viernes, 17 de abril de 2015

AL-HAKAM I....tercer Emir independiente de al-Adalus



                                    Al-Hakam I
El emir Hisham I, postergando a su primogénito Abd al-Malik, había designado sucesor a su segundo hijo Abu-l-Así al-Hakam. El nuevo emir, conocido históricamente como al-Hakam I, comenzó su reinado en 796 con las rebeliones de sus tíos Sulayman y Abd Allah. Éstos se encontraban desterrados en el Magreb, por orden de Hisham I, por pretender hacerse con el trono. El primero en alzarse fue Abd Allah que regresó a al-Andalus e intentó, sin conseguirlo, sublevar en beneficio propio Zaragoza, capital de la Marca Superior, cuyos habitantes habían estado desde casi siempre en contra de la autoridad de Córdoba. Al no conseguirlo, marchó con sus dos hijos a Aquisgrán donde se presentó al rey franco Carlomagno en 797. El propósito de Abd Allah era ofrecer su ayuda para conquistar Barcelona y los territorios del delta del Ebro. En ese mismo año, el gobernador musulmán de Barcelona Zado, también ofreció a Carlomagno abrir las puertas de la ciudad a la primera columna franca que apareciese.


 
Simultáneamente, en el verano del año 796, al-Hakam I envió una expedición a tierras del norte. Las tropas cordobesas, después de someter a los jefes musulmanes insurrectos de la zona, subieron por el valle del Ebro, conquistaron Calahorra y prosiguieron hasta llegar a la costa desde donde regresaron a Córdoba con un importante botín.
En el año 797, los muladíes que habitaban mayoritariamente Toledo, capital de la Marca Media, decidieron emanciparse de Córdoba y ponerse bajo la autoridad del rebelde Ubayd Allah ben Jamir. Para reprimir la rebelión, al-Hakam I envió a Toledo al jefe de Huesca, el muladí Amrús ben Yusuf, con amplios poderes. Cuando llegó, la primera actuación de Amrús fue deshacerse de Ubayd matándolo en una emboscada. Después, asesinó a los personajes más importantes de la ciudad en la llamada “jornada del foso”. Lo hizo con una estratagema que consistió en invitarlos a un ágape en su castillo en honor del joven príncipe Abd al-Rahman, que acompañaba a un ejército que fingía pasar por la ciudad para dirigirse a una supuesta campaña. Según iban acudiendo los invitados, los sicarios de Amrús los llevaban de uno en uno por un estrecho pasillo y les cortaban la cabeza. Luego los tiraban al foso. El terror que provocó esta actuación paralizó el espíritu rebelde de los toledanos durante varios años.

En el año 798, el otro tío de al-Hakam I, Sulayman, se presentó en al-Andalus, reclutó tropas y marchó contra Córdoba. Unas seis veces, en el transcurso de dos años, se enfrentó a al-Hakam I y siempre fue derrotado. Por último, intentó sublevar las tierras de Mérida pero fue vencido y muerto por el jefe de la ciudad.
Obligado a emplear todos los medios para sofocar las sublevaciones de sus tíos y la de los focos que surgían en diferentes lugares de al-Andalus, al-Hakam I no pudo realizar aceifas durante varios años. En 798, el rey asturiano Alfonso II aprovechó la forzada tregua para conquistar Lisboa y apoderarse de un gran botín.



En aquel año de 798, el rey Luis (Ludovico Pío) de Aquitania, hijo de Carlomagno, inició los primeros movimientos para hacer posible la toma de Barcelona. Primeramente se apoderó sin lucha, gracias a los pactos con los rebeldes musulmanes, de las tierras situadas entre Gerona y el alto valle del río Segre, donde creó el condado de Ausona (Vic) que confió al conde franco Borrell. Más tarde, realizó una correría victoriosa sobre Lérida y Huesca. A continuación, envió una columna de godos al mando de Bera para asediar Barcelona. Como el sitio se prolongara durante dos años, Ludovico tuvo que enviar un poderoso ejército al mando de sus mejores jefes. Un tercio de las tropas, al mando del propio rey, quedó de reserva en el Rosellón; otro tercio, al mando del conde Rostagno de Gerona, sitió la ciudad; el resto se situó al sur de la misma para repeler cualquier ayuda. El gobernador musulmán Zado, que había vuelto a la obediencia de Córdoba, pidió socorros al emir. Éste le envió tropas que intentaron levantar el sitio, pero la presencia de los francos al sur de Barcelona las obligó a dirigirse hacia el reino de Asturias donde, después de alguna victoria, fueron derrotadas. Barcelona no pudo resistir el cerco y se rindió en el año 801. Tras la conquista, el rey de Aquitania creó el condado de Barcelona y lo puso bajo el mando del godo Bera. Con este condado y los formados anteriormente definió la Marca Hispánica que integró en la gran Marca Meridional, cuya jurisdicción militar correspondía al duque de Tolosa.




