel general de los nazis en Crimea, los cuales, tras abandonarlo, lo dejaron totalmente arrasado. Para preparar adecuadamente e lugar y el entorno se enviaron un total de 1.500 vagonetas de ferrocarril cargadas de personal y de materiales (incluyendo árboles trasplantados). La delegación norteamericana fue instalada en el propio palacio de Livadia, con un confort relativo, mientras que los ingleses fueron alojados en el palacio de Voronstov, a diez kilómetros de Livadia, sin comodidad alguna, a excepción de una gran cama para el primer ministro. Josep Stalin se hospedó en la villa de Korciz, a veinte kilómetros de la residencia de Roosevelt.
Los preliminares de la conferencia se desarrollaron de la misma manera que la de Teherán. Stalin visitó inmediatamente a Roosevelt, tras lo cual marcharon al encuentro de Churchill para celebrar la primera reunión conjunta. Durante toda la semana que duró la conferencia se mantuvo un ritmo de trabajo frenético, llevado a cabo a diferentes escalas: plenos extraordinarios, almuerzos de los tres líderes, reuniones informales a dos o tres bandas, reuniones de los respectivos ministros de Asuntos Exteriores, etc., todo ello bajo el más estricto secreto, y de ahí que, en un principio, las informaciones surgidas de la conferencia fueran muy contradictorias. El secretismo con que se desarrolló la conferencia llegó a hacer pensar a los especialistas en el tema que realmente no se llegó a firmar documento alguno, como así fue hasta que, en 1957 (¡doce años después!), el Departamento de Estado de los Estados Unidos entregó a los periodistas el protocolo completo de la reunión, que constaba de 14 puntos, con la firma de los tres estadistas, el cual se mantuvo en secreto sin motivo aparente alguno






La actuación norteamericana fue mostrada porque dos años antes, concretamente el 17 de marzo del año 1955, el rotativo The New York Time publicó un trabajo monográfico titulado Los papeles de Yalta, en los que el entonces consejero especial del presidente, Charles Chip Bohlen, recogió en su cuaderno de notas todo lo dicho y tratado en dicha reunión, con lo que creó, así, la única fuente documental válida y fiable sobre Yalta, en la cual demostraba que el presidente norteamericano se dejó "seducir" por un extraño encanto que sólo él encontró en el líder soviético.
Esa sorprendente facultad de seducción por parte de Stalin sobre Roosevelt provocó, al igual que pasara en Teherán, un duro enfrentamiento y desconfianza entre Stalin y Churchill, puesto que el comportamiento del británico difería radicalmente del líder norteamericano. Mientras que éste último se deshacía en alabanzas por la hospitalidad del general soviético, el primer ministro británico no desaprovechó el momento a la hora de remarcar y poner de manifiesto las diferencias de mentalidad y comportamiento entre la URSS y los pueblos libres de Europa occidental y, sobre todo, respecto a la inclusión o no de Francia en la futura repartición de Alemania después de la guerra, a lo que Stalin y Roosevelt accedieron, aunque eso sí, a modo de favor.
Para concluir con lo prolegómenos, en Yalta, según el informe de Bohlen, hubo un total de ocho sesiones plenarias, otras tantas de ministros de Exteriores, tres cenas y un almuerzo de trabajo.



Los acuerdos tratados en Yalta


Además de los cuatro puntos principales que se trataron en la conferencia y que supusieron el mayor tiempo empleado en las rondas negociadoras, los tres líderes aliados discutieron sobre Yugoslavia y el papel futuro de la Europa liberada; la redacción de una declaración, un tanto pomposa y a la postre estéril, de los aliados, tanto en tiempo de guerra como de paz; y, por último, sobre la necesidad de someter a todos los criminales de guerra a la justicia para un rápido y ejemplarizante castigo (el futuro juicio de Nuremberg).



El futuro de Alemania


La división de Alemania en zonas de ocupación fue uno de los arreglos más difíciles de la conferencia. El país fue dividido en cuatro sectores de ocupación a cargo de los Estados Unidos, Gran Bretaña, la URSS y Francia, la cual fue incluida tras una dura negociación por parte de Churchill y Roosevelt con Stalin, el cual negaba a Francia tal derecho alegando que el país galo "había abierto la puerta al enemigo en el año 1940 y había contribuido bien poco a esta guerra". Finalmente, fue convencido para que Francia no sólo obtuviera una zona de ocupación, entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, sino también un puesto en la Comisión de Control Aliado, con sede en Berlín, presidida por el secretario del Foreign Office, sir Anthony Eden.
Sobre el asunto de las indemnizaciones de guerra alemanas, se fijó una cuantía, calculada por Josep Stalin, de 20.000 millones de dólares, a pagar en 10 años, de los cuales la mitad irían a parar directamente a la URSS como país que sufrió con más virulencia los ataques alemanes, tanto en lo material como en lo humano. Con esta medida, los aliados pretendieron destruir el militarismo alemán y el nazismo, y asegurarse el que Alemania no pudiera perturbar la paz del mundo en el futuro.



La cuestión de Polonia


La discusión sobre la modificación fronteriza de Polonia fue la que llevó más tiempo en Yalta, debido a que la propia discusión del tema no fue incluida en la agenda de la conferencia hasta después de muchas discusiones y enfrentamientos de posturas. Al final, se estableció su frontera oriental sin discusión alguna por parte de los asistentes, de acuerdo con la llamada línea Curzon (línea de demarcación trazada sobre el río Bug que Lord Curzon, secretario entonces del Foreign Office, propuso al Consejo Supremo al finalizar la Primera Guerra Mundial como frontera oriental de Polonia, establecida de acuerdo al "criterio de las nacionalidades"). Sin embargo, donde sí hubo grandes problemas fue al establecer los límites occidentales. Roosevelt y Churchill propusieron una línea a lo largo del río Oder, continuándose hacia el sur por el Neisse occidental, a lo que se negó en redondo Stalin, por lo que se decidió que las fronteras definitivas serían fijadas en un futuro tratado de Paz con la Alemania vencida, el cual nunca se llevó a cabo para tratar el problema polaco, lo que permitió a los rusos realizar su propio arreglo una vez que Polonia cayó bajo la influencia soviética. Polonia acabó cediendo a la URSS la Bielorrusia occidental y la Galitzia oriental a cambio de una futura conferencia de paz que nunca se llevó a cabo.
En cuanto al segundo punto a tratar referente a Polonia, el de la composición de su Gobierno, las negociaciones fueron un completo fracaso para los intereses aliados, en especial para Gran Bretaña. Stalin logró el compromiso de americanos y británicos de aceptar un reajuste en el Gobierno provisional de Lublin, con la entrada de representantes de la resistencia interior y del Gobierno polaco de Mikolajczyk en el exilio londinense. A este respecto no deben pasarse por alto dos aspectos fundamentales: primero, que Polonia había constituido para Gran Bretaña el leit motiv de su entrada en la Segunda Guerra Mundial; y segundo, que una vez en marcha la guerra, el llamado Gobierno provisional de Lublin no fue otra cosa que una marioneta impuesta por Moscú, erigida con el único objetivo de contraponerse legalmente al Gobierno en el exilio de Londres de Mikolajczyk. La hipócrita promesa soviética de organizar una elecciones libres en Polonia, vigiladas bajo la atenta mirada de un escrutinio severo, resultaron ser un vehículo perfecto para que Moscú instalase todo el aparato comunista en ese país que acabó por edificar la nueva Polonia, al igual que hiciera con el resto de sus países satélites.




