La falta de respeto de los privilegios de la nobleza nacional se fue
agravando. Los impuestos aumentaban, la población empobrecía, los
burgueses estaban afectados en sus intereses comerciales, la nobleza
estaba preocupada con la pérdida de sus puestos y rendimientos y el
imperio portugués era amenazado por los ingleses y holandeses mediante
la impotencia o desintereses de los gobernadores de los reyes españoles.
La gota que colmó el vaso fue la intención del Conde-Duque de
Olivares en 1640 de usar tropas portuguesas contra los catalanes
sublevados. El Cardenal Richelieu, mediante sus agentes en Lisboa, halló
un líder en Juan II, Duque de Braganza, nieto de Catalina de Portugal.
Aprovechándose de la falta de popularidad de la gobernadora Margarita de
Saboya, Duquesa de Mantua, y de su secretario de estado Miguel de
Vasconcelos, los líderes separatistas portugueses dirigieron una
conspiración el 1 de diciembre de 1640. Vasconcelos, que sería
defenestrado, fue prácticamente la única víctima. El 15 de diciembre de
1640 el Duque de Braganza fue aclamado rey como Juan IV, pero
prudentemente se negó a ser coronado, consagrando la corona portuguesa a
la Virgen María.
La conspiración de 1640 fue planeada por los hidalgos D. Antão de
Almada, D. Miguel de Almeida y por el Dr. João Pinto Ribeiro entre
otros.
El sábado 1 de Diciembre de 1640 entran en el Palacio de Lisboa,
situado en la Plaza del Mercado, matando al secretario de Estado Miguel
de Vasconcelos y aprisionando a Margarita de Saboya, duquesa de Mântua,
que gobernaba entonces Portugal en nombre de su primo, Felipe IV. En su
lugar aclamaron al Duque de Braganza como Rey de Portugal, con el título
de Juan IV (1640-1656), dando inicio a la cuarta dinastía, la Dinastía
de Braganza.
El momento fue bien escogido, ya que la casa de Habsburgo afronta en
esa época los problemas derivados de la Guerra de los treinta
años (1618-1648) y la Revuelta de los Catalanes.
La guerra
El esfuerzo nacional portugués se mantuvo durante 28 años, con lo
cual fue posible vencer en las sucesivas tentativas de invasión de los
ejércitos de Felipe IV. En 1668 se firmó el tratado de Lisboa de
1668 por el cual España reconocía la soberanía del país vecino. La
victoria de los restauradores portugueses se debió en gran medida a la
Sublevación de Cataluña, ya que todos los mejores soldados castellanos
estaban ahí, así como a los esfuerzos diplomáticos de Inglaterra,
Francia, Holanda y Roma por limitar el poder del Imperio español,
mientras mantenían la guerra en Alemania, Guerra de los Treinta Años,
así como la Guerra de los Ochenta Años en Flandes, que seguía con apoyo
inglés y francés tras la Guerra anglo-española (1625-1630).
Paralelamente, las tropas portuguesas lograron expulsar a los
holandeses de Brasil y de Angola y Santo Tomé y Príncipe (1641-1654),
restableciendo el poder atlántico portugués.
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