jueves, 16 de abril de 2015

EL CARDENAL RICHELIEU... Prelado francés que ejerció el poder como ministro de Luis XIII



                             El Cardenal Richelieu...

Cardenal y ministro de Estado francés, nacido en París el 9 de septiembre de 1582 y muerto el 4 de diciembre de 1642 en esta misma ciudad. Segundón de una familia de la pequeña nobleza del Poitou, Richelieu se dedicó a la carrera eclesiástica. En 1607 fue consagrado obispo de Luçon y 7 años después participó en la reunión de los Estados Generales, en la que, como diputado del clero, exigió la aplicación en Francia de los cánones del Concilio de Trento. Designado ministro de Estado un 16 de abril por la reina María de Médicis, regente durante la minoridad de su hijo Luis XIII, en 1616 se convirtió en uno de los principales colaboradores del valido de la reina, el florentino Concino Concini. Cinco meses después de su nombramiento, el asesinato de Concini y el destierro de la reina madre por orden de Luis XIII, que tomó las riendas del poder, así como la ascensión de un nuevo favorito, Luynes, provocaron la caída de Richelieu. La enemistad entre Luis XIII y su madre se zanjó en 1620 gracias a la mediación de Richelieu, lo que le valió el capelo cardenalicio, que recibió en 1622 del papa Gregorio XV. Fue la propia reina María quien, en abril de 1624, ante la carencia de un gabinete de gobierno estable, aconsejó a Luis XIII llamar a Richelieu para ocupar la jefatura del Consejo real. Desde entonces se mantuvo ininterrumpidamente en el poder hasta su muerte.



La política del cardenal

Su programa de gobierno desarrolló dos objetivos esenciales: en el interior, fortalecer la autoridad monárquica sobre las bases del absolutismo y la centralización, mientras que en el exterior, limitar la expansión del imperialismo de los Austrias de Madrid y Viena y sentar las bases de la hegemonía francesa sobre Europa.



 

Política interior

El inicio del gobierno de Richelieu estuvo marcado por las revueltas nobiliarias y por la lucha contra los hugonotes. El cardenal contrarrestó la oposición de una facción de la nobleza cortesana con la creación de una clientela de adictos a su persona a los que recompensaba con honores y cargos. Sin embargo, los complots nobiliarios se sucedieron sin descanso. A pesar de que consideraba a la alta nobleza como uno de los pilares del Estado, Richelieu luchó contra el poder de las clientelas aristocráticas e hizo derruir las fortalezas nobiliarias que pudieran servir de baluarte a los revoltosos. En cuanto a la cuestión protestante, Richelieu quiso darle una solución definitiva que le dejara las manos libres para dedicarse a sus proyectos internacionales. Los hugonotes (nombre con que en Francia se conocía a los calvinistas) habían conseguido formar, en virtud de los privilegios concedidos en el Edicto de Nantes por Enrique IV, un “Estado dentro del Estado” y dominaban numerosos territorios gracias a sus privilegios políticos y militares. En 1625 se alzaron contra la monarquía. Richelieu, mientras consolidaba su posición en el poder, ganó tiempo confirmando la renovación del Edicto de Nantes en 1626, al tiempo que reunía una flota capaz de atacar el puerto de La Rochela, principal enclave protestante. El ataque a La Rochela (julio de 1627-octubre de 1628) no fue una guerra de religión, sino una guerra de Estado: Richelieu pretendió ante todo acabar con los privilegios militares y políticos que garantizaban a los hugonotes una autonomía rayana en la independencia. Por otra parte, la toma de La Rochela constituyó el inicio de una ofensiva general para el control sobre los puertos de toda Francia, con el fin de meter al país en la corriente del gran comercio marítimo. Dos campañas paralelas en la región protestante de las Cevenas y en el Languedoc completaron esta primer ofensiva contra las disidencias internas. Tras la derrota protestante, Richelieu promulgó el Edicto de Gracia de Alès de 1629, que preservaba a los hugonotes la libertad religiosa así como sus derechos civiles y judiciales, pero les privaba de los privilegios políticos y militares, con lo que el cardenal pensaba garantizar la obediencia de los protestantes a la monarquía. El Edicto de Gracia agravó la tensión que reinaba en la corte entre el llamado “partido devoto” o “de los buenos católicos” y el partido “de los buenos franceses”; en el que se apoyaba Richelieu. El primero, encabezado por María de Médicis, Ana de Austria -esposa de Luis XIII- y Gastón de Orleáns, hermano y heredero del rey, defendía el acercamiento a España en el exterior, la eliminación de los protestantes y una política de reformas en el interior que pusiera fin a la miseria que padecía Francia. Los “buenos franceses”, por su parte, propugnaban la separación de los intereses del Estado y la religión y la necesidad de limitar el poder de los Austrias en Europa, aunque ello significara paralizar la reforma interior. Luis XIII se mantuvo neutral en un principio, pero cuando el “partido devoto” pareció derrocar al cardenal en la llamada journée de Dupes de noviembre de 1630, el rey renovó su apoyo a Richelieu, que actuó desde entonces con un poder absoluto para asegurar el cumplimiento de sus proyectos. Su política interior fue desde este momento una política de guerra. El desarrollo del ejército, la centralización administrativa que permitiera el control sobre el orden público y la recaudación eficaz de impuestos, así como el control de la opinión pública, constituyeron los pilares de una política que el mismo Richelieu llamó de “salvación pública”.