La URSS en la Guerra del Pacífico


En Yalta también se estableció un acuerdo importante en el que se recogía una futura declaración de guerra por parte de la URSS contra Japón, un vez que la guerra en el continente europeo finalizase. La razón principal de tal medida se debió a los informes que poseía el presidente Roosevelt en los que sus asesores militares le hicieron saber que sin ayuda militar la guerra en esa parte del mundo se prolongaría aún mucho tiempo, creencia que luego se demostró infundada ya que el error por parte aliado fue el de no conocer con exactitud el verdadero estado de las fuerzas niponas, sobreestimando en demasía unas fuerzas que en realidad era mínimas. De todas formas, una vez derrotada Japón por los norteamericanos, la URSS reclamó las compensaciones pactadas en Yalta, aunque no tuvo que participar en la campaña. En pago a lo acordado, la URSS recibió en la región de China y del Pacífico todos los territorios y privilegios anteriores a la guerra ruso-japonesa del año 1904-1905: la parte meridional de las islas Sakhalin y Kuriles, concesiones del ferrocarril de Manchuria, el establecimiento de Port Arthur como base naval de la URSS y la internacionalización del puerto de Darién con prioridad de uso para los soviéticos.



El germen de la futura ONU


Los tres líderes aliados acordaron convocar una reunión en el mes de abril del mismo año, en San Francisco, para tratar la fundación de la futura ONU. En líneas generales, Stalin no se opuso a que el armazón de la futura organización supranacional fuera muy parecido al dibujado por Roosevelt en la Conferencia de Dumbarton Oaks, el 8 de octubre del año 1944. Pero, por contra, sí consiguió mediante una serie de impedimentos de todo tipo que un organismo, no nacido aún, tuviese defectos importantes como, por ejemplo, la presencia de Rusia, Ucrania y Bielorrusia en la Asamblea General como miembros distintos (antes de  eso, Stalin había pedido sin rubor alguno la inclusión de las 16 repúblicas federadas de la URSS).
Más grave fue la cuestión, propuesta por la URSS y aceptada por las dos potencias, del reconocimiento a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la futura ONU del veto a las resoluciones que consideraran contrarias a sus intereses nacionales e incluso de la propia discusión de las cuestiones, con lo que se preparó de ese modo la paralización de toda controversia relacionada con dos o mas miembros permanentes. Tal circunstancia era como admitir una parálisis para la Organización, circustancia que con el transcurrir del tiempo se acabaría confirmando.


La declaración sobre la Europa liberada


Uno de los puntos más criticados de la Conferencia de Yalta fue la solemne Declaración sobre la Europa LIberada, redactada por el Departamento de Estado norteamericano y aceptada en su totalidad por el resto de aliados. En dicho memorándum, estructurado a modo de ideario político y moral a seguir en el futuro, se hizo una declaración de principios y de intenciones, estipulando que "serán ayudados a formar Gobiernos provisionales ampliamente representativos de todos los elementos democráticos, comprometiéndose a establecer, cuanto antes, mediante elecciones libres, los Gobiernos que correspondan a la voluntad de los pueblos".
Sobre el papel tales principios sonaban muy bien, pero al llevarlos a la práctica cada potencia los interpretó a su manera. Roosevelt se sentía profundamente decepcionado por los criterios colonialistas de Churchill y por la postura de Stalin de no respetar las formar más elementales del sistema democrático. Por su parte, Churchill se oponía frontalmente a cualquier tipo de aspiración nacionalista o independentista de los pueblos coloniales, a la par que no veía con agrado el apoyo descarado de Stalin a los comunistas de Polonia y Rumanía para que éstos se hicieran con el poder en sus respectivos países. Por último, Stalin era partidario, como cuestión prioritaria, de liquidar a los alemanes pues "siempre buscarían la revancha", amén de pretender actuar libremente en las esferas de influencia reconocidas anteriormente por el propio Churchill.

La utópica manifestación de buenas intenciones le concedió a la URSS la suficiente apariencia de buena fe y autoridad entre los países del Este como para facilitarle, en el transcurso de los siguientes años, la ocupación de los mismos.

Otros acuerdos alcanzados


La URSS consiguió la revisión de la Convención de Montreux, del año 1936, de la que salió el Estatuto de los Estrechos, que posibilitaba la no dependencia del control de los turcos en la zona.
En Yugoslavia se formaría un Gobierno de unidad nacional presidido conjuntamente por el líder comunista partisano Tito y por Lubasic. Stalin albergaba en Yugoslavia los mismo deseos y tentativas pensados para Polonia, pero sus planes acabaron de forma muy distinta.



Resultado de la Conferencia de Yalta



De forma muy sucinta, la Conferencia de Yalta más que establecer acuerdos duraderos formalizó unos hechos y evidencias que ya habían sido decididos anteriormente. Los objetivos trazados en esta reunión, tendentes a la consecución de una paz estable y duradera, basada en una perfecta coexistencia de las potencias mediante el reparto de las esferas de influencia, fracasaron totalmente, toda vez que tras Yalta y luego Potsdam el mundo se vio nuevamente amenazado por una posible guerra al formarse dos bloques totalmente antagónicos apoyados por sus respectivos países satélites.
Los obstáculos surgidos entre los Tres Grandes no fueron zanjados en Yalta, como se pretendía, con un consiguiente aumento de la presión política entre los países de la Europa occidental y la oriental, de tal manera que fue necesaria la celebración de una tercera conferencia en Potsdam.
Roosevelt se marchó de Crimea convencido de que había demostrado su autoridad entre los Grandes y aducía, como argumento a tal creencia, que siempre había aparecido en el centro de las fotos oficiales. Sin embargo, los hechos posteriores confirmaron todo lo contrario. El 12 de abril de ese mismo año murió Roosevelt, víctima de una poliomielitis que le aquejaba desde hacía varios años, por lo que no pudo ver cómo sus ímprobos esfuerzos de Yalta se iban derrumbando poco a poco.
 http://www.enciclonet.com/articulo/conferencia-de-yalta/#

miércoles, 3 de febrero de 2016

SEGUNDA GUERRA BALCANICA...UNO DE LOS ANTECEDENTES DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

La situación creada por el Tratado de Londres irritaba profundamente a los búlgaros, cuyo principal objetivo político era el control de la totalidad de Macedonia ( incluyendo el puerto de Salónica, la gran puerta de los Balcanes ) que en su mayor parte habia quedado bajo la tutela de griegos y servios. El zar Fernando de Bulgaria, ansioso por hacerse con ella, se preparó para una nueva guerra a pesar de la opinión de la mayoría de sus consejeros, no tanto por discrepar de la causa como por considerar al país poco preparado para afrontar un nuevo gran desafío, máxime cuando Servia contaba con la solidaridad expresa de Montenegro, y Rumania y Rusia daban signos de hostilidad contra el engrandecimiento búlgaro. Además Servia y Grecia estaban en pleno proceso de acercamiento y el 1 de junio de 1913 firmaron un tratado de asistencia mutua