Anteriormente, en el año 800, Abd Allah había regresado de Aquisgrán y se había apoderado de Huesca, aunque por poco tiempo, ya que fue desalojado por un agitador llamado Bahlul ben Marzuq. Este Bahlul, en 796, se había proclamado independiente en Zaragoza, pero un ejército cordobés lo había obligado a huir hacia el norte. A continuación, Abd Allah se dirigió a tierras de Valencia para proseguir con su rebelión. Al no tener éxito, renunció a sus aspiraciones y pidió la paz a al-Hakam I. El emir, después de unos tres años de negociaciones, lo perdonó y le concedió el gobierno de la zona de Levante, pero con la condición de permanecer siempre en Valencia, de ahí su sobrenombre de al-Balansí (el valenciano). Sus dos hijos fueron llamados a Córdoba y casados con dos hermanas del emir.
En 802, para restablecer el orden en la Marca Superior, donde Bahlul señoreaba Huesca y los miembros de la familia de los Banu Qasi se sublevaban constantemente, al-Hakam I, volvió a contar con Amrús ben Yusuf al que trasladó desde Toledo a Zaragoza con poderes dictatoriales. Amrús persiguió y mató a Bahlul, castigó a los muladíes de Huesca por su persistente rebeldía y reforzó las defensas de la ciudad. Se apoderó del feudo de los Banu Qasi y fortificó Tudela, donde instaló una fuerte guarnición.
En el año 805, varios notables de Córdoba conspiraron para derrocar a al-Hakam I. Enterado el emir, mandó crucificar a los 72 principales conjurados. La sentencia acrecentó el descontento de la población hacia el emir, que ya tenía fama de hombre cruel, impulsivo, despótico e injusto en su política fiscal. Al año siguiente se produjo un motín originado por el descontento de los comerciantes por un asunto de policía de mercados en el barrio cordobés del Arrabal, situado en la orilla izquierda del río Guadalquivir y unido a la ciudad por el puente romano. El emir que estaba asediando Mérida, volvió y sofocó la algarada crucificando a muchos de los involucrados. La antipatía de los cordobeses hacia el emir aumentaba peligrosamente.
El asedio referido anteriormente a Mérida, capital de la Marca Inferior, fue la respuesta de al-Hakam I a la rebelión de muladíes, bereberes y mozárabes, que encabezó el antiguo jefe leal Asbag ben Wansus. A pesar de la muerte del cabecilla en 807, la rebelión continuó y acabó pacíficamente en 813.



En 808, una expedición mandada por un hijo del emir recuperó Lisboa y pacificó el territorio hasta Coímbra. En ese mismo año, Luis de Aquitania se apoderó de Tarragona y, en su intento de tomar Tortosa, fue rechazado por una columna musulmana al mando del príncipe Abd al-Rahman.
En 812, después de un largo periodo de paz en la Marca Superior, Ludovico Pío volvió a atacar a Tortosa. Amrús tuvo que acudir con sus tropas para ayudar a las del príncipe Abd al-Rahman. El éxito de la campaña hizo que Amrús tantease a sus generales la conveniencia de independizarse de Córdoba. El emir se enteró de la conspiración y envió a Abd al-Rahman con un ejército. Al encontrar las puertas de Zaragoza cerradas, volvió a Córdoba confirmando las sospechas. Amrús fue llamado por el emir, y las relaciones se restablecieron. Poco después Amrús murió y Musa ben Musa, de los Banu Qasi, aprovechó la ocasión de apoderarse de Tudela, de la que Yusuf, hijo de Amrús, era gobernador. Para reconducir la situación, llegó Abd al-Rahman que se hizo cargo de la Marca Superior. Restituyó a Yusuf y dejó a Musa como segundo en Tudela. Poco después nombró gobernador de Zaragoza a Yusuf y a Muza de Tudela.
En marzo de 818, estalló un gran motín en Córdoba que provocó una feroz represión por parte del emir. La gota que derramó el vaso del descontento de la población fue la imposición de nuevos impuestos extraordinarios que, además, tenían que cobrarlos un no musulmán. La chispa que prendió la mecha del motín saltó en el barrio del Arrabal cuando un soldado de la guardia del emir mató a un artesano en una tonta disputa. Al-Hakam I, que regresaba de una cacería, al atravesar el barrio fue increpado por los vecinos. Lo soldados cogieron a diez manifestantes y los crucificaron inmediatamente. Las gentes respondieron armándose de palos, cuchillos y hachas para intentar asaltar el Alcázar. Las milicias, que habían asegurado el orden en el interior de la ciudad, reunieron en las proximidades del puente todas las tropas disponibles del palacio para impedirles la entrada. Los amotinados estaban a punto de romper las defensas cuando la caballería, reunida urgentemente, salió de la ciudad por otro punto y se situó a espaldas de los sublevados. Éstos, cogidos entre dos fuegos, iniciaron la desbandada. El motín terminó pero la represión comenzó. Durante tres días se produjo una gran matanza en el Arrabal que acabó gracias a los ruegos de un ministro al emir. La secuela del motín fue que trescientos responsables de los amotinados fueron asesinados y crucificados, los habitantes del Arrabal fueron expulsados de al-Andalus y el barrio fue arrasado, roturado y sembrado. Durante casi dos siglos, estuvo prohibido edificar en aquellos terrenos.




En mayo de 822, al-Hakam I proclamó sucesor a su hijo Abd al-Rahman, y para evitar problemas dinásticos, también invistió a su otro hijo al-Migira como sucesor del príncipe heredero. Quince días después, el 21 de mayo, murió al-Hakam I. Dejaba un reino casi totalmente pacificado, una administración bien organizada y una hacienda saneada.
 http://www.geocities.ws/reyesmedievales/andalusemiralhakam1.htm
 http://www.biografica.info/fotos/ABD2.png
 http://i12.servimg.com/u/f12/10/09/50/87/dirhem10.jpg

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