En 1629 emprendió la reforma militar con la promulgación del Código Michau, que había de garantizar el mantenimiento de un ejército poderoso administrado por oficiales regios, y la creación de una flota militar y comercial que asegurara la competencia marítima con España e Inglaterra. Para ello improvisó una administración militar que sería el germen de la administración central. La guerra con España y la organización del ejército agotaron el tesoro regio y Richelieu recurrió al aumento continuo de la presión fiscal desde 1635. Con el fin de garantizar el cobro de los impuestos y el mantenimiento del orden público, creó un cuerpo de comisarios reales, los “intendentes”, que desde 1630 se establecieron en las provincias con poderes judiciales, policiales, fiscales y militares. Estas medidas le crearon múltiples oposiciones en todos los frentes. Desde 1632 la nobleza promovió conspiraciones constantes, apoyadas por España. La presión fiscal creciente y la extensión del poder de los intendentes regios produjeron numerosas revueltas en las provincias (en Guyena en 1635, en Perigord en 1637, en Normandía en 1639, etc.), en las que participaban tanto la nobleza provincial, como las autoridades locales, la burguesía y el pueblo llano, acuciado por la miseria. La represión de los revoltosos, muy cruenta, estaba a cargo del ejército. Para sostener su política, Richelieu modificó las instituciones del gobierno hacia una mayor centralización. Su innovación fundamental fue la organización de un gobierno ministerial fuerte. El Consejo de los Negocios, el Consejo Privado y los cuatro Secretariados de Estado fundados por él mismo, fueron sus principales instrumentos de gobierno. En las provincias, aumentó el control sobre la administración local con el nombramiento de lugartenientes generales y creó una auténtica red de policía y espionaje a través de los intendentes, lo que a menudo desató la violencia popular contra éstos. Asimismo, despojó a los Parlamentos locales y a los Estados generales de toda participación política. La venta de cargos y honores provocó la ascensión de la llamada “nobleza de toga”, formada por funcionarios que debían su engrandecimiento al Estado, con lo que Richelieu trataba de garantizar la lealtad de los servidores públicos a los designios de la monarquía. Richelieu descubrió asimismo la importancia de la manipulación de la opinión pública para el control social. Mantenía en la corte un auténtico gabinete de prensa y propaganda que, desde 1632, publicó una Gaceta de información favorable a su política. Los escritores de la corte lanzaban continuamente libelos a favor de Richelieu y Luis XIII y escritos de teoría política que legitimaban filosóficamente la actuación del prelado.
                              
                                    Cardenal Richelieu.
Richelieu endureció la censura de los libros y dio pábulo institucional a los escritores e intelectuales cercanos a la corte con la fundación de la Academia Francesa (1635), que se convirtió en uno de sus más eficaces instrumentos de propaganda. En cuanto a su política religiosa, el cardenal favoreció la aplicación en Francia de los cánones del Concilio de Trento y fomentó moderadamente la expansión del catolicismo, aunque no excluyó al clero de su política fiscal y frenó la proliferación de conventos y la influencia de los aires contrarreformistas que llegaban de España.