 

 La ruptura del fuego comenzó el 30 de junio de 1913 en el río Bregalnitsa cuando el IV ejército bulgaro avanzó contra los 1º y 3º ejércitos servios, solo para ser rechazado casi inmediatamente más allá del río sin que el V ejército búlgaro le pudiera prestar ayuda efectiva debido a unas órdenes tardías. Al terminar la batalla el 8 de julio, los búlgaros habían sufrido 20.000 bajas, y los servios, 3.000 muertos y 13.000 heridos.
 Simultaneamente, en la línea Kilkis-Lahanas entre el 30 de junio y el 4 de julio el II ejército búlgaro enfrentó a las tropas griegas de la zona, que le superaban crecidamente en número ( 80.000 frente a 177.860 soldados ) con pésimos resultados, puesto que en el contraataque heleno las posiciones búlgaras fueron arrolladas, contabilizando los hombres del zar Fernando 6.000 muertos y otros 6.000 prisioneros con 130 cañones, frente a 8.000 bajas griegas.



 El 5 de julio y el 6 de julio fueron formalizadas las declaraciones de guerra de Servia y Grecia a Bulgaria, pero esos días el acontecimiento más trascendente fue la decisión de Bucarest de movilizar a sus fuerzas armadas; el paso final fue la declaración de guerra de Rumania a Bulgaria el 10 de julio. Bruscamente, los bulgaros se veían atrapados en una guerra en dos frentes, y teniendo que vérselas con un adversario intacto como era su vecino del norte. Unos 80.000 rumanos penetraron en Dobrudja, en la costa del Mar Negro, un pequeño distrito con poblaciones de múltiple origen sobre el que existian diferencias de limites entre ambos países




Un protagonista inesperado se unió a la rebatiña: Turquia, viendo una oportunidad dorada para desquitarse, al menos en parte, de su reciente humillación declaró la guerra al gobierno de Sofia e intervino en Tracia Oriental. Ante semejante mazazo los búlgaros se apresuraron a solicitar la paz, pero sus enemigos, conscientes de su ventaja, desoyeron el llamamiento. El dia 14 de julio 250.000 soldados rumanos atravesaron el danubio y irrumpieron en el corazón de Bulgaria, marchando sobre la capital del país. Al menos los búlgaros recibieron un pequeño respiro en el oeste, donde las tropas servias del 3º ejército y sus aliados montenegrinos que trataban de quebrar las posiciones adversarias en Kalitmantsi fracasaron en su empeño
 En cambio el desastre del 22 de julio, con la pérdida de Adrianópolis, la adquisición bulgara más notable en el conflicto anterior, a manos de los turcos demostró lo desesperado de la posición de Bulgaria. Un factor externo vino a salvar su precaria situación. Rumania, alarmada por los gestos cada vez más hostiles de Austria-Hungria ( opuesta al engrandecimiento de sus vecinos fronterizos )  optó por acordar un armisticio con los dirigentes de Sofia en la misma jornada. Enmedio del agotamiento de las partes y de las mediaciones internacionales  entre el 29 y el 30 de julio se libró el último enfrentamiento importante en Kresna Gorge, cuando los búlgaros coparon a los griegos en un desfiladero y detuvieron su progresión. A pesar de los llamamientos del rey Constantino de Grecia, partidario de mantener las operaciones, tanto Atenas como Belgrado se acogieron a un armisticio que dió paso al tratado de Bucarest del 30 de julio de 1913 entre los vecinos balcánicos, por el que Bulgaria renunciaba a sus pretensiones anexionistas de Macedonia y ademas perdía la Dobrudja meridional en favor de Rumania. Un posterior acuerdo ratificado bilateralmente entre Turquia y Bulgaria dejaba Adrianópolis en manos de la primera.




En este segundo conflicto en menos de un año, el coste humano fue asimismo desgarrador: Bulgaria registró 93.000 bajas, Grecia 5.851 muertos y 23.847 heridos, Servia 9.000 muertos y 36.000 heridos y su socia Montenegro 1.200 bajas.
Tal como estaba la situación de resquemores, de intereses opuestos y de resentimientos formados y creados por los sucesivos conflictos, no es de extrañar que el motivo del inicio de la Primera Guerra Mundial estuviese en esta zona. El asesinato del archiduque de Austria Francisco Fernando, cometido en Sarajevo en 1914, proporcionó a Austria-Hungría el casus belli para invadir Serbia. Naturalmente, ello desembocó inexorable e inevitablemente en un conflicto general, pues la maquinaria de alianzas que durante mucho tiempo se fue gestando entre las potencias europeas se puso en funcionamiento sin posibilidad de frenarla.
  http://antecedenteprimeraguerramundial.blogspot.com.es/2011/07/la-segunda-guerra-balcanica-vi-1913-vii.html
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domingo, 31 de enero de 2016

MASACRE EN LA EMBAJADA DE ESPAÑOLA DE GUATEMALA


A principios de 1980, el ejército de Guatemala y la guerrilla se enfrentan en una sangrienta guerra que dura ya muchos años .Tan solo 6 meses antes, en Julio de 1979, la guerrilla sandinista había logrado derrotar al ejército de Nicaragua, brindando ayuda a la guerrilla salvadoreña que ganaba fuerzas en el país vecino. 
El ejército guatemalteco no estaba dispuesto a correr con la misma suerte. Pero para las fuerzas armadas resulta muy difícil combatir a un enemigo que no porta uniforme y que los fustiga con ataques relámpago en emboscadas, huyendo luego a las montañas y escondiéndose entre la población de varias aldeas, que en muchos casos les ofrece refugio y comida. La causa guerrillera gana adeptos principalmente entre los campesinos indígenas del altiplano.
Decidido a acabar con esta amenaza, el presidente de Guatemala, General Romeo Lucas García, revive al Ejército Secreto  (ESA) y emprende una campaña de terror en los poblados sospechosos de simpatizar con la guerrilla. Sus dirigentes son torturados y asesinados, muchas mujeres son violadas, sus escasas posesiones son robadas…


El 15 de agosto de 1979 arribó al país el nuevo embajador de España, Máximo Cajal, que no quiere ser un embajador de oficina, sino uno que visite y conozca a sus conciudadanos donde éstos se encuentren. Se entera que un grupo de misioneros españoles en Quiché ha recibido amenazas y decide visitarlos para conocer de primera mano la situación. 
No se sabe con quién más se reúnen el embajador y el primer secretario, pero coincidentemente tres días después un grupo de campesinos del Quiché llega a la ciudad Capital, donde poco se sabe acerca del conflicto armado, que únicamente llega a través de las ondas censuradas de las noticias. Entre los campesinos se encuentra Vicente Menchú, miembro del Comité de Unidad Campesina (CUC), padre de la Premio Nobel Rigoberta Menchú, a quien le impide acompañarlo a la capital pues sabe que los riesgos son grandes, y la deja al cuidado de una monja en un convento en Zunil. 


Los campesinos son acojidos por los estudiantes de la Universidad de San Carlos (USAC), con quienes planifican las acciones para hacer pública su situación en El Quiché. Intentan exponer su caso ante la Organización de Estados Americanos (OEA), pero ésta les cierra las puertas. También intentan hablar con los medios, pero éstos se niegan a publicar su denuncia por temor a las represalias que pueda tomar el sanguinario régimen de Lucas. 
Un pequeño grupo de campesinos se dirige entonces con el abogado Mario Aguirre Godoy, pero al llegar les informan que el señor embajador se encuentra fuera de la ciudad –presuntamente en Quiché, con los misioneros españoles. La secretaria les informa que lo podrán encontrar dos días después: el jueves 31 de enero de 1980 a las 11h00. Ese mismo día, y a esa misma hora, el embajador tenía agendada una reunión con el Vicepresidente Eduardo Cáceres Lenhoff y el canciller Adolfo Molina Orantes.


Amanece el 31 de enero de 1980, y el despacho del embajador español permanece en calma. Sus ventanas con barrotes serán en pocas horas el centro de atención del mundo entero. 
A las 10h00, una delegación de más de 20 personas parte desde la USAC hacia la embajada española en Guatemala, ubicada en ese entonces en la esquina de la 6ª Avenida “A” y 10ª Calle de la zona 10, lugar que es ahora ocupado por el Banco G&T.
A las 11h00, arriban a la embajada el vicepresidente Cáceres Lenhoff y el canciller Molina Orantes y son atendidos por el embajador Cajal. Cinco minutos después, los campesinos irrumpen en la embajada, portando mochilas con víveres para 2 días y un número no determinado de bombas molotov de fabricación casera. Los invasores ocupan el primer nivel de la embajada. 
A esa misma hora, Odette Arzú, de la Cruz Roja guatemalteca, recibe una llamada telefónica. Su interlocutor es Jaime Ruiz del Arbol, primer secretario de la Embajada de España y amigo personal de ella, quien le dice que están en un problema y que necesitan a la Cruz Roja, solicitándole que llegue al lugar.
A las 11h20, el reportero de radio Marco Antonio Figueroa está presente en el lugar. Desde una de las ventanas le hacen señas y le lanzan un mensaje en una bola de papel en el que le indican que las instalaciones de la embajada fueron tomadas por campesinos hace 10 minutos. Inicia entonces la transmisión de la noticia desde el lugar de los hechos y pronto llegan más reporteros de otros medios, multitud de curiosos y miembros de las fuerzas del orden.
El embajador Cajal desciende al primer nivel y pide a los campesinos que se retiren, pero éstos quieren convertir a la embajada en una plataforma para llamar la atención de los medios y hacer pública su denuncia. 
A las 11h35, los campesinos suben a la terraza y colocan una manta del CUC que dice “Ejército Asesino, fuera de nuestras comunidades”. La policía se hace presente en gran número.
El Embajador Cajal intenta hablar con el Ministro de Exteriores y con el de Gobernación, pero ninguno atiende sus llamadas. Logra hablar únicamente con el viceministro Lima y le pide que retire a la fuerza pública, pero éste le indica que lo ve bastante difícil.
El Ministro de Asuntos Exteriores de ese entonces era Rafael Castillo Valdez, quien mantiene que fue él quien habló con el Embajador Casal, y no el viceministro.
El embajador contacta entonces a Madrid con el canciller español pidiéndole que intervenga, ya que sus intentos han sido en vano.
A las 13h50, toda la embajada -excepto el despacho del embajador- ha sido ocupada por la policía. La guardia judicial empieza a destruir el edificio con piochas, hachas, taladros y cualquier cosa que tuvieran a la mano, intentando abrir un boquete hacia el despacho.
A las 14h20, el abogado Mario Aguirre Godoy, que había acompañado a los campesinos a la embajada, decide salir y entregarse a la policía, salvando así su vida. 
En la Universidad de San Carlos, los familiares de los ocupantes esperan y escuchan atemorizados las noticias.


Odette Arzú, de la Cruz Roja, se aterroriza cuando escucha decir a alguien: «No quiero uno vivo. No quiero un solo testigo». Según ella, quien dio esa orden era el Director de la Policía, el Coronel Chupina. Y según ella, Chupina obedecía órdenes del Ministro de Gobernación Donaldo Alvarez Ruiz.
Según Elías Barahona, vocero oficial del Ministerio del Interior, la orden de incendiar la embajada de España con sus ocupantes dentro habría venido del mismísimo Presidente Romeo Lucas García. Esto lo declaró en una conferencia de prensa tras pedir asilo en Panamá. Barahona también reveló que el general Lucas García comandaba las bandas paramilitares y parapoliciales, llamadas Escuadrones de la Muerte, y participaba en la elaboración de las listas de opositores condenados a desaparecer.
El ex Secretario de Prensa del Ministerio del Interior denunció asimismo que en Guatemala se estaba preparando un Programa de Pacificación y Erradicación del Comunismo, elaborado por especialistas de los Estados Unidos con base en su experiencia durante la guerra de Vietnam. Este programa sería conocido posteriormente como la estrategia de “Tierra Arrazada”.


Justo en ese momento, el embajador español logra salir del despacho y llega a otra habitación. Las llamas han alcanzado su ropa por lo que rueda para apagarla y sale de la embajada. Odette Arzú se lanza hacia él para protegerlo y rápidamente es rodeado de policías, periodistas y personal de la Cruz Roja. Arzú lo lleva a una ambulancia, debiendo discutir con los policías para llevarlo al hospital Herrera Llerandi a tratar sus heridas.
Mientras tanto, del edificio en llamas se escuchan los gritos desesperados de los campesinos y personal de la embajada así como del Vicepresidente Cáceres Lenhoff y el Canciller Molina Orantes. Son casi 40 personas que continúan dentro y se están quemando vivas. Desde la calle solo se observan algunos brazos que salen entre las rejas del balcón. Las fuerzas de seguridad no permiten que nadie ingrese al edificio en llamas. 
A los bomberos nadie les avisó de lo que sucedía, por lo que no se encuentran presentes en el lugar cuando inicia el incendio. Llegan 8 minutos después de recibir la llamada, pero es demasiado tarde. En el despacho quedan únicamente cadáveres calcinados cuando entran los rescatistas. 
Según Odette Arzú, los cadáveres estaban quemados solo de la cintura hacia arriba, lo cual le pareció sumamente sospechoso, ya que en el lugar vio a un policía con un lanza llamas. Para ella, el causante del incendio habría sido el lanza llamas, ya que no cree que 3 o 4 cocteles molotov hubieran causado en tan poco tiempo un incendio tan grande. Las imágenes televisivas disponibles sin embargo muestran varios cadáveres completamente quemados de los pies a la cabeza.