Política económica

Richelieu asumió los principios mercantilistas de Laffemas y Sully. Supeditada por completo a la guerra contra los Austrias, la reforma económica fue muy limitada e inoperante. Para reducir las importaciones publicó decretos de limitación de los gastos suntuarios dirigidos a la burguesía y creó derechos de aduanas con el fin de proteger las manufacturas francesas. Sus intentos de fundar compañías comerciales al estilo de las holandesas fueron un estrepitoso fracaso, así como el proyecto de establecer una red de gran comercio marítimo sobre los enclaves franceses de ultramar. La Hacienda constituyó el mayor problema de Richelieu. El tesoro público estaba agotado por la guerra y el mantenimiento de ésta se realizaba a través de expedientes fiscales extraordinarios, empréstitos, venta de cargos burocráticos y, desde 1640, el recurso a la devaluación monetaria, todo lo cual causaba un gran marasmo económico y una miseria insostenible.



Política exterior

Los mayores éxitos de la política de Richelieu se dieron en el campo de las relaciones internacionales. En 1629 el cardenal publicó su Aviso al rey, en el que defendía la necesidad de sacrificar la reforma interior a la política exterior, cuyo objetivo prioritario era detener el imperialismo de los Austrias. Éstos habían conseguido crear un cerco alrededor de Francia que impedía a ésta su expansión. Richelieu demoró todo lo posible la intervención directa de Francia en la Guerra de los Treinta Años mientras consolidaba su posición en el gobierno. Sin embargo, apoyó a Suecia en su conflicto con el Imperio austríaco y subvencionó a los enemigos de los Habsburgo. Estableció una alianza con las Provincias Unidas y se acercó a Inglaterra pactando el matrimonio del rey inglés Carlos I con Enriqueta de Francia, hermana de Luis XIII. Los españoles, por su parte, conspiraban continuamente con los enemigos de Richelieu en la corte de París. El cardenal proyectó en primer lugar detener el avance de los Habsburgo en Italia. En 1629, tropas francesas invadieron el ducado de Saboya-Piamonte y aseguraron su sucesión para Francia. En mayo de 1635 Francia declaró finalmente la guerra a Felipe IV de España. Los primeros años de lucha fueron desfavorables para Francia, pero a partir de 1637 la situación cambió: en los cuatro años siguientes, el ejército francés y sus aliados consiguieron numerosas victorias. Los frentes fueron diversos: Flandes, Alsacia, Lorena y el Rosellón. El ejército francés consiguió aislar a los Países Bajos españoles bloqueando la comunicación terrestre con Italia y la naval con España. En 1641, aprovechando el estallido de las revueltas de Portugal y Cataluña contra Felipe IV, Richelieu firmó una alianza con Portugal y envió ayuda militar a los catalanes, que habían invocado la protección de Luis XIII. En 1642 el ejército francés ocupó el Rosellón. En Alemania, tras la anexión de Alsacia, los franceses consiguieron el retroceso continuo de las posiciones imperiales gracias a su alianza con Gustavo Adolfo de Suecia. Esta situación impulsó al emperador Fernando III a entablar negociaciones, que abrirían el camino de los acuerdos definitivos de paz, firmados en 1658, ya muerto Richelieu.


Su legado político

A la muerte del cardenal en 1642, se produjo en Francia un alivio generalizado. Sin embargo, su sucesor al frente del gobierno, el cardenal Mazzarino, habría de continuar las líneas maestras de su política. A pesar de su precaria salud, Richelieu había desarrollado una actividad desbordante (que quedó reflejada en sus memorias y en su amplia correspondencia) que hizo de él uno de los políticos más prestigiosos de su época. Se le ha acusado a menudo de carecer de un sistema político y de haber fundado la hegemonía de Francia sobre la miseria del pueblo, cuya situación nunca interesó a este defensor del absolutismo monárquico. Richelieu tuvo como metas esenciales el engrandecimiento de Francia en el exterior y el fortalecimiento de la autoridad regia en el interior. Su política puso los cimientos de la preponderancia francesa en Europa y fue el umbral del florecimiento del absolutismo en tiempos de Luis XIV. Pero al mismo tiempo facilitó el mantenimiento de unas estructuras sociales basadas en el privilegio que harían crisis con el estallido revolucionario de 1789.
http://www.enciclonet.com/articulo/richelieu-armand-jean-duplessis-cardenal-de/#

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