Las llamadas entre la cancillería española en Madrid y el canciller de Guatemala Castillo Valdez no llegan a nada. Tras conocerse la masacre, Guatemala se convierte en el primer país latinoamericano con el que España rompe relaciones diplomáticas. En su estupidez, Lucas García no se dio cuenta de que ese era un acto de guerra, al cual España pudo haber respondido con la fuerza de las armas. 
Alguien ingresa al cuarto de hospital de Gregorio Yujá esa noche y le hace una entrevista de forma clandestina. Su testimonio sería probablemente sus últimas palabras: «Llegaron muchos policías y entraron en la embajada. No hicieron caso al embajador y echaron fuego. A saber por qué. También nos iban a matar a tiros. ¡A saber quién echó fuego ahí!
En el hospital Herrera Llerandi hay un fuerte operativo de custodia para protección del embajador Cajal y del campesino Yujá. Entidades españolas y otras misiones diplomáticas hacen turnos para proteger al embajador. A las 2h00 de la madrugada del viernes 1 de febrero de 1980, finaliza el turno del embajador de Costa Rica, Mario Esquivel, y empieza el turno de la Misión Técnica Española con Francisco Javier López. Ellos ven a un grupo de hombres vestidos con ropa vaquera y fuertemente armados irrumpir en el hospital. Se esconden debajo de la cama del embajador español pensando que vienen por él, pero el grupo de hombres armados se dirigen al cuarto de Gregorio Yujá. 
Los dos diplomáticos observan como se lo echan al hombro con todas sus vendas y lo meten en una camioneta para luego desaparecer. Su cadáver sería lanzado al día siguiente frente a la rectoría de la Universidad de San Carlos desde un Jeep que presuntamente pertenecía al Comando 6. En vista de que ya no habían garantías individuales ni colectivas, los estudiantes deciden enterrarlo en el campus universitario.
La esposa del embajador español llega a Guatemala procedente de Madrid y se dirige al hospital con un pequeño revolver, dispuesta a balear al primero que quisiera hacerles daño. El teléfono de la habitación suena y es el Canciller Español, que le dice que deben salir de Guatemala, a lo que ella responde que necesita que le organice el escape.


El embajador de Venezuela y el de Costa Rica le informan a las autoridades españolas que el único sitio seguro en Guatemala sería la casa del embajador norteamericano, resguardada por marines. 
El operativo inicia a las 07h00. Una enfermera lleva una silla de ruedas para el embajador Cajal y su esposa lo lleva hacia el ascensor, haciendo creer a los guardias que lo lleva hacia el cuarto de Rayos X. En el parqueo a la entrada del hospital los espera Justo Jesús Elías, embajador de Venezuela. Pero cuando salen ven a un pickup de la policía con varios agentes dentro y fuera. 
No hay marcha atrás, deben llegar al auto de la embajada venezolana,  pero al salir del hospital el pickup de la policía arranca. El embajador Elías se acerca entonces a los policías y mostrándoles sus credenciales les dice: «Sepan que el embajador Cajal va en ese carro que es de la Embajada de Venezuela. No nos sigan, porque ahora el embajador Cajal está bajo la custodia de la Embajada de Venezuela». Arrancan y se dirigen a la casa del embajador de los Estados Unidos. Esa noche pasan tiroteando la casa del embajador estadounidense y un marine resulta levemente herido.
El día siguiente un equipo de periodistas de Radio Televisión Española (RTVe) llega a la Embajada de España y filma como ha quedado el lugar. La cocina es uno de los lugares menos afectados, y está repleta con los víveres llevados por los campesinos. En el lobby se encuentran 2 charcos de sangre, lo que sugiere que detrás del embajador intentaron huir 2 personas, pero alguien los asesinó antes de que lograran salir, muy probablemente de un tiro. Esto sin embargo nunca se investiga. 
Mientras tanto, se escoge el paraninfo universitario para hacer el velatorio de las víctimas de la Embajada de España. Había un estado de pánico absoluto. El transporte se paralizó, los comercios cerraron. A las 19h00 había un silencio sepulcral en toda la ciudad. Esperaban tener al menos 3,000 personas para poder salir al sepelio, pues de lo contrario temían que serían reprimidos. A las 12h00 habían solamente unas 35 personas, por lo que el sepelio parecía ser un fracaso ya que el pueblo no había respondido, por lo que varios optaron por retirarse. A la 12h30 quedaban únicamente 20 personas, sin embargo entre la 12h30 y las 13h00 se reunieron aproximadamente 30,000 personas. 


A pesar de que a principios de los 80s no se puede criticar al ejército en Guatemala, la marcha hacia el entierro es multitudinaria. La multitud grita “Ejército Asesino!”. En ella mueren 4 personas más en manos de la policía, entre ellos Jesús España y Gustavo Hernandez, líderes estudiantiles.
El gobierno español envía un avión desde Madrid con dos policias para rescatar al embajador y su esposa. Los llevan al aeropuerto bajo una manta, y paran el auto justo en la escalerilla del avión que los llevaría de vuelta a España para ponerse a salvo.
Treinta y siete personas murieron, entre ellos los españoles Jaime Ruiz del Arbol  (primer secretario de la embajada), Felipe Sáenz (canciller) y María Teresa Vázquez de Villa. Entre las víctimas guatemaltecas figuran el ex vicepresidente Eduardo Cáceres Lenhoff , el ex canciller Adolfo Molina Orantes  , la  secretaria del embajador, María Rivas de Anleu, y Vicente Menchú, padre de Rigoberta Menchú, la cual interpuso en España en 1999 la querella que dio origen a la investigación de la Audiencia Nacional.
Lucas García fue derrocado en 1982 por un golpe del general Efraín Ríos Montt, quien también fue derrocado en 1983 por otro pronunciamiento militar, que llevó a la presidencia al general Oscar Mejía Víctores, el cual inició la democratización.
Las relaciones diplomáticas plenas fueron restablecidas en 1986, tras ganar las elecciones el demócratacristiano Vinicio Cerezo, que encabezó el primer gobierno civil después de tres décadas de regímenes militares.
La quema de la embajada, que se convirtió en símbolo de la brutalidad del régimen, figura en el informe "Guatemala: nunca más", del proyecto interdiocesano Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), como el inicio de "una escalada hacia la violencia masiva ejecutada por el Ejército en las zonas rurales entre 1980 y 1983".


Para vergüenza nacional e internacional, ninguno de los principales responsables de esta barbarie ha tenido que enfrentarse a la justicia. Lucas García murió tranquilamente en su cama, en la ciudad de Puerto la Cruz, Venezuela, en 2006. Nunca tuvo que responder ante tribunal alguno. Donaldo Álvarez Ruiz siguió gozando tranquilamente de su libertad y sus riquezas hasta 2006, cuando un tribunal español giró orden de captura y extradición contra él, pero éste se dio a la fuga y se desconoce su paradero. Germán Chupina murió cobijado en el anonimato en el 2008. Y militares y policías a lo largo de la línea de mando que planificó y ejecutó el asalto solamente se enfrentan a su propia conciencia y a la condena de la historia.
 El 1 de octubre del 2014 inició el juicio contra Pedro García Arredondo, exjefe del Comando Seis de la extinta Policía Nacional (PN). En el proceso, Rigoberta Menchú, premio nobel de la Paz, participa como querellante. García Arredondo fue capturado en julio de 2011 por la desaparición forzada, el 9 de junio de 1980, del estudiante universitario Édgar Saénz Calito. En agosto de 2012, fue condenado a 70 años por ese delito y durante ese juicio fue ligado al proceso judicial por lo ocurrido en la sede diplomática española.
El siguiente es un interesantisimo documental realizado por RTVe a entre el 2001 y 2002 que relata en 50 minutos la toma de la embajada de España. 
http://www.deguate.com/artman/publish/hist_contempo/La-masacre-en-la-embajada-de-Espana.shtml#.Vq5YkrLhDIV




BATALLA DE STALINGRADO...UNA DE LAS MAS SANGRIENTAS DE LA HISTORIA


 El 22 de junio de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética, su mayor error. Hitler y los mandos militares pensaban que sería una campaña breve que decidiría la guerra. Los alemanes ocuparon un gran territorio, pero sin ninguna victoria decisiva y con apuros invernales. Después de la primera paralización de Stalin, Rusia organizó un ejército llamando a la “guerra patriótica”, justificada por la brutalidad del invasor.
Las causas del enfrentamiento con Rusia provienen de las irreconciliables diferencias entre las ideologías de ambas naciones, además de la política y el sueño hitleriano del " espacio vital " que tanto ansía Hitler para que la población alemana se desarrolle sin límites. Bajo estas condiciones Adolfo Hitler lanza un violento ataque contra la unión soviética teniendo que pelear en frentes occidentales tanto orientales y sin embargo, consigue un incontenible avance hasta llegar a Stalingrado en 1943, misma que estuvo a punto de caer, salvada solo por el cruel general invierno, el mismo que haría morder el polvo a Napoleón.
Moscú fue atacada en octubre de 1941, un mes después de que empezase el sitio de Leningrado. La llamada «Operación Tifón" El ejército expedicionario alemán volcó todo su potencial en este ataque, pero los soldados estaban exhaustos, los suministros eran insuficientes y las tropas soviéticas hicieron gala de una extraordinaria determinación para salvar a la ciudad.
Gracias a la desesperada reorganización del ejército soviético, a un mando más eficiente y al titánico esfuerzo del pueblo soviético, los rusos lograron darle la vuelta a la situación. El hecho de que Stalin permaneciese en Moscú durante la batalla contribuyó enormemente a elevar la moral de los soviéticos. Los gritos de «Stalin está con nosotros» podían oírse en las calles. Cuando el Ejército Rojo contraatacó, en diciembre de 1941, los alemanes fueron expulsados de Moscú.


Para Hitler, Stalingrado era importante porque necesitaba proteger los campos petrolíferos de Rumania, de los que dependía todo su imperio del este. Esta batalla duró desde agosto de 1942 a febrero de 1943. El Ejército Rojo sólo empezó a ganar terreno a partir de noviembre de 1942, cuando rodeó al 60 Ejército alemán. Los jefes militares alemanes que dirigían la campaña pidieron autorización para lanzarse a un ataque que rompiese el sitio, pero Hitler les ordenó seguir donde estaban y hacer frente al Ejército Rojo desde una posición defensiva.
Hitler se proponía abastecer a los soldados sitiados desde el aire. El 60 Ejército necesitaba diariamente provisiones, municiones y otros suministros por un peso total de entre 1.600 y 2.600 toneladas, pero el comandante en jefe de la Luftwaffe, el mariscal Hermann Góring, recibió la orden de enviar sólo 300 toneladas diarias. En los últimos días la media diaria fue de 100 toneladas. Antes del final de aquel año, las tropas alemanas atrapadas morían de desnutrición, hipotermia y enfermedades tales como el tifus, las fiebres tifoideas y la disentería. 



El 10 de enero de 1943, como quiera que los alemanes se negasen de nuevo a rendirse, el Ejército Rojo atacó en la que acaso fue la batalla más sangrienta de toda la guerra. El 99 % de la ciudad de Stalingrado resultó destruida; y de sus 500.000 habitantes, sólo quedaron 1.500 después de la batalla.
Las bajas militares también fueron muy elevadas por ambos bandos. Murieron 500.000 soldados soviéticos, además de 150.000 alemanes y rumanos. Pero la cifra de muertos no se detuvo tras el final de la batalla, porque de los 91.000 alemanes hechos prisioneros, más de 50.000 murieron de hambre y de frío a lo largo del mes siguiente. El 60 Ejército de Hitler había sido prácticamente aniquilado. En palabras del general Siegfried Westphal: «Jamás un ejército tan grande tuvo un final tan aterrador en toda la historia de Alemania».
Estas derrotas fueron muy amargas para los alemanes. Pero lo peor estaba por llegar. En las vastas llanuras de Rusia central los alemanes lanzaron la «Operación Ciudadela», conocida también como «la batalla de Kursk». Hitler tenía especial interés en conseguir la victoria en Kursk, porque le permitiría destruir dos frentes rusos en una sola batalla. También creyó que era un momento favorable para atacar. Los aliados no habían invadido Francia, como él creyó que harían, y esto le permitió disponer de algunas tropas de reserva. Además, estaba convencido de que sus unidades de panzers eran superiores a los tanques rusos. Para el ejército alemán, la «Operación Ciudadela» era una oportunidad de desquitarse de las humillantes derrotas en Moscú (1941) y Stalingrado (1942).
La batalla duró cincuenta días, desde el 5 de julio al 23 de agosto de 1943, y en ella se utilizaron más tanques, morteros, cañones y aviones que en cualquier otra de la Segunda Guerra Mundial. Participó un tercio de todas las divisiones que los alemanes tenían destacadas en el frente oriental.
Fue un ataque en tenaza, con dos cuñas alemanas que partieron de OriolKursk y Belgorod-Járkov, enviadas para conquistar las lomas de Kursk, un área de 65.000 kilómetros cuadrados que seguía en poder de las tropas soviéticas. También en esta ocasión los alemanes habían aventurado una rápida victoria que, al no producirse, les dejó mal preparados para una batalla de desgaste. En Kursk, el Ejército Rojo demostró su superior movilidad. Mientras que los alemanes dependían del ferrocarril para el transporte de sus divisiones, los rusos pudieron trasladar a sus tropas con flotas de camiones. La utilización de las carreteras dio a los rusos mayor velocidad y flexibilidad. El Ejército Rojo pudo asimismo sustituir los tanques perdidos en la lucha con mucha mayor rapidez que los alemanes.

A la postre, Hitler ordenó interrumpir la campaña, aterrado por las noticias de que los aliados habían desembarcado en Sicilia y de que Italia se disponía a abandonar la guerra. Además, Alemania necesitaba desesperadamente sus tropas en el Mediterráneo. La derrota de los alemanes en Kursk fue aplastante. Los colocó a la defensiva, dio la iniciativa a los soviéticos y resquebrajó la moral alemana. A partir de entonces, los militares alemanes tuvieron la premonición de que la derrota era inevitable. En palabras del capitán general Heinz Guderian, jefe de la junta de Jefes de Estado Mayor entre 1944 y 1945: «Innecesario es decir que los rusos explotaron a fondo su victoria. Ya no habría más períodos de calma en el frente oriental. En adelante, el dominio del enemigo fue incontestable». La batalla de Kursk significó el principio del fin de la guerra en el frente oriental. 


Una combinación de tácticas superiores, mejor utilización del material y espíritu de lucha, además de la combatividad de los partisanos, condujo a la victoria soviética. Después de la derrota alemana en Stalingrado, el conflicto se reanudó en dirección contraria. Las tropas alemanas fueron gradualmente empujadas hasta ser expulsadas de la Unión Soviética. En su persecución de los enemigos alemanes, el Ejército Rojo participó en atrocidades masivas. Algunas de las peores se cometieron en Ucrania y en Bielorrusia. En estos territorios, la violencia estalló incluso antes de la entrada del Ejército Rojo. El colapso de la administración polaca significó que el soterrado odio étnico y de clase emergiese con toda su virulencia. Los polacos, los pans polacos o beloruchi, fueron atacados con saña por los campesinos y los obreros, porque al considerarlos capitalistas y terratenientes los consideraban también enemigos de clase.
En las calles gritaban esta consigna: «A los polacos, a los pans y a los perros...hay que matarlos como perros».  Y El Ejército Rojo aprobó estas actividades. A medida que los soldados soviéticos avanzaban hacia el oeste y se adentraban en territorio alemán, se entregaron a una terrible venganza. La pauta la marcó el primer pueblo alemán que encontraron, Nemmersdorf, en el este de Prusia. Las tropas soviéticas entraron el 22 de octubre de 1944 y violaron, mutilaron y mataron a todas las mujeres. A algunas las abrieron en canal. A los prisioneros de guerra y a los obreros polacos los castraron.
Similares episodios de brutalidad tuvieron lugar en toda la Alemania ocupada por los soviéticos. Cuando las tropas soviéticas conquistaron Berlín, en mayo de 1945 después de largos y sangrientos meses de lucha, el pillaje, el asesinato y la violación a cargo de las fuerzas ocupantes fueron parte de la vida cotidiana de los berlineses. Del terror que sufrieron las mujeres alemanas da idea una brutal estadística: en algunos distritos de Berlín, el porcentaje de suicidios de las mujeres llegó al 21,5 %.


Resumen del Conflicto: En junio de 1942, el ejército alemán lanzó una gran ofensiva en el frente del este para hacerse con los campos petrolíferos del Cáucaso y la ciudad de Stalingrado, centro de la industria militar soviética. En noviembre, el general Friedrich Paulus había conquistado casi toda la ciudad, obligando a las fuerzas soviéticas a retirarse hacia el río Volga después de feroces combates casa por casa.
Pero el 19 del mismo mes, el ejército soviético lanzó un fortísimo contraataque para romper el frente por norte y sur, que acabó cercando a los alemanes. Hitler ordenó a sus hombres no abandonar la plaza y prohibió la rendición. El general Friedrich Paulus y sus soldados resistieron un asedio de siete semanas.
El 2 de febrero de 1943, exhaustos, consumidos por el frío, las enfermedades y el hambre, los restos del VI Ejército alemán, con Paulus a la cabeza, se rindieron al mariscal Zhukov. Cuando Hitler lo supo, montó en cólera.
El Ejército Rojo hizo prisioneros a más de 90.000 alemanes, que emprendieron un penoso camino hacia los campos de concentración de Siberia. La derrota en Stalingrado marcó el inicio del hundimiento alemán en el frente ruso



EL ATAQUE A RUSIA
Según Grigore Gafencu en "Guerra del Este", 1945
"La idea de la guerra contra Rusia —que algunos políticos y ciertos militares alemanes había acariciado siempre, pero que no fue tomada seriamente en consideración por los dirigentes del Reich hasta la primavera de 1941— estaba, pues, enteramente condicionada por las necesidades de la lucha contra Inglaterra.
El problema de una campaña en el este se planteó en el espíritu del Führer con extrema claridad; necesitaba moverse a sus anchas en la guerra sin cuartel contra el enemigo británico; disponer de un extenso territorio, rico y fértil, para resistir mejor y por más tiempo en una "guerra de usura", y permanecer solo hasta el fin; sobre todo al llegar éste. Tal idea tenía la ventaja de volver a Hitler a sus más caras teorías del Mein Kampf.
Satisfacía la necesidad de espacio extenso, ilimitado y, además, próximo y directamente unido al territorio del Reich; espacio que, por un esfuerzo de trabajo y de colonización del pueblo alemán, podía prolongar a la Gran Alemania hasta Crimea, el Cáucaso y aún más allá. Era el objeto de conquista más atrayente que los pequeños países europeos, pobres y díscolos, sin recursos y llenos de pretensiones, de los que era difícil conseguir —fueran cuales fuesen los métodos empleados por la potencia ocupante: brutalidad o tolerancia, violencia o persuasión— algo que no fuese odio, resistencia, incomprensión ni desprecio.
Instalado en Ucrania y en el Cáucaso, dueño de la tierra más fértil, del suelo más rico del mundo, disponiendo de un mar interior y dominando las grandes rutas que penetran en Asia o descienden hacia el golfo Pérsico y la India, el Reich no necesitaría más conquistas para tener a su merced no sólo a Europa, sino también a los otros continentes. Semejante perspectiva ofrecía tantas ventajas que incluso permitía entrever la posibilidad de una paz más fácil y más estrecha con la Gran Bretaña.
El efecto: si la resistencia británica se eternizaba, Alemania tendría siempre —puesto que dispondría de la riqueza y la inmensidad de los territorios rusos— posibilidad de apresurar la paz, renunciando a todas sus conquistas occidentales. Para lograr esa paz, que no pondría en litigio su potencia mundial, le convendría devolver su libertad a todo el oeste europeo, desde Noruega hasta la frontera española. De esta forma, la guerra del este suministraría a los alemanes una preciosa materia de cambio con la cual actuar a su antojo para conseguir la paz en el oeste."


LA HAMBRUNA EN LENINGRADO
El 17 de septiembre, el Führer ordenó el retiro de las divisiones panzer de los ejércitos del Norte, para desplazarlos junto con un contingente de tropas hacia el Sur, lo que implicaba que el ataque sobre Moscú sería iniciado, aun cuando Leningrado no estuviese derrotada.
El invierno se acercaba y los pronósticos señalaban que sería muy crudo. Los alemanes cesaron la ofensiva y se atrincheraron, pero continuaron con el fuego de artillería y los bombardeos aéreos, pues el área debía ser arrasada.

La preocupación se trasladó hacia el interior de la ciudad. Los primeros síntomas del hambre comenzaron a presentarse angustiosamente, como ocurre al cambiarse bruscamente de régimen alimenticio. Si bien durante las semanas anteriores el racionamiento había sido severo, en los días que siguieron al incendio de los almacenes Gostiny Vidor, fue haciéndose cada vez más riguroso.
Las punzadas que sentían los leningradenses en sus estómagos al ingerir sólo unas rebanadas de pan al día, los hacían desfallecer y cualquier esfuerzo, por mínimo que fuese, los dejaba exhaustos. Acostumbrarse a pasar hambre es un proceso que dura mucho tiempo, y los primeros días son los peores, hasta que pasa el dolor y es reemplazado por una debilidad y un desaliento que corroe el cuerpo y el alma. La contextura varía, adelgazándose paulatinamente, comenzando por la cara y los brazos y luego bajar a las piernas.
La gente empezó a buscar desesperadamente algo que llevarse a la boca, en un intento por mitigar los dolores y los verdaderos lamentos que emitían sus intestinos. Raspaban el pegamento de los papeles de los muros, algunos masticaban el papel, y otros comían el forraje de los caballos o también cola de carpintero. Los animales domésticos, como perros y gatos, poco a poco fueron desapareciendo...
El encargado de abastecimientos y una cuadrilla de jóvenes, lograron rescatar de entre los escombros de los almacenes quemados un par de miles de sacos de azúcar y de harina, elementos que estaban nauseabundos por el calor y la humedad a que habían sido expuestos, pero cada gramo era necesario, pues podían prolongar una vida.
El transporte de alimentos por el Ladoga utilizando navíos se efectuó hasta que quedó una décima parte de las 50 barcazas existentes, ya que los bombarderos alemanes vigilaban estrechamente las aguas del lago, por lo que los viajes debían realizarse de noche. Pero la travesía tomaba 16 horas y en algún momento quedaban expuestas a la luz del día y al fuego certero de los aviones enemigos. El sistema duró un mes, el de octubre, alcanzándose a trasladar en dicho lapso apenas diez mil toneladas de víveres, en circunstancias que sólo en harina la ciudad consumía más de quinientas toneladas por día.


Llegó noviembre y comenzó a nevar. El frío se agregaba al hambre, haciendo más lúgubre el ambiente de las casas y las calles de Leningrado. Los ancianos fueron las primeras víctimas, ya que cualquier dolencia que padecieran se agudizaba con la desnutrición.
Las tuberías del agua potable, ante la ausencia de calefacción en las casas, se fueron congelando, lo que obligó a que la gente tuviera que caminar penosamente hasta el Río Neva, que cruza la ciudad, para hacer un agujero en el hielo que ya estaba formándose sobre la superficie para extraer agua, la que se consumía sin hervirse, pues casi no existía leña ni otros combustibles para esos menesteres.
Las diarreas diezmaron ahora a los bebés. Por esta fecha ya se hablaba de más de trescientas muertes diarias causadas por el hambre. No existían féretros para las sepultaciones, pues toda la madera estaba requisada por el comisario de abastecimientos o era mantenida en secreto en algunas casas para procurarse un poco de calor o para calentar agua.
El espectáculo que ofrecían las calles era cada vez más siniestro: los trineos infantiles se utilizaban para llevar los cadáveres, envueltos en sábanas, hasta los cementerios. El pueblo parecía carecer de sentimientos, pues no se veía a nadie llorar en los entierros.
En el libro de Alexander Werth, "Rusia en la Guerra", se lee un dramático recuerdo que esboza el Mayor Lozak, oficial de estado mayor del ejército ruso:
"Para llegar a mi puesto tenía que caminar tres kilómetros desde mi casa. Andaba unos cuantos metros y me sentaba a descansar. Y luego otra vez lo mismo. Muchas veces veía a alguien que, repentinamente, se desplomaba sobre la nieve. No se podía hacer nada, así que todos seguíamos nuestra marcha, pasábamos a su lado. Y al volver se observaba una forma humana vagamente cubierta de nieve, en el mismo lugar que en la mañana vimos derrumbarse una persona..."
A mediados de noviembre hubo de rebajarse todavía más las menguadas raciones de pan. 500 gramos diarios para los soldados que estaban en la primera línea; 300 gramos para los de retaguardia y para los obreros de las fábricas y 150 para el resto de los ciudadanos.


Resumiendo,el ataque se dirigió hacia el sur con la finalidad de acceder al petróleo del Cáucaso. En un principio, la "guerra relámpago" alemana fue un total éxito y las tropas alemanas avanzaron vigorosamente. Sin embargo, hubo un momento en que el ejército alemán se dividió en dos objetivos: ocupar la ciudad de Stalingrado en el Volga, punto clave hacia los Urales, y continuar el avance hacia el sur, hacia el Cáucaso.
Esta división de fuerzas fue fatal ya que las tropas nazis se encontraron con una creciente resistencia soviética. Hitler decidió concentrarse en ocupar la ciudad que llevaba el nombre del dictador soviético. Una brutal lucha casa por casa llevó al ejército alemán al corazón de la ciudad.
Sin embargo, el ejército de Von Paulus, cada vez más agotado y desmoralizado, no pudo impedir la maniobra envolvente de los soviéticos. El 23 de noviembre, el VI Ejército alemán estaba totalmente rodeado. Más de un cuarto de millón de tropas alemanas y de otros países aliados del Eje había sido cercadas. Hitler ordenó a Von Paulus continuar la resistencia.
Finalmente el 31 de enero de 1943, Von Paulus firmó la rendición. Acababa de terminar la batalla clave de la guerra. En adelante, el ejército hitleriano no cesó de retroceder en el frente oriental hasta su completa derrota en 1945.
http://www.portalplanetasedna.com.ar/stalingrado.htm
http://www.historiasiglo20.org/GLOS/stalingrado.htm